INTERNACIONAL /ESPAÑA
Madrid.– España asume este 1 de julio la Presidencia semestral del Consejo de la Unión Europea. Pero lo hace inmersa en una convocatoria a elecciones generales anticipadas para el 23 de julio (23J), en un ambiente de gran polarización política, con precampañas en las que resaltan eslóganes con ataques y poca oferta política, y en el que los resultados de los comicios son una moneda en el aire.
Lo que no se descarta es que, tras el anticipo de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo pasado, España viva un cambio de ciclo y que, en plena presidencia europea, cambie su rostro político: según la mayoría de las encuestas, Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular (PP), ganaría las elecciones, pero sólo estaría a las puertas de un nuevo gobierno si lo hace en pacto con Vox, el partido de extrema derecha.
Sin embargo, el presidente Pedro Sánchez intenta “la remontada” motivando al electorado progresista para que se vuelque a las urnas para conseguir su reelección, pero tiene serias dificultades después del revés que sufrió la izquierda en los comicios del 28 de mayo pasado. Estos resultados devolvieron a la realidad al mandatario socialista, que no consiguió reflejar en las urnas el buen desempeño de sus políticas económicas y las reformas sociales de su gobierno, con las que encaró la crisis por la pandemia del covid19 y los efectos nocivos de la guerra en Ucrania.
En este escenario político inédito, los socios europeos se mantienen observantes ante la posibilidad de la llegada de Vox alcontrario a muchas de las políticas europeas. Así, Europa se va tiñendo con coaliciones de gobierno donde participan partidos ultras, como ya sucede en Hungría, Italia, Suecia, Finlandia, Eslovenia y Polonia.