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Museo de Orsay. Guía de Arte: 100 obras maestras esenciales
Museo de Orsay. Guía de Arte: 100 obras maestras esenciales
Museo de Orsay. Guía de Arte: 100 obras maestras esenciales
Libro electrónico415 páginas4 horas

Museo de Orsay. Guía de Arte: 100 obras maestras esenciales

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Conozca los extraordinarios fondos del Museo de Orsay, ubicado en el edificio de la antigua estación ferroviaria del mismo nombre en París. Su transformación en museo, las obras esenciales que atesora desde la pintura academicista, romántica, naturalista y realista de artistas como Corot y Courbet, hasta los grandes maestros impresionistas: Monet, Manet, Degas, Renoir, Pisarro, Sisley, Berthe Morisot o Mary Cassatt. Los pintores posimpresionistas (Van Gogh, Cezanne, Gauguin) y simbolistas (Maurice Denis, Odilón Redon). La colección de escultura con Carpeaux y el gran Rodin, las artes decorativas y otras secciones del museo. Una obra imprescindible para estar bien informado sobre tan trascendentales creaciones de la historia del arte.
IdiomaEspañol
EditorialArgoNowta
Fecha de lanzamiento1 mar 2023
ISBN9788418943508
Museo de Orsay. Guía de Arte: 100 obras maestras esenciales

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    Museo de Orsay. Guía de Arte - Carlos Javier Taranilla

    Introducción

    Situado en 1 Rue de la Legión d’Honneur, junto al museo del mismo nombre, distrito 7 de París, en la orilla izquierda del Sena –prácticamente frente al jardín de las Tullerías y el Palacio del Louvre–, el Museo de Orsay, popularmente conocido como Museo de los impresionistas, alberga las obras de arte del periodo histórico comprendido entre 1848, año del estallido de la revolución que en toda Europa se conoció con el sobrenombre de La primavera de los pueblos, y 1914, fecha del comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

    El Museo de Orsay se formó con los fondos provenientes, principalmente, de los siguientes tres museos: el Museo del Louvre, que aportó las obras de artistas nacidos a partir de 1820 o que arribaron al arte con la Segunda República; la Galería Nacional Jeu de Paume (Juego de Palma, llamada así porque está ubicada en el antiguo recinto donde anteriormente se practicaba este deporte, antecedente del frontón), que albergaba desde 1947 las obras impresionistas; y el Museo de Arte Moderno, que en 1939 había reemplazado en el ala este del Palacio de Tokio –construido en 1937 para la Exposición Internacional de París–, al Museo de Luxemburgo (primer museo de Francia, abierto al público en 1750) y, al instalarse en 1977 en el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou, solo conservó las obras de artistas nacidos después de 1870, pasando al Museo del Louvre con destino al de Orsay la producción artística de aquellos que vieron la luz con anterioridad a esta fecha.

    Por tanto, el Museo de Orsay constituye una continuación del Museo del Louvre, llenando así el espacio cronológico que existe entre las artes plásticas atesoradas en este y las obras que contiene el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo.

    El grueso de las colecciones del Museo de Orsay se encuentra en la sección de pintura, que constituye, en consecuencia, el corpus fundamental de esta guía de arte. El museo guarda en sus dependencias la mayor colección de pinturas impresionistas y posimpresionistas que existen en el mundo, así como notables conjuntos de pintura neoclásica, academicista, naturalista, realista y simbolista, incluyendo otras escuelas pictóricas aparte de la francesa.

    Seguidamente, destaca por su calidad la colección de escultura, que contiene entre sus piezas obras de artistas fundamentales como Carpeaux, Rodin, Bourdel, Maillol o Degas. Asimismo, poseen un gran valor el resto de secciones que conforman los fondos del museo: artes decorativas y elementos arquitectónicos, pasteles, artes gráficas, fotografía y cine. Grosso modo, sus fondos comprenden 3.000 pinturas, 500 pasteles, 10.000 dibujos, 14.000 proyectos de arquitectura, 2.400 esculturas, 1.300 muebles y objetos de arte y 31.000 fotografías.

    En los capítulos que siguen se ofrece una selección de las cien obras esenciales que contiene el nuevo Museo de Orsay, agrupadas por disciplinas artísticas y, dentro de estas, por estilos y corrientes. Asimismo, como es una característica especial de la colección Grandes museos, además de los comentarios de obras, a lo largo del libro se lleva a cabo un análisis de los fundamentos principales de los diferentes estilos artísticos y un estudio general de la producción de los autores que crearon dichas obras.

