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El círculo cerrado de los Hermanos Musulmanes
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Libro electrónico464 páginas6 horas

El círculo cerrado de los Hermanos Musulmanes

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Los Hermanos Musulmanes en Occidente siguen siendo una entidad misteriosa. En El círculo cerrado, Lorenzo Vidino ofrece una visión interna sin precedentes de cómo opera uno de los grupos islamistas más influyentes del mundo. El libro se organiza a partir de entrevistas con destacados exmiembros y asociados de Europa, el Reino Unido y América del Norte. A partir de estos sorprendentes relatos personales, Vidino entreteje las experiencias de personas que participaron y luego renunciaron a pertenecer a grupos de los Hermanos. Sus perspectivas proporcionan una gran cantidad de información nunca desvelada hasta ahora sobre el funcionamiento interno secreto de los Hermanos Musulmanes y las redes que conectan al pequeño pero altamente organizado grupo dirigente del resto de grupos influenciados por él. El círculo cerrado examina las tácticas que usan los Hermanos para reclutar y retener participantes, y cómo y por qué las personas toman la difícil decisión de irse. A través de las historias de diversos exmiembros, Vidino pinta el retrato de un movimiento muy estructurado y unido. Su acceso y comprensión sin precedentes de las actividades y motivaciones del grupo tiene implicaciones políticas significativas con respecto a las organizaciones de los Hermanos en Occidente y también ilumina los mecanismos subyacentes que se encuentran en una variedad de grupos extremistas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 mar 2021
ISBN9788418526534
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    El círculo cerrado de los Hermanos Musulmanes - Lorenzo Vidino

    © Magdiel Fernández

    Lorenzo Vidino dirige el Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington. Es autor de The New Muslim Brotherhood in the West (Columbia, 2010).

    Los Hermanos Musulmanes en Occidente siguen siendo una entidad misteriosa. En El círculo cerrado, Lorenzo Vidino ofrece una visión interna sin precedentes de cómo opera uno de los grupos islamistas más influyentes del mundo. El libro se organiza a partir de entrevistas con destacados exmiembros y asociados de Europa, el Reino Unido y América del Norte.

    A partir de estos sorprendentes relatos personales, Vidino entreteje las experiencias de personas que participaron y luego renunciaron a pertenecer a grupos de los Hermanos. Sus perspectivas proporcionan una gran cantidad de información nunca desvelada hasta ahora sobre el funcionamiento interno secreto de los Hermanos Musulmanes y las redes que conectan al pequeño pero altamente organizado grupo dirigente del resto de grupos influenciados por él. El círculo cerrado examina las tácticas que usan los Hermanos para reclutar y retener participantes, y cómo y por qué las personas toman la difícil decisión de irse. A través de las historias de diversos exmiembros, Vidino pinta el retrato de un movimiento muy estructurado y unido. Su acceso y comprensión sin precedentes de las actividades y motivaciones del grupo tiene implicaciones políticas significativas con respecto a las organizaciones de los Hermanos en Occidente y también ilumina los mecanismos subyacentes que se encuentran en una variedad de grupos extremistas.

    Edición al cuidado de María Cifuentes

    Título de la edición original:

    The Closed Circle. Joining and Leaving the Muslim Brotherhood in the West

    Traducción del inglés: Moisés Ramírez Trapero

    Publicado por:

    Galaxia Gutenberg, S.L.

    Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª

    08037-Barcelona

    info@galaxiagutenberg.com

    www.galaxiagutenberg.com

    Edición en formato digital: marzo de 2021

    © Columbia University Press, 2020

    Reservados todos los derechos

    © de la traducción: Moisés Ramírez Trapero, 2021

    © Galaxia Gutenberg, S.L., 2021

    Imagen de portada: © Sergio Delicado, 2021

    Conversión a formato digital: Maria Garcia

    ISBN: 978-84-18526-53-4

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede realizarse con la autorización de sus titulares, aparte las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)

