Un pueblo en la orfandad tras el homicidio de Narciso Elvira
TLALIXCOYAN, VER.– Narciso El-vira Delgado, El látigo del Cocuite, solía sentarse en una vieja hamaca azul que había en la finca El Pantano, rodeado de herramientas de campo y vasos desechables en los que suele tomarse caña pura y cerveza. Cuando el sol anunciaba el atardecer, en ese lugar el famoso pelotero solía despedirse de sus empleados más cercanos, a quienes consideraba una familia.
“Apretón brusco de mano y jalón de brazo”, así saludaba para presumir esa zurda privilegiada y ruda, desarrollada en el diamante y curtida en los campos cañeros durante la última década, dicen sus familiares y quienes lo conocieron.
El pícher zurdo que llegó a jugar en las mejores ligas de México, Estados Unidos, Japón y Corea del Sur fue despedido el miércoles 29 de enero en su misma finca. Su féretro y el de su hijo de 20 años, Gustavo Elvira Árce, jugador del equipo Diablos del Cocuite, iban entre aplausos acompañados por un corrido de fondo: El Cadete. Ambos fueron asesinados un día antes.
De acuerdo con las primeras investigaciones, el martes 28 Narciso Elvira y su hijo viajaban a bordo de una camioneta roja todoterreno. El exligamayorista había salido de la congregación del Cocuite para
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