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Dale Color A Tu Vida
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Libro electrónico167 páginas2 horas

Dale Color A Tu Vida

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Información de este libro electrónico

"En mi caminar con Dios, he sido testigo de que sus promesas son reales y van mucho más allá de simples conceptos, y su fidelidad me han llevado a experimentar una vida que jamás imaginé. Las experiencias que vivimos son la mejor forma de aprender las lecciones más valiosas. En las páginas de este libro, mientras lees la historia de mi vida, mi deseo es compartir parte de mi corazón contigo; y que a través de estas enseñanzas puedas comprender que puedes darle color a tu vida" dice la pastora Claudia de Castellanos
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento30 may 2013
ISBN9781483500508
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    5/5
    Muchas gracias , el libro me encantó, tocó mi vida , Gracias pastores por ser ejemplo y por su pasión hacia DIOS , bendiciones
  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    me encanto..una tremenda bendición para mi vida..gracias pastores. por su gran ministerio y fidelidad a Dios..son todos un ejemplo a seguir..bendiciones

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Dale Color A Tu Vida - Claudia Castellanos

---- Capítulo 1 ----

PAPI, ¿CÓMO ME VEO?

Dicen que desde el instante en que pone los ojos en ella, un padre se enamora de su hija.
-Anónimo-

Mi amigo se ha ido

Aún tengo en mi mente muy grabado el cuadro de lo que fue el último día contigo.

Estabas rodeado de aquellos que amaste y te amaron; en esos momentos en que todos sabíamos que estabas a punto de partir, muchos pensamientos cruzaron por mi mente:

Fuiste de las primeras personas que me alzaste y me sostuviste en tus brazos, pude sentir tu emoción, y escuchar esas primeras palabras que brotaron de tus labios como una profecía: Hija, seré el mejor padre para ti. Y ahora que tengo que verte y que sé que estás a punto de partir, puedo decir que cumpliste tu promesa; durante todos estos años me hiciste sentir tu amor. Me diste tu protección, me ayudaste a madurar, y te convertiste en mi mentor, mi amigo y mi consejero. Desde que era muy niña estuviste pendiente de mí, y aunque ya era una mujer adulta, nunca perdías la costumbre de averiguar como me iba. De ti aprendí a amar a mi patria, y a prepararme para hacer algo por ella.

Ahora que veo que estás a punto de irte, quisiera retroceder el tiempo, para haber compartido más contigo, para sentarme a tus pies y beber de la fuente de tu sabiduría, hubiera querido decirte tantas cosas que estoy segura me hubieran tomado días, pero todo lo tengo que resumir en una palabra: gracias amigo mio porque más que un padre fuiste un gran amigo.

Aquel día tuve que tomar una decisión, sabía que no te podía retener, y tuve que dejarte partir, pensando: mi amigo se ha ido, y nadie lo remplazará, pero también comprendí que mi amigo quedaba en los recuerdos, sus caricias, sus consejos, su sonrisa y su amor. Mi amigo, una parte de ti se fue, pero una parte de ti quedó.

Sé que un día me volveré a ver contigo, te abrazaré y te diré de nuevo gracias por haber sido mi amigo y mi padre.

Tu hija que siempre te amó

y te recordará.

¿Por qué, ¿Por qué te fuiste?. Estoy sentada en un Reencuentro de mujeres al sur de la Florida; la habitación es oscura, todas las mujeres están muy atentas, escuchando cada palabra que pronunciaba la pastora que estaba dando la conferencia. Ella es una de mis doce de Colombia, esposa de uno de los hombres de confianza en el ministerio en nuestra nación. A medida que predicaba, se sumergía en la historia de su testimonio. Empieza a expresar lo que sintió cuando una de sus figuras paternas falleció hace varios años. El hombre de quien estaba hablando también era uno de nuestros doce en Colombia, el pastor Germán Gamba. Mientras escuchaba sus palabras, miré alrededor de la habitación a las mujeres con lágrimas en sus rostros, entonces yo también empecé a llorar, las lágrimas se acumulaban en mis ojos, sus palabras me llevaron de nuevo a ese día, varios años atrás.

Hija: si así lo ordenas, si tu madre y tus hermanos están de acuerdo, éste será el día en que tu padre morirá. Estas fueron las palabras del Espíritu Santo, el 6 de noviembre de 2005. Mi padre estaba en cama y su respiración era corta y profunda, seguida de largas exhalaciones. Mis hermanas me miraban, mis hijas, mi madre y mi esposo me miraba, pues siempre había existido un vínculo especial entre mi padre y yo. Lo amaba tanto, y él también me amaba. Papá, ¡Gracias por ser el mejor padre del mundo!.

Todos sabíamos lo que venía. Su respiración era un patrón de agonía. Todos sus nietos se despidieron, y cada uno de sus hijos también. Llamamos a mi hermano en Colombia para que le diera su adiós. No podíamos oír lo que mi hermano le estaba diciendo. Todo lo que vimos fueron las lágrimas que caían de los ojos de mi padre, luego, mi madre se sentó a su lado. Mientras los observaba pensaba en que esta iba a ser la última vez que se sentarían juntos en la tierra, pues solían estar así, juntos, todos los días, por lo que este instante me pareció una eternidad, ese día fue el último en el que se sentaron juntos. Vi a mi madre mirar profundamente a los ojos de mi padre. Aunque él no podía hablar, entendía todo lo que estaba pasando. Miró a su familia, a su legado, a sus nietos, a sus hijos, y con un amor profundo miró fijamente a los ojos de mi madre, su gran amor.

