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Animales enfermos: Filosofía como terapéutica
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Animales enfermos: Filosofía como terapéutica
Libro electrónico320 páginas6 horas

Animales enfermos: Filosofía como terapéutica

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En vez de una obra de erudición filosófica o un manual filosófico, este libro busca llegar no solo a los expertos o iniciados en la disciplina, sino que quiere ser comprensible por todo aquel que se aventure a comprenderse como "animal enfermo" —como nos tituló Friedrich Nietzsche.
Si bien este estudio quiere profundizar en esa especial "enfermedad" que somos, esa incapacidad-capacidad que tenemos de jamás contentarnos con el mero vivir, veremos que gracias a ese cuestionamieto existencial podemos ser lo que somos: animales éticos, técnicos, amorosos y, también, por cierto, filosóficos. Justamente porque nacimos carentes de un sentido natural o divino dado de antemano, somos la maravillosa posibilidad de transformación y resignificación. Un maravilloso "animal enfermo" que sabe ser "sano" de una y mil formas; una y mil veces.
A lo largo del libro se abordarán una serie de temas de enrome relevancia para la vida —salud y enfermedad, tragedia y sufrimiento, ética y dietética, medicina y terapia, naturaleza y optimización, cuerpos sanos, enfermos y envejecidos, vida y muerte, o incluso, la extraordinaria "enfermedad" del amor—.evidenciando su doble naturaleza médico-filosófica.
IdiomaEspañol
EditorialFCEChile
Fecha de lanzamiento1 abr 2022
ISBN9789562892551
Animales enfermos: Filosofía como terapéutica
Autor

Diana Aurenque Stephan

Es una filósofa chilena. Se licenció en Educación en Filosofía en la Universidad de Santiago de Chile, se doctoró en Filosofía en la Universidad de Friburgo, Alemania, y se habilitó en Ética médica (Privatdozent) en la Universidad de Tubinga del mismo país. Desde el 2015 es profesora asociada del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Paralelamente a su trabajo como investigadora y docente se ha esforzado por la divulgación de la filosofía y la ética médica en diversos espacios públicos, en especial, a través de medios de comunicación masivos nacionales e internacionales. Ha sido columnista en diversos medios de comunicación en Chile (diario The Clinic, Radio USACH, Radio Sonar y Radio ADN). Desde el 2022 es columnista regular del diario chileno La Tercera. Es autora y coeditora de varios libros en alemán y en castellano, y de diversos artículos en revistas especializadas. Dentro de sus publicaciones recientes destacan Animales enfermos. Filosofía como terapéutica (2022) y Pensar lo público. Columnas de Opinión (2022)

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    Animales enfermos - Diana Aurenque Stephan

    CAPÍTULO 1

    Necesariamente filosóficos

    ¹

    [La filosofía concebida como madre de todas las ciencias] Ya hace mucho que no lo es; pero sobrevivirá entre nosotros como fenómeno humano, mientras en esta Tierra vivan hombres pensantes. Se puede declarar, muchas veces, muerta a la filosofía; pero eso no le acusará ningún daño.

    HANS-GEORG GADAMER

    EN TIEMPOS como los actuales, cuando a nivel global se vivencian una serie de urgencias de diversa índole —sanitarias, políticas, humanitarias, económicas, climáticas, por nombrar algunas—, pareciera ser más necesario que nunca repetir la pregunta sobre "¿por qué importa la filosofía?".² En efecto, vivimos convulsionados, revueltos por múltiples conflictos humanos, y no solamente humanos, que exigen a todas las disciplinas y ciencias, incluidas las ciencias sociales y humanas, su contribución para enfrentarlos. La filosofía no se exime de aquella exigencia.

    El rol que asumió la filosofía en plena pandemia por el SARS-CoV-2 durante el 2020 y 2021 lo confirma. Durante el inicio de la crisis sanitaria, la mayoría de los intereses privados, públicos, disciplinares y transdisciplinares se focalizaron en pensar y proponer estrategias para enfrentar de la mejor forma posible la emergencia que nos afectaba a nivel planetario. Sin embargo, además de las cuestiones médico-epidemiológicas vinculadas a la protección de la salud de la población, justamente durante la pandemia ocurrió una explosión de filosofía.

    Así como en el pasado fueron guerras o pestes los hechos que impulsaron notables reflexiones filosóficas, también hoy una nueva catástrofe motivó a muchos pensadores a nivel global a interpretar filosóficamente el impacto de este nuevo virus en nuestro mundo. Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean-Luc Nancy, Byung-Chul Han, Judith Butler, Alain Badiou, Markus Gabriel y Paul B. Preciado son algunos de los nombres más famosos que componen el índice del libro Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia,³ de libre acceso y que apenas fue publicado se viralizó rápidamente por redes sociales. Pero el inventario de filósofos y filósofas que intentaron pensar la pandemia es muchísimo más largo e incluye, por cierto, a representantes de nuestro territorio.⁴ Esta situación puede ser leída de varias formas, pero naturalmente da cuenta de un hecho antropológico ineludible. Tanto el interés de la comunidad filosófica por expresarse y tomar postura ante este fenómeno que, de súbito, cambió el curso normal de la vida; como la buena recepción popular (indudable, muchísimo mayor que la académica) ante estas meditaciones por parte de una comunidad lectora atenta, demuestran que somos una especie animal sumamente curiosa. Pues, en medio de una pandemia, y enfrentados a un fenómeno que nos ha puesto en riesgo en lo más elemental, aun así, había tiempo y hasta necesidad de filosofía.

