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La invención de la Malinche: De la historia al mito
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La invención de la Malinche: De la historia al mito
Libro electrónico390 páginas6 horas

La invención de la Malinche: De la historia al mito

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Doña Marina, nombrada Malintzin por los indígenas, constituye uno de los personajes más importantes de la Conquista de México. Popularmente conocida como la Malinche, fue hija de un cacique, esclava, traductora, guía, intérprete de diversas lenguas, una suerte de embajadora cultural y madre de uno de los hijos de Cortés.
Este libro, La invención de la Malinche. De la historia al mito, es la versión revisada y ampliada del texto originalmente publicado en 1991 en inglés por Sandra Messinger Cypess. Se analizan en él las diversas transformaciones de la representación de Marina en textos literarios y en la cultura popular desde la Colonia hasta el siglo XXI. Basado en escritos de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Ireneo Paz, Miguel León-Portilla, Octavio Paz, Elena Garro, Rosario Castellanos, Sabina Berman, Margo Glantz y Jesusa Rodríguez, entre otros escritores y artistas, se sostiene en él la tesis de que la comprensión de esta figura depende de la ideología de quienes la interpretan.
La Malinche, como se apunta en la introducción, continúa siendo un paradigma, objeto de estudio con base en diversas fuentes e ideologías. Así, de manera cada vez más unánime, hoy se le ve como una mujer enigmática, polifacética. Una invención basada en la vida de Malintzin, la mujer nahua cuyo papel fue central en este periodo de la vida de lo que hoy es México.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 nov 2023
ISBN9786078923731
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    La invención de la Malinche - Sandra Messinger Cypess

    PRÓLOGO

    Aunque La Malinche, mujer indígena del siglo xvi, y yo, una profesora estadounidense, estudiosa de la cultura latinoamericana, tenemos quizá poco en común, su figura ha ejercido sobre mí una fascinación permanente. Desde mi perspectiva, representa un símbolo de la mujer en la cultura patriarcal que aún suscita debates sobre los discursos de la etnicidad y la identidad, así como vigentes temáticas de género con las cuales me siento identificada. Por un lado, la Malinche reúne características valoradas positivamente por la sociedad: belleza, inteligencia, además de cualidades propias de la maternidad y el dominio de varias lenguas. Por otro, a lo largo de la historia se le ha desacreditado y agraviado hasta convertirla en una exiliada en su propia tierra. El contraste entre mis apreciaciones y las interpretaciones que han generado sucesivas generaciones muestra hasta qué punto la ideología está codificada e integrada en los textos como parte de toda interpretación. En este sentido, cuando intento examinar la particular ideología de un escritor, reconozco mi propia perspectiva feminista atemperada, a la vez, por influencias culturales. Sin embargo, reconocer que el proceso interpretativo involucra cuestiones de etnia, clase, sexo y cultura no significa que el lector o el crítico deba ser espejo de la identidad o la situación sociohistórica del escritor para poder leer el texto. Quizá una solución a esta dificultad sea el reconocimiento, por parte del crítico, de esa diferencia como punto de partida, divergencia desde la que desarrollé esta investigación sobre la Malinche.

    Dado que uno de los supuestos de este libro es la dependencia que determinado discurso guarda respecto de otros discursos, quisiera reconocer algunas de las fuentes que han ayudado a dar forma a este texto. He procurado el consejo y las sugerencias de colegas y de amigos en mi intento de brindar un tratamiento completo y reflexivo sobre el tema. Mis primeros mentores fueron Luis Leal, Merlin Forster y Frank Dauster, cuyos ensayos críticos han sido siempre una inspiración. Varias personas han leído los borradores de diferentes capítulos aportando comentarios y observaciones. Para la primera edición, estoy en deuda con Edward Sisson, Guillermo Schmidhuber de la Mora y Maureen Ahern. Con Sharon Magnarelli y Elizabeth Guerrero por sus perspicaces recomendaciones, generosidad y estilo habituales. Rachelle Moore, bibliógrafa latinoamericana de suny Binghamton y una de mis más queridas amigas, fue paciente escucha de mis ideas.

