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Punto de Vista: Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina
Punto de Vista: Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina
Punto de Vista: Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina
Libro electrónico363 páginas5 horas

Punto de Vista: Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina

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Información de este libro electrónico

1978. En los momentos más crudos de la represión instaurada por la dictadura militar, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia fundan, en la clandestinidad, la revista Punto de Vista. La marca del riesgo personal con que nació, en los intersticios de la censura, se prolongó más tarde en osadía intelectual. Su apuesta por el pensamiento crítico –que incluyó tanto la atención a los teóricos extranjeros más novedosos como la revisión de la tradición local– la convertiría durante sus tres décadas de historia en un verdadero faro de la cultura argentina.
Poderoso dispositivo de política cultural que integró sociología, historia, crítica literaria, psicoanálisis, estudios urbanos, filosofía política, música y cine, la revista supo ser también, o por eso mismo, una plataforma de expresión de ideas políticas. En sus páginas se organizó un modo de leer la literatura argentina; pero además los intelectuales más reconocidos tramitaron allí la crisis del marxismo y la redefinición de la identidad de izquierda, el proyecto de un nuevo socialismo vinculado a la experiencia socialdemócrata, así como su fracaso.
A partir de entrevistas, archivos personales, documentos inéditos, testimonios de los protagonistas y una fina lectura tanto de los textos como del contexto, Sofía Mercader narra en este libro la historia de la izquierda intelectual argentina en el último cuarto del siglo XX y la primera década del siglo XXI: una deriva nada casual, sino ligada a las condiciones de la época. Estas páginas son también un rico aporte a los estudios de la prensa impresa, su lógica específica y su dinámica histórica.
Punto de Vista retrata con agudeza esta aventura de resistencia y audacia intelectual, que puso en el centro el compromiso político y la innovación en el terreno del pensamiento, la cultura y el arte.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 feb 2024
ISBN9789878013206
Punto de Vista: Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina
Autor

Sofía Mercader

Sofía Mercader es doctora en Estudios Hispánicos por la Universidad de Warwick (Reino Unido) y licenciada en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Fue investigadora posdoctoral en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad de Aarhus (Dinamarca). Sus investigaciones abordan las revistas culturales y la historia intelectual argentina y latinoamericana. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas, como Prismas, Políticas de la Memoria, Bulletin of Latin American Research, Journal of Latin American Cultural Studies y Global Intellectual History.

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    Vista previa del libro

    Punto de Vista - Sofía Mercader

    Índice

    Cubierta

    Índice

    Portada

    Copyright

    Dedicatoria

    Agradecimientos

    Introducción

    1. Años de formación

    El florecimiento cultural de los sesenta

    La politización de los años setenta

    2. Los primeros años de dictadura

    Publicar una revista bajo la dictadura

    La construcción de un linaje: de Sarmiento a Borges

    La introducción de una nueva crítica

    Punto de Vista, revista de cultura

    3. Los últimos años de dictadura

    La conexión con el exilio

    La guerra de Malvinas

    Ustedes, los de Punto de Vista

    4. Pasado, presente y futuro

    Punto de Vista se renueva

    La crisis del marxismo y la reformulación de una postura socialista

    Club de Cultura Socialista

    ¿Cómo reconstruir el pasado?

    El rol del intelectual

    5. Crisis

    Modernismo versus posmodernismo y la cuestión del valor

    Beatriz Sarlo y la lucha por valores estéticos y políticos

    La crisis de los intelectuales y del Club de Cultura Socialista

    6. El cambio de siglo

    Una revista en la crisis

    El progresismo

    Los años finales

    Epílogo

    Bibliografía

    Sofía Mercader

    PUNTO DE VISTA

    Historia de un proyecto intelectual que marcó tres décadas de la cultura argentina

    Traducción de

    Sofía Stel

    Mercader, Sofía

    Punto de Vista / Sofía Mercader.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2024.