    Capítulo /1

    Breve historia

    del Museo de

    Orsay

    chpt_fig_102

    La antigua GARE D’ ORSAY

    El Museo de Orsay está instalado en el edificio de la antigua Gare o estación de ferrocarril del mismo nombre, construida para facilitar la llegada de los visitantes de toda Europa a la Exposición Universal de 1900, gran evento mundial para el que se construyó también el puente de Alejandro III que salva el Sena, así como el Petit Palais y el Grand Palais sobre el antiguo Palacio de la Industria, que había sido edificado para la Exposición de 1855. La construcción, en la que se incluyó un gran hotel, fue propuesta a tres arquitectos: Émile Bérnard, Lucien Magne y Victor Alexandre Frederic Laloux de Tours, a quien finalmente se encargó la ejecución de los trabajos. Este arquitecto había destacado ya cuando era estudiante al haber ganado en 1878, en competición con otros compañeros, el prestigioso Primer Premio de Roma, una beca de cuatro años para formarse en la Academia Francesa de la Ciudad Eterna.

    Las obras comenzaron durante la primavera de 1898, después de haber sido adquirida la parcela por la Compañía Ferroviaria de Orleáns el año anterior para la prolongación de la línea desde la antigua estación de Austerlitz, introduciendo así los trenes eléctricos hasta el mismo centro de París. Gracias al esfuerzo de equipos de trescientos obreros trabajando en turnos ininterrumpidamente día y noche, las obras concluyeron en menos de dos años, siendo inaugurada la estación, junto con el hotel proyectado, el 14 de julio (fiesta nacional francesa) de 1900.

    Laloux diseñó una gran nave cubierta con bóveda de cañón acristalada entre las naves laterales, cubiertas con tejado de pizarra. Para no desentonar con el monumental entorno, decidió levantar una ornamentada fachada de sillares de piedra caliza, que enmascarara la estructura metálica de hierro que sostiene el edificio. Con 200 metros de longitud, está formada por siete grandes arcos de medio punto, enmarcados entre sendos pabellones de techo abovedado con cubierta de pizarra coronada por un pináculo. Un gran reloj preside decorando el frente de cada pabellón.

    chpt_fig_103

    El edificio del museo en la margen izquierda deI Sena.

    El edificio se compone de los siguientes espacios principales: el pórtico, formado por siete volúmenes cubiertos con bóveda de cañón, que dan a un gran vestíbulo corredor; el vestíbulo, cubierto por una cúpula adornada con medallones y perforada ovalmente en su parte central por un techo de vidrio, que permite la penetración de la luz y la gran nave central, de 138 metros de largo, 40 de ancho y 32 de alto, cubierta por una bóveda de cañón doblemente acristalada, que va dispuesta sobre la estructura metálica y está decorada interiormente a trechos (semejando arcos fajones) con casetones que imitan los originales y recubren también las arcadas laterales. Se aprovechó para integrar en los mismos materiales absorbentes de sonido, que evitan la resonancia acústica. De la bóveda cuelgan las lámparas de la primitiva estación.

    La locomoción impulsada por energía eléctrica, con la consiguiente ausencia de humos de combustión, permitió al arquitecto concebir un edificio totalmente acristalado, tanto en la cubierta como en el gran hastial de la fachada, lo que redundó en la mayor libertad para la elegante decoración interior de estilo modernista.

    Se trataba de un edificio muy completo, que contaba con servicios de última generación entonces, como es el caso de ascensores, escaleras mecánicas, rampas para el equipaje y vías de tren subterráneas.

    En ese mismo terreno se hallaban en siglos pasados el antiguo palacio y los jardines de la princesa Margarita de Valois (1553-1615), de la dinastía de los Capetos, hija de Enrique II de Francia y Catalina de Médici. Por su matrimonio con Enrique de Navarra (futuro Enrique IV de Francia) fue reina de Navarra y Francia. Tras la muerte de la reina Margot, como era conocida, el Estado vendió el recinto a distintos particulares, que fueron construyendo aquí sus viviendas y mansiones.

