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La Cura: ¿y Qué Tal Si Dios No Es Quien Tú Piensas Que Es… Y Tampoco Lo Eres Tú?
La Cura: ¿y Qué Tal Si Dios No Es Quien Tú Piensas Que Es… Y Tampoco Lo Eres Tú?
La Cura: ¿y Qué Tal Si Dios No Es Quien Tú Piensas Que Es… Y Tampoco Lo Eres Tú?
Libro electrónico201 páginas2 horas

La Cura: ¿y Qué Tal Si Dios No Es Quien Tú Piensas Que Es… Y Tampoco Lo Eres Tú?

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Información de este libro electrónico

Así lo creíamos, pero eventualmente, sin darnos cuenta, la mayoría de nosotros
llevamos a nuestra nueva vida, una imágen vieja y muerta. Nos propusimos
una meta altísima de esfuerzo propio y al no poder superarla, nos convencimos
que venía de Dios. Leíamos su Palabra a través de nuestros filtros de
vergüenza y nos sentimos caer cada vez más bajo. Comenzamos a atacarnos
el uno al otro juzgando, comparando, fingiendo y dividiéndonos. Algunos
de nosotros nos retiramos de la escena tornándonos cínicos, sospechosos,
desprovistos de esperanza. Todos necesitamos la cura: nuestro matrimonio,
nuestra iglesia, nuestra familia, los amigos, el mercado, nuestra cultura.
Pero la sanidad de Dios raramente viene en la forma que la esperábamos, y
nos preguntamos:
Y qué si Dios no es quien pensamos que es… ni tampoco nosotros?
IdiomaEspañol
EditorialBookBaby
Fecha de lanzamiento14 feb 2017
ISBN9780986364877
La Cura: ¿y Qué Tal Si Dios No Es Quien Tú Piensas Que Es… Y Tampoco Lo Eres Tú?
Autor

John Lynch

Como co-fundador de Trueface 1995, la sabiduría de Bill ha sido puesta por escrito a través de La Cura, The Ascent of a Leader, Bo's Café, Behind the Mask y High Trust Cultures. Los dones y experiencia de Bill también se destacan cuando ayuda a los Líderes a establecer confianza en todas sus relaciones, y a hacer crecer los ambientes basados en la gracia. Los directores de compañías internacionales y líderes de organizaciones misioneras y universidades, han descubierto vez tras vez una gratitud permanente al pasar tiempo con Bill. Antes de unirse a Trueface, Bill fundó y pastoreó por más de veinte años la Comunidad de Fe Open Door Fellowship, de mucha influencia. Durante esos años, creó un programa de entrenamiento y desarrollo del carácter muy efectivo, el cual nutrió a visionarios como Kit Danley, fundador de Neighborhood Ministries. En su tiempo libre, podemos encontrar a Bill pescando, jugando al golf, diseñando muebles para su familia en su sala de recreo, y cultivando frutas, hierbas, y verduras en su fértil quinta al fondo de la casa. Bill y su esposa Grace tienen tres hijos mayores: Wenda, esposa de Jim, Bill, casado con Charlotte, y Joy, esposa de Joe; y nueve nietos.

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    Vista previa del libro

    La Cura - John Lynch

    LO QUE OTROS DICEN ACERCA DE

    LA CURA

    Leer La cura es como pararse al borde de un precipicio mirando sobre un lago azul de cristal. Miras con admiración mientras tus amigos saltan y chapotean en las aguas refrescantes allí abajo. Deseas tener el coraje para hacer lo mismo. John Lynch, Bruce McNicol y Bill Thrall nos invitan a lanzarnos con ellos en las aguas azules, hacia nuestro destino, a esa incomparable aventura que llamamos la Gracia. ¿Qué es lo que nos detiene? ¿Por qué dudamos? ¿Qué podemos perder? ¡Estamos vacilando allí en el borde, viene La cura y te da un empujoncito!.

    —Glen Keane, Director de Dibujos Animados: Tangled, La Sirenita,

    Tarzán, Aladino, La Bella y La Bestia, Pocahontas

    Vez tras vez en la historia de sus relaciones con sus hijos, Dios nos ha guiado de regreso a las Escrituras y su exposición, para que profundicemos nuevamente en las riquezas de su Gracia. Pareciera que en cada nueva generación necesitamos esa renovación otra vez. En esta generación, La cura está en el centro. Aprendemos nuevamente de la gracia, la vemos renovada, fresca, y nos sorprendemos otra vez cuando observamos quienes somos en Cristo: ‘santos que todavía pecan’ y ya no pecadores tratando de convertirse en santos. Nos identificamos con los Santos de Dios, coherederos con Cristo, tan amados del Padre como lo es su Hijo. Este libro requiere mucha atención y frecuentes repasos, porque después de leerlo, el brillo puede desvanecerse y concluimos pronto que estas verdades son demasiado grandes para nosotros, demasiado lejanas para ser verdaderas. Necesitamos recordar: ¡Mírate a ti mismo en Cristo! ¡Aleluya!.