    Libro digital, EPUB.- (Sociología y Política)

    Archivo Digital: descarga y online

    Traducción: Sofía Stel // ISBN 978-987-801-320-6

    1. Historia Argentina. 2. Cultura Contemporánea. 3. Publicaciones Periódicas. I. Título.

    CDD 306.0982

    © 2024, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

    Diseño de portada: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

    Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

    Primera edición en formato digital: abril de 2024

    Hecho el depósito que marca la ley 11.723

    ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-320-6

    Para Adriana y Gustavo

    Agradecimientos

    Este libro, que se basa en las investigaciones preparatorias de mi tesis doctoral sobre intelectuales argentinos en la segunda mitad de siglo XX, tuvo su origen en algunas inquietudes personales acerca del lugar de la izquierda en el país y, especialmente, acerca del modo en que sus intelectuales pensaron la transición a la democracia. Estos interrogantes surgieron hace más o menos diez años, en un contexto cultural y político en el que, a pesar de que algunos conceptos claves de la transición, como la democracia y los derechos humanos, estaban a la orden del día, el legado de ese momento fundacional de la vida política argentina actual aún no se reconocía en toda su magnitud. Esa etapa histórica ha generado un interés público creciente en los últimos años y quizás el gesto originario de este libro (rescatar un momento no tan discutido del pasado reciente) ya no sea tan novedoso. De todos modos, volver a observar esos años a través de la lente de Punto de Vista, revista clave de la cultura y la intelectualidad argentina, puede contribuir a una historia más detallada de la izquierda intelectual de nuestro país.

    El camino recorrido en la última década no habría sido posible sin la ayuda de algunas personas a las que les debo mis más sentidos agradecimientos. En primer lugar, me siento en deuda con mis directores de tesis, Alison Ribeiro de Menezes y John King. Los dos fueron guías fundamentales en la realización de este proyecto durante mis cuatro años en la Universidad de Warwick, de 2014 a 2018. Su enorme generosidad intelectual y personal llevó a buen puerto una empresa que comenzó siendo un puñado de ideas dispersas. Gracias a ellos, esas ideas se convirtieron en una tesis que afortunadamente tuvo la virtud de ser publicable. No habría podido imaginar mejores y más brillantes tutores. También me siento en deuda con Claire Lindsay, jurado de esa tesis, por sus atentas devoluciones y por alentarme a seguir investigando revistas latinoamericanas. Por lo demás, mis estudios en el Reino Unido fueron posibles gracias a la beca doctoral que me otorgó la Universidad de Warwick.

    En Buenos Aires, debo expresar mi enorme gratitud a Beatriz Sarlo, quien numerosas veces me abrió las puertas de su oficina en el centro para hablar de Punto de Vista, de su trayectoria intelectual y de la izquierda argentina, además de compartir conmigo material inédito de su archivo personal. Por supuesto, su figura es una referencia fundamental en este libro, que le debe muchísimo. Tengo que agradecer también a Carlos Altamirano, Sergio Bufano, Alberto Díaz, Emilio de Ípola, Adrián Gorelik, Daniel Link, Felisa Pinto, Horacio Tarcus y Hugo Vezzetti, por su disposición a concederme entrevistas que fueron centrales para este proyecto. También, a Martina Garategaray, quien me incentivó a participar en la Cátedra de Pensamiento Argentino y Latinoamericano de la Universidad de Buenos Aires, donde esbocé la primera versión del trabajo antes de comenzar mi doctorado. Martina ha sido una interlocutora clave en todos estos años y sus trabajos sobre transición democrática e intelectuales son una referencia imprescindible para este proyecto.

    Varios colegas de distintas latitudes han ofrecido además comentarios invaluables sobre los textos que forman o formaron parte de mi investigación. En el Reino Unido, debo agradecer a Santiago Oyarzábal, Tania Ganitsky, Michaela Coletta, Fabienne Viala, Hanna Schumacher y Maria Roca Lizarazu. En Buenos Aires, a Santiago Armando, Diego García, Lucas Domínguez Rubio, Fernando Manuel Suárez y Mariano Schuster. En México, donde realicé mi beca posdoctoral en 2020, a Nely Maldonado y a Andrea Torrealba Torre. En Aarhus, donde escribo estas páginas, a Christian Olaf Christiansen y Mélanie Lindbjerg Machado-Guichon. Gracias también a todos los editores y editoras en Siglo XXI Argentina por su impecable trabajo en la edición de este libro.

