SIETE DÉCADAS DE AUTO-DESTRUCCIÓN
LA ATENCIÓN MÁS GENTIL que Sears ha tenido de los medios en años llegó en abril, cuando la compañía anunció que abriría tres pequeñas tiendas. “¿Es el inicio de una nueva era de Sears? El retailer anuncia aperturas, no clausuras”, decía el titular esperanzador de USA Today, que se hizo eco de otros en todo Estados Unidos.
Pero visto desde una óptica más cercana, la cobertura fue más patética que optimista. Es lo que hoy se convierte en una buena noticia para el antiguo coloso de la venta minorista global: tres tiendas, una de ellas en Alaska, cada una más pequeña que la casa del dueño Eddie Lampert, que ofrece una línea de productos algo desconcertante que consiste principalmente en electrodomésticos y colchones. Sears insiste en que este pequeño evento es la vanguardia de una nueva estrategia para llegar a ser “un negocio más sólido y rentable”. En el comercio minorista nadie más parece pensar que tiene una oportunidad. “Lampert nunca ha iniciado un formato que no haya fallado”, señala el consultor de retail Burt Flickinger. El veredicto del consultor Steve Dennis, exejecutivo de Sears, sobre las tiendas fue: “seguramente se reducirán a nada, más o menos a algo insignificante”.
Después de deshacerse de más de 3,500 tiendas en los últimos 14 años y declararse en bancarrota el otoño pasado, Sears le hace falta una buena noticia genuina. Un portavoz declara que el negocio después de la bancarrota “tiene muchos activos y ventajas que posicionan a la empresa para el éxito”. Aunque prácticamente nadie más que Lampert espera que cambie su suerte, y el mundo ya no cree en sus mensajes positivos que ha esparcido desde que ESL Investments, su fondo de cobertura, adquirió Sears en 2005 y lo fusionó con Kmart.
A pesar de las predicciones de Lampert de una “transformación estratégica” que convertiría a Sears en “un gran negocio minorista”, la empresa no ha logrado un solo año de crecimiento de ingresos desde entonces, ni recibido un centavo de ganancias desde 2010. El último twist: Sears Holdings, la entidad en bancarrota que vendió sus activos a Lampert, lo está demandando a él y a otros por despojar a la compañía de miles de millones de dólares cuando era CEO. Lampert y ESL han negado cualquier delito.
Aun así, incluso hoy, la pura inercia puede permitir que la