    También estoy en deuda con el National Endowment for the Humanities por su apoyo. Gracias a mi participación en el neh-University of Maryland Summer Institute, celebrado en México (1989), pude ampliar los márgenes de mi investigación compartiendo ideas con colegas invaluables: Inés Hernández-Ávila, Cynthia Steele y Saúl Sosnowski –jefe del Department of Spanish and Portuguese.

    Cuando Rolando Romero de la Universidad de Illinois organizó una conferencia sobre Perspectivas latinas/latinas de Estados Unidos sobre la Malinche, en 1999, reunió a académicos cuyos estudios han profundizado nuestra comprensión del papel multifacético de la Malinche: Luis Leal, Alicia Gaspar de Alba, Debra Castillo, Deena González, María Herrera Sobek y Tere Romo (con quien volví a trabajar en 2019 en la organización de la primera exposición pictórica sobre la Malinche, patrocinada por el Museo de Denver). Allí también conocí a Dan Banda, productor del documental Indigenous Always: The Legend of la Malinche and the Conquest of Mexico. Todos beneficiarios del trabajo pionero de las chicanas Norma Alarcón, Gloria Anzaldúa, Cherríe Moraga y Lucha Corpi, académicas y escritoras de cuyo trabajo tomé inspiración.

    En México fueron guías distinguidas, de indiscutible eminencia, Emilio Carballido, Sabina Berman y Margo Glantz. En la Universidad de Maryland, en 1994, tuve la suerte de contar como colega a José Emilio Pacheco, con quien tuve el privilegio de conversar. Hasta su inesperada muerte en 2014, José Emilio fue generoso con su tiempo, sus conocimientos y su entusiasmo por todos los géneros de la literatura. Y fue un honor saber que no solo había leído La Malinche en la literatura mexicana. De la historia al mito, sino que había modificado el título de su poema Traduttore, traditori por el de Doña Marina.

    Al revisar y actualizar esta versión en español, conté, una vez más, con los comentarios y la sapiencia de mis colegas Ryan Long y Lynne Flora Margolies. Mi reconocimiento a Rebeca Weinstein por leer mis ensayos y compartir sus observaciones. A Priscilla Meléndez, querida amiga, interlocutora invaluable. Gracias a Aníbal González por auxiliarme despejando cualquiera de mis dilemas. Otros queridos amigos y colegas como Roberta Lavine, Regina Harrison, Eyda Merediz y Tanya Huntington, además de mi hermana Rochelle Elaine Messinger Strauss, han escuchado mis tribulaciones durante la investigación y sus sugerencias han sido muy valiosas.

    Gracias a Tanya pude conocer y trabajar con David Medina Portillo en la traducción de Guerras inciviles: Elena Garro, Octavio Paz y la batalla por la memoria cultural. Con ese libro y ahora de nuevo con este sobre la Malinche, ha sabido trasladar de manera magistral mis ideas y discurso al texto que el lector ahora podrá leer en español. Agradezco también a Julián Osorno, perspicaz editor del texto. Estoy en deuda, asimismo, con la Editorial de la Universidad Veracruzana por publicar esta obra bajo su sello en México; tal interés ha sido mi sostén durante estos días marcados por la pandemia global originada por el Covid-19.

    De mayor importancia ha sido el consorcio Messinger-Cypess del que formo parte desde hace muchos y gratificantes, productivos años. Un reconocimiento especial por el apoyo inquebrantable y su constante aliento a mi esposo Ray, científico y educador renacentista cuyos comentarios críticos me asistieron durante este proyecto. Idéntica gratitud merecen mis hijos Aaron Martin y Joshua Neil, siempre dispuestos a compartirme con mis libros y estudiantes. Ellos han aprendido sobre la Malinche y ahora, como adultos, lo comparten con sus esposas Leah y Rebecca y sus propios hijos.

    Mi propósito con esta edición actualizada es brindar una recopilación de lo que se ha producido desde 1990 en una gran variedad de géneros y medios de expresión cultural. La Malinche fue una mujer que aspiró a la independencia y utilizó sus múltiples talentos para alcanzar ese objetivo. Y si bien es cierto que posterior a la primera edición en inglés de este libro los historiadores han aportado información nueva y verificable, la figura de la Malinche continúa siendo un paradigma, objeto de interpretaciones con base en diversas fuentes e ideologías. De manera cada vez más unánime, hoy se le ve como una figura enigmática, una mujer indígena que fue puente y modelo de resiliencia.