    Índice

    Prefacio y agradecimiento

    Prólogo a la edición española

    I. ¿Qué es la Hermandad Musulmana de Occidente?

    II. La adhesión a la Hermandad y su abandono

    III. Kamal Helbawy

    IV. Ahmed Akkari

    V. Pierre Durrani

    VI. Mohamed Louizi

    VII. Omero Marongiu

    VIII. Pernilla Ouis

    IX. Los Hermanos en Estados Unidos

    X. La adhesión y el abandono: lo que sugieren las pruebas

    XI. El futuro de la Hermandad en Occidente: desde la Primavera Árabe y más allá

    Bibliografía

    Siglas utilizadas

    Notas

    Prefacio y agradecimiento

    Mi interés por los Hermanos Musulmanes se despertó en 2001, tras los trágicos sucesos del 11 de septiembre de aquel año. La investigación subsiguiente revelaría varios nexos entre aquellos atentados y una famosa mezquita de mi ciudad natal de Milán (Italia). La fama de esta mezquita milanesa databa de principios de los noventa, cuando se convirtió en el centro mundial de referencia para cientos de muyahidines que acudían a la llamada a filas de sus correligionarios en la Bosnia devastada por la guerra en los Balcanes. No es un dato irrelevante que quien acaudillaba a los combatientes llegados de todo el mundo árabe fuera Anuar Shabaan, imán de la mezquita de Milán.

    Al indagar en estos y otros entresijos de la mezquita, me sorprendió que no la hubiera financiado el consabido hatajo de fanáticos de tupidas barbas y gatillo fácil que según el estereotipo al uso eran el vivo retrato del terrorismo islamista, o eso parecían pensar los medios de la época. Por el contrario, entre sus financistas figuraban algunos potentados con base en Oriente Medio que presidían una red empresarial en varios continentes, controlaban un banco incorporado al paraíso fiscal de las Bahamas y llevaban decenios codeándose con las elites de Oriente y Occidente. Se trataba de Yusuf Nada, Ahmed Nasreddin y Ghaleb Himmat, miembros sumamente astutos de la Hermandad Musulmana que, huyendo de la persecución, se habían establecido hacía décadas en Occidente, desempeñando un papel crucial en el asentamiento de la red de la Hermandad en Europa y Norteamérica.

    El Gobierno estadounidense y la comunidad internacional, que sabían desde hacía tiempo lo que ocurría en la mezquita de Milán, actuaron rápidamente, quizá con excesiva celeridad. En octubre de 2001, Nada, Nasreddin e Himmat fueron declarados cómplices de terrorismo, lo que les acarrearía la congelación de sus acaudalados activos bancarios, así como la apertura en varios países de causas penales que se saldaron con la absolución de los encausados. Como me confesó uno de los fiscales que participaron en la investigación: «Para tener una remota oportunidad de demostrar a qué se dedicaba esta red, tendríamos que haber encerrado en una habitación durante un año como mínimo a la mitad de los fiscales e investigadores de la docena de países donde los encausados tenían intereses [muchos de ellos, paraísos fiscales] y obligarles a facilitarnos la información de formas que no se estilan en las investigaciones internacionales. Quizás así habríamos resuelto el rompecabezas».

    El caso de Milán me inició (a mí y, hasta cierto punto, a no pocas autoridades de Occidente) en los desafíos que plantean los Hermanos Musulmanes. El yihadismo global, con sus múltiples ramificaciones en Occidente, era entonces un fenómeno relativamente nuevo e inexplorado. Sin embargo, pese a sus complejidades y secretos, también era, y sigue siendo, bastante lineal. En términos generales, los yihadistas se caracterizan por una cosmovisión maniquea y el recurso a la violencia para derrotar a quienes declaran abiertamente que son sus enemigos. Aunque en aquel momento, e incluso todavía hoy, a muchos les sorprendiera que la ideología yihadista atrajera a jóvenes que habían recibido una buena educación y vivían desahogadamente en Occidente, su mensaje y sus tácticas eran relativamente fáciles de entender y analizar.

    No ocurre lo mismo con los Hermanos Musulmanes: cada uno de sus aspectos entraña complejidad, nunca es blanco ni negro del todo, siempre es refractario a explicaciones simplistas, empezando por su ambigua relación con el terrorismo, que fue lo primero que me atrajo de ellos. La trama milanesa, sin ir más lejos, no es sino un botón de muestra de la complejidad y la transnacionalidad que los caracterizan: bancos en las Bahamas, empresas fantasma en Liechtenstein, una granja avícola industrial y una empresa de software en Estados Unidos, inversiones inmobiliarias en África y Oriente Medio, contactos al más alto nivel en todo el mundo. Aunque a los investigadores policiales aquella maraña debía de resultarles frustrante, desde el punto de vista de un investigador académico era fascinante.