    Posteriormente, entre 1810 y 1840, se edificó en este lugar el palacio de Orsay, que albergó el Ayuntamiento en la planta baja y la Court de Comptes (Corte o Tribunal de Cuentas) en el primer piso. Durante la insurrección armada de la Comuna de París, sufrió un incendio en la noche del 23 al 24 de mayo de 1871 que causó la destrucción del techo, pero quedaron en pie los gruesos muros. Sobre las ruinas se procedió, como antes hemos visto, a la construcción de la estación de ferrocarril, que estuvo en servicio como cabecera terminal de la línea París-Orleáns hasta 1939. A lo largo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la estación se destinó, como primer fin, a la expedición de paquetes para los prisioneros. Terminado el conflicto, fue convertida en lugar de recepción para los ex combatientes que volvían de los campos de concentración de prisioneros, en los que habían permanecido internados en el transcurso de la guerra.

    A partir de entonces, debido a la rápida evolución del ferrocarril, que exigía andenes más amplios para los convoyes, estuvo limitada al transporte de cercanías y funcionó como una parada más de la red del metropolitano, que actualmente sigue conservando en el subterráneo del edificio.

    En los años 60 del siglo XX sirvió incluso como plató de cine. Aquí se rodó la película El proceso , de Orson Welles, basada en la novela de Franz Kafka.

    El primer Museo de Orsay

    A principios de los años 70 se comenzó a hablar en el país de la necesidad de crear un nuevo museo, puesto que con la reorganización del Louvre las colecciones de los impresionistas, que se habían trasladado en 1947 a la Galería Nacional Jeu de Paume de las Tullerías, contaban cada vez con mayor número de visitantes y el espacio existente había quedado excesivamente reducido.

    En 1973, con el hotel cerrado desde el 1 de enero, la estación de Orsay dejó de funcionar, puesto que la construcción se encontraba en un estado muy deficiente y quedó pendiente de demolición para edificar un gran hotel de lujo. Al proyecto se presentaron los arquitectos Le Corbusier, Guillaume Gillet y René Coulon. Ante el clamor ciudadano, la Dirección de Museos de Francia –actualmente Servicio de los Museos de Francia– concibió el proyecto de establecer un museo en la estación, aprovechando así para restaurar el edificio en lugar de derruirlo, a lo que se mostró favorable la Comisión Superior de los Monumentos Históricos que, primeramente, en 1970, había dictaminado su derribo. En consecuencia, de manera urgente, el 8 de marzo de 1973 el inmueble fue inscrito en el inventario adicional o suplementario de los Monumentos Históricos, salvándose así de la demolición que lo estuvo rondando por haber sido considerado inservible.

    El acuerdo oficial, con el empeño particular del presidente de la República, Valéry Giscard d’Estaing, se tomó en el Consejo de Ministros del 20 de octubre de 1977.

    chpt_fig_104

    Panorámica del museo en perspectiva desde el ángulo suroeste.

    Las obras de acondicionamiento y transformación de la estación para convertirla en museo se llevaron a cabo entre los años 1981 y 1986. La remodelación exterior se encargó a los arquitectos Pierre Colboc, Reanud Bardon y Jean-Paul Philippon, del estudio ACT-Architecture. La adaptación y decoración de los interiores fue realizada por la arquitecta Gae Aulenti al frente de su equipo, del que formaban parte los arquitectos Italo Rota, Piero Castiglione y Richard Peruzzi). La inauguración oficial por parte del nuevo presidente de la República, François Mitterrand, se llevó a cabo el 1 de diciembre de 1986 y el día 9 del mismo mes tuvo lugar la apertura al público.

    La estructura de hierro facilitó las obras de adaptación. Se procedió al vaciado de la gran nave central, conservando su cubierta carenada, para dejar espacio suficiente a la exposición de un determinado periodo artístico a lo largo de todo su desarrollo evolutivo. Los espacios anexos se destinaron a otros servicios. Y se conservó el enorme reloj original de la antigua estación, luciendo en el interior sobre la superficie acristalada del tímpano de la gran nave central.

    El nuevo Museo de Orsay

    A finales del año 2009 se emprendió una remodelación general del museo, que finalizó al cabo de dos años, es decir, en 2011. Se procedió a la ampliación de la superficie del mismo en unos 400 metros cuadrados y las obras expuestas en sus dependencias han adquirido el protagonismo necesario gracias a la mejora de las condiciones de iluminación, tanto de carácter natural como artificial. Se conservó la luz cenital, pero con el concurso de las nuevas tecnologías que imitan la luz natural y, dirigida adecuadamente hacia los lienzos, resalta las tonalidades cromáticas en su aspecto original.

    Además, han aumentado los fondos del museo con la adición de diversas obras que se encontraban en otros depósitos a lo largo del territorio francés.