    I. LA MALINCHE COMO PALIMPSESTO

    La Conquista de México iniciada en 1519 por parte de los españoles ha llegado a constituir un subtexto omnipresente en la cultura mexicana. La invasión representó un choque de culturas con patrones arquetípicos que configuraron un mito más importante que la propia realidad histórica. Dicho acontecimiento ha sido descrito, interpretado y transformado en una construcción simbólica reinterpretada, a su vez, por generaciones posteriores. La Conquista continúa siendo así una presencia viva en la psique mexicana y latinoamericana; los personajes de este dramático episodio aún están presentes en la literatura mexicana y universal.

    Los propios actores difieren en sus puntos de vista sobre las circunstancias, según revela el cotejo de los documentos históricos. Hernán Cortés, líder de la expedición española que asaltó al imperio azteca y sometió a las diversas naciones indígenas al control español, realizó informes continuos al rey Carlos v y sus Cartas de relación exponen esa perspectiva. Su secretario y biógrafo, López de Gómara, publicó a su vez otra versión de la Conquista, la que se consideró lo suficientemente controvertida como para que uno de los soldados de infantería de Cortés, Bernal Díaz del Castillo, se sintiera impulsado a poner las cosas en claro. La narración de las reacciones indígenas al conflicto se puede seguir en la colección compilada por Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos. Asimismo, los textos literarios clave de periodos históricos posteriores ofrecen otras alternativas al relato tradicional de la Conquista. Cada narrador privilegia diferentes elementos reflejando las distintas necesidades históricas y políticas del periodo que le tocó vivir.

    La opinión de los grupos participantes está representada en el proceso de conformación de la tradición, excepto la voz de una figura importante cuyo papel se ha considerado crucial y trascendente, pero cuyo discurso no aparece en ningún relato de primera mano: Malintzin/la Malinche, la mujer indígena que se convirtió en intérprete, guía, concubina y confidente de Cortés durante la Conquista.¹ Aunque su voz pudo haber sido silenciada, su presencia y acciones se encuentran documentadas en las crónicas. Debido a ello puede considerarse la primera mujer de la literatura mexicana del mismo modo que figura como Madre primera de la nación y Eva mexicana, símbolo de traición, que matizaremos a lo largo de los siguientes capítulos.²

    También es conocida por diferentes nombres, característica que comparte con otra destacada mujer histórica literaria, la reina Boadicea.³ A través de los siglos, la Malinche fue conocida como Malinal, Malintzin, Malinche o doña Marina. Durante muchos años, los investigadores han especulado que el nombre de nacimiento de la Malinche fue Malinal, vocablo derivado de uno de los días del calendario azteca. Gutierre Tibón coincide con Joaquín García Icazbalceta, quien cree que el nombre original proviene del calendario azteca y que el español Marina fue adoptado por su similitud con su nombre indígena. Aunque persiste esta aserción, estudios recientes bien podrían liquidar esta teoría. En efecto, las investigaciones de Frances Kartunnen y Camilla Townsend ofrecen un examen cuidadoso de la cultura e idioma náhuatl y sugieren que, en realidad, es imposible saber cuál fue el nombre de la Malinche al nacer, puesto que, en el mundo indígena, los nombres cambiaban continuamente a medida que las circunstancias de las personas también cambia­ban.⁴ En contraste, sabemos con certeza que fue bautizada en el cristianismo católico como Marina, nombre que antecede como fuente única de la referencia indígena como Malintzin. Tzin es un sufijo náhuatl que muestra respeto; por su parte, la r del español –que no estaba presente en el náhuatl– se convertirá en l. Es decir, Malintzin fue solo la adaptación al náhuatl de Marina. Es importante subrayar que los registros pueden describir el proceso onomástico del pueblo mexica de esa época; sin embargo, no por ello podemos afirmar que algún día conoceremos con certeza su nombre original o la fecha precisa de su nacimiento. La Malinche corresponde al nombre tal y como los españoles oían y pronunciaban: Malintzin. A lo largo de los siglos, ese ha sido el nombre más común y popular para designarla.