    Otra faceta de la Hermandad me cautivó más aún: aunque se había fundado en Egipto y su ideología original se centraba en remodelar las sociedades de mayoría musulmana en Oriente Medio, era obvio que había consolidado una presencia estable en Occidente. Como tampoco tardó en evidenciarse, habían creado organizaciones que, sin llevar el nombre de Hermanos Musulmanes (y de hecho refutando imputaciones de vinculación con su movimiento), estaban no obstante estrechamente ligadas a ellos, determinando la vida diaria de las comunidades musulmanas en Occidente. Así, controlaban gran número de mezquitas, habiéndose convertido en representantes de facto (o en guardianes, según otros) de dichas comunidades a ojos de los poderes públicos de los países occidentales. ¿Qué consecuencias conllevaban estos acontecimientos que, con algunas diferencias, se habían desarrollado en la mayoría de ellos?

    Impulsado por estas inquietudes, he dedicado los últimos diecinueve años a estudiar a los Hermanos Musulmanes de Occidente. En 2010 publiqué un libro sobre ellos, que en gran medida provenía de mi tesis doctoral, pues versa sobre el mismo tema. En ésta intentaba describir (disipando las teorías más conspirativas) cómo la Hermandad había dado el salto a Occidente, cuál había sido su evolución, cómo gestiona sus operaciones, y qué objetivos persigue. También me propuse explicar los patrones occidentales de formulación de políticas respecto de los Hermanos en Occidente, recalcando el modo en que unos intereses en conflicto y la superposición de otros factores han hecho devanarse los sesos a todos los países occidentales para dotar de coherencia –⁠no sólo mutua, sino también interna⁠– a sus esfuerzos por valorar e interactuar efectivamente con el movimiento.

    El tema de la Hermandad en Occidente suscita a veces la atención preferente de responsables políticos y medios de comunicación. Sin embargo, el mundo académico (con honrosas excepciones) lo ha pasado por alto. Como me explicó, con más sinceridad que adulación, en 2014 un alto funcionario británico cuando se me ocurrió preguntarle por el motivo de que el Gobierno británico me hubiese contratado para contribuir a su valoración oficial de los Hermanos Musulmanes: «Si necesitamos un experto en la Hermandad egipcia, hay por lo menos cuarenta. ¿Expertos en la Hermandad jordana?: habrá una docena larga; en la siria, una docena escasa; pero ¿en la Hermandad en Occidente? Que yo sepa, tú eres el único». Es una mecánica desconcertante, que me he propuesto alterar en beneficio de un debate mejor informado sobre un asunto de tanta trascendencia.

    En estos años de investigación me he topado en repetidas ocasiones con individuos que habían abandonado las redes de los Hermanos Musulmanes en varios países. A algunos los conocí personalmente; de otros leí testimonios de sus experiencias, que habían publicado en libros y blogs. La perspectiva interna que ofrecen me pareció un instrumento impagable para profundizar en mi conocimiento de una organización cuyo secretismo es proverbial. También me fascinaron los mecanismos psicológicos que les habían llevado a adherirse a la Hermandad, y en especial los que les empujarían a abandonarla.

    Así pues, resolví escribir otro libro sobre la Hermandad en Occidente que abundara en los testimonios de la docena de exhermanos que se habían avenido a dialogar con franqueza sobre su experiencia. Inevitablemente, este nuevo libro vuelve sobre algunos de los mismos temas que ya cubría el anterior (cómo se estableció la Hermandad en Occidente, cómo opera, cuáles son sus objetivos), pero incorpora sustanciosa información suplementaria proveniente de mi conocimiento directo de los individuos perfilados, amén de aportar el producto de un decenio más de investigación. También incluye un capítulo que describe las acciones de los Hermanos Musulmanes en Occidente durante la Primavera Árabe y después de ella, evaluando las repercusiones de los tumultuosos eventos geopolíticos del último decenio en los entornos de la Hermandad occidental.

    Obviamente, este libro nunca habría sido posible sin la generosa contribución de los exhermanos que me han brindado su relato y sus opiniones. A ellos, pues, va mi primer agradecimiento. Me hago cargo de cuán arduo debe de serles compartir recuerdos íntimos y a veces dolorosos con un desconocido. También les agradezco que dedicaran días enteros, en algunos casos, a entrevistarse conmigo en persona; y que respondieran pacientemente a mis numerosas preguntas de seguimiento. Sé que es imposible captar la infinita complejidad de sus peripecias vitales, su forma de pensar y de actuar. Sólo espero haberles hecho justicia consignando sus relatos con el mayor rigor posible.

