Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

A veces
A veces
A veces
Libro electrónico266 páginas2 horas

A veces

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Gil-Scott-Heron nació en Chicago en 1949. Además de ser un referente de la música global, género en el que brilló con luz propia, Scott-Heron fue muy influyente como cantante, pianista de jazz, poeta y novelista. Publicó en vida más de quince discos, y la carga política de los mismos lo llevó a tener miles de seguidores en todo el mundo. Su obra revela una filosofía de vida donde la escritura parte del afecto y el calor humano, y tiene sus pilares en la responsabilidad artística y política. Gil Scott-Heron dedicó más de treinta años de su vida a abrir los ojos, las mentes y las almas de las personas. Murió en 2011. "Aunque me hayas escuchado cantar o recitar alguna vez estas piezas, leerlos te ofrecerá una perspectiva nueva sobre algunas de mis ideas".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 oct 2023
ISBN9788419753328
A veces

Relacionado con A veces

Libros electrónicos relacionados

Poesía para jóvenes para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para A veces

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    A veces - Gil Scott-Heron

    IllustrationIllustration

    Gil Scott-Heron nació en Chicago en 1949. Además de ser un referente de la música global, género en el que brilló con luz propia, Scott-Heron fue muy influyente como cantante, protorrapero, pianista de jazz, poeta, novelista y comentarista sociopolítico. Publicó en vida más de quince discos, y la carga política de los mismos lo llevó a tener miles de seguidores en todo el mundo. Su obra revela una filosofía de vida donde la escritura parte del afecto y el calor humano, y tiene sus pilares en la responsabilidad artística y política. Gil Scott-Heron dedicó más de treinta años de su vida a abrir los ojos, las mentes y las almas de las personas. Murió en 2011.

    Illustration

    International (cc by-nc 4.0)

    1.ª edición, mayo de 2023

    ISBN: 978-84-19753-32-8

    D. L.: M-9324-2023

    © Gil Scott-Heron 1990, 2000

    Introduction copyright © Kae Tempest 2019

    "Published by arrangement with Canongate Books Ltd, 14 High

    Street, Edinburgh EH1 1TE".

    Título original: Now and Then

    Publicado por primera vez en Reino Unido en 2000 por Payback Press. Partes de esta colección se publicaron originalmente en los Estados Unidos de América en 1990 con el título So Far, So Good en Third World Press.

    Illustration de la edición española, arrebato libros, 2023

    c/ La Palma, 21. 28004, Madrid

    www.arrebatolibros.com · arrebato@arrebatolibros.com

    Illustration de la traducción, Ben Clark

    Diseño gráfico: Alonso & Moutas + La Luz Roja

    Corrección: Carmen Menéndez

    Este libro está compuesto con cuatro tipografías: Cooper Black, diseñada por Oswald Bruce Cooper en 1921; Feature, publicada por Commercial Type en 2020; Vulf Mono, diseño de James Edmondson para OHNO Type en 2016; y At Geodesic, lanzada por Arilla en octubre de 2022

    Agradecimiento especial a Jorge Álvarez, llama de este fuego que tienes entre las manos.

    Hecho en Malasaña – Madrid

    Esta obra ha recibido una ayuda a la edición de la Comunidad de Madrid

    Illustration

    Este libro está dedicado a mi crítica favorita, a quien fue una fuente constante de alegría e inspiración, a la persona a la que más me gustaría parecerme cuando sea mayor. Ella vivió y me enseñó a vivir hasta el día 1 de noviembre de 1999. Siempre te querré, mamá.

    Illustration

    [Kae Tempest]

    Hubo un tiempo en que me costaba considerarme poeta. Me parecía un título demasiado grandilocuente. Era una palabra sin alma. Algo muy serio. Gil Scott-Heron me recordó que la poesía es una cosa viva, una forma en movimiento, algo que conoce sus propios puntos débiles mientras aspira a crear conexiones.

    Una cosa es escribir poemas y otra muy distinta es ponerse de pie frente a una multitud y lanzar esos poemas al espacio. En una carta de 2001 a su editor, Jamie Byng, Gil escribió: «A veces, mientras canto, llego a sentirme como un cómico, y también al principio, cuando salgo ante el público y me quedo allí, quieto, mientras alargo los brazos para intentar atrapar a la gente, para intentar sentir qué espíritus hay allí y dónde están, y por dónde necesito empezar para dominar esa sala… eso es más o menos lo que he aprendido que tengo que hacer: salir y sentir la sala… hay que alzarse frente al público, salir a enfrentarse a los espíritus malignos, convocarlos y subir la apuesta. Lo que quiero decir es que confío en mi propia luz lo suficiente como para situarme en el foco. Y así les demuestro que no estoy solo».

    Ya no lo veo como un título grandilocuente. Lo veo más como una función social. Para mí, «poeta» describe una manera de estar en el mundo, una manera de comunicarnos a través de la alegría o de la tristeza con la verdad interior de los otros. Para mí un poeta es una persona que dice: «Confío en mi propia luz lo suficiente como para situarme en el foco. Y así les demuestro que no estoy solo».

    Descubrí la existencia de Gil a los catorce años. Fue con la obra Pieces of a man [Pedazos de un hombre] y su capacidad de narrar historias me conmovió. Regresé a él a los diecinueve, y entonces lo que me llamó la atención fue su mensaje político. Leí The Vulture [El buitre] en la veintena y me pareció encontrarme ante un escritor que estaba desesperado por dominar su entorno, que quería dejar su huella en todas las cosas. Cada vez que he regresado a él, he vuelto a conectar con su empeño por contar la verdad.

    Escribo esto a principios de 2019; a nuestro alrededor se erige un mundo raro y los poetas hablan desde todos los puntos del globo. La gente los escucha en YouTube o en SoundCloud, se les oye en las calles, en los teatros o en los garitos por la noche. Salen a leer sin acompañamiento o recitan por encima de ritmos y sonidos instrumentales, por encima de golpes de baqueta, por encima de trompetas con sordina o melodías de piano puestas en bucle; nuestra cultura rebosa con las palabras de poetas jóvenes y poetas ancianos que intentan encontrar el sentido de las cosas, que intentan atrapar momentos, que intentan agarrarse a los bordes de su propia existencia para auparse, para aupar a toda su tribu. Es posible sentir aquí la silueta de Gil, persiguiendo los límites, convocando a los espíritus al principio del espectáculo.

    Él lo hizo entonces para que nosotros lo pudiéramos hacer ahora. Hagámoslo por él.

    Kae Tempest

    Febrero de 2019

    Illustration

    [Nota del autor]

    La vida, inevitablemente, se traduce en tiempo. Por eso la suma de toda tu vida es «el tiempo que te toca». La libertad es poder pasar el tiempo como a uno le venga en gana. Siempre he querido que el tiempo invertido en mis ideas fuera un tiempo bien empleado, quiero darle al lector algo que valga la pena a cambio del tiempo invertido en mí. Es importante que mis ideas se entiendan. Sin embargo, no es importante que se me entienda a mí. Es una cuestión de respeto; tu bien más preciado es tu tiempo y tu decisión de invertir una porción de él en reflexionar sobre mis ideas bien vale un esfuerzo grande por mi parte para transmitir la esencia de esa idea. Si estás buscando, quiero asegurarme de que aquí haya algo que puedas encontrar.

    De cara al público, la vida útil de un artista se parece a la de un atleta –unos cinco años, más o menos–. De los miles de personas que se consideran candidatas a ser visibles y merecer la atención del público, muy pocas llegan a lograrlo. Por obra y gracia de los espíritus, yo he recibido la bendición de la atención del público durante casi seis vidas útiles de artista: mis canciones se han escuchado en todos los continentes y mis poemas se han leído en todos los países donde la gente tiene acceso a libros y a discos. ¿De qué podría quejarme?

    Esta es una colección que se solapa. Contiene, necesariamente, un número de poemas que aparecieron en So Far, So Good [Todo bien, por ahora] y unos cuantos de Small Talk at 125th and Lenox [Conversaciones ligeras en la calle 125 con Lenox]. Digo «necesariamente» porque los incluyo para satisfacer las peticiones de personas que solicitaron las letras de los discos, y con esta petición como excusa he podido incluir varios poemas que sentía que valían la pena y que no se habían grabado. Aunque me hayas escuchado cantar o recitar alguna vez estas piezas, leerlos puede ofrecerte una perspectiva nueva sobre algunas de mis ideas.

