“¡Muy divertido, muy divertido!”, grita Rob Hale. Son las 6.30 y una veintena de empleados de Granite Telecommunications están reunidos para uno de los rituales favoritos de su CEO: entrenamientos matutinos de una hora en las oficinas centrales de la compañía, en Quincy, Massachusetts, un suburbio de clase trabajadora 16 km al sur de Boston.
A Hale, de 56 años, le gustan las rutinas. Su típico día incluye elegir el quinto lugar del estacionamiento, tomar cuatro cafés descafeinados extragrandes de Dunkin (dos a la mañana y dos a la tarde), supervisar el entrenamiento de un segundo grupo a la tarde y volver a su casa a tiempo para comer con Karen, su esposa desde hace 28 años. “Mi mujer es muy reglamentada -explica Hale-. Nunca se desvía demasiado”.
Esa disciplina le deja buenos dividendos. Grande generó más de US$ 1.600 millones en ventas el año pasado y no tiene deudas a largo plazo. Veinte años después de que la primera compañía de Hale se derrumbara, se