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Micropolítica del terror y la resistencia: Militantes de alto riesgo, escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención
Micropolítica del terror y la resistencia: Militantes de alto riesgo, escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención
Micropolítica del terror y la resistencia: Militantes de alto riesgo, escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención
Libro electrónico465 páginas6 horas

Micropolítica del terror y la resistencia: Militantes de alto riesgo, escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención

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Se presenta el complejo aparato burocrático moderno utilizado para no dejar morir, que emplea a los detenidos para alimentar el ciclo de inteligencia, la cadena de capturas y de interrogatorios bajo tortura, violencia sexual y desapariciones.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2024
ISBN9786078988044
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    Micropolítica del terror y la resistencia - Manolo E Vela Castañeda

    Imagen de portada

    MICROPOLÍTICA DEL TERROR Y LA RESISTENCIA

    Manolo E. Vela Castañeda

    MICROPOLÍTICA DEL TERROR Y LA RESISTENCIA

    Militantes de alto riesgo, escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2024 Universidad Iberoamericana, A. C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    © 2023 Prometeo Libros

    Pringles 521 (C11183AEJ), Buenos Aires, Argentina

    Tel.: (54-11)4862-6794 / Fax: (54-11)4864-3297

    editorial@treintadiez.com

    www.prometeoeditorial.com

    Versión electrónica: marzo 2024

    ISBN: 978-607-8988-04-4 Universidad Iberoamericana

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    Agradecimientos

    INTRODUCCIÓN

    Acercarse a la muerte

    Trabajar con la memoria

    PRIMERA PARTE: CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCIÓN Y ESCUADRONES DE LA MUERTE

    Se cambió el tiempo

    Lo que hasta ahora sabíamos

    Conceptos

    Sobre el método

    Capítulo 1. Centros clandestinos de detención

    La DI y el canal de inteligencia

    Liderazgo

    Los operativos de captura

    Dinámicas

    Archivo

    Tipos

    Traslados

    La articulación con otros cuerpos de seguridad

    Capítulo 2. Escuadrones de la muerte

    La división del trabajo: especialización

    Pellecer

    El Hombre lobo

    Alma Lucrecia

    Operaciones de propaganda

    La red de informantes

    Jerga

    Saqueo

    Conclusiones

    Capítulo 3. Repertorios de tortura

    El principio

    Repertorios de tortura

    Las salidas para poner al tiro

    Después de la tortura

    Capítulo 4. Los irrecuperables: formas de resistencia en los centros

    La experiencia en los centros clandestinos de detención

    Repertorios de resistencia

    Conclusiones

    Capítulo 5. La zona gris

    Capas superpuestas

    Dos maneras

    La construcción del estigma

    Compasión, solidaridad

    SEGUNDA PARTE MILITANCIAS DE ALTO RIESGO

    Capítulo 6. Militancia de alto riesgo: decisiones que pueden parecer una locura

    Militancia de alto riesgo

    Esquema de análisis

    Capítulo 7. Trayectorias de alto riesgo

    Las trayectorias

    Álvaro René Sosa: hacerse clandestinos

    Sergio Beltetón: quedarse cuando ya todos se habían ido

    Rodolfo Robles: clandestinizar la organización

    Aura Elena Farfán: acompañarse, la fuerza de nosotras mismas

    Perfiles

    Capítulo 8. Un nuevo modelo analítico para estudiar la militancia de alto riesgo

    Disponibilidad biográfica y estructuras de movilización

    Repertorio de alto riesgo

    ¿Qué papel juegan las ideas?

    Situación de alto riesgo

    Los casos, las salidas

    Conclusiones

    Bibliografía

    A todos los que, por las noches, al cerrar los ojos,

    siguen viendo los rostros de sus victimarios

    y, aun así, aprendieron a vivir la vida

    con compasión, alegría y paz.

    Al final, ustedes vencieron.