    —Michael O. Wise, PhD Prof. en Residencia, Director del

    Departamento de Estudios Bíblicos y Teológicos,

    Colegio Northwestern

    Además de la Biblia, no hay otro recurso que haya tenido un impacto más profundo en mi vida, que La cura. ¡Ha transformado tan palpablemente mi pensar acerca de la Gracia de Dios, que ha cambiado radicalmente mi relación con mi esposa, mis hijos, mis nietos y mis amigos, permitiéndome confiar en Dios y en ellos con todo lo que soy! ¡Ahora los veo con distintos lentes, y es mucho más hermoso que con los lentes viejos! ¡La cura sacudirá tu mundo si te permites alcanzarla!.

    —David Dravecky, Lanzador retirado de la Liga Mayor de los

    Gigantes de San Francisco, Autor de El valor de un hombre

    y presidente de Endurance con Jan y David Dravecky

    GRACIA, una palabra exquisita que lleva consigo el poder de Dios para la transformación del nuevo Pacto. Pero ese poder depende de ver todas las dimensiones de la Gracia. Su vulnerabilidad y una cuidadosa atención a su fundamento teológico hacen de La cura un libro para atesorar. ¡Al leerlo con tu corazón y tu vida, entrarás en el gozo de tu salvación!.

    —Gerry Breshear, PhD Prof. de Teología,

    Seminario Western, Portland, OR

    A veces, un libro puede cambiar tu vida. Este libro cambió la mía, y todavía sigo aprendiendo de sus páginas. Es el mejor libro y el más práctico acerca de vivir por gracia. Es el libro más raro, más intrigante que haya leído.

    —Dr. Roberta Hestenes, Ministro Internacional de World Vision,

    Expresidente de la Universidad Eastern

    Este libro ha revolucionado mi matrimonio, mis amistades, mi manera de escribir nuevas canciones, mi manera de ver esta vida en Cristo. ¡Ha revolucionado completamente mi mundo!.

    —Bart Millard, Cantante Principal y Compositor, Mercy Me,

    incluyendo I Can Only Imaginey Flawless

    Esta es la expresión del Evangelio más significativa que he leído. Soy bastante maduro y demasiado cínico como para dejarme llevar por la última corriente de moda en el cristianismo. Pero Dios sacudió mi mundo a través de La cura. Quiero pasar el resto de mi vida enseñando y dedicándome a estas verdades.

    —David Burchett, Autor de

    Cuando suceden cosas malas a gente buena

    Fui cautivado desde la primera página a medida que se desarrolló la historia de Buenas Intenciones vs Gracia, animando al lector a lidiar con su conflicto interior. Bruce, Bill y John llevan al lector en una fascinante aventura increíblemente creativa en su libro La cura.

    —Dean Niewolny, Director Ejecutivo, Halftime

    La cura revela como usted puede abandonar la pretensión de ser un buen cristiano y comenzar a vivir en forma natural como lo que uno es en Cristo Jesús. Esta obra maestra sobre la nueva identidad del creyente es apasionante, creativa y basada en las Escrituras. ¡Es todo lo que uno espera de un buen libro, lo va guiando directamente a la verdad de Dios a través de un deleite increíble!.

    —Andrew Farley, Autor best seller,

    The Naked Gospely God Without Religion

    Desde un punto de vista sicológico y teológico, La cura es el libro más importante que he leído. Es el mensaje bíblico más necesario para nuestro mundo hoy.

    —Dr. Bob Bernatz, Psicólogo de empresa y

    Consultor Principal, The Table Group.

    La cura enseña el mejor proceso que conozco para el desarrollo de un líder.

    —J. Robert Clinton, PhD Profesor y Autor,

    The Making of a Leader

    Si usted ha luchado con problemas sin resolver en la vida, La cura es el libro que ha estado buscando.

    —Dr. Joseph M. Stowell, Presidente, Cornerstone University

    Este es un libro de ficción. Los nombres, personajes, lugares y sucesos son el producto de la imaginación del autor, o son usados en forma ficticia. Cualquier parecido a sucesos actuales, lugares o personas, vivas o muertas, es simple coincidencia.

