La pandemia afectó a la construcción de nuevos rascacielos. En 2020 solo se finalizaron 106 de 200 metros o más. Un 20 % menos que en 2019, según el informe Tall Trends. El nivel más bajo desde 2014, con 105.
Asimismo, la emergencia climática impone minimizar el impacto socioambiental del sector de la construcción. Según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), en 2021 fue responsable de más del 34 % de la demanda energética, y en torno al 37 % de las emisiones de CO2 asociadas a la energía y sus operaciones. Sus materiales representan alrededor del 9 % de las emisiones totales de CO2 vinculadas al consumo de energía.
El uso de recursos primarios se duplicará hasta 2060. Para entonces, el acero, el hormigón y el cemento serán los principales emisores de gases de efecto invernadero.
Construir en altura exige mucha energía y recursos, lo cual plantea retos e incógnitas sobre su sostenibilidad: «Estos edificios pueden ser sostenibles si se encuentra un equilibrio entre el esfuerzo que conlleva construirlos y su eficiencia a nivel espacial», aclara el arquitecto sostenible Xavier Vilalta desde sus oficinas en Barcelona. Sin duda, todo un desafío.
Cada vez más rascacielos se autodenominan como «sostenibles»: «Hoy a cualquier proyecto se le potencian sus valores de sostenibilidad», advierte Iñaki Alonso, fundador del estudio de arquitectura Satt, pionero en sostenible. A