    Agradecimientos

    En primer lugar, deseo agradecer a las militantes, hombres y mujeres que, contándome sus historias, nos permiten ahora, a nosotros, entender un poco de lo que sucedía en los centros clandestinos de detención. Su hospitalidad, su generosidad, su fortaleza y su dignidad han dejado una marca en mi memoria. Del entretejimiento de sus voces está hecho este relato. Si no fuera por ellos y ellas, de sus ánimos de sobrevivir en medio de aquellas circunstancias tan terribles, la pequeña rendija desde la que ahora podemos aproximarnos a este infierno, el infierno que se vivía en los centros clandestinos de detención que funcionaron en Guatemala, hubiera sido imposible. Ellos y ellas, que alcanzaron a salir con vida de aquel infierno, han cumplido, de diferentes formas, más allá de este libro, con esa misión de contar lo que allí sucedía, mantener viva la llama de la memoria.

    Hay personas a las que debería agradecer, pero que no puedo hacerlo nombrándolas, porque sus empleos o, peor aún, su seguridad, se pondría en riesgo. Pero ellas y ellos saben quiénes son y lo mucho que les agradezco y les admiro, por su lucha por tratar de hacer de Guatemala un mejor lugar para vivir, y por su deseo de devolver un poco de dignidad a las víctimas y a sus familiares, a los sobrevivientes. A todas y a todos ustedes los llevo y los llevaré siempre en mi corazón.

    Mientras escribía este libro, me he beneficiado grandemente de colegas, amigas y amigos: Yolanda Aguilar y Olga Alicia Paz Bailey me ayudaron a afinar el entendimiento que yo tenía sobre los repertorios de tortura; Marc Drouin desde su erudición tan profunda, y su apego a la precisión y el detalle, siempre me recomendaba más y más bibliografía, que me sirvió para profundizar en distintos puntos; José Fernández del Cid hacía lecturas cuidadosas, y realizaba comentarios agudos, que me permitieron conectar procesos, y, con los hallazgos que iban emergiendo de estas historias, me animaba a completar el ciclo; Alejandro Flores me llevó a explorar de manera más inteligente, y mejor, eso creo, en las formas de resistencia; José Santos García Noval me dio elementos de contexto histórico que hicieron que, en la comparación –entre distintos tiempos–, yo pudiera afinar detalles; Deborah Levenson, que no aceptaba respuestas fáciles, me dio pistas de interpretación –siempre tan innovadoras– en torno a pequeños eventos; y Bianca Ramírez Rivera de forma muy generosa leyó todo el manuscrito y me dio ideas para profundizar en muchos puntos. Todos y todas ellas han hecho que, con sus lecturas y comentarios, este libro fuera mejor. Estoy en deuda, también, con los revisores anónimos, cuyos útiles comentarios mejoraron grandemente el manuscrito original.

    El equipo editorial de Prometeo ha trabajado este libro con una dedicación sobresaliente. Gracias a todo el equipo. Pero especialmente a Raúl Carioli, a Jorge Domínguez y, por supuesto, al profesor Daniel Feierstein, el director de la colección Estudios sobre Genocidio. Como parte de Prometeo, Mercedes Mingorance hizo una revisión de texto que superó mis expectativas.

    En Ediciones Ibero de la Universidad Iberoamericana, mi casa, tengo que agradecer a Rosalinda Martínez, la directora, y a todo su equipo. Tengo que agradecer, también, el trabajo de edición realizado por Haydeé Salmones y al equipo de Nota al pie, que desde hace ya algún tiempo me acompañan en esto de tratar de escribir textos que puedan llegar a ser leídos por otros. En el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana, a Cristina González García, quien acompañó, de principio a fin, el proceso de producción de este libro, gracias por su dedicación y generosidad.

