DOS ANCESTROS CAMINARON JUNTOS EN LAETOLI LUCY NO IBA SOLA
Las denominadas «huellas de Laetoli», en Tanzania, son un prodigio paleontológico, una ventana abierta a la vida de la sabana africana del Pleistoceno, hace más de tres millones de años. Una azarosa cadena de sucesos —tectónicos, climatológicos, fisicoquímicos— permitió que en un escenario de 1500 kilómetros cuadrados de la meseta de Eyasi quedaran grabadas las huellas de decenas de miles de animales de hasta 17 familias en las capas de cenizas depositadas por la erupción del volcán Sadiman (o quizá de otro, como se propueso en 2011).
La meseta de Eyasi se sitúa al noroeste del lago de igual nombre y a 43 kilómetros al sur de la garganta de Olduvai, el principal escenario de los grandes hallazgos paleoantropológicos de la familia Leakey, muy implicada también en el estudio de las huellas fósiles de Laetoli. En 1935, el matrimonio Louis y Mary Leakey había explorado la zona recuperando restos fósiles de nuestro linaje, de mayor antigüedad que los encontrados por ellos en la garganta de Olduvai.
el geólogo y paleontólogo británico Andrew Hill descubrió casualmente las primeras huellas fosilizadas de animales de Laetoli, visibles gracias a la erosión de las, una evidencia que ha otorgado a Laetoli la fama que tiene.
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