Todos tomamos la mano de mi padre, y luego César, mi esposo, empezó a hablar con él. Pero no era César, quien hablaba, era el pastor: Alfonso, gracias por ser siempre como un padre para mí. Escucha, no tengas miedo. Veo miles de ángeles que vienen a llevarte a tu morada celestial. Aunque ande en valle de sombra de muerte, sé que Dios está contigo....

César estaba guiando a mi padre en una oración que se encuentra en el Salmo 23, cuando mi padre dejó escapar tres fuertes exhalaciones, y se fue. No lo podía creer, mi padre se había ido. Yo sabía que él iba a estar en su morada celestial, pero ¡Ya no estaba conmigo! Los días que siguieron estuvieron llenos de lágrimas. Lloré durante días y días. Este dolor era como ningún otro, un dolor que sólo se calmaba en la presencia de Dios.

Estaba sumergida en mis recuerdos, abro mis ojos, la música me regresa y la habitación está a oscuras, las mujeres continúan orando. Entonces, decido tomar el micrófono para guiar a las mujeres en una oración muy significativa. Antes de hablar, estoy sorprendida al reconocer lo importante que un padre es para todo ser humano; pero especialmente, para cada mujer. Muchas de nuestras heridas más profundas se derivan de alguna experiencia con nuestros padres.

Mi mundo cambió por completo ese día ¡Mi padre me prometió que iba a vivir para siempre! Sentía que el suelo bajo mis pies se desmoronaba, mi vida ya no era la misma. Los días siguientes a la muerte de mi padre estuvieron llenos de ira y frustración, de impotencia y tristeza, de dolor y decepción. Fue entonces cuando comprendí el sentimiento de ausencia y de pérdida que se produce cuando nuestro padre no está presente.

ABBA PADRE

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!.

¹

Hay muchas mujeres que han pasado por situaciones como la mía. Tal vez no fue la muerte de un padre amado, sino su ausencia. Quizás hayas atravesado una experiencia de abandono, maltrato o rechazo. A lo mejor, eres una joven que creció con un padre ausente, o tal vez fuiste abandonada por él; o todo lo contrario, conociste a tu padre, él estaba cerca, pero parecía invisible. Sea cual sea tu situación o tu experiencia, estas dos palabras simples cubren cualquier posible situación: ABBA PADRE. Es en medio de estas circunstancias que estas palabras cobran vida y llegamos a saber quién es nuestro verdadero padre. Él nos ha dado el espíritu de adopción. Nuestra relación con Él, es una relación íntima, porque es un vínculo especial, una relación padre-hija. Tú eres SUYA, tú eres su hija, la niña de sus ojos, su tesoro especial. Sólo cuando reconoces esta relación, comienzas a ver quién eres en realidad.

Las situaciones de abandono, resentimiento, pérdida, ausencia, y demás, tienden a ser la raíz de muchas de nuestras luchas más profundas. Como mujeres somos marcadas por la relación que tenemos con nuestro padre, y esta relación se refleja en otros aspectos de nuestra vida, nos convertimos en mujeres temerosas, inseguras y miedosas, tímidas y carentes de autocontrol. En realidad, esto es una contradicción con la forma en que Dios ha planeado la vida para nosotras.

Después de la muerte de mi padre, me empecé a sentir muy sola, a veces me sentía insegura. Me convertí en una mujer asustada y temerosa, una mujer dudosa e indecisa. Han sido innumerables ocasiones en que he escuchado estos mismos sentimientos hacerse eco en palabras de mujeres de todo el mundo: ¡No sé qué hacer!. No quiero estar sola, ¿Cómo voy a resolver todos mis problemas?. ¿Y si fracaso? ¿Y si algo sale mal, en fin… Ahora, ¿por qué menciono esto? Porque estos sentimientos, que llevamos a lo largo de toda la vida, son un reflejo del vacío que resuena dentro de nosotras hasta que nos decidimos entrar en esa relación padre-hija con Dios.

Hay algo único en la relación padre-hija, y lo puedo ver cuando miro a mis nietas y la forma única y exclusiva como interactúan con su padre. A ellas les encanta compartir con su padre, siempre quieren estar en sus brazos, allí las niñas sienten protección, seguridad y atención. Es como si todo lo que pudieran necesitar y la respuesta a todos sus problemas se encontraran en él. Cuando miran a su padre, sus ojos brillan, pero lo más interesante es que los ojos del padre siempre brillan más. Esta es la relación que Dios tiene reservada para nosotras. No es un espíritu de temor, ni un espíritu de esclavitud, ni un espíritu de carencia, sino un espíritu de adopción. ¡Una invitación a llamarle Padre, a llamarle papá! Sí, tenemos nuestro padre terrenal, tal vez tenemos un buen padre o uno que no es tan bueno; pero nuestro verdadero Padre es Dios.

Una buena figura paterna traza ciertos rasgos en una hija. Del mismo modo, cuando clamamos Abba Padre, cuando entramos en el espíritu de adopción y vemos al Señor como nuestro Padre, esa relación paterna perfecta trae tres factores esenciales en nuestra vida. La paternidad de Dios ofrece identidad, sana autoestima y seguridad.

IDENTIDAD

Esta es una crisis que atraviesan las mujeres de hoy, muchas no entienden cuál es su identidad o de dónde vienen y mucho menos hacia donde van. Las mujeres de este tiempo están constantemente lidiando con cuestiones de confianza. ¿Cuál es mi papel?. ¿Quién se supone que debo ser?. Bueno, ese es el problema. Tu identidad no se construye desde el exterior, la sociedad no determina quién eres, las personas que te rodean no determinan tu forma de ser. Tu identidad no se basa en lo que haces,

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