    De figura histórica, Malintzin se ha trasmutado en la Malinche, un gran arquetipo femenino mexicano y latinoamericano: un signo polisémico cuyos significados son generalmente negativos, pese a toda su ambigüedad. Como don Quijote o don Juan, la Malinche se ha transformado en un icono universal cuya historia enriquece la literatura de otras culturas y una amplia variedad de formas artísticas.

    No obstante las muchas controversias en torno de otros protagonistas de la Conquista, ninguna figura es tan ambigua e incierta como la Malinche. En este sentido, abundan las disputas concernientes al origen de su nombre y lugar de nacimiento, así como los años anteriores al encuentro con Cortés y su vida posterior. Los acontecimientos que siguieron a la fase militar de la Conquista están envueltos en un misterio, por lo que se desconocen con exactitud la fecha y las causas de su muerte. Muy pocos mexicanos anteriores a la época moderna han estado dispuestos a aceptarla como algo más que una prostituta o una traidora. Sin embargo, debemos coincidir con la psicóloga mexicana Juana Armanda Alegría, para quien la Malinche fue la única mujer importante durante la Conquista de México y, en ese papel, merece ser reconsiderada. La historia no ha sido justa con Doña Marina.

    La imagen que se conserva de la Malinche es producto de las interpretaciones tanto de la cultura popular como de los escritores que han formulado la tradición literaria en México. Desde la Conquista ha sido objeto de interpretación biográfica, ficcional, pictórica y simbólica, pero este estudio aspira a ser el primero en delinear la transformación de su figura histórica en un signo literario con múltiples manifestaciones. También es el primero en identificar la formación de la Malinche como paradigma, caracterizando sus rasgos y exponiendo los cambios en el uso de este signo debidos al impacto de los hechos sociopolíticos sobre la expresión literaria.

    Nuestra imagen de la Malinche se ha generado en gran parte gracias a la ficción y, por lo mismo, puede estudiarse como una construcción literaria. Con base en la idea de que la literatura es una institución social que crea modelos y patrones de conducta aceptables e inaceptables, los siguientes capítulos describen la representación de este personaje en algunos textos literarios mexicanos y extranjeros, su significado histórico, la evolución de sus presentaciones así como la interpretación cambiante de esa representación, desde los historiadores de la Conquista hasta las escritoras mexicanas y chicanas/mexicano-americanas contemporáneas que consideran a la Malinche como un símbolo de las tensiones, contradicciones y opresión inherentes a sus identidades sexual, racial y étnica. Aunque he mencionado mexicano-americana y chicana como términos aparentemente equivalentes, su uso puede involucrar conceptos erróneos y requiere una explicación más detallada. Ambos pueden referirse al mismo individuo, es decir, uno que vive en los Estados Unidos, pero cuyas raíces culturales son mexicanas.

    Sin embargo, las implicaciones políticas y sociales difieren según su contexto de uso, el hablante y la audiencia a la que se dirigen los términos. En la década de 1970, las personas más conservadoras se consideraban a sí mismas mexicano-americanas e identificaban el término chicano con actitudes políticamente radicales o con una posición social antes que con un origen étnico. Algunos escritores aún emplean los términos indistintamente, enfocándose en los elementos étnicos comunes y pasando por alto las perspectivas políticas posiblemente diferentes. En lo que sigue, empleo el adjetivo ‘chicana’ para referirme a las escritoras que trabajan en Estados Unidos, cuyas raíces culturales son mexicanas en reconocimiento a su aceptación del término para describirse a sí mismas.