    En 2013 se procedió a la renovación de las salas laterales de la planta baja, que se denominaron Salas Luxemburgo en referencia a este antiguo museo parisino, cuyas colecciones estuvieron en el origen del Museo de Orsay.

    Una gran remodelación, dirigida por Dominique Brard y el Atelier de l’île, se acometió en el pabellón Amont, antigua sala de máquinas de la estación, ampliando los espacios de exposición en cinco niveles, que han supuesto la dotación de 2.000 nuevos metros cuadrados.

    En la nave central se situaron la mayor parte de las esculturas; en las galerías adyacentes se depositaron el mobiliario y los grandes cuadros de Courbet, a fin de lograr una visión más adecuada de los mismos.

    En el nivel inmediatamente superior se dispusieron la colección de pasteles y los lujosos objetos de artes decorativas de estilo modernista Art Nouveau. La planta siguiente se destinó a los pintores posimpresionistas: Gauguin, Cézanne, Van Gogh y Toulouse-Lautrec, junto a algunas obras de Rodin y otros escultores.

    En el quinto y último étage (piso, nivel) donde reside un grandísimo reloj colocado sobre la extraordinaria superficie acristalada que comunica visualmente con el exterior (el Louvre al otro lado del Sena y, al fondo, la colina de Montmartre presidida por la basílica del Sacre-Coeur), se encuentra la galería de los impresionistas y posimpresionistas, en la que luce, guardada en su urna de cristal, la Pequeña bailarina de catorce años, figura fundida en bronce sobre el original elaborado en cera por Edgar Degas. La ordenación de la galería impresionista (la joya del museo) se realizó siguiendo criterios de tipo cronológico.

    chpt_fig_105

    Interior del museo, la gran nave central. Al fondo, el enorme reloj conservado de la antigua estación ferroviaria.

    De acuerdo a la opinión del arquitecto Jean-Michel Wilmotte, que dirigió las obras, las paredes, prescindiendo del blanco, el beis y demás policromías claras que impregnaban anteriormente muros y techos, se pintaron en tonos oscuros, un malva mate que resalta la paleta impresionista y un tono azul para las paredes de las que cuelgan los coloristas cuadros de Van Gogh; el suelo ha sido recubierto por un parqué gris oscuro.

    Asimismo, el antiguo Café de l’Horloge (del Reloj) de la última planta, llamado así porque alberga el viejo gran reloj que no faltaba en ninguna estación ferroviaria que se preciara, ha sido también renovado totalmente por los diseñadores brasileños, hermanos Campana, quienes tomaron como fuente de inspiración al conocido decorador Émile Gallé. Bautizado con su propio apellido (Café Campana), destacan en él las imitaciones de temas marinos como el sofá de diseño Aster papposus, llamado así porque recuerda una estrella de mar con sus distintos brazos tentaculares (según otros, imita a la canopea, una planta de la selva virgen), aptos para recostarse en cada uno de ellos o sobre el centro mismo de la pieza, que es obra también de los hermanos Fernando y Humberto Campana. De imitación marina son, asimismo, las acampanadas y aconchadas lámparas doradas que cuelgan del techo, los finos filamentos de color naranja que, sirviendo para separar las mesas de los clientes, emulan las algas marinas, y el azul turquesa de las paredes –según alguna opinión, recuerdan las Ninfeas de Monet–, creando en conjunto una atmósfera un tanto irreal pero muy luminosa, justo detrás de la galería de los impresionistas.

    En cuanto al mobiliario, en la quinta planta lo más llamativo son los Water Block (Bloque de agua), diseñados por el japonés Tokujin Yoshioka. Aunque puedan parecer bancos para contemplar las obras expuestas, en realidad constituyen una obra de arte más con juegos de luz y diferentes colores, a imitación de las experiencias impresionistas con el fenómeno de la luz-color. Están formados por estructuras tubulares de vidrio, realizadas a partir de un molde de platino, y semejan ondas de hielo sobre la superficie del líquido elemento, de ahí su nombre.

    Como toda remodelación, esta supuso un cambio en la distribución de obras por salas y plantas del museo, que no afecta a la estructura de nuestro libro, ya que no está basado en criterios topográficos, sino artísticos, es decir, en una organización de sus contenidos por disciplinas artísticas, estilos y artistas.

    Entre sus distintos departamentos, el Museo de Orsay posee también un servicio o comisión de restauración artística, creada en 2018, que se ocupa de la revisión y cuidado de las obras de arte, tarea que se realiza por medio de diferentes técnicas, entre ellas, muy importante, la conservación preventiva, además de la protección facial y la restauración de marcos antiguos.

    chpt_fig_106

    Uno de los grandes relojes que adornan los pabellones que enmarcan la gran fachada de la antigua estación.

