Guía para proyectar espacios sustentables: Apuntes para arquitectos y diseñadores para concebir ambientes confortables
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Guía para proyectar espacios sustentables - Javier del Río Ojeda
CAPÍTULO 1
EL MEDIO QUE NOS RODEA
Desde siempre el hombre por medio del diseño de ambientes ha tratado de relacionarse adecuadamente con el medioambiente, esto como uno de los fines básicos para lograr interiores gratos para sus moradores sin dañar la naturaleza.
Antiguamente se empleaban estrategias muy ingeniosas y al mismo tiempo obvias, una obviedad que hoy se ha olvidado y ha llevado a confiar desproporcionadamente en equipos de climatización, no importando (o desconociendo) el impacto que tienen en los usuarios, tanto en lo económico como en su salud. Hoy en día es más relevante hablar del autor de una obra de arquitectura, o sobre todo del cómo es por fuera formalmente, que del cómo es la vida al interior; de que si es fresca en verano, tibia en invierno, con buena ventilación, buena iluminación natural, de que si es fácil de mantener, etc. Incluso muchos se basan en dominar el cuánto vale 1 m² construido, más que en pensar cuánto cuesta mantener en el tiempo de vida de la edificación, ese m².
Arquitectura vernácula: Capadocia, China y Pakistán
(B. Rusedsky, Arquitectura sin arquitectos).
Con el actual y creciente déficit energético, sus costos cada vez más altos y daños al ambiente, esta situación ha requerido de severos ajustes, tanto en normas de eficiencia energética, desarrollo de nuevos materiales y sistemas constructivos, nuevos sistemas de climatización y de una nueva manera de enfocar la enseñanza de la arquitectura.
Lo que antes era fácil de lograr, ahora no lo es. Todo se ha ido dejando en manos de otros especialistas
por lo que, en general, los arquitectos han perdido terreno, dejando a sus clientes enfrentándose solos a cómo reducir gastos que la obra conlleva por su diseño. Ahondando en esto último, generalmente se piensa solamente en cuánto valen los metros cuadrados construidos (que en todo caso es relevante), pero nunca se considera el valor de mantención de esa superficie. Las edificaciones están ideadas para durar entre treinta a setenta años, lo que cuesta entender es que mantenerse en ese edificio puede ser equivalente a entre tres y cuatro veces el costo inicial, pudiendo ser más aun, debido a las últimas alzas de costos energéticos y personal o servicios de mantención, sin contar crisis económicas o conflictos mundiales, ni tampoco catástrofes naturales que afectan la producción de energías.
Otra gran ventaja de la reducción de la energía es la de poder alejarse de los sistemas artificiales para así lograr interiores naturales; la luz del día es más grata que la artificial, una ventilación natural es mejor que una artificial, mirar al exterior sin complejos vidrios con film es muy atractivo, una calefacción sin emisiones de gas al interior es más sano, etc. Como diría L. M. van der Rohe: menos es más
.
Por lo tanto, si es de relevancia el concebir una buena edificación desde el punto de vista de sus moradores, hay que recordar que la arquitectura es un servicio a la comunidad y se debe estar atento a los tiempos vigentes; las formas deben de surgir a partir de estos principios, no de imposiciones o modas.
El panorama es más complicado si en el país no existen grandes recursos energéticos de tipo convencionales, o si no es un país de recursos económicos abundantes, o si el daño al medioambiente no es menor y para lograr un crecimiento esperado se debe de gastar mucha energía o se es poco eficiente: en general, esa es la situación de Chile actualmente, la que por un lado es frágil, pero por otro lado abre un gran desafío para ser creadores de una buena arquitectura.
En general, el clima no es el problema, aunque este pueda ser muy extremo: el problema está en el proyectista de las edificaciones, el arquitecto o el diseñador. Ya sea por su ignorancia al respecto o por su total inclinación a las modas o tendencias plásticas. Una construcción mal concebida desde el punto de vista energético es muy difícil o costosa de corregir, de aquí el concepto de estar atentos al panorama futuro, como ya lo hacen varios países desarrollados.
El cómo lograr este objetivo no es fácil, ni tampoco difícil, se debe ser muy sensible al medioambiente, entender las estrategias vernáculas locales, estar atentos a los requerimientos de los usuarios, entender los conceptos básicos expuestos en estos apuntes y poseer una gran capacidad de imaginación.
Prácticamente, hasta hace poco, todo lo concerniente al ahorro energético en edificaciones se basa en recetas generales provenientes de guías con recomendaciones que interactúan con el diseño arquitectónico una vez ya proyectado; a veces improvisadamente, como último recurso.
Esto ha cambiado radicalmente con el devenir del tiempo, ahora se trata de entender el mecanismo fundamental que gobierna los intercambios entre el edificio y los elementos medioambientales. Es un área que está en desarrollo y que está abriendo nuevas formas de ver la arquitectura.
El proceso dinámico de la climatización que ocurre en cualquier edificio, y que hemos padecido por su mal y difícil control en muchos proyectos, ahora está siendo comprendido (tarde en algunos casos). Experiencias recientes han demostrado que, con una buena elección de formas, materiales, orientaciones, protecciones y otros, se puede alcanzar niveles adecuados de confort con un mínimo de requerimientos energéticos y de equipos, con las consecuentes ventajas.
La arquitectura del siglo XX se caracteriza por su énfasis exagerado sobre la tecnología, excluyendo otros valores. Esta tendencia se manifiesta en el ámbito constructivo, incluso en los materiales empleados, tales como plásticos y sintéticos. Existe una dependencia total respecto al control mecánico del ambiente interior. En parte, nos hemos convertido en prisioneros de complicados sistemas mecánicos hasta el punto de prohibirnos abrir ventanas, que deben permanecer condenadas a permanecer cerradas a fin de facilitar el funcionamiento de las instalaciones de aire acondicionado. Todavía hoy se presta muy poca atención a la diversidad y particularidad de los climas regionales, así como a los materiales de construcción locales. Hoy puede verse un mismo tipo constructivo desde una u otra óptica, la conservación o el crecimiento
.
Mazria, Edward. El libro de la energía solar pasiva. Ediciones G. Gili.
Lo anteriormente citado llega a extremos en que muchas veces el ambiente interior climatizado auxiliarmente es menos grato que un exterior sin ningún grado de climatización. La sustentabilidad es el concepto clave del siglo XXI, el siglo XX fue de los economistas y políticos, el siglo XIX de las industrias y los imperios.
La protección del medio ambiente es hoy un aspecto clave. En 1987, la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo mostró el concepto de desarrollo sustentable en la agenda internacional. En 1992, fue el tema central de la conferencia de las Naciones Unidas en Río de Janeiro, comúnmente denominada como la Cumbre de la Tierra
. Esta fue la primera conferencia que trató el futuro del medioambiente a nivel de jefes de Estado. La conferencia llamó a los gobernantes a tomar medidas nacionales tendientes a adoptar estrategias para un desarrollo sustentable
. De particular importancia fue la llamada Agenda 21
y la Convención de Cambio Climático
.
Desde ese entonces, la conciencia general pública al respecto ha sido evidente; esto se ha visto por ciertos cambios en las compras, intereses por reciclar (papeles, latas y botellas en basureros separados) y en mejoras en las edificaciones (certificaciones energéticas).
Lo que no está visualizado, sin embargo, es que los edificios, en su proceso constructivo, emplean y botan numerosos materiales y gastos energéticos que impactan el ambiente. Las edificaciones tienen un impacto muy grande en el entorno, tanto por la energía que consumen para operarlos como por la que se tuvo que emplear para edificarlos.
Torres de ventilación permanente en Irán.
(B. Rusedsky, Arquitectura sin arquitectos).
El calentamiento global mundial es uno de los muchos aspectos que han hecho noticia en estos últimos años, así como lo están siendo la destrucción de la capa de ozono, la pérdida de áreas forestales, la contaminación del aire, agua y otros; es tan urgente y delicada la situación, que las empresas, instituciones y usuarios están cambiando el régimen de vida drásticamente al interior de las edificaciones, dando paso así a una nueva tendencia de exigencias arquitectónicas.
Es por esto que la arquitectura pasiva (o bioclimática, o sustentable) es la respuesta más adecuada frente a estas condiciones climáticas y forma una parte fundamental del buen diseño arquitectónico.
