EL ÁNGEL DE LA MUERTE DEL ALA 4
Haz la prueba: ve a Gran Bretaña y suelta las palabras “enfermera asesina” en una conversación. Comprobarás que quienquiera que sea tu interlocutor, responderá con un nombre propio: Beverley Allitt. Y es que la figura de esta mujer ha quedado plasmada en el inconsciente colectivo británico después de que se hiciera pública su historia: alguien que, bajo el disfraz de una profesión que se supone es servicial y afectuosa, asesinó a cuatro pequeños y le causó discapacidades a varios más que estaban a su cargo porque les inyectó insulina.
Beverley Allitt (Grantham, Lincolnshire, 1968) era una adolescente regordeta cuando empezó sus prácticas como enfermera en 1988. Faltaba a menudo a clases bajo la excusa de tener salud delicada y acabó reprobando los exámenes finales. Con esos resultados no le fue nada fácil conseguir empleo, aunque al final lo obtuvo en el Hospital Grantham and Kesteven, hoy conocido como Grantham and District. Empezó a trabajar el 4 de febrero de 1991 y fue destinada al ala infantil número 4. Su misión era cuidar de los niños de salud más delicada.
Más tarde, Allitt descubrió por qué habían contratado a una estudiante con tan poca preparación como ella: el hospital estaba sobrepasado y faltaban manos para atender a tantos pacientes. El gerente estaba desesperado y se tramitaba automáticamente cualquier solicitud de empleo que se recibía para paliar la situación.
Hasta que se descubrieron los hechos, Allitt era muy apreciada por sus colegas de planta y por los padres de los niños ingresados. La impresión general era que la joven enfermera estaba realmente volcada hacia los pacientes. Siempre se mostraba dispuesta a echar una mano o a cambiar guardias si alguien se lo pedía. Era un encanto.
EL PRIMERO DE MUCHOS
Liam Taylor tenía apenas siete semanas cuando murió
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