SOBRE LA TUMBA DE PEDRO
Para Henry James, era “un lugar donde el alma se expande hasta el infinito y, sin embargo, permanece en un nivel humano. Una iglesia que maravilla hasta el límite del sueño y de nuestras posibilidades”. Por el contrario, para su coetáneo Émile Zola, se trataba de “un palacio ciclópeo para recepciones, sin ningún rincón para recogerse, sin una esquinita en la que arrodillarse… Un templo pagano elevado al dios de la luz y de la pompa, donde el alma, con sus misterios, está ausente”.
Dos visiones antagónicas de una misma construcción, la basílica de San Pedro, que pueden resumir los distintos sentimientos que despierta este edificio, reflejo de la compleja historia que arrastra. Siglos de idas y venidas con el concepto de lo que se quería edificar, de cambios en los planes y en los planos, y más de una treintena de pontificados fueron necesarios para culminar la iglesia central del cristianismo, que, pese a ese carácter nuclear o tal vez por ello, motivó algunos de los mayores fracasos y crisis de esta religión.
SANGRIENTOS ORÍGENES
El origen de la basílica se remonta a tiempos de Calígula y Nerón, dos de los más sanguinarios emperadores de Roma. Calígula (37-41) había construido
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos