Endulzar tus fiestas sin el amargo azúcar
Tanto la falsa moral del azúcar moreno y sus secuaces (fructosa, jarabe de maíz, aspartamo, manitol, sorbitol, sacarinas, ciclomato y otros no nombrados), como los edulcorantes naturales (miel, ágave, jarabe de arce, estevia, y la última adquisición de la moda de lo saludable, el azúcar de coco) son todos de de absorción rápida y de corta duración, es decir azúcares simples. Cuando leas en los alimentos embotellados, envasados o enlatados «sin azúcar», lee la letra pequeña, porque quizás lo que te está diciendo es que no lleva sacarosa, pero sí otro tipo de edulcorantes que son aún más devastadores.
Parece que pocas personas desconocen los efectos letales del azúcar (sacarosa y C12H22O11), igual que tampoco desconocemos los efectos de otros venenos blancos y cristalinos como la cocaína y la heroína. Pero el vértigo informativo radica en blanquear social, moral y nutricionalmente sustancias que sirven de sustitutos del azúcar con el mismo poder letal, a las que solo se les ha cambiado el traje con que se las viste. La gran confusión radica en lo rentable que es para este sistema depredador el consumo de mono y disacáridos que convierten al individuo en un ser vulnerable, diana de los intereses de laboratorios químicos, industria farmacéutica, publicidad sensacionalista, servilismo político y religioso, consumismo superfluo e innecesario y, en general, de la esclavitud en todos los aspectos de la vida.
En realidad la credibilidad que se le da a los diferentes azúcares químicos y edulcorantes está basada en nuestra ignorancia: ignorancia al impacto que tienen en nuestro cuerpo y que tras- cienden más allá de las papilas gustativas. La confusión parte de un hecho fisiológico y es que el ser humano necesita glucosa para el buen funcionamiento del cerebro y de todas las células, pues constituye combustible puro para el cuerpo. Es decir, necesita carbohidratos, presentes principalmente en los cereales integrales, el grano, las legumbres y algunas verduras.
La rapidez de absorción hace la diferencia entre vitalidad y decrepitud. Los cereales integrales y sus derivados, las legumbres y algunas hortalizas son de absorción lenta. La digestión de estos carbohidratos complejos o polisacáridos comienza
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