    Llevar adelante el proyecto de investigación no hubiera sido posible sin el entorno que el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana me ha provisto. Más allá de un lugar donde ganarse la vida, he tenido la dicha de hallar en el departamento a colegas extraordinarios, de quienes he aprendido mucho, y con quienes hemos empezado el camino de construir comunidad académica. Gracias por eso a Patricia de los Ríos, Carlos Díaz, Enrique Gutiérrez, Teresa Márquez, Óscar Martínez, René Torres-Ruiz, Helena Varela, Juan Pablo Vázquez y Ricardo Velázquez. Gracias, también, a Roger Magazine, el hábil director de orquesta, por su amistad y por todas sus enseñanzas. Y, de entre todo este gran equipo, gracias especialmente a Marisol López-Menéndez y a Yael Siman Druker, profesoras y colegas, con quienes hemos descubierto las potencialidades de hacer ciencia social en equipo. Nuestro curso de posgrado Violencia, trauma y memoria fue un primer paso de muchos más.

    Versiones preliminares de varios capítulos del libro fueron compartidos en varios de los cursos que hacen parte del programa de posgrado en Ciencias Sociales que se imparte en Universidad Iberoamericana. Gracias a los alumnos y a las alumnas que, con sus comentarios y preguntas, ayudaron afinar argumentos y a detectar esas partes mal remendadas.

    La investigación de trabajo de campo que hizo posible este libro obtuvo fondos de CONACYT, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. En la Universidad Iberoamericana, Alejandra Santoyo, Cristina de la Cruz y Teresa Aguilera me apoyaron para lograr completar las gestiones administrativas que un proyecto de este tipo requería. Estoy muy agradecido con ellas por esto.

    A lo largo de este proyecto, tuve la dicha de trabajar con asistentes de investigación extraordinarios y extraordinarias: Romina Jiménez Funes, Ángel Andrés Vázquez Pérez y Roxana Itzel Castro Carmona.

    José Fernández de Cid hizo un cuidadoso trabajo de transcripción, pasando los archivos de voces a texto. Siempre he preciado en José a un trabajador incansable y comprometido, además, con esa parte humana que se va revelando en las historias narradas y que él, con una gran dedicación, pone en el papel.

    Una parte de la investigación que hizo posible este libro se realizó durante una estancia sabática en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Por ello, estoy muy agradecido con el profesor, y amigo, Ricardo Saenz de Tejada.

    Estoy muy agradecido por haber podido presentar versiones preliminares de los capítulos que componen este libro en distintos foros académicos, donde recibí una retroalimentación generosa e inteligente. Entre 2017 y 2020, presenté ponencias en sesiones del Congreso de LASA, la Asociación de Estudios Latinoamericanos. En 2019, presenté una serie de hallazgos preliminares relacionados con esta investigación en un ciclo de conferencias organizado, en Ciudad de Guatemala, por la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos y el Centro Cultural de España en Guatemala, y, por ello, debo agradecer a Ángel Valdez Estrada, el director de la Escuela de Historia, y a Eva Bañuelos Trigo, la directora de este gran foro intelectual. En 2021 presenté una ponencia relacionada con los temas que en este libro se abordan en el Congreso Internacional de la AHILA, la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. En 2022 presenté la ponencia Escuadrones de la muerte: hallazgos desde los papeles Estado Mayor Presidencial del Ejército de Guatemala, en el IV Coloquio Internacional sobre Violencia Política en el Siglo XX, organizado por el CEDID, Centro de Estudio sobre Dictaduras y Democracias, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

    En 2016 presenté el proyecto de investigación en que este libro está basado en el Seminario Centroamericano que se organiza en conjunto entre el CIALC-UNAM, Centro de Investigaciones sobre América Latina de la UNAM, y el Instituto Mora. También presenté el proyecto en el Seminario Permanente de Historia Social, que tiene su sede en El Colegio de México. Tanto las observaciones que los profesores Mario Vázquez (en UNAM) y José Antonio Piqueras (en Colmex) me formularan como las participaciones de otros colegas y estudiantes fueron verdaderos aguijones intelectuales. En 2019, como para cerrar un ciclo, presenté en el Seminario Permanente de Historia Social un conjunto de hallazgos que, como parte del proyecto, habían emergido.

