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Diplomacia cultural, la vida
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Libro electrónico180 páginas2 horas

Diplomacia cultural, la vida

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Diplomacia cultural, la vida. Fiel a su labor que él mismo califica como arqueología del sector cultural, se propuso rescatar una parte de la rica herencia del desempeño diplomático en la vida cultural de México, a través del testimonio de mujeres y hombres cuyas notables trayectorias los colocan como testigos privilegiados de una época que llegó a
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 dic 2020
ISBN9786072713031
Diplomacia cultural, la vida
Autor

Eduardo Cruz Vázquez

Es egresado de la carrera de Comunicación de la UAM Xochimilco, con Especialidad en Políticas Culturales y Gestión Cultural por la UAM Iztapalapa. Ejerce el periodismo desde 1980 en distintos diarios y revistas, como también la gestión cultural en diversidad de instituciones. Ha desplegado una amplia labor de análisis de la diplomacia cultural, de las políticas culturales, de la economía cultural y las empresas culturales. En su trayectoria destaca su desempeño como agregado cultural en las embajadas de México en Chile y Colombia, cuyo gobierno le condecoró con la Medalla al Mérito Cultural. Cuenta con dos obras que reúnen una parte de su quehacer como analista, reportero y cronista: Desde la frontera norte (UAM-Iztapalapa, 1991) y Del mismo cuero salen las correas (UAM-Xochimilco, 2002). La editorial colombiana Común Presencia publicó el volumen de prosas poéticas Saldo a favor (2005). Es coautor del estudio Políticas culturales en México, 2006-2020, coordinado por Eduardo Nivón (Editorial Porrúa, 2006). Coordinó las obras Diplomacia y cooperación cultural de México: una aproximación, obra pionera en su ámbito (UNICACH/UANL, 2007); 1968-2008. Los silencios de la democracia (Editorial Planeta, 2008). En junio de 2009 creó en la UAM Xochimilco el Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU), del cual es coordinador. Desarrolla una amplia tarea como consultor. En esta línea de trabajo destaca la coordinación del Programa Sectorial de Cultura de Oaxaca 2011-2016. También ha realizado análisis económicos del Festival Internacional Cervantino y del Centro de Cultura Digital, en momentos del Conaculta. Participa del Proyecto ¿Cómo vamos ciudad de México? del periódico El Universal. Su obra más reciente como coordinador es TLCAN/Cultura ¿Lubricante o engrudo? Apuntes a 20 años (UAM/UANL, 2015) y es coautor de Una nueva diplomacia cultural para México, coordinado por César Villanueva (UIA, 2015). Su obra más reciente como autor es Sector cultural. Claves de acceso (Editarte/UANL, 2016). Actualmente es Jefe del Centro de Extensión Educativa y Cultural Casa Rafael Galván Maldonado de la UAM.

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    Diplomacia cultural, la vida - Eduardo Cruz Vázquez

    presentación

    la diplomacia cultural, antes delcoronavirus (a.D.), Después Del coronavirus (d.C.) y en tiempos De la 4T

    Eduardo Cruz Vázquez

    En días convulsos, inmerso en un torbellino de nociones por descifrar, correspondió cerrar el libro que tienen en sus manos. La hechura de estas palabras ha pasado por más de un titubeo, aun cuando se trata de una obra colectiva que se encuentra claramente delimitada por el territorio de la memoria, del rescate de lo vivido, por las fronteras del testimonio que trae a cuento lo que bien es parte de la férrea, inteligente y generosa personalidad de cada uno de los aquí reunidos. Es decir, si bien tenía claro que después de haber cursado como agregado cultural, de muchos años de estudio y análisis de la diplomacia cultural, de la cooperación cultural internacional, de la política exterior, era un pendiente la recopilación de historias de vida de un grupo de sus más notables hacedores de nuestro país, después de cincuenta y dos días de confinamiento en una suerte de enredadera, la resolución de esta narrativa se tornó en inercia especulativa.

