@Rafaikkonen
La digitalización es un fenómeno imparable en todos los ámbitos audiovisuales: desde el cine y las series de televisión, hasta la música, pasando por los videojuegos. Desde hace años, el modelo de negocio de todos esos sectores ha ido pasando por distintas fases y con ritmos diversos, primero con compras puramente digitales y, luego, con servicios de streaming por suscripción que, en la práctica, son la versión del siglo XXI de los videoclubes de toda la vida.
Hoy en día, son pocos los que optan por comprarse un CD de música o una película en Blu-ray. Especialmente para el público más joven, esos soportes físicos no son más que cascarones engorrosos cuyo contenido, que al final es lo que importa, puede disfrutarse también a través de plataformas como Spotify o Netflix. Esa disociación del continente y el contenido se acentuó aún más con la pandemia y el confinamiento. Baste con fijarse en la industria, la última película de Pixar, que se estrenó en la gran pantalla a mediados de junio y, a principios de agosto, ya estaba en Disney+. ¿Para que va a gastarse una familia 40 o 50 euros en ir al cine si, en apenas mes y medio, va a poder disfrutar del filme como parte de la suscripción que ya paga? Tristemente, es una cuestión casi de sentido común, y más con esta inflación galopante.