    Antes que ser un libro, una versión muy preliminar –y reducida– de las dos partes que componen este libro, pequeños embriones, fueron artículos publicados en Historia Social: Escuadrones de la muerte y centros clandestinos de detención. Ciudad de Guatemala, 1980-1985 (núm. 99, 2021, pp. 51-70); y en LARR Latin American Research Review: Nuevas perspectivas sobre militancias de alto riesgo: Ciudad de Guatemala, 1980-1985 (vol. 56, núm. 4, 2021, pp. 831-843). Agradezco el trabajo de los editores y sus comités editoriales, así como a los revisores anónimos, que me ayudaron grandemente a pulir distintas partes de los argumentos.

    Mientras investigaba, escribía y revisaba las varias versiones por las que esté libro pasó, atravesamos, como sociedad, por momentos muy difíciles. Ese tiempo nos ha llevado a entender la fragilidad de la civilización, pero también el valor de un te quiero mucho, el contacto de un abrazo y un beso, la plática con un amigo, ir a comprar fruta al tianguis, el sentarse a la mesa a compartir una comida después de una jornada de trabajo, la emoción y los gritos por esa canasta en los últimos segundos de un partido, emprender un viaje juntos. Este libro también está hecho de todas esas pequeñas cosas. Gracias a ustedes, quienes, estando conmigo, hicieron posible este libro.

    m. V.

    Coyoacán, noviembre de 2022

    INTRODUCCIÓN

    Acercarse a la muerte

    El estudio que leeremos a continuación trata sobre una condición muy particular: la de hallarse muy cerca de la muerte.

    La militancia de alto riesgo implica acercarse a la muerte, verla venir, desafiarla, saber que perder la vida empieza a ser un azar cada vez menos remoto. Y los centros clandestinos de detención (CCD) (1) y los escuadrones de la muerte, también, son instituciones que juegan con la muerte, o, más precisamente, con el tormento, con la dominación, con un tipo de dolor muy particular, porque no tiene fin. Aquí presentaremos el complejo aparato burocrático moderno que es empleado para no dejar morir, para saber emplear a los detenidos en esa incesante alimentación del ciclo de inteligencia, de la cadena de capturas y de interrogatorios bajo tortura, violencia sexual y desapariciones.

    Es un terreno donde intervienen militantes, hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, que hacían parte de organizaciones y movimientos en medio de ciclos, olas de movilización y otros, que no eran olas, sino verdaderos alfaques de desmovilización social. He intentado penetrar en una cotidianidad en la que, siempre que pienso en ella, recuerdo el relato de María del Carmen cuando me contaba Con José Miguel [su pareja, su esposo, su compañero], siempre, todas las mañanas, a ver el periódico: ¿quién cayó?, ¿qué nexos tenía? Para ver qué podíamos esperar.

    Aquí también se hallan los operadores de la maquinaria de la muerte: los jefes, los torturadores, los cuidadores, el personal sanitario y los militantes que, quebrados por la tortura, fueron incorporados al escuadrón, y otros que, contra todas las posibilidades, se empeñaron en resistir, en apoyar a los otros detenidos, en darles una palabra de aliento o compartir una conversación, aunque ello pudiera llevar, en aquellas circunstancias, a más golpes. La resistencia en los CCD era un ejercicio de dignidad humana que aquella pesada institución nunca alcanzó a exterminar completamente. A pesar de haberse quebrado, aquella condición no iba a ser para siempre, porque en algunos quedó algo que después iba a ser empleado para rehacer la vida.

    Este no va a ser un relato fácil, hecho de simplificaciones en blanco y negro, de héroes y traidores, binario, sino que va a ser un relato con texturas difíciles de descifrar, complejas e incómodas para la conciencia. Es la micropolítica del terror y de la resistencia.

    Micropolítica porque desarrolla una mirada desde los militantes, lo individual, la gente. Desde ese punto de vista, el estudio intenta hacer articulaciones macro, con los grandes procesos políticos, la guerra, las contiendas por el poder, los ciclos de movilización.

