Haz un ejercicio de memoria y tira de recuerdos, ¿te acuerdas de algún truco de tu abuela o de tu madre a la hora de guisar? Recuerdo que mi abuela, si se pasaba de sal en el guiso, le añadía una patata entera pelada para que el tubérculo fuese impregnándose de la sal sobrante. Y funcionaba. Otro truco es el de mojar las pechugas de pollo en leche. Después, al pasarlas por la plancha o rebozadas quedan muchísimo más jugosas. O el de ponerle un chorrito de leche entera o de bicarbonato al huevo de la tortilla de patatas para darle jugosidad.
Lo que pueden parecer meros trucos culinarios de grandes guisanderas (porque, admitámoslo, las abuelas y madres eran unas cracks en la cocina, capaces de hacer un buen guiso con cuatro cosas), resulta que tienen detrás una sólida base científica. Eso, de Elena Sanz (Crítica), en la que la autora ha ido recopilando los trucos de su abuela en los fogones y explicando la base científica de cada uno de ellos.