    Al sugerir que mexicano-americano y chicano pueden referirse al mismo individuo pero a conceptos diferentes, estoy haciendo explícitos los procesos de significación arbitrarios inherentes a todos los sistemas de signos. En los capítulos siguientes seguiré la definición semiótica del signo lingüístico como una combinación arbitraria de un significante y un significado. Como ciencia dedicada al estudio de la producción de significado, la semiótica reconoce que cada elemento que llamamos palabra es un signo compuesto por dos aspectos, el plano de expresión, o significante, y el plano de contenido, o significado.⁷ En este marco semiótico la construcción de significado se ve como un proceso activo más que algo intrínseco al signo. Así, los siguientes capítulos exploran cómo los textos literarios configuran el signo de la Malinche. He examinado las formas en que el significante la Malinche mantiene un contacto siempre movedizo con el contenido o el significado. El mismo significante ha llegado a representar diversos significados que han cambiado para satisfacer los requisitos ideológicos de un momento sociocultural dado. Los elementos significantes incluyen la forma en que se presenta la Malinche al lector, el nombre por el que se la conoce, qué características de personalidad y factores psicológicos motivadores se le atribuyen, las actividades que se le asignan y las reacciones que suscita en otros personajes.

    El concepto de intertextualidad –los textos se incorporan continuamente a otros textos– es otro principio rector en mi propuesta de lectura. La intertextualidad sugiere que un texto no es una unidad autónoma y obliga a considerar la especial referencialidad de las obras literarias; es, por lo tanto, un marco teórico apropiado para analizar una figura histórica y un hecho histórico que han entrado en el espacio discursivo de una cultura, donde los textos del pasado conviven dentro del presente, mientras que la imagen presente se vuelve inteligible solo en términos de discurso previo. Así, el rótulo la Malinche funciona como un palimpsesto de la identidad cultural mexicana en continuo crecimiento, cuyas capas de significado se han ido acumulando a lo largo de los años. Con cada generación, ese rótulo ha incorporado diversas interpretaciones de su identidad, papel y significado para los individuos y el mexicano en general.

    La intertextualidad ofrece un tipo de lectura que sitúa al texto o signo en un espacio discursivo relacionándolo, al mismo tiempo, con otros textos y códigos que operan en ese espacio.⁸ Este libro intenta describir el espacio intertextual de la figura de la Malinche y otros discursos que la afectan, remiten a ella, se erigen a partir de ella y se desarrollan en ella. Como apunta Jonathan Culler, la intertextualidad involucra muchos aspectos: convenciones explícitas de un género, presunciones específicas sobre lo ya conocido o desconocido, expectativas e interpretaciones más generales y suposiciones amplias sobre la preocupación y los objetivos de un tipo de discurso.⁹

    La importancia de una presuposición en el análisis literario radica en que modifica la forma en que debe leerse dicho texto ofreciendo referencias implícitas a un discurso previo y a una tradición y convenciones que el lector debe decodificar. Siguiendo a Edward Keenan, Culler define la noción de presunción y su importancia para la intertextualidad: las presuposiciones, distinguidas como lógicas o pragmáticas, relacionan las oraciones de un texto con otro conjunto de oraciones que ellas presuponen.¹⁰ Utiliza como ejemplo el poema The Tyger, de William Blake, que comienza con una serie de interrogantes: ¿Qué mano inmortal enmarca la terrible simetría?. Estos supuestos en las oraciones del texto son parte de un discurso o tipo de discurso previamente existente, un texto o conjunto de actitudes anteriores al poema mismo.¹¹ Por su parte, para cada lector la Malinche es un signo textual cargado de presuposiciones que influyen en las relaciones del lector con el signo y su texto.

    Cuando la Malinche se convirtió en signo, se transformó en parte íntegra del sistema de mitos de su cultura. Desde una perspectiva antropológica, las historias convertidas en mitos sancionan la continuidad de las instituciones, las costumbres, los ritos y las creencias ancestrales.¹² Los mitos proporcionan ejemplos a emular, precedentes que refrendar y, a la luz de esa función, su estudio nos permite decodificar el proceder de una cultura hacia sus miembros. Debido a que la Malinche como figura femenina arquetípica en América Latina juega un papel vital en los mitos mexicanos y latinoamericanos, es imperativo que la representación que tradicionalmente se le asigna sea examinada y reexaminada. Tal estudio puede contribuir a la reevaluación cultural mexicana, una sociedad profundamente involucrada en el proceso de cambio.¹³