    Por ello, siento una enorme emoción de presentarles a exponentes de la diplomacia cultural mexicana antes del coronavirus (a.C.), a saber: Camila del Carmen Aviña Zavala, Luz Elena Baños

    Rivas, Alejandra de la Paz, Mercedes de Vega, Alejandro Estivill, Gerardo Estrada Rodríguez, Alberto Fierro Garza, Agustín Gutiérrez Canet, Jorge Alberto Lozoya, Jaime Moreno Villarreal, Beatriz Nava Domínguez, Jaime Nualart, Andrés Ordóñez, Carlos Ortega Guerrero, Luis Ortiz Monasterio, Soileh Padilla Mayer, Susana Pliego Quijano, María Dolores Repetto Álvarez, Carlos Tejada, Sara Valdés Bolaño, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Andrés Webster Henestrosa y Nuria P. Zúñiga Alaniz.

    Muchos de ellos son diplomáticos de carrera, otros lo fuimos temporalmente, los hay en ámbitos concurrentes especializados. Por sus venas, como por sus escritos, corre una época que no volverá. Ante ustedes el oleaje terso y bravo de los mares que se atraviesan para cosechar relaciones culturales entre México y numerosos países. Tienen de frente una mezcla virtuosa de oficios como lo son la diplomacia con la gestión cultural.

    Una parte del grupo ha realizado lo mejor de sus quehaceres entre el último tercio del siglo XX y los primeros años del siglo XXI. A otros les corresponde un tiempo de mutaciones entresiglos, cuyo desenlace seguramente se volverán historias que narrar por los alrededores del año 2040. Es decir que muchos de los aquí convocados, darán cuenta de la diplomacia cultural después del coronavirus (d.C.) y por tal razón me da mucha alegría presentárselos. Pero no les bastará consignar los cambios generados por la pandemia en el que es su campo de trabajo como su pasión.

    Indiquemos algunas de las diferencias con sus otros compañeros de páginas. Los historiales de sus colegas se fincaron entre el dominio del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la apertura comercial con la globalización, la refriega de los mercados, la alternancia en el sistema político de manera señalada con el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), así como con la estrepitosa caída de un llamado régimen bipartidista (PRI/PAN). Mientras que a ellos les ha correspondido las herencias obligadas de lo anterior, sus quehaceres se han asentado entre el tránsito de la alternancia y la debacle bipartidista, al igual que con el inicio del ciclo del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Un régimen autocalificado como la Cuarta Transformación (4T) de la historia de México, inmerso en el rechazo de todo lo anterior a 2018 que identifica como etapa neoliberal, para dar paso a un episodio refundacional de la nación que, al intentar encauzarse, topó con la brutalidad de una emergencia sanitaria quince meses después de haber tomado el poder.

    Entre la evidencia y lo cifrado

    Así las cosas, con las características de unos, las particularidades de otros y en combo todas y todos, se han construido las historias de vida que me han permitido reunir en este volumen. Les marca que han sido concebidas a.C., sus insumos centrales provienen antes de la 4T y sin inmiscuirme en esta ocasión en las deliberaciones teórico-académicas, abrevan de etapas definidas de la política exterior, de la diplomacia y la cooperación cultural de México. No dudo en referir que cada uno de los autores llevan en su formación –cualquiera que sea su cantera– el sentido de pertenencia a un historial que soporta sus tareas diplomáticas, sus desempeños en la gestión cultural internacional. Esto no resulta menor: lo que será d.C. está por escribirse.

    En efecto, en el contexto de mi propia experiencia, de mi apreciación como antologador, del conocimiento y trato con cada una de ellas, de ellos; desde la perspectiva que me ofrece el haber dialogado en lo personal al momento de edificar sus testimonios, la valoración generacional como de trayectorias, así como la curaduría de los textos (resuelta por el orden alfabético que, sorpresivamente, me dio una cadencia inesperada), me permiten afirmar que integran un grupo que sabe que forma parte de un periodo que ha concluido. Decirlo no significa dramatismo, ni es determinación categórica de sabiondo, como tampoco que sabedores todos de su oficio, duden en integrarse con plenitud a lo nuevo que se viene construyendo.

