Ocho historias para un domingo
Por Maikel Chávez
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Ocho historias para un domingo - Maikel Chávez
Table of Contents
Índice
Nota
I. Un niño grande que actúa y escribe
Con ropa de domingo
Historias de viejitas con sombrillas
Papobo
II. Escribir para otros
Carabalagüita
Aventuras en Pueblo Chiflado
III. El mundo de Federico Maldemar
Un mar para Tatillo
La ínsula prometida
Vida y milagro de Federico Maldemar
Landmarks
Cover
Table of Contents
Índice
Nota
I. Un niño grande que actúa y escribe
Con ropa de domingo
Historias de viejitas con sombrillas
Papobo
II. Escribir para otros
Carabalagüita
Aventuras en Pueblo Chiflado
III. El mundo de Federico Maldemar
Un mar para Tatillo
La ínsula prometida
Vida y milagro de Federico Maldemar
Edición: Josefa Quintana Montiel
Cubierta: Marietta Fernández Martín
Composición: Lisandra Fernández Tosca
Conversión a E-book: Ediciones Cubanas
© Maikel Chávez García, 2020
© Sobre la presente edición:
Ediciones Alarcos, 2020
ISBN Versión E.book ePub: 9789593051538
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Ediciones Alarcos
Casa Editorial Tablas-Alarcos
Consejo Nacional de las Artes Escénicas
Línea y B, El Vedado, La Habana 10400, Cuba
revistatablas@cubarte.cult.cu, www.eltandem.cult.cu
(53) 7833 0226, (53) 7833 0214
Nota
Cuando ves a Maikel Chávez (Villa Clara, 1983) venir hacia ti con los brazos abiertos gritando de alegría, no puedes dejar de reír y saltar de felicidad. Él te contamina.
Si lo escuchas por la radio haciendo las voces de muchos, muchísimos personajes, te dices «¿Cómo puede?», «¡Qué bárbaro!».
Al verlo sobre el escenario actuando y manipulando muñecos, te maravillas y lo admiras: tan buen actor y titiritero es.
Si lees sus obras, comentas «¡Qué clase de dramaturgo!». Y te diviertes, y aprendes, y lloras a veces, y cantas con sus personajes, y vuelves a reír y a saltar de felicidad… porque Maikel te contamina, te contagia, te transmite todo lo positivo que hay en él.
Y como él, son sus piezas teatrales. Llenas de juegos y canciones, de colores y enseñanzas, de preocupación por la realidad circundante y voluntad para mejorarla, de magia e inocencia, de gracia inigualable y profundo sentido de la amistad, de mucho humor y amor desbordante.
Ocho historias para un domingo está aquí para corroborarlo. Es una selección hecha por el maestro titiritero Rubén Darío Salazar (Santiago de Cuba, 1963), quien recibiera en 2020, junto al diseñador escénico Zenén Calero (Matanzas, 1955), el Premio Nacional de Teatro de Cuba.
FEFI QUINTANA MONTIEL
A los que han permanecido conmigo en estos caminos del teatro,
de altas y bajas, de aciertos y lunares.
A mi abuela Victoria Real, dueña del universo que imagino
a diario para reinventar la realidad.
A mi madre Eida García.
A mis tías preferidas Eivet y Erel.
A Ernesto Tamayo por renovar la esperanza.
I. Un niño grande que actúa y escribe
Maikel Chávez es muy joven y ya acumula un corpus dramatúrgico tan sugerente como vivo, casi todo tangible en la escena, con sus soles y bemoles frente al respetable. Cuando lo conocí, en abril del año 2002, su semblante aniñado, de apenas diecinueve años, no dejaba entrever la fuerza de su histrionismo, expuesto luego en sus diversos roles en La cucarachita Martina y el ratoncito Pérez, una puesta en escena de Ariel Bouza, sobre el texto de Abelardo Estorino, inspirado en el conocido cuento anónimo de origen popular.
El muchachito nacido en Caibarién, Villa Clara, me dio en 2003 otra sorpresa. No solo pude justipreciarlo sobre la escena en su loable desempeño actoral, Maikel fue también el dramaturgo de la obra que estrenaba ese año Teatro Pálpito, nada más y nada menos que Con ropa de domingo, una simpática y efectiva versión libre sobre la narración literaria El cangrejo volador, de Onelio Jorge Cardoso. Chávez se convirtió así en el nuevo enfant terrible del teatro para niños y jóvenes cubano. Obtuvo varios galardones como actor y dramaturgo en los principales concursos y festivales del país, viajó allende los mares y alternó con estrellas de las tablas, tan admiradas y queridas como la inolvidable actriz titiritera Xiomara Palacio y la maestra Corina Mestre.
Solo podía ser Con ropa de domingo la obra para comenzar esta selección de textos para niños de Maikel Chávez. La pieza contiene el germen de su ulterior teatro dedicado a los infantes. Personajes con gracia sobreabundante, historias de criolla picardía, escenas salpicadas con frases de una metáfora sencilla y transparente, como solo saben hacerlo los nacidos entre monte y mar. Para que este luminoso inicio no se ensombreciera con el tope del autodidactismo, Maikel ingresó en varios cursos de dramaturgia, los organizados por el Centro de Investigaciones de las Artes Escénicas Cubanas y el Royal Court Theatre de Londres.
