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Diario de una bióloga: Un viaje por el alma de una profesional de la reproducción
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Diario de una bióloga: Un viaje por el alma de una profesional de la reproducción
Libro electrónico208 páginas

Diario de una bióloga: Un viaje por el alma de una profesional de la reproducción

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Diario de una bióloga. Un viaje por el alma de una profesional de la reproducción nos ofrece una visión del proceso de la reproducción asistida muy diferente a la habitual: la de los embriólogos, biólogos especializados en este tipo de técnicas. Este es un libro intimista que recoge las vivencias de una profesional, desde su ilusión, su trabajo ajeno a fechas, a su alegría cuando se consigue un embarazo y su decepción cuando no es así, pasando por sus problemas éticos. A través de sus páginas descubrirás la dureza de este proceso, tanto para pacientes como para profesionales, y la importancia de las emociones de las personas implicadas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 oct 2022
ISBN9788419435019
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    Diario de una bióloga - Rocío Núñez Calonge

    Cómo empezó todo

    Me siento muy afortunada con mi trabajo. Creo que todos los que nos dedicamos a lo mismo, esto es, el laboratorio en reproducción asistida, pensamos igual. Pero es que, además, yo lo puedo afirmar desde la perspectiva de muchos años. De mucho esfuerzo y desde los comienzos.

    Pero además de ese esfuerzo creo haber tenido la suerte de tener claro desde niña a qué quería dedicarme. No a la reproducción asistida, como es obvio. Ni yo sabía lo que era eso, ni era una especialidad entonces. Pero sí a la ciencia.

    Aún recuerdo cómo me gustaba jugar a «hacer experimentos», mezclando acuarelas de colores en distintos tarros e imaginarme que eran pócimas con las que se podía curar a la gente… Eso es lo que me hizo estudiar biología e intentar conocer el origen de la vida (cuando se es joven, además de inconsciente, se marcan objetivos muy ambiciosos, y a menudo absurdos). Pero era mi ilusión.

    Por ello, cuando acabé los estudios en los años ochenta, visité todos los hospitales públicos de Madrid, en el vano afán de encontrar un hueco para mis ansias de seguir aprendiendo.

    Y lo encontré en el Hospital Ramón y Cajal, donde empecé a formarme. Durante muchos años, familiarizándome con la infertilidad masculina y los espermatozoides. Y en el laboratorio de andrología conocí no solamente alteraciones del semen que llevaban a los varones a la infertilidad, sino los problemas de estos y sus parejas. Lo importante que era para todos ellos la no consecución de un embarazo, muchas veces después de intentarlo durante años.

    El contacto con las personas me pareció entonces incluso más importante que lo que podía aprender de los gametos y lo que la ciencia podía ofrecerme.

    Por aquel entonces, apenas si se realizaban técnicas de reproducción asistida en España. Acaba de nacer Victoria Ana, la primera niña nacida por fecundación in vitro (FIV) en nuestro país, y, poco a poco, empezaban a desarrollarse esas técnicas.

    Nosotros, en el hospital, solo hacíamos inseminación artificial, una técnica sencilla, pero que ofrecía unos resultados muy pobres: apenas un 20 % de las parejas lograban quedar embarazadas, y muchos casos de esterilidad no podían solucionarse con ello. Sobre todo, los casos de factor masculino severo, en los que apenas si encontrábamos espermatozoides, o no había suficiente movilidad, y entonces no podíamos resolverlos con los métodos existentes.

    Por eso, cada éxito conseguido, cada niño nacido, era una fiesta para nosotros. Y sus padres, que prometían agradecimiento eterno y nos enviaban algún que otro obsequio por Navidad, poco a poco, olvidaban el sufrimiento pasado y, creo, también nos olvidaban a nosotros.

    Nunca me importó. Pienso que es ley debida que se trate de borrar todo lo que ha causado dolor. No lo siento como falta de agradecimiento, porque no deben de agradecernos nada. Simplemente, es nuestro trabajo. Y el trabajo del biólogo no es para que nos estén agradecidos. Es un deber que va más allá de todo lo que podamos explicar.

    Con el tiempo, cuando nuestra comunidad de biólogos de la reproducción ha ido creciendo, cuando los laboratorios de reproducción asistida ya se cuentan por cientos y las pacientes conocen nuestra existencia como parte del equipo, hemos pasado a llamarnos embriólogos.