    Por último, quiero agradecer a mis padres, Adriana y Gustavo, y a mis hermanos, Mariana y Santiago, cuyo apoyo a la distancia me mantuvo cerca de casa, sobre todo al principio de esta investigación. Y, por supuesto, a Alfonso, mi mayor respaldo emocional en todos estos años, quien ha leído y corregido los muchísimos borradores de este libro y quien ha creído siempre en mí. Y a nuestra pequeña Emilia, quien nos alegra todos los días con una intensidad que desconocíamos por completo.

    Introducción

    En julio de 2012, le escribí un correo a Beatriz Sarlo para pedirle una entrevista sobre Punto de Vista, la emblemática revista cultural que dirigió durante treinta años, entre 1978 y 2008. Para mi sorpresa, me respondió casi instantáneamente y sugirió una fecha para el encuentro. Unos días más tarde, ya cara a cara, Sarlo me diría que no podía negarse a un encuentro para conversar en torno a ese tema. Quedaba claro el lugar que Punto de Vista ocupaba en su trayectoria: como afirmaba en el emotivo editorial publicado en el último número, la revista había sido el proyecto más importante de su vida.

    Realicé la entrevista junto con un colega, con quien me encontré unas horas antes en un café a unas pocas cuadras del estudio de Sarlo, cerca de la avenida Corrientes. Queríamos estar bien preparados, hacer preguntas refinadas y agudas; al fin y al cabo, estábamos por conocer a una de las intelectuales más sobresalientes del país. Era una fría mañana de invierno cuando llegamos a su estudio. Tocamos el timbre; ella misma bajó a abrir y nos guio hasta un antiguo y austero departamento en el quinto piso. Nos ofreció mate, se sentó en la amplia mesa de madera –ubicada en el centro de la habitación y rodeada de libros–, y durante dos horas habló sobre Punto de Vista; mientras tanto, daba algunas pitadas a un cigarrillo que había colocado cuidadosamente en una boquilla. La conversación fluyó con naturalidad, y Sarlo, con una impresionante memoria para los detalles, habló de los años de dictadura, entre 1976 y 1983; de su vida en la clandestinidad, cuando la revista se publicó por primera vez; de la transición a la democracia en 1983, y de la postura que adoptó Punto de Vista respecto de la presidencia de Raúl Alfonsín. También nos contó sobre su participación, durante los años noventa, en la campaña presidencial de Graciela Fernández Meijide y sobre el fracaso de la Alianza. Hizo además algunos comentarios sobre su oposición al kirchnerismo, movimiento en pleno auge en esos años.

    Nuestras últimas preguntas apuntaron a indagar acerca del rol de los intelectuales en la Argentina, a lo que Sarlo respondió que nada le aburría más que hablar de eso. Una declaración inesperada si se tiene en cuenta que ella misma había escrito para Punto de Vista algunos de los ensayos más importantes sobre el campo intelectual argentino. Quizás esa reticencia se explicaba, en parte, por la capacidad de abordar temas nuevos que ha mostrado Sarlo a lo largo de su trayectoria, sin aferrarse a un solo estilo o tema de investigación. Aun así, continuó articulando ideas sobre la intelligentsia argentina, sus propias intervenciones en la esfera pública y lo que significó para el trabajo intelectual la transformación de los medios en la era digital.[1]

    En pocas palabras, la historia que Sarlo nos contó ese día –y que ha contado desde más o menos los años ochenta– es la de la izquierda intelectual argentina durante el último cuarto del siglo XX. En el momento de esta entrevista, esta autora se encontraba revisando algunas de sus intuiciones acerca de las utopías desplegadas por la izquierda en la Argentina. Existió (y todavía existe) una versión romantizada de los ideales revolucionarios de la década de 1970 que ve en aquellos movimientos de jóvenes estudiantes y trabajadores un momento único e irrepetible que debe ser emulado. Según esa versión, el discurso revolucionario y, en definitiva, la izquierda propiamente dicha terminan en cuanto irrumpe la dictadura militar de 1976. Desde luego, esto es una grosera simplificación, que aquella mañana Sarlo desafió mediante una autocrítica a su temprana militancia política y una ratificación del proyecto de izquierda que sus colegas y ella llevaron adelante en la década de 1980.

