![f060-01.jpg](https://article-imgs.scribdassets.com/69tpechnb4cnuudh/images/file4OHXB956.jpg)
![f060-02.jpg](https://article-imgs.scribdassets.com/69tpechnb4cnuudh/images/fileFGGQWA2A.jpg)
![f061-01.jpg](https://article-imgs.scribdassets.com/69tpechnb4cnuudh/images/fileHGJP70K7.jpg)
![f061-02.jpg](https://article-imgs.scribdassets.com/69tpechnb4cnuudh/images/fileI7PH3E2F.jpg)
«Hago cocina popular con un valor añadido». Así de claro se muestra el chef catalán Eugeni de Diego cuando le toca definir su proyecto actual. Él, que durante seis años estuvo en los fogones del mejor restaurante del mundo, en lo más alto, defiende ahora una gastronomía mucho más cercana se embarcó en APluma, una pequeña aventura de pollos asados que le permitió entender que su nuevo modelo es posible. Después ha llegado un éxito tras otro. En sólo tres años ha abierto cuatro locales con un denominador común: la cocina mediterránea. Dos están en Barcelona: Lombo, donde apuesta por los sabores italianos con guiños catalanes –en una oda a los platos de la pero con una revisión muy personal–, y su aclamado Colmado Wilmot, reconvertido en un bar-bodega maravilloso, con creaciones tan sugerentes como el ragú de sepia o las albóndigas de ternera Strogonoff. Sus otras dos criaturas han sido concebidas fuera de Cataluña. Una, de hecho, muy lejos: en Shanghái, donde se ha sacado de la manga un gastrobar, la Jamoteca, que homenajea al jamón ibérico y otras pequeñas joyas españolas, como los arroces, además de ser una tienda de . La última en aparecer ha sido Pintarroja, un chiringuito cerca de Mahón, en formato que abre hasta mediados de octubre y en el que puedes tomar marisco fresco a la plancha o una excelente ensalada de tomate de huerto.