    Copyright 2011 por John Lynch, Bruce McNicol, Bill Thrall.

    Todos los derechos son reservados. Excepto por lo permitido en el Acta de Copyright de 1976 de los EE. UU., ninguna parte de esta publicación puede reproducirse, distribuirse, o transmitirse de ninguna forma o por cualquier medio, o guardado en una base de datos o sistema reproductor, sin permiso escrito previo del publicador.

    Impreso en los EE. UU.

    Primera Edición: Octubre 2011

    Tercera edición: 2016

    Publicado por Trueface

    www.trueface.org

    ISBN 979-8-9860131-3-8

    LBLA: Las escrituras marcadas (LBLA) fueron tomadas de La Biblia de las Américas®, LBLA®, ©1986, 1995 1997 por The Lockman Foundation. Usado con permiso. www.LBLA.com

    The Message: Escrituras marcadas MSG fueron tomadas de THE MESSAGE, Copyright ©1993, 2002, 2018 por Eugene H. Peterson. Usado con permiso de Nav Press Publishing Group. Todos los derechos reservados. Representados por Tyndale House Publishers, Inc.

    NVI: Las escrituras marcadas (NVI) fueron tomadas de la Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL®, NVI®, ©1999, 2015 por Bíblica, Inc. ® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.

    NTV: El texto bíblico indicado con NTV ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

    RVC: Las escrituras marcadas (RVC) fueron tomadas de la Reina Valera Contemporánea ® © Sociedades Bíblicas Unidas, 2009, 2011.

    Title

    Contenido

    1Dos caminos

    2Dos caras

    3Dos dioses

    4Dos soluciones

    5Dos sanidades

    6Dos amigos

    7Dos destinos

    Guía de discusión

    Guía de discusión 1

    Guía de discusión 2

    Guía de discusión 3

    Guía de discusión 4

    Guía de discusión 5

    Guía de discusión 6

    Guía de discusión 7

    Notas

    Reconocimientos

    Sobre los autores

    CAPÍTULO UNO

    DOS CAMINOS

    La Ley convierte en rebeldes a quienes quieren amar y ser amados.

    Cuando eres joven, la vida que tienes por delante es un libro intacto, nunca abierto. Tiene ese embriagante olor a libro nuevo. Apenas has pasado de la portada, las páginas se ven blancas y limpias y sabes con total certeza que te espera una historia magnífica. Cuando eres mucho más joven aún, te imaginas ser un vaquero o una bailarina. En medio de la gloria de la juventud, tú y tus amigos son piratas temidos, estrellas pop idolatradas por todos, atletas súper famosos, caballeros galantes o una reina que impera con justicia y gentileza. Más adelante, las fantasías se decoloran, pero los sueños adquieren un mejor enfoque. Tal vez llegarás a ser el primer ser humano en llegar a Marte o el médico que cure el cáncer de mama. La historia consiste en lo que tú quisieras llegar a ser y todavía estás en las primeras páginas de tu gran novela. De cualquier manera, estás seguro de que la historia va a ser magnífica. Sabes que tienes un destino, un propósito en esta vida. Algunos de esos sueños son propios, cierto. Pero algunos de esos sueños, de esas esperanzas de tener un destino, provienen de Dios.

    A medida que nos hacemos mayores, algunos de esos sueños comienzan a decolorarse, influenciados por el dolor, el cinismo y el fracaso. Las orillas se desbaratan, el tejido se va desgastando y algunas veces la tela se deshace completamente. Algo anónimo redecora el horizonte. Las tareas tediosas de la vida cotidiana se van apilando como ladrillos. En poco tiempo, nos sentimos demasiado cansados de lidiar con nuestra existencia cotidiana como para contemplar visiones grandiosas del destino. Inclusive nuestra relación con Dios, que parecía tan maravillosamente hermosa y revitalizante al principio, se debilita.

    No dejamos de caminar, pero más vale que no sigamos adelante. ¿Qué toxina es esta, que es capaz de convertir un sueño inocente en una carga agobiante? Es como si todos nos hubiésemos despertado una mañana bajo un maleficio que no nos podemos quitar de encima. Forzamos el paso, poniendo un pie delante del otro, pero dejamos de preguntarnos por qué. Cuando nos venimos a dar cuenta, tenemos los pies de plomo y los pulmones marchitos. Sin embargo, el maleficio no es una metáfora. El maleficio se trata de una mentira que todos nos tragamos, repentinamente algunas veces, lentamente otras, como las ranas que se quedan en la olla mientras el agua se calienta y las hierve. Esa mentira nos destroza el corazón y nos dispersa en distintas direcciones. Algunos encontramos refugio en la disciplina religiosa. Otros hallamos consuelo en el cinismo y la destrucción descontrolada. Otros se espantan completamente.