Existen pocas reglas universales para concebir una edificación que tenga empatía con el entorno y la mayoría están relacionadas con lo que no se debe hacer.
Sujetos a la relación rítmica de los elementos, una ventana, un muro y una cubierta van a actuar muy diferente una del otro y su desempeño individual se va a mezclar con el otro; y lo anterior va a depender de la manera en que están dispuestos, de su orientación solar, su calidad constructiva, la hora del día, de la estación del año, del clima, de su ubicación dentro del edificio, de su ocupación interior, del régimen de climatización, entre otros. El número y complejidad de la interacción, aun en el edificio más simple, puede generar un problema analítico complejo (manejable con la tecnología actual) y presenta por otro lado un desafío educacional y práctico para el que quiera lograr una buena obra.
Por otra parte, es evidente que la energía no solamente tiene importancia bajo el punto de vista energético, sino que, además, políticamente, es una prioridad, tanto para los países industrializados como para los países en vías de desarrollo. A través de la energía se puede mantener el crecimiento económico y se puede ayudar o conceder una asistencia técnica a países que todavía se encuentran en retraso de desarrollo. En cualquier caso, no debe perderse de vista que la energía está asociada a los impactos medioambientales generados por su uso.
A nivel mundial nos enfrentamos con una situación de desempleo y con un desequilibrio de desarrollo entre las diversas regiones, situación geopolítica en continua evolución que va a evolucionar más aún en los próximos años. Por lo tanto, una política energética, concienzuda y previsora, podría contribuir significativamente a crear empleo, a equilibrar el desarrollo entre regiones, etc., y a conseguir los objetivos fijados en el tratado de Maastrich.
La mayor parte del problema ocurre en las zonas urbanas. La ciudad es el mayor complejo social, no son solamente datos estadísticos (habitantes, actividades, usos de suelos…). Prácticamente todo se resuelve desde ellas, todas las decisiones se toman desde ahí.
Los problemas parecen crecer en proporción al incremento urbano y a su mala planificación y baja en calidad de espacios públicos. Es en donde más se desarrolla la racionalidad y a la vez la irracionalidad.
Muchos de los problemas urbanos actuales son los mismos de antes, son variantes nuevas de viejos temas. Constituyen un eterno proceso de ajustes, mediante errores y aciertos.
Esto comenzó hace unos doce mil años atrás, ya Homo sapiens indiscutible, debido a nuestro cambio de estilo de vida: de cazadores-recolectores pasamos a agricultores en un lento proceso. Con ello nos asentamos para el cuidado y manejo de los cultivos, y con ello aparecieron las aldeas. No hay casi tiempo para el ocio, el agricultor trabaja muy duro, luego creció la población, con ello más cultivos, más dependencia de los suelos, los cuales hay que proteger y manejar. La agricultura garantizó la alimentación, pero no siendo rica ni variada en nutrientes, una sola peste o sequía mataba la cosecha y así también a todo el grupo, había que prever y manejar el paisaje (canales, terrazas de cultivos, deforestar…). En cambio, los cazadores-recolectores tenían muchas alternativas de alimentación y no acumulaban. Casi como una contradicción, o trampa, los agricultores mantenían más gente viva, pero en peores condiciones, tenían más enfermedades, muchos problemas higiénicos, multitudes complejas de organizar, también aparece la idea de guardar elementos de valor y protegerse de posibles robos.
La agricultura nos llevó a la prosperidad, pero, al mismo tiempo, a la perdición.
El orden social iniciado por el Homo sapiens es imaginado, no está en el ADN como p. ej. la colmena para las abejas; es uno artificial (política, religión, castas…), difícil de mantener hasta hoy. De aquí se puede decir que parte nuestra insustentabilidad o alejamiento de la naturaleza.
En un inicio éramos animales de exteriores, pero con los años nos convertimos en otros, ahora somos de interiores, no podemos estar expuestos a las condiciones exteriores si no se cuenta con dispositivos de protección.
Se ha sustituido lo salvaje por lo doméstico.
Este cambio nos obligó a diseñar una envolvente, con la que se deben de solucionar los problemas que antes no existían.
Y esta envolvente no puede solucionarlo todo, por ello, además, se deben considerar otros factores, todos estos en general afectan al entorno: son insustentables (el gran problema, en especial si son para muchos).