A veces los sueños se hacen realidad, y los madrileños Jorge Muñoz y Sara Peral hacía tiempo que fantaseaban con tener un lugar en el que desarrollar su particular concepto de gastronomía. Una cocina muy particular que va más allá de los fogones y el plato hasta alcanzar un ambiente en sí mismo, un clima como el que generaban las viejas canciones de Frank Sinatra, que nadie sabía descifrar, y por el que se ganó el sobrenombre de La Voz. Sara y Jorge no cantan, pero ya muchos se refieren a su “casa”, OSA, como el restaurante.
Hacer que todo el mundillo gastronómico hable de un restaurante meses antes de que abra es toda una estrategia de marketing. ¿Cómo habéis vivido todo este fenómeno alrededor de OSA?
Pues en realidad, ni marketing ni nada preparado; todo lo contrario, lo que queríamos era que no se supiese nada. Porque al final, las expectativas es lo peor que se puede