    Durante un tiempo prolongado, los falsos mitos han distorsionado la imagen de la mujer. Y especialmente en México, el mito de la Malinche ha sido uno de los más restrictivos. Sin embargo, no es el único que genera imágenes de mujeres. Como señala Luis Leal, junto con la Virgen de Guadalupe, la Malinche es uno de los dos principales arquetipos femeninos en México.¹⁴ La Virgen de Guadalupe encarna los atributos femeninos más virtuosos: misericordia, socorro, piedad, virginidad y santa sumisión. Asimismo, la Malinche es la Eva mexicana, el sexo corrompido que es egoísta y excluye, mientras que Guadalupe da y alimenta […] Una perspectiva polarizada de la mujer en la que solo son posibles la Malinche como mal supremo y la Virgen como supremo bien.¹⁵

    En Otra vez, sor Juana, ensayo de 1963 sobre los arquetipos de la cultura mexicana, Rosario Castellanos añade a sor Juana Inés de la Cruz, la monja del siglo xvii:

    Hay tres figuras en la historia de México en las que encarnan, hasta sus últimos extremos, diversas posibilidades de la feminidad. Cada una de ellas representa un símbolo, ejerce una vasta y profunda influencia en sectores amplios de la nación y suscita reacciones apasionadas. Estas figuras son la Virgen de Guadalupe, la Malinche y sor Juana.¹⁶

    Como feminista, Castellanos considera a la figura de sor Juana como un enigma dada su doble constitución de genio y mujer. La solitaria y contradictoria posición del genio femenino –implícita en el apelativo Décima Musa– que caracteriza a sor Juana ha simbolizado en la cultura mexicana no lo que las mujeres en su pluralidad serían capaces de lograr, sino lo que solo una mujer idealizada, la rara avis, podía alcanzar. Para Castellanos, la Virgen de Guadalupe y la Malinche son figuras menos ambiguas. Reconoce que solo elementos positivos se asocian con la figura de la Virgen, observación sustentada por estudios especializados de críticos literarios, historiadores y sociólogos.¹⁷ La veneración a la Virgen trasciende la religiosidad pura y se ha equiparado con un sentido de maternidad desinteresada y nacionalidad positiva. La Malinche, en cambio, encarna tanto la identidad nacional negativa como la sexualidad en su forma más irracional, una sexualidad desentendida de las leyes morales y los valores culturales.

    Aunque Rosario Castellanos estaba más interesada en las controversias relativas a sor Juana, reconoce que la Malinche es, sobre todo, una figura polémica que incide en los patrones de comportamiento contemporáneos: Traidora la llaman unos, fundadora de la nacionalidad, otros, según la perspectiva desde la cual se coloquen para juzgarla.¹⁸ La Malinche ha llegado a representar la traición a las aspiraciones nacionales y quien se acoge a su paradigma es etiquetado como ‘malinchista’: un individuo vendido al extranjero, que menosprecia la identidad nacional en favor de bienes externos. Castellanos compara el poder de la Malinche con la figura mitológica griega de Anteo, aquel que revivía al entrar en contacto con la tierra. Del mismo modo, la Malinche no ha muerto, continúa arraigada en México y su capacidad para influir en la conducta de los mexicanos no ha mermado con el paso del tiempo.

    De la misma manera que el término malinchista se derivó de experiencias particulares, las figuras de la Chingada y la Llorona se han fundido con el paradigma de la Malinche. Su entrega a Cortés la llevó a ser conocida como la primera chingada, un término cargado de serias connotaciones sexuales negativas para los mexicanos pues evoca el estupro personal y la sumisión voluntaria a esa violación, según se discutirá en el capítulo 5. La imagen de la Llorona se fusionó con la imagen de la Malinche en algún momento, pues ambas comparten la tristeza por la pérdida de sus hijos.¹⁹ En la mitología popular, la Malinche actúa como sinécdoque de todas las mujeres indias que lamentan el destino de su progenie engendrada de los conquistadores españoles.²⁰

