Men's Health México

CARA A CARA CON LA LEYENDA

SON

LAS 8:35 AM de una clara y brillante mañana en un resort privado en las Bahamas. Una leve brisa sacude las palmeras. Más allá de un camino para carritos de golf, detrás de una serie de frondosos arbustos hay un campo de futbol americano recién marcado con dos estructuras metálicas pintadas de amarillo en los costados. No hay nadie en el lugar, excepto por un grupo de gaviotas, Tom Brady, su entrenador y mejor amigo, Alex Guerrero y su asistente, Kevin Bonner. En persona, Brady, de 42 años, luce como de 30 y no es la clase de celebridad que se ve menos atractiva en la vida real. Es más alto y más grande de lo que esperarías, con manos enormes y brazos gruesos. Sus ojos azules y sonrisa encantadora irradian confianza. “Necesitamos que atrapes algunos balones hoy”, dice, mirando hacia mí y sonriendo. “¿Estás listo?”.

Cada verano desde hace siete años, el quarterback de los New England Patriots ha venido a esta isla remota para un campamento de entrenamiento playero. Es una parte intensa de su régimen, el cual incluye dos o tres horas diarias de entrenamiento para fortalecer su brazo, ganar masa muscular para soportar los golpes y optimizar su trabajo de pies y aceleración de manera que pueda eludir a los rivales. Mientras Bonner abre una maleta que contiene seis balones, Brady usa un láser para revisar la marcación de las yardas. Es algo imprecisa. Guerrero camina a lo largo del campo, colocando conos cada 10 yardas basándose en las mediciones de Brady. El QB se pone sus protecciones para hombros y un casco plateado, y calienta utilizando una toalla blanca de manos en vez de un balón. Demuestra ese suave y preciso movimiento de brazo que ha sido una tortura para sus rivales y ha emocionado a los fanáticos de New England desde hace 19 años, culminando con un latigazo con la toalla.

Bonner y yo nos ponemos guantes de receptor y caminamos 10 yardas más adelante. El consejo de Bonner: “sólo levanta las manos y el balón llegará a ellas”. Brady comienza lanzando pases rápidos y el consejo resulta certero: los balones cortan el aire caliente y golpean mis manos. Brady lanza pases de 20, 30 y 60 yardas. Este es un ejercicio de esfuerzo máximo. Brady lanza seis pases tan rectos y tan lejos como sea posible. Nuestro trabajo es atrapar los balones y colocarlos justo en el sitio donde aterrizarían. Guerrero y Brady ajustan la mecánica de los lanzamientos. Cuando un pase se aleja del objetivo, Brady le grita a las palmeras, “Esa es una intercepción”. Cuando dejo caer una espiral perfecta, me grita, “Esa

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