    La embriología es la rama de la biología que se encarga de estudiar el desarrollo embrionario y nervioso desde la formación de los gametos hasta el momento del nacimiento de los seres vivos. Por lo tanto, el embriólogo es la persona que trabaja en embriología.

    Sin embargo, he de reconocer que, siendo algo díscola respecto a la denominación común, a mí me sigue gustando más considerarme bióloga que embrióloga. Quizás sea por el hecho de haber empezado con los espermatozoides, y no con los embriones…

    Han pasado muchos años desde esos comienzos. Más de los que me gusta reconocer (es un tópico, pero ¡el tiempo pasa tan rápido!). Pero creo tener las mismas inquietudes, las mismas dudas, las mismas ilusiones que entonces. Y sigo creyendo que nuestra vista tiene que estar puesta no solo en los espermatozoides, los ovocitos o los embriones, sino en las personas que han acudido a nosotros.

    Reproducción asistida low cost

    Ya se han acabado las vacaciones. Acabo de incorporarme de nuevo al laboratorio y al quehacer diario. Parece mentira, pero la verdad es que lo echaba de menos. Y ahora, en estos tiempos, valoras más que nunca lo que es poder volver al trabajo. Y, además, a uno que te gusta.

    Siempre he pensado que el año, en realidad, no empieza en enero, sino en septiembre: nuevos planes, el fin de una etapa de descanso y, siempre, cambios.

    En el ambiente se respira época de crisis. En todos los ámbitos. Odio esa palabra, pero la tenemos ya incrustada en nuestro día a día. Y entiendo que sea cada vez más difícil para las parejas poder afrontar un tratamiento de reproducción asistida. Y hoy, quizás por tener la mente y el cuerpo más descansados, percibo aún mejor el esfuerzo económico que significa, y que se traduce en una disminución de las parejas que acuden para solucionar su problema.

    He visitado algunas páginas web, y me han llegado durante las vacaciones algunas comunicaciones de ciertas clínicas. Y nunca me imaginé que llegáramos a esto: el low cost en reproducción asistida. He tenido que leerlo varias veces para poder entenderlo, y sigo sin conseguirlo.

    Conozco los precios de los tratamientos, pero también sé que los medios de cultivo son caros. Y las agujas de punción folicular, y las cánulas de transferencia. Todo el material que utilizamos es exclusivo y debe cumplir los más estrictos controles de calidad para poder utilizarlo con garantías en nuestros pacientes. Por eso no puedo entender que se realicen tratamientos de reproducción «de primera» y «de segunda».

    Este verano me hablaban de la proliferación de marcas blancas en los supermercados, y de que están aumentando las ventas los comercios tradicionalmente más económicos frente a los que supuestamente presentaban una mayor calidad. Y esa filosofía se está expandiendo en todos los ambientes. Pero la reproducción asistida es medicina, y la medicina exige unos requisitos indispensables para poder tener garantías de éxito.

    Solo soy una bióloga, no conozco los intríngulis económicos que rigen la economía de las empresas. Sin embargo, el sentido común me dicta que, en época de bonanza, los precios de los ciclos de reproducción asistida deben estar ajustados en un equilibrio entre la calidad y los beneficios. Por eso no entiendo que ese equilibrio se rompa en tiempos de crisis. Y si esto es así, la balanza se inclina hacia la falta de calidad o la ausencia de beneficio. No creo que ninguna empresa haya optado por esta última elección.

    ¿Se puede lograr igualmente un embarazo en una pareja con un tratamiento a bajo precio? Porque, si es así, ¿qué se estaba haciendo antes? ¿Cuándo es el engaño, antes o después?

    Lo único que se me ocurre pensar es que, si necesitara un tratamiento médico, no acudiría al centro que me ofreciera la solución más económica, sino el mejor resultado. La reproducción humana es salud, y, como tal, debemos trabajar para conseguir los mejores resultados y la mayor calidad. Y creo que la ética en esta especialidad de la medicina debería estar más presente.

    El comienzo

    Esta mañana he tenido que madrugar más de la cuenta: tengo que estar en el laboratorio a las siete de la mañana, porque tenemos muchos embriones que observar antes de empezar las punciones.

