FERDINAND E IMELDA, LA “DICTADURA CONYUGAL”
A penas once días les bastaron a Ferdinand y a Imelda para conocerse, enamorarse y casarse hasta que, como les dijo el obispo de Manila en aquella solemne ocasión, les separara la muerte. Tras de sí dejaron una estela interminable de pésimos recuerdos para la inmensa mayoría de los ciudadanos filipinos, que tuvieron que afrontar tanto su implacable represión como el pago de los lujos que la pareja se arrogó como su estilo de ejercer, aprovechar y disfrutar el poder.
Siempre ofrecieron la imagen de un matrimonio bien avenido, que una parte de la sociedad mitificó a raíz del fanatismo religioso. El régimen impuesto por los Marcos, en su cultivo del populismo, no dudó en recurrir a ese fenómeno, cargado de fetichismos y extrañas tradiciones. El resto del pueblo, el que reivindicaba libertad y democracia, permanecía expuesto a todo tipo de persecuciones, torturas y, en el mejor de los casos, marginación social. Ferdinand Emmanuel Edralin Marcos, nombre completo del dictador, había nacido en Sarrat, provincia de Ilocos, en 1917, y procedía de una familia influyente. Imelda –cuyo nombre completo es Imelda Remedios Visitación Romuáldez–, nacida en 1929, era una modelo perteneciente también a una casa acaudalada y vinculada desde antiguo con la política de Manila. La joven Imelda era admirada por su hermosura, y se hizo famosa por su reacción airada cuando, en el concurso nacional de belleza femenina, no fue elegida miss. Alguien de su círculo movió los hilos de la alta sociedad, y enseguida se promovió un nuevo concurso que le otorgaría sin mayores complicaciones el título de Musa de Manila.
Cuando se conocieron y casaron, en 1954, Ferdinand
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