    Terror y resistencia son dos manifestaciones que se presentan de forma simultánea en este estudio. A la par del terror se halla la resistencia, no en todos los casos y todo el tiempo, pero está. El terror es una sensación de miedo llevado más allá. La resistencia es la capacidad para enfrentar situaciones guardando una parte de la voluntad de los de abajo. Se resiste de múltiples formas, muchas veces desconocidas para el propio dominador, que, entonces, no sabe a qué se está enfrentando.

    Moviendo la frontera de la ciencia en estos campos

    Esta investigación alcanzó a llevar más allá las fronteras de lo que hasta ahora conocíamos en tres campos: los CCD, los escuadrones de la muerte y la militancia de alto riesgo.

    En torno a los CCD y los escuadrones de la muerte, la investigación que sustenta la narrativa del estudio ha posibilitado mover las fronteras de lo que hasta ahora se conocía en varias dimensiones asociadas a esta temática: las dinámicas en los CCD (capítulo 1), la división del trabajo en los escuadrones de la muerte (capítulo 2), los repertorios de tortura (capítulo 3) y las formas de resistencia (capítulo 4). En torno a estos cuatro campos, el lector hallará una narrativa que le presentará una investigación original, que se halla en la punta de los descubrimientos en torno a estas temáticas.

    Para el caso de Guatemala, del que nos hemos valido para penetrar en esta temática, la presente investigación va más allá de las fronteras establecidas por las comisiones de la verdad en cuanto a nuestro conocimiento de los CCD. Esta investigación presenta la mejor descripción de ellos que, hasta el momento, se ha escrito para entender este caso particular.

    En un breve aparatado conceptual de la primera parte, desarrollo una serie de formulaciones teóricas originales en torno a los CCD y a los escuadrones de la muerte, lo que constituye un aporte que trasciende el caso y que puede ser útil –esa es la apuesta– para guiar investigaciones en otros casos.

    Se presenta la tesis de que, dentro de los CCD, la dualidad bueno-malo se borraba, quedando una serie de tonalidades grises, una multitud de capas con las que el detenido desaparecido se enfrentaba. Ese carácter híbrido del CCD es, también, otro aporte original de esta obra. Asimismo, el estudio da cuenta de relatos de resistencia y solidaridad entre los detenidos en aquellas condiciones límites, imposibles. La narrativa, estructurada a partir de las memorias de los sobrevivientes, ejemplifica este conjunto de descubrimientos.

    Sobre la militancia de alto riesgo, de la que nos ocupamos en los capítulos 6, 7 y 8, el lector podrá leer cómo se desarrolla un nuevo modelo analítico que modifica el esquema delineado por Doug McAdam. Esta parte tiene también una virtud adicional: haber logrado llevar al lector pequeñas síntesis de las trayectorias de vida de tres hombres y dos mujeres militantes, desde donde se entrelaza la teoría y los nuevos conceptos que hacen parte del nuevo modelo analítico para entender la militancia de alto riesgo.

    ¿Para qué escribir sobre este pasado?

    ¿Para qué escribir sobre estos hechos que se hallan –cualquiera podría pensar– en un pasado remoto? Entre nosotros y aquellos años han pasado ya –casi– cuatro décadas. Pero resulta que hay pasados que –como fantasmas– siguen con nosotros. Se aparecen de vez en cuando y nos dicen ¿qué pasó?, ¿pensaste que ya me había ido? Y, pues no. El presente, qué duda cabe, está hecho de muchos pasados, estratificados como suaves capas de arena en un pequeño vaso. Precisamos dejar de ver al pasado como aquel campo que está constituido por eventos que se encuentran ubicados décadas atrás; en cambio, debemos empezar a verlo como aquello que constituye lo que somos hoy.

    A diferencia de lo ocurrido en otros países, los militares guatemaltecos controlaron la transición a la democracia y se reservaron –hasta la fecha– ciertos poderes de veto, sobre los cuales se ha dado una serie interminable de batallas políticas y jurídicas.

    Pareciera que la justicia de transición –hasta la fecha en que escribo esta introducción– se ha cerrado nuevamente. Es decir, los perpetradores de aquellas atrocidades continúan pareciendo ciudadanos respetables, padres de familia honorables. Desde que la guerra terminó, una cortina de hierro de impunidad los ha defendido.