    Los análisis textuales de la figura de la Malinche muestran cómo ha evolucionado en el tiempo y cómo continúa sirviendo de paradigma a las imágenes femeninas en México y a las formas en que hombres y mujeres se relacionan entre sí. Los paradigmas rigen como pautas de acciones éticas, estéticas o convencionales. De este modo, considero a la Malinche como un paradigma fundacional según Victor Turner utiliza el término. De acuerdo con él, un paradigma de raíz cultural va más allá de lo cognitivo y lo moral hasta alcanzar el dominio existencial; al hacerlo, se transforma revestido de alusiones, implícitos y metáforas.²¹ Un paradigma arraigado es un modelo cultural que se reinventa continua y vitalmente en el interior del drama social. Turner define drama social como aquel periodo en el que los grupos y personajes en conflicto aspiran a imponer sus propios paradigmas e incluye la guerra de Independencia de 1810 como ilustración de un paradigma fundacional en acción sobre un conjunto de representaciones sociales.²² Para Turner, los años 1810 y 1821 comprenden un periodo liminal complejo y dramático en el que quienes se mueven de acuerdo con un guion cultural se vieron redimidos al fin de exigencias normativas. El periodo de transición del dominio colonial a la nacionalidad mexicana generaría a su vez nuevos mitos, símbolos, paradigmas y estructuras políticas.²³

    De 1521 a 1528, época de la Conquista, fue un periodo liminal complejo y dramático que generó nuevos mitos, símbolos, paradigmas y estructuras sociales. Este fue el lapso durante el que se arraigó el dominio político y cultural europeo en América. La Conquista fue un acontecimiento crucial en la conformación de las relaciones hombre-mujer. Descrita sucintamente por Elu de Leñero, la imagen tradicional que influye en las relaciones hombre-mujer se deriva de la figura de Cortés siendo atendido por la Malinche. En efecto, la manera en que un mexicano disfruta sometiendo a una mujer refrenda el patrón de Cortés con la Malinche: desea que esta le sirva y espera imponer su voluntad y dominio físico para, después, deshacerse de ella.²⁴

    En los textos literarios que recurren a la imagen de la Malinche, las características popularmente conocidas del paradigma se han sumado al personaje legendario debido a interpretaciones literarias pasadas más que a los hechos reales de la figura histórica. Si bien las narrativas folclóricas y la poesía popular utilizan el tema de la Conquista y la Malinche, en este trabajo he querido analizar solo aquellos elementos de la expresión popular que se han incorporado con éxito a los textos literarios. Estudios futuros intentarán cubrir las múltiples variaciones del paradigma presentes tanto en las expresiones de la cultura popular como en los textos de otras culturas.²⁵

    Al seguir el desarrollo del signo de la Malinche desde una perspectiva diacrónica, es necesario descubrir los supuestos relevantes que han estado profundamente arraigados en el palimpsesto. El palimpsesto refiere a una técnica arqueológica importante en México y describe la forma en que los aztecas, los mayas y otras culturas construyeron una pirámide sobre otra, o cómo la Iglesia católica erigió sus altares religiosos sobre bases prehispánicas. El capítulo 2 muestra el entorno azteca en el que la Malinche fue criada, el trato hacia las mujeres en esa sociedad, las alianzas sociopolíticas de los pueblos de la región y las convenciones en el trabajo que incidieron en la conducta de los protagonistas de la Conquista. Las mitologías contemporáneas, incluida la creencia en el retorno de Quetzalcóatl, una de las deidades más relevantes del panteón precortesiano, son factores adicionales que se consideran en el análisis del entorno cultural al que arribaron los españoles.

    Como muestran los textos españoles de la Conquista, la mujer indígena entregada a los españoles se transformó rápidamente en una dama hispana, bautizada en la religión católica con el nombre de doña Marina. Vista como una figura positiva, sus acciones y comportamiento se equiparaban a los de los héroes caballerescos de la tradición literaria castiza junto con figuras bíblicas como la de José en el Génesis.²⁶ La deuda de los españoles con la Malinche por su victoria sobre los aztecas fue expresada por varios cronistas. Protectora del extranjero, también fue la Gran Madre; el hijo que le dio a Cortés, don Martín, fue considerado a su vez como el primer mestizo, origen de la nación mexicana, unión de mesoamericanos y europeos.²⁷

