La mala política y la codicia acaban con la Selva Lacandona
MARQUÉS DE COMILLAS, CHIS.- David Marroquín pasó 15 años como trabajador migrante, primero en Tijuana y después en Estados Unidos, antes de regresar a Galazia, la comunidad ejidal que su abuelo fundó con otras personas en 1973, acogido al programa de ocupación territorial que impulsó el gobierno de Luis Echeverría y que atrajo a cientos de familias de diferentes zonas del país a la Selva Lacandona, en la zona fronteriza con Guatemala.
Por un sentido de supervivencia, el abuelo y su familia decidieron conservar un área importante de la selva, pues, incomunicada y sin carreteras como estaba la zona, esa espesa vegetación podía proveer de madera para las viviendas y de alimentos mediante la caza.
Los nietos no podían avanzar en cultivos y potreros, y la tierra era insuficiente. David debió emigrar. Fue hasta casi 30 años después de la fundación de Galazia cuando los ejidatarios supieron cómo aprovechar, a través del ecoturismo, la selva conservada: con apoyo de fundaciones privadas construyeron sobre un decaído chilar el hotel El Canto de la Selva y pusieron al frente a David, que ahí se quedó porque “la tierra llama”.
El hotel se ubica en la ribera del río Lacantún, que circunda la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, pero fuera de ésta. Montes Azules alberga la selva húmeda virgen, que cada cierto tiempo enfrenta la presión
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