    El presidente actual, Alejandro Giammattei, fue objeto de acusaciones de haber estado involucrado en una serie de ejecuciones extrajudiciales que tuvieron lugar en septiembre de 2006, cuando él trabajó como director de las cárceles del país. En aquel momento, unidades de la Policía tomaron la cárcel conocida como Pavón y, como parte del operativo, se realizaron siete ejecuciones, que fueron presentadas a la prensa como el resultado de un enfrentamiento entre los reclusos y los policías. Por este caso ha sido condenado en Suiza el 27 de abril de 2018 el director de la Policía de aquel entonces, el señor Erwin Sperisen. Los tribunales suizos determinaron que, además del plan Pavo Real, que se dio a conocer al público, se elaboró un plan b que implicaba las ejecuciones. Estas estaban dirigidas contra integrantes del llamado comité de orden y disciplina de la prisión, conformado por reos poderosos. De este plan tuvieron conocimiento –eso fue acreditado ante los tribunales suizos– tanto las autoridades de presidios como el mando policial y el Ministerio del Interior. No obstante, en Guatemala, los procesos judiciales contra estas autoridades fueron empantanados en medio de componendas de poder que llegan hasta el tribunal constitucional, la Corte de Constitucionalidad, que tiene competencia para conocer y dictaminar en torno a este tipo de amparos. Así, el ex jefe de presidios, con el voto de la gente, fue hecho presidente en 2019. Lo notable de este caso es cómo la práctica de las ejecuciones extrajudiciales seguía, como si nada, con nosotros, y sus autores eran capaces de protegerse, de agenciarse impunidad.

    Por este mismo caso fue condenado a prisión Víctor Hugo Soto Diéguez, que, cuando ocurrieron los hechos, era el jefe del Servicio de Investigación Criminal (SIC). Los tribunales guatemaltecos acreditaron en agosto de 2013 que él fue culpable de diez ejecuciones extrajudiciales. Pero siete años después, en 2020, un tribunal permitió que cumpliera su sentencia desde su residencia. De nuevo, tan cerca como ayer, los perpetradores de ejecuciones extrajudiciales tienen protección, recursos, abogados, cabilderos, prensa que los defiende.

    En los informes de las comisiones de la verdad de Guatemala, la investigación en torno a los CCD y los escuadrones de la muerte quedó subdesarrollada. La combinación entre la dificultad para acceder a fuentes, la ausencia de procesos judiciales y la garantía de impunidad de la que, en aquel entonces, 1998 y 1999, gozaban los militares hacía que estos temas se hallaran muy cuesta arriba. Aquellos informes continuaban siendo, hasta hoy, la frontera de lo que en torno a este tema conocíamos. Valía la pena, por tanto, intentar ir más allá.

    Pero hay una razón más, y es que desde 2005, cuando empecé a trabajar en la perspectiva de los perpetradores de actos violentos, mi idea ha sido ver a los perpetradores desde la perspectiva de las víctimas, desde su derecho a saber quiénes eran, quiénes se llevaron a sus seres queridos. Un quiénes histórico y sociológico que sea útil para entender las dinámicas de la contienda. Exponerlos ayuda, eso creo, a saber qué fue lo que pasó. Y esa es una condición imprescindible para evitar que en algún momento los rieles de la historia nos lleven hacia aquel mismo camino.

    Investigar en torno a estos temas es como ir en dirección contraria de lo que la política de terror de Estado esperaba: olvidar. Nosotros no estamos dispuestos a olvidar, todo lo contrario, estamos dispuestos a desenterrar, descubrir, contar. Porque creemos que solo así podemos evitar que actos como aquellos puedan volver a apoderarse de la escena. Es tan fácil. Lentamente, sin darnos cuenta, varios de aquellos factores pueden deslizarse y, al coincidir, regresarnos a aquel infierno. Investigar en torno a aquellos eventos es resistir hoy contra el olvido, la indiferencia, el silencio, es plantar cara a los torturadores, ser empáticos con las víctimas, contar sus historias, reivindicarlas como lo que eran: seres humanos que buscaban un país mejor.