    Este libro trata acerca de esa historia, que es contada a través del prisma de Punto de Vista, publicación que aglutinó a un grupo influyente de personas que se definieron como intelectuales de izquierda, en el marco de la democracia (10,30, 1987: 2).[2] La revista se publicó, en sus inicios, en tiempos de dictadura y luego pasó a ocupar un rol central en el campo intelectual argentino. Si bien su público fue numéricamente limitado, su influencia fue irrefutable. En palabras de Luis Alberto Romero (cit. en Pogoriles, 2008), la revista se convirtió en punto de referencia para toda una franja cultural y política de nuestra sociedad. A lo largo de su historia, Punto de Vista refleja, como ninguna otra publicación, los vaivenes de la izquierda intelectual argentina en el marco de las transformaciones políticas y culturales de fines del siglo XX. Estos vaivenes, estudiados a partir de esta publicación periódica, pueden comprenderse como la historia de dos fracasos políticos: por un lado, el de las utopías revolucionarias de los años setenta, y, por otro, el del proyecto socialdemócrata de los ochenta.

    Los tres miembros fundadores de Punto de Vista –Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo– participaron en ese movimiento utópico y revolucionario de los setenta como militantes de izquierda; fueron parte del grupo de jóvenes que creyeron en la inminencia de una revolución social y que se asignaron un rol privilegiado en la realización de una sociedad futura ideal. Esas ideas de cambio social no eran exclusivas de la Argentina; en aquel entonces, la agitación estudiantil se extendía por el mundo entero, y daba lugar a las emblemáticas revueltas de 1968 en París, Praga y Ciudad de México, entre otras capitales. Los futuros fundadores de la revista estaban inmersos en esa atmósfera cultural que Oscar Terán describió con acertada sensibilidad en Nuestros años sesentas, un libro que analiza en detalle la cultura de izquierda y el campo intelectual argentino entre 1955 y 1966. Precisamente, el año en que Terán decide cerrar la década es cuando la prehistoria de Punto de Vista comienza. La revista, de hecho, salió a la luz en los setenta, durante la dictadura. Sin embargo, ninguna de las nuevas ideas que estos intelectuales postularon puede entenderse sin antes tomar en consideración el momento sesentas, clave en sus biografías políticas.

    Si bien las periodizaciones pueden resultar arbitrarias, este no es el caso del fin de las utopías revolucionarias en la Argentina: en 1976, la dictadura militar, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, impuso un violento control sobre la mayor parte de los aspectos de la vida social y política; se proscribieron los partidos políticos, se suspendió la Constitución, se implementó una estricta censura cultural y la libertad de expresión se vio severamente cercenada. El principal objetivo de la dictadura era terminar con la subversión –término que los militares utilizaban para referirse a la izquierda– y, para ello, se desarrolló un sistema de represión ilegal que compartía algunos paralelismos con otras dictaduras militares del Cono Sur. Miles de ciudadanos debieron exiliarse, otros tantos fueron secuestrados, torturados y asesinados. Sin lugar a dudas, se trató del episodio más trágico de la historia reciente del país.

    Sin embargo, ha existido una tendencia a pasar por alto que, pese al clima represivo, existieron intersticios a través de los cuales los intelectuales pudieron discutir y producir ideas. Punto de Vista es un ejemplo de cómo un grupo de personas se las ingenió para impugnar el discurso oficial de la dictadura a través de publicaciones clandestinas.