    Es importante señalar también que fue hasta que Miguel León-Portilla publicó Visión de los vencidos en 1959 cuando pudimos acceder en español a los documentos que intentan describir las reacciones de las muchas naciones indígenas ante el arribo de los españoles y la participación de la mujer que fue la traductora de Cortés. El propósito del autor fue mostrar que no son solo los vencedores los que escriben la histo­ria.²⁸ Entre los textos publicados por León-Portilla se encuentran los documentos originalmente reunidos en la Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, traducciones de sus informantes de habla náhuatl. Algunos historiadores culturales contemporáneos han criticado a León-Portilla por no distinguir entre el texto náhuatl y las mediaciones e interpolaciones introducidas por los frailes españoles.²⁹ Para nuestros propósitos particulares, lo relevante es que todos estos informantes mesoamericanos utilizaban el nombre de Malintzin para referirse a la traductora de Cortés.

    Durante el periodo colonial Marina fue ignorada en gran parte de los textos literarios, incluidos los de la principal escritora de la época, sor Juana Inés de la Cruz.³⁰ Tras la guerra de Independencia, la identidad de Marina se transformó de su forma cultural española a una versión circunscrita por la cultura patriarcal que se desarrollaba en un México recién independizado. Los conquistadores interpretaron a la Malinche como doña Marina, objeto de deseo, del dominio masculino sobre la mujer y del apetito por la tierra recién conquistada. Los mexicanos, en cambio, idearon nuevas interpretaciones de los signos de los colonizadores al declarar su independencia política. Requirieron entonces de una nueva construcción simbólica como señal indicativa de la nueva agenda sociopolítica.

    Arrebatarle el control territorial a España implicaba dominar las imágenes creadas en el contexto español. La nueva interpretación de la figura materna resaltó la hostilidad de los hijos hacia sus progenitores y el sistema que habían creado. Como muestran los textos del México recién independizado, muchas de las características de Marina consideradas positivas por los españoles se convirtieron en elementos negativos. Despojada de sus atavíos de heroína bíblica, Marina reencarnó como Puta deseable/Madre terrible y la imagen bíblica recurrente en esta etapa sería la serpiente del Edén. Esta transformación subraya el rechazo a España y a todas las asociaciones posibles con la Patria.

    De la versión femenina del José bíblico, en las obras posteriores a la Independencia, la Malinche se convirtió tanto en la serpiente como en la Eva mexicana, traidora y tentadora, racionalización del fracaso prehispánico incapaz de vencer a los europeos. De gran dama a Madre terrible, la Malinche satisface las particulares necesidades históricas de una sociedad compleja y en cambio.³¹ Esta transformación se advierte en Jicoténcal (¿1826?), también conocido como Xicoténcatl, una de las primeras novelas registradas sobre los acontecimientos de la Conquista. Publicado de forma anónima en Filadelfia constituye, según Luis Leal, uno de los primeros textos en ofrecer una visión negativa de la Malinche.³² Al llamarla doña Marina, el autor anónimo pinta un retrato literario como la malvada tentadora y traidora de la patria. Este texto tuvo un gran impacto en México. Ya para 1870, la sentencia por la que se le identifica como vendedora de la nación se había asociado plenamente en el retrato de Marina realizado por Eligio Ancona en Los mártires del Anáhuac (1870).

    Ireneo Paz, abuelo de Octavio Paz, aportó un cuadro más amable en la formación de la leyenda de la Malinche en sus novelas románticas Amor y suplicio (1873) y Doña Marina (1883). Su obra es representativa del periodo posterior a la Reforma, atribuyendo a la Malinche literaria y a otras indígenas el comportamiento y las características asociadas con una Malinche creada desde la perspectiva nacionalista del siglo xix: voluntad de confraternizar con los recién llegados, traición a su pueblo, rechazo de la cultura precolombina y aceptación de la religión católica. Ireneo Paz recurre al paradigma Cortés-Malinche para representar el encuentro emblemático entre europeos e indígenas. Al reescribir las hazañas militares y políticas de la Conquista en términos de encuentro sexual, suscribe la visión patriarcal de la mujer como objeto de intercambio; sin embargo, en lugar de considerar a la mujer como un ser

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