    Desvelar aquel abismo infernal y a sus monstruos sigue siendo, varias décadas más tarde, una tarea pendiente para la historia de Guatemala. Aquella realidad precisa ser contada, escuchada, narrada, precisa tener voz. El texto que ahora presentamos pretende aportar en esa dirección.

    1. Esta es una abreviatura que se usará con mucha frecuencia en el texto, por lo que conviene recordarla. En los inicios de los capítulos la recordaré cuando aparezca.

    Trabajar con la memoria

    La memoria, una bisagra

    La memoria sirve de unión entre aquel pasado y el presente. Es en la memoria donde se hace la recreación de aquellos hechos. De esa forma, la memoria funciona como una bisagra que permite una mirada al pasado. Pero esa recreación se hace desde el ahora, y ese se hace desde el ahora está hecho de muchos pasados. Porque, al final, no es el sobreviviente que acaba de salir del CCD el que nos está hablando, sino el sobreviviente que recompuso su vida, con sus hijos, sus padres, su esposa o esposo, sus hermanas y hermanos, que continuó militando o no, retomó su profesión u oficio, y que está aquí, frente a nosotros, muchos años después.

    Pero las palabras con las cuales está recreando aquel pasado son brindadas para el futuro, para que esto se conozca, para que no se olvide lo que entonces tuvo lugar.

    La memoria se halla en tensión entre los muertos y los vivos. Las narraciones de los hechos que leemos tratan sobre otros que ya no están, pero son brindadas para que nosotros, los vivos, y los que vendrán podamos saber lo que en realidad tuvo lugar.

    Visiones fragmentadas

    Al trabajar con la memoria de los sobrevivientes, operamos con visiones doblemente fragmentadas. En primer lugar, porque así era la experiencia en el CCD. Desde su propia experiencia, quien allí se hallaba, conocía unas dinámicas, pero no otras, y, de todo eso, recordará algo, pero no todo. Frente al reto de recordar, selectivo como es, los sobrevivientes relatan que el reto mayor consistía en burlar la disciplina del centro, que estaba hecha para evitar que los capturados reconocieran el lugar, las personas, las voces, las dinámicas propias del entorno cercano al CCD. Pero la memoria queda, como marcas indelebles, profundas.

    No obstante, dadas las condiciones de accesibilidad a otras fuentes, es la memoria de los sobrevivientes la que nos posibilita conocer las dinámicas de los CCD. Es una memoria que asume la responsabilidad de contar, de traernos al presente aquel pasado, de querer participar en este ejercicio de completar, entre varios testimonios, un cuadro de lo que acontecía. Los sobrevivientes están dispuestos a narrar porque quieren que se conozca su historia como sobrevivientes y también la de los otros, quienes dejaron sus vidas en aquellas instalaciones.

    Ambos tenemos, ellos y el autor, un deber para con los muertos. Pero también con los vivos, para que ellos conozcan lo que entonces nos ocurrió como sociedad. Los relatos de los sobrevivientes son, entonces, bisagras entre aquel pasado y este presente, así como bisagras entre los muertos y los que alcanzaron a sobrevivir.

    Los universos de las memorias

    En el trabajo con las fuentes orales trabajamos –mis entrevistados y yo– con sus memorias como sobrevivientes de estos hechos. Fue un trabajo para intentar en conjunto, con mis preguntas, traer al presente aquel pasado que ellos vivieron.

    Como toda memoria, esta viene cargada de olores, sensaciones térmicas, calor, frío, hambre, miedo, terror. Con las entrevistas tratamos de ponerle palabras a todo aquello, nombrarlo.