    En sus comienzos, la revista fue un espacio desde el cual Altamirano, Sarlo y Piglia intentaron preservar de alguna forma la actividad intelectual desde ese exilio interno al que la dictadura los había arrojado. Los riesgos de publicarla eran considerables y los jóvenes editores corrían el riesgo de ser secuestrados por el aparato militar. No obstante, en esta precaria situación, y mediante el empleo de seudónimos para proteger la identidad de los escritores, la revista fue vehículo de excelentes artículos. Es difícil encontrar otras publicaciones de estos años que incluyan ensayos tan bien argumentados, aportes esclarecedores para la crítica literaria o textos de figuras intelectuales, tales como el exeditor del legendario semanario uruguayo Marcha, Ángel Rama, el historiador Tulio Halperin Donghi, o teóricos europeos como Raymond Williams y Pierre Bourdieu. Cuando en la entrevista de 2012 Sarlo recapituló la historia de la revista, dijo que durante aquellos años la vida era como estar en la cárcel, y comparó esa experiencia con los ejercicios físicos que hacen los presos. Para ella, Punto de Vista fue, a fin de cuentas, una salvación de ese núcleo de personas, y de quienes lo rodeaban, una apuesta para que ese núcleo pudiera seguir subsistiendo en la Argentina.[3]

    Como el preso que deja la cárcel, este grupo intelectual también vivió como una liberación el fin de la dictadura. En 1983, cuando se celebraron elecciones democráticas y los militares se enfrentaron a los tribunales civiles en el Juicio a las Juntas, parecía que el país volvía al camino del progreso. Ese es el momento que dio inicio a la segunda utopía. El período de transición fue vivido con optimismo, como una oportunidad única que implicaba, en especial para el grupo reunido alrededor de Punto de Vista, la necesidad de revisar sus ideas previas y respaldar la democracia liberal proponiendo un nuevo tipo de socialismo. Si la palabra clave de los años setenta había sido revolución, en los ochenta la consigna era democracia. En la entrevista, Sarlo describió esta época como una segunda oportunidad para los intelectuales de jugar un rol en la transformación social: Nosotros creíamos posible –contó–, en ese momento [en que] todo parecía posible en la Argentina, que a través de una refundación de los socialismos se constituyera una izquierda de corte socialdemócrata.[4] La tarea era imaginar una sociedad en la que la izquierda, al abandonar sus antiguos dogmatismos y adoptar nuevas ideas y tradiciones, asumiera un rol protagónico en la política.

    En este sentido, los artículos publicados en Punto de Vista fueron una plataforma de discusión sobre la nueva identidad política de izquierda. A partir de la transición, y a medida que quienes se habían quedado salían de la clandestinidad y muchos de los que se habían ido regresaban al país, el grupo atrajo a nuevos miembros y la revista se convirtió en una publicación de referencia dentro del campo cultural. Aún más: los miembros de la revista, junto con un grupo de exiliados que volvieron al país en 1983, fundaron el Club de Cultura Socialista, espacio que reunió a los más destacados intelectuales argentinos y que daría forma al nuevo proyecto socialdemócrata.

    La nueva épica de cambio social y transformación, esta vez más respetuosa del orden democrático que la de los años setenta, estuvo estrechamente vinculada con el clima político alentado por el nuevo gobierno. Raúl Alfonsín, electo en 1983, encarnó las esperanzas de restablecer una cultura democrática que se opusiera a las prácticas autoritarias que habían prevalecido a lo largo del siglo XX. Su liderazgo buscó combinar el respeto por la democracia con la justicia social, valores que constituían el núcleo de lo que los intelectuales proponían para refundar la identidad socialista. Así, había una estrecha afinidad entre el discurso del gobierno y los intelectuales; en efecto, el gobierno de Alfonsín incluso buscó activamente el asesoramiento de varios de quienes integraban el entorno de Punto de Vista, como Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero, quienes durante un breve período fueron ghostwriters del presidente.

