Sólo hace 5.000 años, que se sepa, de la llegada de la sal a las cocinas, pero es el aditivo alimentario más antiguo de la historia de la humanidad. De aderezo escaso y precioso, e incluso objeto de conflicto, comercio, contrabando y también forma de pago–el término «salario» procede del latín «salarium»: a las tropas romanas se pagaba en sal una parte del sueldo–, ha pasado a ser un simple condimento de base que la industria agroalimentaria administra de forma masiva, a menudo rozando la sobredosis.
Pero esto es lógico si se piensa que reporta grandes beneficios: confiere sabor a poco precio… ¡y de paso da sed, impulsando la venta de bebidas! La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que de media se consume hasta cinco veces más de lo necesario.