    También debo gratitud a otras muchas personas que han contribuido, cada una a su manera, al presente libro. Para su redacción, conté con un equipo estelar de compañeros de la Universidad George Washington que me ayudaron a gestionar su programa sobre extremismo. El primero y principal de ellos es Seamus Hughes, que además de fenomenal colega y mejor amigo, guarda estoicamente el fuerte del programa durante mis prolongadas ausencias. Alexander Meleagrou-Hitchens, Audrey Alexander, Bennett Clifford y Mojtar Awad también me han asistido de innumerables formas. Merecen asimismo mi agradecimiento especial Roland Martial y Silvia Carenzi por su ayuda en la investigación de la Hermandad en Francia y Suecia, respectivamente.

    Muchos académicos, estudiosos, periodistas, policías y funcionarios gubernamentales de varios países me han ayudado a lo largo de estos años. No los enumeraré a todos aquí por respeto a su intimidad y porque seguramente me dejaría a más de uno en el tintero. Ellos saben quiénes son, y todos se han hecho acreedores de mi reconocimiento personal; pero sería negligente por mi parte no mencionar entre éstos a Bruce Hoffman, editor jefe de la serie Columbia Studies in Terrorism and Irregular Warfare publicada por la Columbia University Press, y mentor y amigo desde hace mucho tiempo, por su apoyo a este proyecto.

    Por último, quisiera dedicar este libro a Clarissa y a Neal. Sin su amor, su apoyo y su aliento (y su compañía durante los muchos viajes de investigación que emprendimos juntos), el presente libro no habría sido posible.

    Prólogo a la edición española

    En los últimos veinte años, el islamismo ha estado en el centro del debate en España. Ya sea por sus acciones en el extranjero (los ataques del 11-S, la proclamación del Califato por el llamado Estado Islámico, infinidad de actos brutales en todo el mundo…) o por las que perpetra en suelo español (los atentados del 11-M en Madrid, los de 2017 en Barcelona y Cambrils, un constante goteo de detenciones de aspirantes a yihadistas con bases de operaciones en el extrarradio de Madrid, en áreas rurales de Cataluña o en los enclaves de Ceuta y Melilla), el islamismo se ha debatido sin pausa; lo que no significa que ni en España ni en ningún sitio estemos en absoluto cerca de haber alcanzado cierto consenso en cuanto a las causas de su violencia ni sobre cómo ponerle fin.

    Pero todo esto es el yihadismo, la manifestación violenta de la ideología islamista. Sin embargo, el yihadismo es sólo la más visible, aunque puede que no la mayor; y no faltará quien defienda que, en última instancia, tampoco es la manifestación más peligrosa de la ideología islamista. Porque lo que se ha echado en falta en España (como cabía esperar en un país de los del sur de Europa, donde la presencia masiva de musulmanes es un fenómeno relativamente reciente) es un debate sobre la faceta no violenta del islamismo, el islamismo político, una ideología política sin duda basada en el Islam, pero completamente separada de esta religión pacífica que practican más de mil millones de fieles en todo el mundo.

    Llamamos islamistas políticos a aquellos grupos cuya visión del mundo, salvando algunas diferencias importantes, concuerda con la de los yihadistas. Al igual que éstos, creen que el Islam es un sistema que lo abarca todo y que regula todos los aspectos de la vida pública y de la privada, que el Estado debe implantar la Ley islámica; y que determinadas fuerzas (cristianos, judíos, hindúes, musulmanes no islamistas) conspiran incansablemente para oprimir a los musulmanes.

    Ahora bien, los islamistas políticos actúan de modo diferente. En su mayoría, evitan la violencia para promover sus objetivos, aduciendo que esa estrategia yihadista resulta en gran medida contraproducente. Ellos se centran en la dawa (proselitismo) y el activismo de base, aspirando a que la población musulmana adopte su cosmovisión. También participan en el proceso político; y no sólo como grupo de presión, sino también presentándose a las elecciones y desarrollando todas las actividades que les permita el sistema político del país en el que operan.

    Esta estrategia la comparten varios grupos islamistas, pero desde 1928 la personifican los Hermanos Musulmanes, la mayor y más influyente organización islamista del mundo. Las organizaciones islamistas que han adoptado su credo y su modus operandi, adaptándolos tácticamente a las circunstancias del país en el que actúen, están en todo el mundo, desde Oriente Medio a países como España, en los que los musulmanes son una pequeña minoría,

    Los primeros Hermanos llegaron a España en la década de 1960. No lo hicieron, según mantienen algunos de sus críticos más paranoicos, como vanguardia de la segunda Reconquista de Al-Ándalus, nombre por el que se conocía a la península ibérica bajo el dominio árabe, sino como los primeros Hermanos que llegaron a todos los países occidentales en aquellos años: huyendo de su persecución por los regímenes de sus países de origen. De hecho, la mayoría de los primeros Hermanos que llegaron a España y que se instalaron en Granada y en Madrid, verdaderos pioneros del islamismo en España, eran sirios que huían de la dura represión de Hafez el Assad.

