Por su naturaleza, el dolor es en la actualidad imposible de cuantificar con objetividad y, con frecuencia, es un síntoma de otro problema de salud que suele ser más prioritario. Esto ha llevado a un tratamiento muy genérico de la analgesia donde no se suelen ajustar las dosis recetadas a los factores fisiológicos básicos que modulan la sensibilidad al dolor como, por ejemplo, la edad del paciente: los jóvenes son más sensibles al dolor agudo que los ancianos pero estos últimos tienen una menor tolerancia a las formas de dolor más prolongadas en el tiempo y sufren en mayor proporción dolor crónico. Por fortuna la relación entre edad y dolor se lleva tiempo documentando y poco a poco se está modificando la práctica clínica, pero hay otro factor fisiológico esencial que solo ahora se está investigando en relación a la analgesia: el sexo del paciente.
Alrededor de una cuarta parte de la población convive con alguna forma de dolor crónico, pero ni a todos nos duele lo mismo ni con igual intensidad. Y es que si se analizan por separado los grupos de pacientes afloran entre ellos las