Apesar de su aparente insignificancia histórica y la escasa mención de su familia en los registros históricos, César Borgia y su clan, incluyendo a Alejandro VI (Rodrigo Borgia), han trascendido más de quinientos años después como figuras emblemáticas, envueltas en misterio e interés. Esta perdurabilidad se atribuye a la vida intensa y breve de César, su personalidad y valores, que resuenan en la actualidad, y el legado eterno que escritores como Barnabe Barnes, Nicolás Maquiavelo, Alejandro Dumas, Víctor Hugo o Friedrich Nietzsche le otorgaron, convirtiéndolo en un personaje histórico fascinante, a pesar de su inicial falta de reconocimiento.
LA INESPERADA MUERTE DE JUAN, LA OPORTUNIDAD DE CÉSAR
Mientras su hermano Juan Borgia ejercía como capitán general de los Ejércitos Pontificios y duque de Gandía, César estudiaba teología y leyes en las universidades de Perugia y Pisa, ansiando su cargo y la vida militar. A los 17 años lo consagran protonotario del papado, y obispo de Pamplona en 1491. Antes de cumplir los 20 años, en 1492, lo nombran arzobispo de Valencia y un año después cardenal, gracias al ascenso de su padre al papado. Pero César Borgia tuvo que apartar su carrera eclesiástica cuando, precisamente, ese hermano mayor al que envidiaba como capitán de las tropas papales fue asesinado —cosido a puñaladas—en Roma sin que se descubriera nunca a los culpables.
El 15 de junio de 1497, Juan, hijo mayor de Rodrigo Borgia y hermano de César, aparecía flotando en las aguas del Tíber con puñaladas en el torso y la cabeza, la garganta degollada y treinta ducados de oro. Como en esos años las intrigas, las infidelidades, los envenenamientos y las cuchilladas estaban tan a la orden del día como