    Motivados para disfrutar de la libertad que les ofrecía Occidente, establecieron algunas de las primeras mezquitas y organizaciones islámicas de la España moderna. Con el tiempo, gracias a su sobresaliente capacidad de movilización y los generosos fondos que recibían del Golfo Pérsico, sus estructuras se fueron desplegando significativamente. Aun cuando el número de sus miembros en activo en España se mantenga bajo (unos pocos cientos), sus redes han logrado ejercer una influencia desproporcionada, tanto en el seno de las comunidades musulmanas españolas como en el establishment español. Aceptando tanto sus afirmaciones de moderación como la legitimidad de su pretensión de representar a todos los musulmanes españoles, el Estado español (desde el Gobierno central hasta las autoridades locales), los medios de comunicación y la sociedad civil los han tratado a menudo como socios fidedignos e interlocutores confiables en el necesario diálogo con los musulmanes de España.

    No obstante, si replicamos la dinámica observada en toda Europa, ninguna de las afirmaciones de los Hermanos españoles parece correcta. En primer lugar, no hay constancia de que las entidades montadas por la Hermandad, a pesar de sus nombres, representen a los dos millones de musulmanes que se estima viven en España. Por el contrario, está claro que no son más que una minoría bien organizada que actúa sin recibir demasiado apoyo de los musulmanes españoles, que apenas si saben de su existencia. Por otra parte, no hace falta investigar demasiado para descubrir que el rostro amable y moderado que muestran a los políticos y la prensa esconde una naturaleza preocupante caracterizada por postulados extremistas, violentos, antisemitas y misóginos.

    Esta estrategia de infiltración gradual y progresiva influencia en la sociedad española la exponían sin tapujos en una sincera entrevista concedida al diario ABC en 1980, unos tiempos en los que los miembros de la Hermandad en España consideraban, no sin cierta ingenuidad, que podían compartir su cosmovisión con toda franqueza y sin despertar ese tipo de atención negativa que han recibido, en cambio, en el mundo posterior al 11 de septiembre: «Nosotros buscamos el Estado que construyó nuestro profeta Mahoma […] Si partimos de que para nosotros lo bueno es un Estado islámico, está claro que deseamos en España ese tipo de Estado […] Ahora somos una minoría y muy poco podemos hacer. Nos limitamos a observar y a mejorar nuestras condiciones legales y jurídicas. Una vez que logremos esto, podremos participar más activamente en la vida social y política del país».

    Lo más interesante de la entrevista es que la persona que expresaba tan abiertamente sus planes de instaurar el Estado islámico en España no es otro que Riay Tatary Bakry, sin duda el rostro más reconocible del Islam en España hasta su fallecimiento por COVID-19 en abril de 2020; un hombre que ha suscrito acuerdos con el Estado español en relación con diversos temas que atañen a la comunidad musulmana española, y cuya moderación pregonaban innumerables altos cargos españoles. Pero, en 1980, hablando con franqueza, Tatary se sintió libre de expresar los objetivos a largo plazo del movimiento con el que simpatizaba: los Hermanos Musulmanes.

    ¿Es una amenaza para España la Hermandad Musulmana? Depende. El debate suele enmarcarse a través de lentes de seguridad, centrándose en si un grupo es terrorista o no. La naturaleza de la relación de los Hermanos con la violencia es extremadamente ambigua. En Oriente Medio, algunas ramas del grupo (como las de Túnez y Jordania, por ejemplo) han participado durante mucho tiempo en el proceso democrático sin recurrir a la violencia. En otros países, como Siria o Yemen, la Hermandad tiene un largo historial violento. Y, en general, la postura de los Hermanos respecto de la violencia es ambivalente: cuando piensan que no sirve a su causa, la refutan; pero la respaldan cuando creen que puede beneficiarles.

    Las complejas relaciones de la Hermandad con la violencia también han sido muy visibles en España. Por un lado, hay que decirlo claramente, la mayoría de los activistas de la Hermandad no han cometido actos de violencia en España. Si bien los objetivos finales de individuos como Tatary, tal como los confesaba en aquella entrevista con ABC, pueden ser problemáticos, sus actividades se limitan a construir mezquitas, organizar conferencias, dirigirse a los medios e implicar a los políticos.

