El Times no suele publicar elogios demasiado calurosos. Desde su fundación, en 1785, este diario ha tendido a ser, de hecho, un pulcro reflejo periodístico, incluso normativo, de la consabida flema británica. Sin embargo, en 1859 se saltó esta línea editorial. Con pértiga. Lamentó, en un sentido obituario del 19 de septiembre, “la pérdida de un hombre cuyo nombre se ha identificado durante dos generaciones, desde el comienzo de este siglo hasta el presente, con el progreso y la aplicación de la ciencia mecánica y la ingeniería”.
El Imperio británico atravesaba por aquel entonces el núcleo de su cenit, los años centrales de la era victoriana. Esta se caracterizaba, entre otros rasgos, tanto por la implantación definitiva del maquinismo en la industria y el transporte como por un recato extremo en la expresión sentimental. Ambas cualidades hacían aún más notables efusiones como la citada,