    La memoria se presenta de formas múltiples: el olor a huevo quemado en el recuerdo de Álvaro René Sosa; el olor del miedo en el relato de Marvyn Pérez, cuando él y sus otros compañeros y compañeras bajaban de los vehículos que los habían sacado de la sede del Departamento de Investigaciones Técnicas de la Policía Nacional (DIT) y estaban entrando al CCD que hemos llamado la casa de la lámpara de cristal; el olor del miedo en el relato de Ismael, sobreviviente del CCD el búnker: yo no soportaba el olor. Es un olor que jamás, jamás, voy a olvidar. Entonces, él tomó la decisión de pedir que le llevaran a bañarse: ese día dije: Tal vez bañándome se me va a quitar esto. Y fui y me di un baño rápido. Salí, e iba como a la mitad del camino, hacia el cuarto donde estaba, y ya, otra vez el olor. Me senté en el colchón, como no me sequé, solo me volví a vestir, tenía demasiado frío, me tapé con el poncho y me senté pegado a la pared, encogido.

    No solo en olores se presenta la memoria, también en ruidos. Graciela, detenida en 1983, recuerda el sonido que hicieron los integrantes del escuadrón cuando, en el momento en que la capturaron, hicieron el ruido de preparar las armas que tenían con el propósito de intimidarla. Un sonido que en México llaman cortar cartucho. Pasados los años, ella todavía recuerda y dice: ese ruido lo tengo aquí [señala con su dedo la sien], esos troniditos los tengo aquí.

    Esta es materia prima, y con esta se procesa el relato que leeremos en los capítulos que componen esta obra. Pero materia prima no es igual a resultado final; debe pasar por múltiples procesos, los de la crítica interna y externa, múltiples corroboraciones que nos llevan a determinar la consistencia de lo que se está diciendo.

    Tres momentos

    En mis entrevistas, las conversaciones se ordenaron en tres momentos:

    1. Antes de la captura, relato dado por la trayectoria de militancia, las percepciones sobre cómo se iba dando la respuesta del Estado, la vida familiar.

    2. La captura, el paso por el CCD, la organización, las rutinas, las jerarquías, las técnicas de interrogatorio, la convivencia con la gente que se hallaba en el CCD, las formas arquitectónicas del CCD y la liberación.

    3. Después de aquel evento traumático, la solidaridad, el abandono, las formas como la vida fue regresando.

    Los márgenes del relato

    Si bien con cada uno de los entrevistados sostuvimos varias entrevistas, los márgenes del relato nunca se ampliaron lo suficiente para llegar a tres temas:

    1. El primero de estos tiene que ver con los términos de la negociación con sus captores. Claro, si a esto puede llamársele negociación, porque se trató de seres humanos claramente sometidos a un sistema de dominación que anulaba su capacidad de decidir libremente. Esto incluye las informaciones que debieron ser compartidas para salvar sus vidas. No todos mis entrevistados debieron, necesariamente, haber pasado por esto.

    2. El segundo de los márgenes del relato está dado por los actos de violencia que fueron empleados como parte de los interrogatorios, la tortura. Hubo entrevistados que no quisieron profundizar en estas dinámicas que tuvieron lugar en los CCD.

    3. El tercero consiste en una comprensión de las dinámicas que pudieron llevar al escuadrón a ellos. Esto es: quiénes los delataron. Algunos de mis informantes no querían referirse a ello o, refiriéndose, no querían que esto se hiciera público. En algunos casos, muy a pesar de que estos pudieron haberles delatado, sentían una especie de compromiso moral con sus compañeros o compañeras.

    Aquellos fueron los puntos que constituyeron lo que llamé los márgenes del relato en mi artículo de 2021, Interviewing Perpetrators of Genocide. (2) Yo respeté este margen, que se hallaba fijado por sus experiencias límite, y nunca hice algo por intentar traspasarlo. Creo, con convicción, en el derecho a la memoria y entiendo que el testimonio, más allá de los beneficios para otros, que solo entonces pueden ver reconstruidas determinadas historias, tiene beneficios para el que narra. Así también creo en el derecho al silencio de las víctimas, los sobrevivientes.

    Memorias contra el miedo

    Aun cuando al salir del CCD el miedo a la represalia se sintiera

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