    Ahora bien, no es menos cierto que un ala de la Hermandad, que opera desde hace mucho tiempo en España, se ha implicado directamente en actividades yihadistas al más alto nivel. A lo largo de la década de 1990, una célula de miembros, en su mayoría sirios, de la Hermandad Musulmana que actuaba entre Madrid, Granada y Valencia envió a hermanos residentes en España a luchar en Bosnia y a entrenarse con Al Qaeda en Afganistán. La famosa red Abu Dahda fue desmantelada en noviembre de 2001, en la que a día de hoy sigue siendo la mayor operación que España haya emprendido nunca contra el yihadismo, impulsada también por el hecho de que los hermanos sirios que la dirigían habían brindado apoyo a algunos de los secuestradores del 11 de septiembre. Además, las personas que habían sido radicalizadas por los Hermanos sirios pasaron a desempeñar un papel clave en los atentados del 11-M.

    Si la relación entre los Hermanos y la violencia es compleja y difícil de descifrar, también lo es su impacto en la integración y la cohesión social. Al interactuar con los políticos y la opinión pública españoles, los dirigentes de la Hermandad en España demuestran saber qué tecla tocar: la que habla de democracia e integración. Basta, no obstante, rascar un poco bajo la superficie para encontrar, en la retórica de muchos de los oradores en los eventos de la Hermandad, y en los textos que sus redes promueven, un mensaje que de repente cambia por completo. Las virulentas condenas de la sociedad occidental como corrupta, inmoral e injusta no son nada infrecuentes, y van de la mano de una narrativa que ve a los musulmanes como personas mejores que son objeto de agresión, fomentando en esencia una mentalidad de «nosotros frente a ellos» que socava gravemente la cohesión social. Además, en ciertos temas clave como la libertad religiosa, los derechos de las mujeres y la homosexualidad, muchos líderes de la Hermandad defienden posiciones en contradicción frontal no ya con los valores dominantes en España, sino también con los más elementales derechos humanos.

    El debate sobre el islamismo no violento acostumbra a quedar relegado por el de las manifestaciones violentas de esta ideología. Por razones obvias, los atentados terroristas, especialmente cuando son tan habituales y dramáticos como algunos de los perpetrados en Europa en los últimos años, concentran toda la atención de los responsables políticos, los cuerpos de seguridad y los medios de comunicación. Las actividades de los islamistas no violentos, por otro lado, tienden a repeler esa atención: son en su mayoría legales y rara vez degeneran en incidentes de importancia; y sus promotores tienden a lanzar imputaciones de racismo e islamofobia (no siempre justificadas) a los medios que los resaltan. En los últimos años, sin embargo, el debate sobre el islamismo no violento parece haberse intensificado en varios países europeos.

    El presidente de Francia, Emmanuel Macron, viene reiterando que el «separatismo» impulsado por la Hermandad y otros grupos islamistas representa una enorme amenaza para la sociedad francesa. Los servicios de seguridad alemanes han declarado que «a largo plazo, la amenaza que el islamismo legalista», como se refieren a grupos como la Hermandad que mayoritariamente operan dentro de la ley, «representa para el sistema democrático liberal es mayor que la del yihadismo. Aspiran a un orden islamista, pero están dispuestos a permitir ciertos elementos democráticos dentro de ese marco. Por esta razón, su extremismo suele ser irreconocible a primera vista».

    Este debate acarrea implicaciones de orden práctico en un amplio abanico de campos, desde la integración hasta la seguridad y desde la educación hasta la política. Por ejemplo, ¿debería permitirse que las redes de la Hermandad gestionen colegios privados? ¿Debería un Gobierno aliarse con organizaciones de la Hermandad, que por lo general controla un cuadro de maestros mayor y mejor organizado que otras instancias musulmanas, para enseñar el Islam en la escuela pública? ¿Deberían los Hermanos ser socios de los gobiernos en la formación y selección de capellanes para enseñar el sistema penitenciario, el Ejército, la Policía y otros organismos similares? ¿Deberían recibir financiación pública para realizar actividades de divulgación, educación e integración con las comunidades musulmanas y el gran número de refugiados llegados recientemente de países de mayoría musulmana? ¿Debería asociárseles a una estrategia nacional de lucha contra el terrorismo y el radicalismo?

    Éstos son sólo algunos de los muchos temas relacionados con los islamistas que los políticos europeos han venido debatiendo durante décadas, y con mayor intensidad en los últimos años. Son cuestiones extremadamente complejas y polémicas que merecen un análisis serio. Y en muchos países europeos han estado durante los últimos años en el centro de la agenda política. Mi esperanza es que el presente libro contribuya modestamente a estimular un debate similar también en España.