    ¿Acaso no crees que el rap es un estilo nuevo?

    No. Más bien te diría que la gente lleva rapeando un buen tiempo.

    Y eso nos trae a la cuestión de por qué soy reacio a aceptar el título de Padrino del Rap. Parece que nuestra comunidad siente la necesidad de contar con una figura que cumpla con el mismo papel que tenía el griot a la hora de hablar de su cronología histórica: la comunidad necesita una manera de identificar y clasificar eventos dentro de la cultura negra que fueron influyentes dentro de la historia y que siguen siendo relevantes. En baloncesto, por ejemplo, Michael Jordan sería el primer Skywalker siempre y cuando no hubieras visto a David Thompson. El Dr. J. sería el único Capitán General que podía agarrar rebotes como un pívot, llevar la pelota desde el fondo de la pista como un escolta y hacer mates como ninguno –salvo que hubieras visto a Connie Hawkins–. Lo que quiero decir con esto es que hubo poetas antes que yo que influyeron de manera importante en el uso del lenguaje y en la manera en que se representaba sobre los escenarios y se grababa: Oscar Brown Jr., Melvin Van Peebles y Amiri Baraka (también conocido como LeRoi Jones) fueron todos poetas publicados cuyo trabajo recibió una gran admiración. Publicaron poemas, obras de teatro, canciones y tuvieron éxito en muchas otras disciplinas artísticas cuando yo no era más que un chaval buscando ritmos sobre la pista de baloncesto. Si uno escucha los discos de The Last Poets (me refiero a los dos grupos que se llamaron así) y atiende a sus voces impulsadas por la percusión, encontrará motivos de sobra para negarme el título de Padrino. Si hubo alguna iniciativa por mi parte de la que pueda sentirme responsable, quizá fue incluir música en ciertos poemas míos; progresiones completas y hooks que hacían que se parecieran más a canciones que a simples textos recitados acompañados de percusión. Creo que lo hice atendiendo a mi formación como pianista, a los años que pasé como pianista antes de intentar escribir canciones o poemas que pudieran ser leídos sobre música.

    Los periodistas y los críticos analizaron las características de esas piezas, sobre todo las más tempranas, y llegaron a conclusiones sobre el uso de la métrica y de los ritmos en los poemas, pero también vieron en ellas una filosofía. Y, como había elementos políticos en algunos temas, le colocaron a nuestro trabajo las etiquetas políticas que más les convenían. Etiquetas que, todavía hoy, dejan ver entre líneas su desaprobación. En las reseñas aparecían palabras como «radical», «militante» y «alborotador» como si fueran malas hierbas en un jardín de rosas. Al principio, esas palabras nos parecían divertidas porque no teníamos ni idea de que eran terminales. Se las atribuíamos a idiotas que trabajaban bajo la presión del cierre de la edición, idiotas que no se fijaban en las palabras y que no hacían otra cosa que reaccionar a los sonidos de tambor que evocaban en ellos la calle y la revolución, y, en la mente de muchos periodistas de finales de los 60, la revolución conducía al fin del mundo.

    Entonces, si no es exactamente rap, y no es alborotar de manera radical y militante, ¿qué es? Basándose en las contribuciones que hicieron Ron Carter y Hubert Laws a Pieces of a Man, así como la base que creó Bob Thiele –el dueño y productor del sello discográfico The Flying Dutchman– en calidad de productor de jazz, Brian Jackson y yo fuimos considerados artistas del jazz. Desde luego, no nos etiquetaron así por culpa del trabajo del guitarrista Bert Jones o del batería Bernard Purdie, y no creo que fuera por «La revolución no será televisada» o «Salven a los niños».

    No me sentía cómodo con la etiqueta jazz porque eso asociaba mi trabajo como compositor de canciones y como pianista al de Duke Ellington y Miles Davis y Dolphy y Coltrane y… Se entiende, ¿no? Desde mi punto de vista, lo único que me acercaba remotamente a ellos era mi canción «Lady Day y John Coltrane», un blues de ritmo rápido que homenajeaba

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1