    La diferencia es precisamente la proximidad a la determinación de futuro para unos que para otros de los antologados. Al quedar la evidencia de un tiempo, la zona que se transita está por descifrarse. La combinación de fenómenos en territorio nacional, como en todos los rincones del mundo, mantendrán por un periodo, que no sabemos cuán corto o largo será, la reedificación de la diplomacia y la cooperación cultural, como por lo mismo, los acervos de la existencia en torno a ellas.

    Dicho de otra manera: mientras que en estas páginas evocamos un torbellino de escenarios humanos sobre los hombros de las relaciones culturales, ni idea tenemos de cómo se habrán de construir las historias por venir. Los años dirán qué modelos de gestión cultural internacional no solo habrán sobrevivido al ajuste de paradigmas a raíz del coronavirus, sino que además esperamos muestren con creces haber resuelto los desafíos, con su consecuente influencia en el cotidiano de sus protagonistas en embajadas, consulados y organismos internacionales. También en cierto lapso podremos atestiguar la sepultura de aquellas estructuras que se consideraron prototípicas, o la obcecación por sostenerles en vida. Si bien la capacidad de innovación no queda exenta de esta narración especulativa al filo de los cincuenta y tres días de encierro doméstico (con todas sus buenas y malas aristas), encontrarla no se antoja nada sencillo. Tengo líneas prospectivas sobre el particular, ya habrá otra oportunidad para proyectarlas.

    Al día cincuentaiséis de ir y venir a esta computadora, decido que un poco más adelante debo preocuparme por si esta presentación cumplirá cabalmente su propósito, habida cuenta del enorme privilegio que ha significado editar la antología Diplomacia cultural, la vida. Por ello prosigo ahora con el laboratorio emocional que envuelve el pasear por cada episodio. La labor del antologador genera que se meta en la piel de cada narración. Por principio ya que, como arqueólogo del sector cultural, defiendo la pertenencia de nuestra materia en la estructura sectorial, por estar no solo ligada al quehacer creativo, al derecho de autor, al tránsito de bienes y servicios, a mal tratados internacionales de comercio, entre otras líneas argumentales. También porque las historias que le contienen, son proveedoras de multiplicidad de significados, sin los cuales, no entenderíamos el conjunto del devenir cultural de la nación. Hablo a su vez, del uso intensivo del telescopio y del microscopio, como instrumentos formidables para comprender el valor, el arrojo, el sacrificio, la materia de la que está hecha la vida cuando le corresponde transitar entre distintos lugares representando intereses culturales de una nación.

    Quienes tenemos que ir de capa en capa del sector, de sus evidencias, los testimonios se convierten en revelaciones. Como me ha sucedido, espero que los lectores se sientan en las entrañas de cada situación que nuestros autores detallan. La correlación de significados, de acuerdo con cada contexto, deslumbra las entrañas de un universo que solo de esta manera es posible acceder a él. La narrativa es fuertemente biográfica, como es natural al provocar escrituras en tono de memorias. Pero también se despliegan las innumerables piezas del rompecabezas que un embajador, un cónsul o un agregado cultural enfrentan para armar esa figura multidimensional que es la diplomacia cultural, con lo que le es consubstancial: los sentimientos y la emoción entre personas.

    En todos los tiempos, han habido diplomáticos –no tantos como uno quisiera– que han obsequiado en libros sus memorias, el recuento de sus años de gestión en distintos frentes. En esa perspectiva, Diplomacia cultural, la vida a la vez de precedente en este tipo de acervos, esperamos estimule a muchos más diplomáticos culturales a dejar por escrito sus trayectos, sus aprendizajes, las enseñanzas, las vivencias, toda una caja de herramientas para quienes habrán de sucederlos. Igual siempre será un anhelo difícil de saber lo que este tipo de documentos propician si son incorporados a los planes académicos y a la formación integral de los estudiantes en licenciaturas como Relaciones Internacionales, Gestión Cultural, Ciencias Políticas, Historia, Antropología y tantas más carreras que se impregnan de la diplomacia cultural. Persistiremos en saberlo.