    CAPÍTULO I

    ¿Qué es la Hermandad

    Musulmana de Occidente?

    Déjame que te explique un hecho importante de los Hermanos Musulmanes. Lo que yo suelo decirles, ante todo a los medios egipcios y a los que dicen ser exhermanos, es: para entender de verdad y del todo lo que es la Hermandad Musulmana, antes hay que graduarse y ascender de 0 a 100; porque, como no entres en la Majtab al Irshad [Oficina de Orientación], como no seas miembro de la Majtab al Irshad global y del Shura [Consejo] global, nunca lo entenderás. Ni la CIA ni el Pentágono ni Interior ni ningún otro grupo, como el KGB, jamás [lo entenderán]. Es una historia larga, Lorenzo; larguísima. Y cuanto más hablas, más descubres.

    KAMAL HELBAWY, junio de 2017

    Los Hermanos Musulmanes son el movimiento islamista más antiguo e influyente del mundo. Desde su fundación en 1928, vienen desempeñando un papel crucial en el devenir político, religioso y social del mundo árabe, y han influido decisivamente en las comunidades musulmanas más allá de él, Occidente incluido. Su visión del Islam como un sistema completo que lo abarca todo, gobernando así todas las facetas de la vida privada y pública, ha dejado su impronta en generaciones de islamistas de todo el mundo, desde aquéllos que buscan implantar su cosmovisión por medios pacíficos hasta quienes hacen del atentado con brutal violencia su principal modus operandi.

    Pese a esta enorme influencia, pocos aspectos de la organización son indiscutibles. Los puntos de vista sobre su funcionamiento interno, ideología y objetivos difieren ampliamente entre los eruditos, responsables políticos y la opinión pública, tanto en el mundo musulmán como en Occidente. El proverbial oscurantismo del grupo es una de las razones de esta confusión. Puesto que la Hermandad se fundó y opera principalmente en países cuyos regímenes han promulgado diversas formas de represión contra ella, es comprensible que siempre haya visto la confidencialidad y el disimulo de muchos aspectos de su estructura y objetivos como una estrategia necesaria para sobrevivir. En esencia, como dice Kamal Helbawy en la cita que inicia este capítulo, formarse un juicio diáfano sobre la Hermandad será una misión imposible para cualquiera que no pertenezca al círculo íntimo de su cúpula dirigente a nivel mundial.¹ La valoración universal de qué es y qué quiere la Hermandad la complica aún más el hecho de que, hasta cierto punto, su ideología y sus tácticas han variado no sólo con el tiempo, sino que varían de un país a otro.

    Incluso su nombre admite diversas interpretaciones. Podría decirse que el término se usa más habitualmente para referirse a la organización fundada en Egipto por Hasán al Banna en 1928. Al Banna concibió una estructura organizativa compleja, una red de reglas estrictas y órganos internos destinados a hacer de la Hermandad una maquinaria moderna y eficiente capaz de islamizar a la sociedad egipcia e instaurar un régimen islámico en el país. La Hermandad Musulmana egipcia ha pasado por numerosas fases desde entonces, incluidas no pocas represivas bajo distintos regímenes en Egipto y, tras el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak en 2011, un efímero mandato al timón del Estado egipcio. Aún hoy, pese a su profunda crisis, el término Hermanos Musulmanes se utiliza con frecuencia para referirse a su rama egipcia, grupo madre de la que proceden todas las demás.

    Desde los años cuarenta, el mensaje de la Hermandad se ha ido extendiendo a prácticamente todos los países árabes o de mayoría musulmana. En cada país, los individuos que adoptan la cosmovisión del grupo han tejido redes que reflejen su estructura, adaptando su estrategia a la dinámica local y a la situación política. En los países de Oriente Medio donde tradicionalmente se la ha tolerado, como Jordania, opera de puertas afuera como movimiento social volcado en la educación y las obras caritativas, y como partido político. En aquéllos donde ha sido perseguida, como Siria, sobrevive como movimiento clandestino consagrado a la dawa (proselitismo) y, en algunos casos, a la violencia. Es habitual referirse a estas redes en cada país como «ramas» de la Hermandad Musulmana, sin que este término pretenda subrayar la autoridad que el grupo madre egipcio ejerza sobre ellas.

