Según el Banco Central Europeo, la Unión Europea importa más del 90% de su gas del extranjero. Esto no tendría por qué ser un problema si el mercado de la energía se moviera únicamente por la oferta y la demanda y, por lo tanto, los intereses de los grandes jugadores, empresas privadas, fundamentalmente, fuesen, sobre todo, económicos. La realidad, sin embargo, es que Europa compra en Rusia, Argelia y Catar la mitad del gas que consume y que nuestra principal potencia económica y política, Alemania, depende, según la publicación especializada Barron’s, en un 75% del gas ruso para abastecerse. Al mismo tiempo, las principales empresas suministradoras del gas comunitario (Sonatrach, Gazprom o Qatargas) están controladas, directa o indirectamente, por sus Estados, y sus preocupaciones trascienden con mucho el puro cálculo de beneficios.
Alemania depende en un 75%