    Entonces comenzamos a echar culpas: A nosotros mismos, a quienes nos rodean, a nuestros sistemas religiosos, al gobierno, a la limonada o incluso a Dios. Algunas de estas culpas son válidas, ciertamente. Algunos de los lugares que debieron habernos ofrecido mayor seguridad, conservaron la mentira con más intensidad.

    Aquí tienen la mentira en dos partes:

    No vemos a Dios tal como Él es

    y no nos vemos a nosotros mismos tal como somos.

    Todos nos creemos esa mentira hasta cierto punto. De pronto, el camino por el que hemos estado viajando se divide. ¿Cuál sendero vamos a elegir? Bueno, el asunto es medio complicado. A lo largo de la historia, la cura nunca nos ha llegado tal como la esperábamos.

    Ni siquiera me doy cuenta al principio, pero de pronto, los tres metros de camino delante de mí se abren en direcciones distintas. Y me doy cuenta de que no tengo idea de por dónde agarrar. Me quedo mirando al cruce, como si así fuese a esfumarse. Allí es cuando me percato de un poste altísimo con dos flechas en la parte más alta que apuntan hacia ambos lados del cruce. Lo que tienen escrito me confunde aún más que el cruce mismo. Una de las flechas, la que apunta hacia la izquierda, dice: Agradar a Dios. La que apunta hacia la derecha dice: Confiar en Dios. ¿En serio? ¿Se supone que tengo que elegir una de las dos? Me niego a hacerlo. Elegir una significa dejar de elegir la otra. Es como que te pidan elegir entre el corazón y los pulmones. Lo que yo quiero es un atajo. Pero aquí no hay atajos.

    Miro hacia el letrero que dice Confiar en Dios. Tiene que ser una trampa, algo así como una pregunta capciosa. Suena muy bien, pero me deja como en el limbo, sin nada que hacer. Es demasiado pasivo. ¿Cómo voy a lograr algo significativo y marcar la diferencia? Si Dios y yo vamos a estar en un acuerdo, tendré que hacer algo más que confiar. Si yo soy el del problema, ¡probablemente no voy a descubrir mi destino simplemente confiando en que se puede confiar en Dios!

    Me dirijo al letrero que dice Agradar a Dios, que apunta hacia el sendero a la izquierda. ¡Este tiene que ser el sendero correcto! Después de todo lo que Él ha hecho por mí, lo menos que puedo hacer es agradarlo.

    Así que inicio la marcha por el sendero de agradar a Dios, a la sombra de unos árboles altísimos. Me anima el hecho de ver que es un sendero muy transitado, nivelado por los pies de millones de viajeros. De hecho, muchos de ellos están todavía en el sendero. El primer grupo que paso está compuesto por un trío de músicos callejeros con dos guitarras y una mandolina. Nos saludamos cortésmente con la cabeza. Después de un corto trecho, una familia de cinco integrantes acampa apenas a treinta metros del sendero, junto a un riachuelo. Un poco más adelante, una pareja de mediana edad se asolea a un lado del camino.

    ¡Hola!, les digo, saludando con la mano. ¿Nos vemos más tarde?.

    ¡No!, dijo el señor, sonriente, pero con firmeza. Nosotros nos fuimos del Salón de las Buenas Intenciones hace tiempo ya. No creo que se nos ocurra volver.

    Ah, bueno, les respondo, un tanto confundido. No estoy muy seguro de qué significa eso del Salón de las Buenas Intenciones, pero me imagino que no todo el mundo quiere agradar a Dios. Después de un buen rato y de haber pasado una gran cantidad de viajeros a los lados del sendero, veo un edificio gigantesco que se impone en la distancia. Parece un hotel. A medida que me acerco, me doy cuenta de que tiene algo escrito al frente en letras de bronce: Me esfuerzo muchísimo para llegar a ser todo lo que Dios quiere que sea.¹

    ¡Por fin! Ya tengo algo, una tarea. Yo me esfuerzo para alcanzar el éxito en mi profesión. Me esfuerzo para mantenerme en forma. ¿Por qué me voy a esforzar menos cuando se trata de Dios?

    Me

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