    Protocolo de salida

    Como habrán advertido los lectores, llevo más de una década haciendo libros con el apoyo incondicional de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). En una primera etapa cuando mi entrañable amigo desde los ochenta, Celso José Garza Acuña, era director de Publicaciones, hasta ahora que se desempeña como secretario de Extensión y Cultura. La gran mayoría han sido obras colectivas, las cuales contaron con la participación de los distintos autores, apegados a un modelo de economía colaborativa. Diplomacia cultural, la vida se suma a esta cauda de publicaciones que son ejemplo de la coincidencia entre quien concibe la obra, quienes la escriben bajo elementos comunes y quien la edita y hace llegar a los lectores. Para efectos de mi bibliografía, se trata de un segundo volumen en esta línea de trabajo. Curiosamente Diplomacia y cooperación cultural de México. Una aproximación (2007) fue el primer título de la historia que me une a Pepe Garza y de unos años para acá, al escritor Antonio Ramos Revillas, director de Editorial Universitaria, así como al excelente equipo de trabajo que les acompaña. De nuevo, mi gratitud a todos.

    Al día cincuenta y nueve de la cuarentena impuesta, por momentos pienso que exagero con aquello del a.C. y el d.C. Mucha especulación en la narrativa. Quizá debí optar por lo que privaba antes de la emergencia sanitaria: hemos logrado una obra que, inmersa en los primeros meses de una promesa llamada 4T, es un homenaje a la diplomacia cultural mexicana, a través de un grupo representativo de sus hacedores. Si aquí iniciara mi presentación ¿podría haber ignorado el influjo del coronavirus en el resto del alegato y los agradecimientos? A estas alturas… Solo me resta agregar que la sacudida de las economías, entre ellas la del sector cultural, tendrán una influencia definitiva en las relaciones exteriores y la cooperación cultural internacional. Los diplomáticos culturales enfrentan un particular reto: ¿Cuáles son los modelos que sustituirán lo hasta ahora conocido? ¿Se trata solo de esperar a que pase el tumbo para regresar a lo que ha caracterizado su trabajo? ¿Habrá un resurgir como ocurre después de una guerra?

    Como lo he venido realizando desde mi regreso de Colombia en agosto de 2005, de lo que fue mi segunda y última estancia en una embajada como agregado cultural –la primera fue en Chile, sumé menos de seis años como diplomático cultural– seguiremos documentando desde el periodismo, lo que suceda en este apasionante campo de la historia del país. Al día sesenta del confinamiento, no advierto en la llamada 4T el talante, la capacidad de miras, el coraje para enarbolar una diplomacia cultural para el nuevo mundo que se vislumbra. Pero ese es otro cuento d.C. Seguiremos informando.

    Barrio del Niño Jesús, Coyoacán, primavera coroviruliana, 2020.

    Memorias coreanas

    Camila del Carmen Aviña Zavala

    Diplomática mexicana oriunda de Iztapalapa

    Una gélida tarde de enero de 2012 aterricé en Seúl en mi primera misión como miembro del Servicio Exterior Mexicano (SEM), como agregada cultural y educativa en la Embajada de México en la República de Corea. Sin saber lo que me esperaba, llegué con un abrigo muy ligero para la ocasión y la misión de reforzar el entendimiento mutuo y la confianza entre ambas naciones, así como con la encomienda de instrumentar el programa cultural conmemorativo del cincuenta aniversario de relaciones diplomáticas, que se celebraría ese año.

    Llevaba una amplia gama de herramientas profesionales, una sólida preparación académica en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, una

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