Quizá esta mañana te dolía la cabeza y te tomaste un ibuprofeno. Sería algo de lo más común: es uno de los medicamentos más usados en todo el mundo. Incluso, puede que te pasaras con la dosis, como le pasa a una de cada diez personas, según la Sociedad Española de Medicina Comunitaria y de Familia. Lo que seguro no se te ocurrió es que, cuando fuiste al baño después, estabas dando rienda suelta al largo viaje del antiinflamatorio hasta el mar. Irá nadando por las cañerías, con tu orina, hasta la planta de tratamiento de aguas que le toque. Las depuradoras de aguas residuales no están preparadas para interceptarlo, pasará los filtros intacto, llegará directamente al río y, luego, al océano. Allí, disuelto en el agua, resulta que es tóxico para fitoplancton, algas, crustáceos, mamíferos marinos, peces y anfibios, según recoge la base de datos de la NCCOS (siglas en inglés de Centro Nacional para la Ciencia de la Costa Oceánica, en EE. UU.).
También sabemos que, si usas anticonceptivos orales, los estrógenos que contienen se van igualmente por el desagüe cuando orinas y esquivan todos los filtros hasta llegar al mar, causando estragos en ciertas especies, en las que se ha descrito una alarmante feminización. Si hay más hembras que machos, las tasas de reproducción bajan y, con ellas, la descendencia —lo que, a su vez, deja sin alimento a los peces más grandes—.
—como amoxicilina— y antifúngicos, que destruyen las microalgas que conforman el plancton, de las que se alimentan multitud de seres acuáticos. Además, inhiben el metabolismo digestivo de peces y mamíferos marinos. Y con antidepresivos como el diazepam, que se queda