Amediados del siglo XIX, cuando la ciencia médica se adentraba en los misterios del cerebro humano, un enigmático paciente llegó a un hospital en París. Su incapacidad para hablar intrigó a los médicos y desencadenó una investigación que cambiaría para siempre nuestra comprensión del lenguaje y el cerebro. Este paciente, apodado «Monsieur Tan-Tan», solo podía articular una sílaba, «tan». Su caso, dirigido por el neurólogo Paul Broca, se convertiría en un hito en la historia de la neurociencia, revelando la relación entre una región cerebral específica y la producción del habla.
A principios de la década de 1840, Monsieur Tan-Tan, cuyo nombre completo era Louis Victor Leborgne, fue admitido en el Hospital de Bicêtre en París debido a un trastorno del habla inusual. Había sufrido epilepsia desde su infancia, pero fue un fuerte ataque dos meses antes lo que le dejó sin capacidad para hablar. A pesar de su pérdida del habla, Monsieur Leborgne, un artesano y curtidor de zapatos, podía leer y jugar al ajedrez. Su educación y su capacidad cognitiva preservada lo hacían un caso singular.