EN AL GÚN MOMENTO entre mediados y finales de 1400, una niña de 14 años fue escoltada hasta un pico andino y sacrificada a los dioses incas. El cuerpo de la joven mujer, enterrado en la montaña con diversas ofrendas, se momificó de manera natural con el paso del tiempo, con el pelo, las uñas y los coloridos vestidos que usó en su último día intactos, pero en algún momento a lo largo de los siglos su rostro quedó expuesto a la intemperie, sus facciones se desvanecieron lentamente con los cambios de estaciones, la luz del sol y las nevadas.
Ahora, gracias a los meticulosos análisis arqueológicos y la reconstrucción forense, se recuperó aquel rostro perdido hace tanto tiempo.