Por qué nos pusimos de pie
Comparado con el de un chimpancé, nuestro dedo gordo del pie es corto, regordete y, por desgracia, no tiene la capacidad de agarrarse a las ramas. Además, tenemos una larga columna vertebral en forma de S, un arco en el pie, una cintura flexible y rodillas grandes y con capacidad de trabarse, así como muchas otras características que nos permiten ser unos excelentes caminantes de larga distancia.
A pesar de ser características tan normales para nosotros, nos diferencian mucho de nuestros parientes más cercanos del mundo animal: los chimpancés. Para llegar a ser lo que somos, se tuvieron que dar muchos cambios a lo largo de millones de años, no sólo en el cuerpo de nuestros antepasados, sino también en el clima y la geografía del planeta que ejercieron presión sobre la evolución de aquellos lejanos parientes.
El cambio produce nuevas contingencias y nuevos desafíos. Cuando evolucionó nuestro bipedismo por primera vez, generó nuevas condiciones para la evolución, que fueron el disparo de salida para la carrera evolutiva que nos convertiría en lo que somos hoy en día.
De todas las características distintivas del humano, fue la de caminar sobre dos patas y no el cerebro grande, la utilización del lenguaje ni la fabricación de herramientas, la que lo situó en el camino que lo separaría de los demás (1871); y más de 100 años después lo comprobamos al conocer más a fondo cómo fue cambiando la forma de desplazarse de los homínidos a lo largo de millones de años, un proceso que terminaría desembocando en nuestro pie, al que Leonardo da Vinci calificó de “obra maestra de la ingeniería”.
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