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Felicidad
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Libro electrónico26 páginas25 minutos

Felicidad

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Cuentan que Virginia Woolf dijo que entre todos los escritores de su entorno, Katherine Mansfield era la única que podía hacerle sombra. La consideraba su rival porque ambas describían lo cotidiano buceando con precisión debajo de la superficie. Y es que, en sus cuentos, Mansfield describe como nadie el dramatismo oculto detrás del bienestar. Su relato "Felicidad" quizás sea el más asombroso en este sentido. Lúcida observadora, a pesar de su muerte temprana, Katherine Mansfield dejó toda una serie de historias que son delicias breves para disfrutar palabra por palabra
IdiomaEspañol
EditorialMB Cooltura
Fecha de lanzamiento4 abr 2019
ISBN9789877443066
Autor

Katherine Mansfield

Katherine Mansfield (1888–1923) was born into a wealthy family in Wellington, New Zealand. She received a formal education at Queen’s College in London where she began her literary career. She found regular work with the periodical Rhythm, later known as The Blue Review, before publishing her first book, In a German Pension in 1911. Over the next decade, Mansfield would gain critical acclaim for her masterful short stories, including “Bliss” and “The Garden Party.”

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    Felicidad - Katherine Mansfield

    Inhalt

    Katherine Mansfield

    • • •

    A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste en los que quería correr en lugar de caminar; marcar pasos de ballet sobre el pavimento; rodar un aro; lanzar alguna cosa al aire para recogerla enseguida, o quedarse quieta y reír… simplemente por nada.

    ¿Qué se puede hacer si, teniendo treinta años, al dar vuelta la esquina de la calle lo domina a uno de pronto una sensación de felicidad… de felicidad plena… como si de repente se hubiera zampado un fragmento brillante de sol de tarde y éste le abrasara el pecho, lanzando una lluvia de chispas en cada partícula, en manos y pies, en cada dedo?

    ¿Es que no puede haber una forma de manifestarlo sin parecer borracho o trastornado? ¡Qué estupidez la civilización! ¿Para qué se nos ha dado un cuerpo, si hay que mantenerlo encerrado en un estuche como si fuera un valioso Stradivarius?

    No, la comparación con el violín no expresa exactamente lo que quiero decir, pensó mientras subía corriendo la escalera y revolvía su bolso buscando la llave que había olvidado como de costumbre. Repiqueteó con los dedos en el buzón. Y no lo expresa porque…

    –¡Gracias, Mary! –entró en el vestíbulo–. ¿Volvió la niñera?

    –Sí, señora.

    –¿Han traído la fruta?

    –Sí, señora; ya está aquí.

    –¿Podría llevarla al

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