En verano sudamos bastante y con el sudor eliminamos gran cantidad de sales minerales. Nuestro cuerpo no puede sintetizar las sales minerales sin la ayuda de oligoelementos y vitaminas, ni tampoco asimilarlos en su estado simple, sino vehiculados gracias a unas sustancias vivas que se encuentran en la fruta.
¿QUÉ NOS APORTA EXACTAMENTE LA FRUTA FRESCA DE VERANO?
Nos aporta glúcidos (la mayoría directamente asimilables por ser glucosa y levulosa), agua fisiológica (entre 80 y 90%, dependiendo de la fruta), sales minerales y vitaminas (sobre todo vitamina C), celulosa (que favorece el tránsito intestinal) y ácidos orgánicos (alcalinizantes, puesto que se combinan con las bases para formar sales que se descomponen en el organismo formando carbonatos alcalinos depurativos de la sangre).
Aquellos ácidos orgánicos (cítrico en los agrios, málico en la fruta de pepitas, tártico en cerezas y grosellas, tánico en el níspero y el membrillo, oxálico en las bayas…) protegen las vitaminas y evitan su destrucción.
La fruta veraniega, por lo general, es pobre en almidón y sustancias nitrogenadas, por lo tanto resulta menos calórica que la fruta seca u oleaginosa.
La fruta es una maravillosa creación de la naturaleza. Una vez el ovario de la flor se ha fecundado, éste se va nutriendo de los mismos elementos que las hojas y va aumentando de tamaño gracias a la acción del aire (respiración), del calor (transformación de los elementos orgánicos) y de la humedad. Es la fase ácida, la fruta es entonces rica en ácidos y taninos y áspera al paladar.
Durante la fase dulce, la corteza pierde su color verde, la fruta respira y, con el consumo de oxígeno, se oxidan los ácidos orgánicos transformándose en azúcares. La fruta adquiere su aroma característico y como la pectosa asociada a la parte fibrosa se reduce a pectina, se vuelve jugosa. Ahora sí que resulta muy apetecible.
Muchas personas se privan de fruta fresca por su incapacidad en digerirla. Es imprescindible tomarla madura del todo y masticarla bien, si no se producirán fermentaciones y gases. Si el aparato digestivo no soporta la celulosa, aunque la cocción destruya gran parte de las vitaminas, que prueben la fruta cocida, es más digestible. Con la cocción, la pectocelu-losa indigesta, se transforma en pectina, benéfica para el aparato digestivo y no hay trastornos.
¿Hemos de comer la piel de la fruta o vale más pelarla? Debemos reconocer que las vitaminas se concentran debajo y en la piel de la fruta, por lo tanto lo ideal sería tener fruta cultivada biológicamente y poder comerla sin pelar y sin reparo.
Pero son pocos los privilegiados que lo pueden hacer en la gran ciudad. Por lo tanto aconsejamos cepillar bien la fruta (incluso con agua y zumo de limón) a fin de disolver todas las suciedades, las grasas y productos conservantes superficiales. En caso de duda, es mejor pelarla.
• La pera, oriunda de Oriente Medio, tiene la particularidad de ser rica en levulosa y, por tanto, la pueden comer con moderación los diabéticos. Es además rica en calcio (1,3 mg / 100 g). Las personas que no la