Hoy se recuerda al doctor Brown-Séquard, sobre todo, por un síndrome con su nombre. Sin embargo, fue un fisiólogo y neurólogo de intereses muy variados. Un lustro después de que, en 1850, describiese por primera vez la lesión medular que lo evoca en la actualidad, observó que los pacientes fallecían cuando las circunstancias obligaban a extirparles las glándulas suprarrenales. Un colega suyo, Alfred Vulpian, propuso entonces que podía deberse a que el cuerpo se encontraba privado de una sustancia vital secretada por esos pequeños órganos situados justo encima de los riñones.
Corría el año 1856, y ni Brown-Séquard ni Vulpian sabían cómo llamar todavía a esa especie de medicación que el organismo genera y se administra cuando le resulta necesario. Pero sus sucesores de bata blanca no dejarían de hablar de ese enigma bioquímico un par de generaciones después. La adrenalina constituiría,