Imagínese despertar en mitad de la noche con sensación de ahogo. Imagínese que le diagnostican asma y que le recetan broncodilatadores y corticoides prácticamente de por vida. Si supiese que la fitoterapia actúa eficazmente contra esta enfermedad respiratoria, ¿no le daría una oportunidad?
Se estima que padecen asma el 5% de los adultos y entre el 10 y el 12% de los niños, pero su incidencia va en aumento. Y si en el caso de los adultos el porcentaje es menor que en varios países de nuestro entorno, el gran problema reside en que casi el 70% de las personas con asma sería víctima de un mal seguimiento y tratamiento de su enfermedad. Es por ello que resulta vital realizar revisiones periódicas con el neumólogo, sobre todo en los casos de asma grave (que suele estar infradiagnosticada y se asocia a una mayor mortalidad). Además, la educación del paciente forma parte del tratamiento: es necesario conocer los síntomas para evitar un ataque, controlar la respiración, gestionar el entorno y saber cómo usar correctamente la medicación.
CUANDO SE UNEN VARIOS FACTORES
En el asma se constata una inflamación de los conductos que llevan el aire a los pulmones. Esa inflamación hace que los bronquios sean más sensibles y respondan con una contracción que estrecha aún más su diámetro. El bloqueo al paso del aire provoca ahogo, tos, sensación de presión en el pecho y respiración sibilante.
Los factores biológicos que pueden favorecer esa inflamación son variados: infecciones de las vías respiratorias, rinitis y sinusitis, alergias alimentarias, ácaros del polvo, determinados hongos, ciertos insectos (como las cucarachas), el humo del tabaco, los contaminantes atmosféricos y una higiene excesiva.