Entre el cielo y el mar
LA TENSIÓN SALINA DE ESTOS VINOS REFLEJA LA PERFECTA SIMBIOSIS CON EL PAISAJE DE LA ISLA
Dicen los que los vinos que se producen en Porquerolles –la mayor de las islas de Hyèresson del sol y del viento. Y razón no les falta, porque,de agricultura biológica? Que posee unas cualidades excepcionales para el cultivo de las viñas, ya que las cepas se ven sublimadas por la abundancia y la singularidad del entorno. En 2019, la propiedad fue adquirida por Chanel y pasó a formar parte de su porfolio vitivinícola, que ya contaba con otras tres exclusivas bodegas: Château Rauzan-Ségla, en Margaux, y Château Canon y Château Berliquet, en Saint-Émilion, todas ellas en la región de Burdeos. Al frente de las mismas está Nicolas Audebert, la persona encargada de llevar la batuta en esta parcela gourmet de la compañía. Ingeniero agrónomo y enólogo con gran experiencia en Champagne y en Argentina, dirige ahora las cuatro con precisión y «El de Domaine de L’Ile es único, y tiene una historia fuera de lo común. Es una suerte que me hayan confiado un proyecto de estas características», explica orgulloso. No es para menos, ya que de estas tierras nacen vinos con una frescura, una riqueza de matices y una expresión perfectas para disfrutar a la sombra de una terraza durante el día, con los pies en la arena o al caer el sol. ¿Sus referencias? y un blanco y un rosado con denominación de origen Côtes-de-Provence, luminosos, cristalinos, elegantes y de carácter alegre. Sin embargo Domaine de L’Ile va un paso más allá al desarrollar una iniciativa ecorresponsable y respetuosa con el medio ambiente, en consonancia con los ritmos que impone la isla. Cada verano, miles de viajeros de un solo día se acercan a recorrerla a pie o en bicicleta (¡aquí no hay coches!) con un objetivo muy claro: experimentar la autenticidad y la sencillez de una vida en clave que invita a gozar de los pequeños placeres que ofrece un entorno que todavía conserva el sabor, el encanto y las tradiciones de tiempos pasados. Como sus vinos, que dejan en el paladar (y en el espíritu) un retrogusto de paraíso difícil de olvidar.
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