Esta primera parte de una selección que he titulado Ocho historias para un domingo, da comienzo a un viaje que pretende ser divertido y cómplice. Una confabulación del autor con ustedes y conmigo. Un conciliábulo que continúa con sus elucubraciones dramáticas sobre el cuento de Manuel Cofiño Las viejitas de las sombrillas, renombrado por Chávez como Historias de viejitas con sombrillas. Delicioso juego de teatro dentro del teatro, suerte de homenaje jocoso a la tercera edad y sus naturales desvaríos, al que se le agregan canciones y rondas cubanas y latinoamericanas de todos los tiempos, a la vez que desarrolla una antigua leyenda, interrumpida por las intempestivas salidas de cada una de las viejitas, todas de peculiares características personales. La obra fue estrenada por Teatro Pálpito con enorme éxito.
Cierro con Papobo esta primera sección dedicada a la visión dramatúrgica de Maikel sobre historias literarias de escritores cubanos. Obra inspirada en el cuento homónimo de David García, que tiene lugar en la época colonial. Estrenada en 2004 por el grupo Arteatro, el autor ubica la trama en los predios de un taller de carpintería, guiño feliz a la principal tesis de la fábula. Otra vez el teatro dentro del teatro y un llamado a la fantasía y el espíritu bondadoso de la Navidad, en contradicción con las evidentes diferencias de las clases sociales de una Cuba dividida por las razas y el peculio de distintos estamentos de vida. Se valora desde el texto la importancia de la inteligencia, el amor filial y la redención que da el trabajo. La pieza, de un tono campechano mezclado con ternura, ofrece diversas posibilidades a la dirección artística que la elija. He aquí tres textos ideales para comenzar a leer y encontrarnos nuevamente dentro de tres obras y algunas páginas, en un soleado día de domingo.
Rubén
Con ropa de domingo
Pieza para actores y títeres
Premios al mejor texto dramático Festival de Guanabacoa 2003
Premio Villanueva de la Crítica 2004
Personajes
Güirito
Madre
Paloma torcaza
Cangrejo nuevo
Abuelo cangrejo
Padre
Espacio escénico
Una estación de ferrocarriles en provincia.
Acto único
Entran madre e hijo cansados, vestidos con ropa de domingo. Estudian al público y caminan en diferentes direcciones hasta que deciden quedarse en el centro del escenario, ponen una maleta de madera y se sientan de espaldas al público. Se quitan los zapatos y caen dos montoncitos de tierra.
Madre. Estoy muerta. Aquí hay mucha gente, mijo, así nunca llegarás a la capital. ¡Mejor nos vamos!
Güirito. ¡Aguanta, mima! Por tu culpa se nos fue la guarandinga. Ahora tengo que llegar hoy, mañana o la semana que viene.
Madre. Yo no puedo esperar tanto. ¡Ay, Dios mío! Mira, tengo un dolor aquí. Creo que me astillé una costilla. Mira, mira, no puedo respirar (inventa sonidos onomatopéyicos que denotan falta de aire): haj huj haj huj haj huj…
Güirito. (Ríe al descubrir el ardid.) ¡Mentira! (Transición. Más serio. Su madre esquiva la mirada.) Siempre me dices lo mismo cuando no quieres complacerme.
Madre. (Desesperada, intenta hacerlo entrar en razón.) Güirito, ¿qué será de Segunda, la Matilda, Caramelo, la Boniato, ¡ay!, se te muere Pata e Gato.
Güirito. Tinín Quintero se quedó cuidándolos. Son animales, mamucha, comida no les va a faltar. Yo vendré a visitarlos cuando pueda.
Madre. No es lo mismo.
Güirito. Sí es lo mismo.
Madre. No es lo mismo.
Güirito. Que sí, mamá.
Madre. Tú no sabes el sacrificio que estás haciendo. Vas a dejar la finca Zapatero donde nos despierta el gallito Cuco al amanecer.
Güirito. El nieto de Felo lo dejó ronco la semana pasada con una pedrá y ya ni plumas tiene en la cola.
Madre. ¿Cómo puedes olvidar las historias del conejo Montero? ¿Las caricias del gato Loló, las maldades del majá Veguero? ¿Te acuerdas, Güirito, cómo nos encontramos al ratoncito Miguelito entre el rocío de la mata de malanga? ¿Te acuerdas ¡qué frío!?
Güirito. Sí, mamucha, pero eso ya pasó, ya crecí. ¿Usted quiere que me quede toda la vida en la finca? A mí me gusta otra cosa.
Madre. ¿Y por qué no estudias veterinaria? ¿O te haces montero? En la vaquería hace falta gente.
Güirito. Eso ya lo discutimos. Yo quiero ser titiritero.