    Durante los primeros años de la transición, la participación en el círculo de consejeros de Alfonsín, las actividades en el Club de Cultura Socialista y la prominencia que ganaron Punto de Vista y otros periódicos fundados por miembros del Club propiciaron una visión optimista respecto del proyecto de consolidar un nuevo socialismo. Como veremos a lo largo de este libro, sus ideas tuvieron un impacto nada desdeñable en el clima cultural y político de la transición. No obstante, ese proyecto también tuvo sus límites, especialmente en lo relativo a la representación política. A pesar del fervor democrático de esos años, la articulación de los intelectuales con la política partidaria fue de baja intensidad; sus actores fueron sobre todo académicos, profesores universitarios y, solo en algunos casos, asesores políticos o comentaristas en diarios y revistas. Eso equivale a decir que, si bien eran intelectuales públicos, en última instancia el proyecto de socialismo democrático que defendían no tenía una referencia partidaria. Nadie en Punto de Vista, por ejemplo, se había unido a la Unión Cívica Radical, partido que consideraban demasiado alejado del socialismo. Y si durante algunos años el grupo de Punto de Vista tuvo la sensación de ejercer influencia en la esfera política, se quedó sin figura política a la que brindar apoyo cuando el gobierno de Alfonsín empezó a enfrentar dificultades económicas y un desgastamiento general de su mandato. Ya en 1989, con la sucesión presidencial y la llegada de Carlos Menem al poder, los intelectuales estaban refugiados en sus puestos académicos.

    Por su parte, Menem fue la némesis de Alfonsín en muchos aspectos. Su programa, en las antípodas del proyecto de transición y con gran apoyo de la derecha, puso en marcha una serie de reformas neoliberales que desembocaron en un aumento de la desigualdad social. El propio presidente otorgó indultos a jefes militares que habían sido condenados durante el gobierno anterior, y cultivó un estilo ostentoso y mediático, muy alejado de la imagen de austeridad y decoro que había proyectado Alfonsín.

    El círculo intelectual de Punto de Vista desarrolló una fuerte e incisiva crítica al menemismo durante los noventa e intentó permanecer fiel al proyecto de la transición. Pero el optimismo había quedado atrás, y la estrecha comunidad que se había constituido desde 1983 comenzó a debilitarse. Si bien el Club de Cultura Socialista y las revistas asociadas a él seguían activos, su época de auge se había terminado y los intelectuales se sentían más cómodos como miembros autorizados del público que como protagonistas de los acontecimientos políticos. Aunque no se trataba de una derrota trágica y traumática como la que significó el golpe de 1976, fue la imposibilidad de llevar adelante el proyecto de refundación del socialismo ideado al calor de la transición. En todo caso, ese ideal se había reducido a una serie de ideas o valores generales de los que, hasta el día de hoy, diferentes figuras y partidos políticos suelen apropiarse parcialmente, sin que esto implique una referencia partidaria clara y orgánica.

    En síntesis, en gran medida, la trayectoria de Punto de Vista refleja el desarrollo de la izquierda intelectual argentina de fines de siglo XX. Como Sarlo dijo en el último ensayo que escribió para la revista, "los cambios de Punto de Vista durante las últimas tres décadas son parte de la historia del progresismo argentino" (30,90, 2008: 1). Este libro pretende explicar en qué medida esa frase es cierta. Obviamente, Punto de Vista no fue la única publicación periódica del campo intelectual en estos años, pero, según anticipamos, ocupó un lugar central en esa esfera. Desde la perspectiva de esos hombres y mujeres que activamente se involucraron en los debates públicos de la década de 1980, la revista estaba rodeada por un halo de autoridad casi único. El hecho de que sus editores no les dieran mayor importancia a las críticas (mientras que otras publicaciones incluso llegaran a definir su nombre por oposición a la metáfora visual de Punto de Vista, como El Ojo Mocho y La Bizca) es un ejemplo contundente en este sentido.[5]

    La historia de Punto de Vista narrada en este libro termina en 2008, con la aparición de su último número, el 90, a treinta años de iniciado el proyecto. Nuestro estudio se centrará con particular detalle en el arco temporal que va desde la década de 1960 a la de 1990, trazando el recorrido de una utopía (la de la revolución) a otra (la de la socialdemocracia). Este proceso al que muchos se refieren como el del pasaje del intelectual revolucionario al intelectual público, y que involucra las transformaciones más importantes de la esfera intelectual argentina en la historia reciente, será el principal tema de análisis en las páginas que siguen.[6]