    Me he levantado con un sueño horrible; anoche me volví a acostar tarde, y no caí en la cuenta de que tenía que levantarme una hora antes. Me he tomado un café a toda velocidad (creo que me lo he inyectado en vena, en vez de bebérmelo), y he salido a toda prisa. Recuerdo vagamente con una sensación de felicidad el libro que estoy leyendo y al que culpo al fin de las pocas horas de sueño. Me dormí dentro de un caserón del siglo XIX entre parterres de flores y montañas lejanas… Pero no debo culpar a lo que me hace desconectarme todos los días de la realidad cotidiana y volar… Por un rato me evado de los problemas cotidianos y la realidad en la que estamos sumergidos sin remedio.

    Me viene muy bien el aire frío de la mañana, me ayuda a despejarme. El camino hasta el metro no es muy largo, pero esos diez minutos desde casa y los otros diez hasta la clínica me sirven para ordenar mis pensamientos, que, por otra parte, creo que es lo único que podré ordenar hoy (no me ha dado tiempo a recoger en casa y me lo he dejado todo empantanado).

    Huelo a pan recién hecho y bollos tiernos de una panadería cercana, y me acuerdo entonces de que no he tomado más que el café. Ha sido un error, puesto que hoy voy a tener difícil parar para desayunar.

    Hoy tenemos cinco punciones y uno de los casos es bastante complicado: un factor masculino severo, con muy pocos espermatozoides y dos ciclos anteriores fallidos. Espero que obtengamos suficientes ovocitos para poder microinyectar, aunque, por otra parte, será difícil encontrar muchos espermatozoides móviles. Empezaremos pronto a procesar la muestra de semen en cuanto nos llegue al laboratorio, y en cuanto pase el tiempo de incubación nos pondremos varios de nosotros a buscar espermatozoides para no perder tiempo. Ojalá consiga en este ciclo quedarse embarazada. Lleva mucho tiempo con este proceso y me imagino que tienen que estar desesperados. No he hablado nunca con ellos, normalmente lo ha hecho una compañera, pero me ha comentado que ella está bastante desmoralizada y que este será el último intento.

    La verdad es que si me pongo en su situación no sabría qué hacer. En principio le hemos hecho todos los estudios pertinentes al varón y, excepto el bajo número de espermatozoides que hay en el eyaculado, todas las pruebas son normales. Los embriones que hemos obtenido hasta ahora son de buena calidad, e incluso hemos tenido suficiente para congelar en los dos ciclos anteriores, pero, aun así, no hemos conseguido la gestación. Entiendo que sea frustrante para ellos, pero es absolutamente descorazonador para nosotros: ni los ginecólogos ni los embriólogos tenemos una respuesta. Bueno, voy a ser optimista y pensar que en este intento lo vamos a conseguir.

    Todavía no he llegado al trabajo y ya estoy dándole vueltas a la cabeza. A veces me gustaría poder cerrar los ojos y abstraerme de todo, no pensar. Pero los pensamientos me invaden sin poder remediarlo y el trabajo no es trabajo, los casos no son casos, son personas que, posiblemente, estarán ahora esperando una llamada, o no habrán podido dormir en toda la noche con la incógnita de cómo habrá ido la fecundación, o cómo serán sus embriones. Y me siento un poco culpable cuando mi preocupación era no haber dormido lo suficiente.

    Cuando llegue al laboratorio tengo que ver dos ciclos de fecundación de ayer, y los embriones de otras cinco pacientes. Hoy me toca hacer a mí las llamadas y hablar con ellos para informarles de la fecundación y de las transferencias embrionarias.

    Me gusta hablar con los pacientes y al mismo tiempo siento un poco de preocupación cuando tengo que dar malas noticias. Me imagino lo que es tener que estar pinchándose durante varios días, hacerse una punción, pasar por la anestesia y que te digan que no se va a poder hacer la transferencia porque no hay embriones. Muchas veces no sé cómo explicarlo, porque ni yo misma lo entiendo. Ayer mi compañera tuvo que hablar con una paciente a la que no le habían fecundado ninguno de sus seis ovocitos y que, por lo tanto, no tendría transferencia de embriones. En la sesión clínica analizamos las posibles causas, pero podían ser tantas que al final no supimos con certeza cuál era la más probable: ¿el espermatozoide?, ¿el ovocito?

    Hace unos días tuve que preparar una clase sobre el fallo de fecundación. Volveré a leer más sobre el tema con la esperanza de encontrar una explicación, y lo comentaremos entre todos los médicos y biólogos. Pero a veces me pregunto: ¿En qué beneficia esto a la pareja? ¿Es importante conocer la causa para ellos o para nosotros? Y cada vez más tengo la sensación de que cuánto más tiempo pasa, y más estudio, y más conozco, más me queda

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