    Asimismo, el Museo de Orsay cuenta con un depósito de más de 5.000 obras de arte, que se conservan como reserva para exposiciones públicas o bien se hallan destinadas al préstamo a otros museos. Estas obras en depósito se someten periódicamente a diversas verificaciones, a fin de conocer su estado de conservación. El museo tiene a su cargo, igualmente, los depósitos de otros museos como el Louvre o el Museo Nacional de Arte Moderno.

    Además de las importantes colecciones de arte que veremos en los siguientes capítulos, el Museo de Orsay, cuyas salas se encuentran en proceso de remodelación constante en lo que respecta a la exposición de obras –que va variando a lo largo del año, puesto que solo se exponen la mitad aproximadamente de las cerca de seis mil que posee–, presenta también en sus dependencias, regularmente, numerosas exposiciones de carácter temporal, conocidas como colecciones móviles, dedicadas tanto a artistas particulares o grupos colectivos como a un estilo concreto, que se desarrollan en los espacios habilitados al efecto. Asimismo, en su auditorio se celebran diversos eventos artísticos y mesas para la promoción de la cultura.

    Capítulo /2

    Del

    neoclasicismo

    a los

    prerrafaelitas

    chpt_fig_107

    La colección de pintura constituye, como ya sabemos, la estrella del museo, especialmente los pintores impresionistas y posimpresionistas. No obstante, el Museo de Orsay posee también importantes muestras de obras de otros maestros que ejercieron su arte en estilos que se manifestaron con anterioridad al surgimiento de dichas corrientes pictóricas.

    Teniendo en cuenta, como hemos señalado anteriormente, que en el transcurso de los meses suelen ir variando las obras expuestas con el fin de dar salida al mayor número posible de las mismas, a lo largo de sus distintos pisos, clasificadas por estilos artísticos y ordenadas de forma cronológica, se ubican las obras esenciales que figuran detalladamente a continuación.

    Neoclasicismo y academicismo

    En la colección de pintura neoclásica del Museo de Orsay el artista más destacado es Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780–1867), pintor fiel a la tradición lineal y dibujística de este movimiento. Por ello, frente a los pintores románticos, que envuelven las figuras en la turba del color, otorga a sus personajes la apariencia de estatuas clásicas.

    No obstante, a pesar de su técnica de carácter lineal, la temática de su obra se acerca a la pintura romántica en no pocas ocasiones, especialmente, cuando pinta escenas de raíz oriental.

    Entre su amplia producción, aparte de los retratos oficiales del emperador Bonaparte y algunos temas de inspiración clásica, son famosos sus cuadros de desnudos femeninos, en los que dibuja como un pintor neoclásico, pero hace uso de un color que matiza la textura de la piel, en un canto al erotismo, alejado de la frialdad que caracteriza a las obras neoclásicas.

    1

    La fuente (1856)

    Jean Auguste Dominique Ingres

    Óleo sobre lienzo, 163 x 80 cm

    La fuente o El manantial, de Jean Auguste Dominique Ingres, fue un lienzo bocetado por primera vez en 1820, es decir, en la época en la que aún predominaba el estilo neoclásico. El artista, insatisfecho con el resultado que iba obteniendo, continuó trabajando en esta obra durante casi medio siglo.

    Inspirada en los modelos de la Antigüedad Clásica, una figura femenina en pie, totalmente desnuda, situada en una oquedad rocosa, vierte el líquido elemento desde la boca de un cántaro entornado (es su atributo), que apoya sobre su hombro izquierdo y sostiene con ambas manos, la derecha alzando el brazo por encima de la cabeza y la izquierda puesta directamente en el surtidor, dividiendo el chorro en otros menores que simbolizan los afluentes de los ríos nacidos de los manantiales, representados por el propio caudal. El charco que forma el agua a sus pies sirve de espejo de su cuerpo y constituye un símbolo de los grandes cursos de agua que dividen territorios haciendo de fronteras entre los mismos, como el espacio que separa una obra del espectador. En definitiva, se trata de una alegoría de las fuentes y manantiales que desde la espesura de las grutas y los bosques surten a los ríos.

    La iconografía tradicional empleaba ancianos corpulentos para simbolizar los grandes ríos y niños retozando sobre su figura que representaban a sus afluentes, como se observa en el grupo escultórico helenístico Alegoría del río Nilo (s. II-III).

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