    Revistas e intelectuales

    Dos elementos solieron estar entretejidos durante la historia de la cultura letrada, en la Argentina y en el mundo: revistas e intelectuales. De Sur, la emblemática revista dirigida por Victoria Ocampo surgida en los años treinta, a Los Libros, que como veremos en el siguiente capítulo acabó siendo un ejemplo paradigmático de la politización de la izquierda intelectual de fines de los sesenta, el formato de revista fue en general el hogar preferido de los intelectuales. Su periodicidad y su naturaleza variada ofrecían a menudo la posibilidad de discutir cuestiones de actualidad, promover opiniones, dar lugar a debates y, en definitiva, brindar un espacio para la expresión que ni el libro ni el diario podían proveer tan perfectamente. Como ha subrayado el académico estadounidense Eric Bulson, the little magazine –la pequeña revista, expresión que se utiliza para referir a revistas literarias–

    ha vivido una rica y variada vida en cinco continentes a lo largo del siglo XX, y se las ha arreglado para hacer algo que ningún libro ni universo de libros ha podido hacer. Esto es, traer análisis de obras de literatura experimental al mundo y con ello estándares modernos de crítica cuando no había ninguna otra opción disponible (Bulson, 2017: 2).[7]

    La definición aplica para Punto de Vista, no solo en cuanto revista de crítica literaria, sino también de publicación que incluyó otros temas, tales como teoría política, análisis cultural e historia.

    Para la historia cultural, las revistas son un fascinante objeto de estudio: funcionan como ventana a las disputas intelectuales que suceden en una época determinada, lo cual permite reconstruir en detalle y con especial vivacidad el pasado. Como también afirma Bulson, "estudiar little magazines se trata más bien de acceder al Zeitgeist de una cultura y una sociedad dadas para revelar sus cimientos ideológicos, deseos inconscientes, tensiones, secretos y tabúes" (Bulson, 2017: 29).

    El objetivo de las próximas páginas es, parafraseando a este autor, acceder al Zeitgeist argentino del último cuarto del siglo XX a partir de las páginas de Punto de Vista y de las biografías de sus intelectuales. Para ello, se abordará al grupo nucleado alrededor de esta revista como una cohorte intelectual específica, una generación, es decir, como un tipo particular de identidad, que abarca ‘grupos etarios’ relacionados e integrados en un proceso sociohistórico (Mannheim, 1952: 292). El proceso histórico sobre el cual se apoya la constitución de la generación reviste aquí una importancia fundamental, dado que lo que nos interesa es poner de relieve cómo se interconectaron estos elementos (periódicos, intelectuales e ideas).

    El concepto de Bourdieu de campo intelectual, que utilizaré a menudo de aquí en adelante, también servirá para expresar de manera concisa esas interconexiones. Bourdieu entiende el campo intelectual como un campo de fuerzas, una estructura en la que están involucrados diferentes agentes, tales como intelectuales, academias, círculos de lectura, sistemas educativos y revistas. Así,

    la estructura dinámica del campo intelectual no es más que el sistema de interacciones entre una pluralidad de instancias, agentes aislados, como el creador intelectual, o sistemas de agentes, como el sistema de enseñanza, las academias o los cenáculos, que se definen, por lo menos en lo esencial, en su ser y en su función, por su posición en esta estructura y por la autoridad, más o menos reconocida, es decir, más o menos intensa y más o menos extendida, y siempre mediatizada por su interacción (Bourdieu, 1980: 31; destacado en el original).

    El agente en el campo intelectual, ya sea individual o colectivo (como en el caso de las revistas), es considerado una autoridad que está en posición para legitimar, en público, determinado tipo de obras. Son, según Bourdieu (1980: 31), guías culturales o "taste-makers". Este concepto nos ayudará a entender a Punto de Vista como una revista que ocupó un lugar central en el campo intelectual, y que, en cierto sentido, llegó a estructurarlo, especialmente durante los años subsiguientes a la transición democrática, cuando cumplió el papel de indicador cultural y político.

    Respecto de los estudios disponibles sobre el tema, hay una considerable cantidad de trabajos acerca de los intelectuales argentinos del siglo XX, las revistas y

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