    El término Hermanos Musulmanes suele utilizarse con un tercer significado, que abarca la totalidad de las ramas nacionales de la organización y a todas las entidades que en todo el mundo se adhieren a la ideología y metodología de Al Banna. Todos estos agentes trabajan conforme a una visión compartida, pero con independencia operativa, libres de perseguir sus objetivos como consideren oportuno. Como cualquier movimiento que se extiende por varios continentes y cuenta con millones de miembros y simpatizantes, el que se conoce como Hermandad Musulmana global no es un bloque monolítico. Las divisiones personales e ideológicas están a la orden del día. Los intelectuales y activistas de alto rango a menudo compiten entre sí por cuestiones teológicas o posturas políticas, por el acceso a los recursos financieros y por el liderazgo del grupo. Pese a estas inevitables diferencias, su profunda creencia en la naturaleza política inherente al Islam y su adopción de una metodología centrada en la organización de Al Banna los convierte en parte del movimiento informal transnacional de los Hermanos Musulmanes.

    En una entrevista de 2008, Mohamed Habib, a la sazón vicepresidente primero de los Hermanos Musulmanes de Egipto, corroboraba esta valoración de las organizaciones que se ubican en la galaxia de la Hermandad: «Existen entidades en muchos países de todo el mundo. Dichas entidades comparten una misma ideología, principios y objetivos, pero funcionan bajo diferentes circunstancias y contextos. Así pues, es razonable aplicar una descentralización efectiva para que cada entidad opere en función de las circunstancias y problemas a que se enfrente en su marco de referencia».²

    Pese a esta completa independencia operativa, los individuos y entidades que pertenecen a la llamada Hermandad Musulmana global se perciben como parte de una familia mayor. Sus nexos van más allá de un origen y una base ideológica en común, moldeados como están por una profunda red global de conexiones organizativas, personales y financieras. Algunos intentos previos de coordinarlos y supervisarlos explícitamente mediante una estructura formal –⁠la Organización Internacional de la Hermandad Musulmana, dirigida por la rama egipcia⁠– no llegarían a cuajar.³ Aun así, cabe usar el término Hermanos Musulmanes para identificar una organización informal pero unida, una red global de individuos y entidades que comparten no sólo una ideología, sino también conexiones operativas regulares.

    Por último, la Hermandad Musulmana también se puede utilizar para definir un tipo de activismo islamista. El «ijuanismo» (del árabe ijuán, ‘hermanos’) es un término de uso común para referirse a una metodología de movilización sociopolíticorreligiosa que, más allá de afiliaciones formales e informales, está inspirada en la Hermandad Musulmana. La adopción de su mentalidad por grupos no afiliados ha sido valorada positivamente por la Hermandad «formal», desde sus orígenes hasta la actualidad. El propio Al Banna abogaba por la creación de un movimiento global en lugar de una organización estructurada formalmente, pues veía a la Hermandad «como una idea y un credo, un sistema y un programa de estudios, siendo así que no estamos limitados a un lugar ni congregación de personas en concreto».⁴ En 2005 Mohamed Akef, entonces murshid (guía espiritual y líder supremo) de la rama egipcia de la Hermandad Musulmana, declaró en una entrevista que «a un agente en el panorama global que cree en el camino de la Hermandad Musulmana lo considero parte de nosotros, así como nosotros formamos parte de él».⁵ Otros dirigentes de la Hermandad han descrito su movimiento como «una forma de pensar en común» y «una escuela internacional de pensamiento»⁶.

    LA HERMANDAD MUSULMANA

    EN OCCIDENTE

    Si la evolución de cada rama nacional de la Hermandad Musulmana en Oriente Medio adoptó giros particulares en función de la cultura y la coyuntura política en cada país, la historia de la Hermandad es especialmente peculiar en Occidente, donde presenta la característica única de operar en sociedades de mayoría no musulmana. La primera presencia activa de los Hermanos en Occidente se remonta a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960, cuando algunos grupúsculos dispersos de activistas suyos abandonaron varios países de Oriente Medio para establecerse en ciudades de Europa y Norteamérica. Un puñado de estos pioneros, como Yusuf Nada y Saíd Ramadán, eran miembros destacados de la Hermandad egipcia que huían de la represión implantada por el régimen de Gamal Abdel Nasser. En los decenios sucesivos, muchos otros militantes de la Hermandad en Oriente Medio se refugiarían asimismo en Occidente de la represión que sufrían en su tierra.

    Sin embargo, casi todos los activistas vinculados a la Hermandad que se trasladaron a Occidente eran estudiantes, miembros de las clases medias educadas y urbanas del Oriente Medio que ya

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