    Incluso en los momentos donde otros asuntos son evidentemente más urgentes que el pensar, como satisfacer el hambre, curar la enfermedad o mantener la vida, en vez de pasar a segundo plano, la filosofía se posicionó como una disciplina tan importante o incluso a la par que la medicina. Ella, como ámbito especial donde el pensar se experimenta, no nos incumbe porque nos ofrece una oportunidad laboral, ni una formación docta apreciada por y desde sí misma, ni mucho menos por brindar un consuelo salvador. Su importancia e incluso su carácter necesario para el humano, como veremos en este capítulo, se vincula a que ella compete a una posibilidad peculiar del animal enfermo, de la bestia filosófica que somos. La filosofía no solo contribuye al desarrollo de la historia de las ideas para engrosar la vanidad de su especie. Muy primordialmente, comparece innecesaria bajo la mirada naturalista y biológico-médica, pero absolutamente indispensable para una salud humana.

    Si bien todo este libro se basa en el supuesto de la capacidad terapéutica de la filosofía, antes de ahondar en esta deberíamos despejar algunas dudas respecto de lo que constituye la filosofía verdaderamente. Ante todo, replantearnos la pregunta por su legitimidad en general, para luego aproximarnos a su dimensión terapéutica. Por lo pronto, se hace urgente la pregunta por el aporte de la filosofía, la justificación de su enseñanza curricular, de su cultivo académico o informal, así como la importancia de su divulgación. ¿Por qué escribir y leer un libro de filosofía en tiempos donde se demandan acciones? ¿Cómo se justifica robarle al lector o lectora un poco de su valioso tiempo —algo tan escaso en nuestros días— para dedicarlo a pensar filosóficamente sobre lo que somos?

    Plantear una justificación acerca del valor de la filosofía para el mundo actual, en especial para nuestra sociedad chilena, fue hace poco motivo de un agitado debate público en nuestro país. Lo anterior suscitado ante la desafortunada propuesta del Consejo Nacional de Educación (CNED), por suerte desestimada, de eliminar la asignatura de filosofía del currículum nacional secundario. Ahora bien, independiente de la coyuntura específica que circunscribió la polémica en Chile, lo cierto es que la pregunta por la justificación de la filosofía es tan antigua como la disciplina misma. Y ello no es casualidad. El famoso encuentro entre Tales de Mileto y un pueblo que se mofaba de él —hito ampliamente conocido en la historia de la filosofía— nos representa precisamente aquella profunda incomprensión que en muchas personas genera el valor o incluso el significado de la filosofía. Georg Hegel, en una de sus lecciones —como antes lo haría Aristóteles o después Martin Heidegger—, relata la anécdota:

    Mirando las estrellas y observándolas cayó él [Tales] en una zanja, y la gente se burló de él por cómo podía ver las cosas celestiales, si él ya ni siquiera podía ver lo que estaba bajo sus pies.

    La anécdota refiere a una de las incomprensiones más típicas acerca de la praxis filosófica. Ella nos cuenta del prejuicio que se tiene de los filósofos: Tales de Mileto, en vez de preocuparse de lo que le concierne de forma inmediata y necesaria, su propia existencia en la tierra, o el suelo bajo sus pies, se ocupa de asuntos abstractos, lejanos y oscuros —Tales estaría volando en sus propios pensamientos—. Aquella visión del filósofo, como quien no tiene los pies en la tierra, es comprensible en cuanto la filosofía desde sus orígenes metafísicos buscaba y se preguntaba por los principios más generales que permitían explicar la realidad en su totalidad. Sin embargo, de esa pretensión sería un grave error considerar que la filosofía se aparta o se desentiende del mundo concreto y sus asuntos.

    Muy por el contrario, la filosofía surge desde siempre como una reflexión con y a partir del mundo, como una necesidad de dialogar y pensar desde donde se habita. Ella guarda una concordancia profunda con la vida concreta y encarnada del ser humano. Miguel de Unamuno observó esto agudamente: La filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como consecuencia de esa concepción, un sentimiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción.⁶ En ese sentido, la filosofía permite formarnos una mirada integral sobre lo que somos y lo que nos rodea; construir un acceso propio, reflexivo hacia nosotros mismos que, a su vez, es responsable de un estar más despierto para nuestro actuar en el mundo. Unamuno dirá por eso que, a diferencia de otros conocimientos y saberes que nos brindan instrucción para ámbitos determinados de la vida humana, la filosofía se refiere a nuestro destino todo, a nuestra actitud frente a la vida y al universo.⁷ Y esa actitud que es simultáneamente vital y filosófica, comienza con una forma especial de comprendernos y comprender nuestro lugar en el mundo. Siendo así, y volviendo a las reflexiones del comienzo, que la pandemia haya sido objeto del interés de filósofos y no filósofos se explica justamente porque ante una semejante situación de crisis y pérdida de estabilidad de la existencia, la mirada filosófica busca plantear una explicación, un sentido unitario al fenómeno que contenga una forma de comprenderlo, y eso, curiosamente, logra serenar el espíritu. La filosofía casi nunca puede, en realidad, resolver un conflicto, pero el entender mejor lo que es el problema, nos permite posicionarnos mejor ante

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