Madre. Titiritista, titiritista.
Güirito. Titiritero. Quiero aprender, estudiar. En la finca eso es imposible. Hay que tener voluntad.
Madre. Voluntad… No, si la culpa es mía… Ya sé por dónde vienes. ¡Ay, no sabes cuánto me arrepiento!
Se dirige al público buscando complicidad.
Madre. ¿Por qué le conté tantas historias y le llené la cabeza de pájaros y flores? ¿Quién me mandó a hacerle creer que las estrellas y las nubes estaban cerquita? ¿Por qué le hablé de amaneceres y rocío, de colores y olores que no caben dentro del pecho? (Transición.) ¡Ay, quién me mandó hacerle ver tanta guanajería! (Va hasta su hijo.) Güirito, aquello es fantasía, te ordeno que pongas los pies en la tierra. No te dejaré ir.
Güirito. Me iré quieras o no. Ya está decidido.
Madre. ¡Ay, este dolor no se me quita, no tengo aire (vuelve a los extraños sonidos inventados que denotan falta de aire): haj huj haj huj haj huj…!
Güirito. Tranquila, mamucha, no se me ponga nerviosa.
Madre. (Exagerada.) Suéltame, ingrato. (Corriendo por todo el escenario.) Auxilio, auxilio, detengan a este mal hijo, que está acabando con su vieja madre.
Güirito. (Atajándola.) Psss… La gente, mamucha. ¿Qué va a pensar la gente?
Madre. Eso es, necesito tener testigos. Escuchen todos: ¡mi hijo, mi único hijo, al que he criado con todo el amor del mundo, se va y me deja sola, dice que quiere ser titiritista! Cara de títere tiene él.
Güirito. No puedo dejarla así, es injusto, pero también tengo mis razones. (Con el público.) Yo nací en Manicaragua, en la finca Zapatero, un bateycito que queda entre Mataguá y La Jorobada. Allí es bonito, pero no puedo estudiar lo que verdaderamente quiero. En ese lugar tuve una linda niñez, mi madre me llenó la cabeza de pájaros y flores, historias que yo necesito contar. La última, por ejemplo, fue la más importante, y ahora no quiere reconocerlo.
Madre. Esa historia del cangrejo no tiene nada que ver.
Güirito. La del cangrejo no, pero la del cangrejo con voluntad sí.
Madre. ¡Y dale con lo mismo! A ver, ¿qué te enseñó?
Güirito. Me enseñó a defender con más fuerzas lo que uno se propone en la vida.
Madre. Qué sabrás tú, muchacho. Eso no es así. El cuento es otra cosa. ¡Ay! En mala hora se apareció tu padre con el dichoso libro de Onelio Jorge Cardoso guareciéndose de la lluvia y del viento en la noche del ciclón.
Güirito. El cuento del ciclón me lo sé de memoria. Estoy hablando del cangrejo volador, el que quería llegar a las estrellas.
Madre. ¡Llegar a las estrellas! ¿Tú quieres ser cosmonauta o titiritista?
Güirito. Titiritero… ¿Por qué no pone a estas personas de testigo y cuenta lo que le sucedió al cangrejo?
Madre. Haz el ridículo tú, que quieres ser artista.
Güirito. Ande, mamá, si usted se lo cuenta a todos en el batey.
Madre. Es distinto, a esta gente yo no la conozco. Además, estoy esperando la guarandinga.
Güirito. ¿Y no va a esperar a que venga el tren para despedirme? Mamucha, lo que usted tiene es vergüenza porque sabe que tengo razón.
Madre. Está bien, vejigo, acepto el reto. (Ridícula y rápidamente.) Había una vez un cangrejo que estaba construyendo un hueco en la tierra…
Güirito. Mamucha, cuéntelo bien. Parece una guajira…
Madre. ¿Y qué cosa soy yo? ¿No soy una guajira?
Güirito. Sí, pero usted es una guajirita linda. No una payasa.
Madre. Cállate la boca. ¡Ay, si tu padre se entera! ¡A él no le va a gustar la idea de que estemos aquí pintando mono! (Transición.) Está bien, vamos a hacer el cuento tal y como es. ¡Qué no hace una madre por su hijo!
Güirito. Espérese, mamucha, déjeme hacer de titiritero.
Madre. ¿Cómo? Ven acá, mijo, ¿de dónde sacas tú ahora un muñeco?
Güirito. Los mismos que usted me ha hecho siempre. ¿Acaso olvida que es la mejor costurera del batey?
Madre. ¡Ay, pichoncito, no me digas eso, que lloro! ¿Tú trajiste los muñequitos que te hice?
Güirito. Aquí están.
Madre. (Llorosa.) Uuuuuuh aaaaah eeeeeh. ¡Qué lindo! Ande, mi hijo, sueñe usted.
Música. Juego escénico entre los dos. Al final queda construido el retablo con la maleta de madera.
Madre. Había una vez un cangrejito nuevo que estaba construyendo un hueco profundo en la tierra, cuando sin más ni más viene una paloma torcaza a