Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento
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El objetivo de este libro es hacer propuestas útiles para la educación del siglo XXI. Hace un recorrido por algunas de las ideas clave: organización de los centros educativos, infraestructuras, metodologías de enseñanza, aprendizaje en tiempos del COVID-19, evaluación, desarrollo integral de la persona y el contexto comunitario y social en el cual tiene lugar el aprendizaje, intentando responder a las preguntas que puede tener un docente a comienzos del curso 2020-2021, pero sin renunciar a aportar los resultados de investigaciones recientes o las propuestas que se estén desarrollando en instituciones o centros educativos de reconocido prestigio.
Fernando Trujillo
Profesor titular de universidad en la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta (Universidad de Granada), en el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Sus líneas de investigación e intervención educativa principales son la incorporación de las competencias clave al currículo, la enseñanza de lenguas, la educación intercultural, el uso educativo de las TIC y la enseñanza basada en proyectos. Es socio fundador de Conecta13, spin-off de la Universidad de Granada. Mantiene una presencia activa en redes sociales y a través de su web https://fernandotrujillo.es
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Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento - Fernando Trujillo
Conecta 13
Fernando Trujillo Sáez (ed.)
Aprender y enseñar en tiempos
de confinamiento
Prólogo de Alejandro Tiana
DISEÑO DE CUBIERTA: Pablo Nanclares
© conecta 13, Adrián Segura Robles, Fernando Trujillo Sáez, David Álvarez Jiménez, Ana Y. Postigo Fuentes, Manuel Fernández Navas, Ramón Montes Rodríguez Y Jesús Trujillo Sáez, 2020
© del prólogo: Alejandro Tiana Ferrer, 2020
© Los libros de la Catarata, 2020
Fuencarral, 70
28004 Madrid
Tel. 91 532 20 77
www.catarata.org
Aprender y enseñar en tiempos de confinamiento
isbne: 978- 84 -1352-046-9
ISBN: 978-84-1352-052-0
DEPÓSITO LEGAL: M-22.853-2020
thema: JN/JNQ
este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.
Este libro está dedicado a la memoria de Antonio Rodríguez de las Heras, fallecido el 4 de junio de 2020 por COVID-19, y al recuerdo de todas aquellas personas que han sufrido debido a la pandemia.
Resulta que cuando hay que aprender en un entorno cambiante y de constantes apariciones de cosas nuevas, los aprendizajes ‘calcados’ no valen. Es decir, no sirven las recetas.
—¿Adónde va el tren?
—A Utopedia. Aunque aún no están tendidas las vías.
Antonio Rodríguez de las Heras,
Metáforas de la sociedad digital (2015)
Prólogo
Me produce verdadera satisfacción escribir unas páginas introductorias para este libro preparado por Fernando Trujillo y su equipo, pues tengo mucho respeto por el trabajo que viene desarrollando desde hace ya bastantes años, le tengo en gran estima personal y además simpatizo abiertamente con el compromiso que posee con la innovación pedagógica y las buenas prácticas educativas. Creo que estos serían motivos suficientes para haber aceptado con gusto escribir este prólogo a su trabajo. Pero hay más razones que me han animado a hacerlo y creo que vale la pena detallarlas.
Ante todo, resulta especialmente valioso el enfoque del libro, que analiza una experiencia realmente disruptiva, que pensábamos que podría haber finalizado cuando escribo estas líneas, pero que aún estamos viviendo. El pasado febrero, hace escasamente seis meses, nadie nos hubiese dicho que íbamos a vivirla tan intensamente ni que iba a tener estas características. Nuestros centros educativos continuaban entonces desarrollando la tarea lectiva que tienen asumida desde hace largas décadas, siglos incluso, los docentes desempeñaban en ellos las funciones para las que fueron formados y a las que están acostumbrados, mientras que los estudiantes continuaban asumiendo su papel en ese escenario y progresaban en su itinerario formativo.
Hasta aquí todo normal. Pero, de repente, en unas semanas arreció la pandemia de la COVID-19, que habíamos tendido (quizás irreflexivamente) a ver como un fenómeno lejano, y los centros tuvieron que suspender abruptamente sus tareas lectivas presenciales y sustituirlas urgentemente por otras actividades a distancia o en línea. A mediados de marzo, casi de un día para otro, el panorama había cambiado dramáticamente, sin que supiese nadie cómo iba a evolucionar en las semanas o los meses siguientes. Recuerdo algunas conversaciones con mi equipo previendo qué podríamos hacer si pudiesen abrirse de nuevo los centros educativos en mayo y cómo podríamos reprogramar las actividades. Y en otros países, con los que estábamos en contacto continuo, sucedía algo parecido.
Pero, aunque intentamos hacer previsiones y planes alternativos para un eventual regreso, la realidad demostró que la pandemia nos sometía a una prueba más dura de lo que habíamos imaginado. Puedo asegurar al lector que tanto el Ministerio de Educación y Formación Profesional como las Consejerías de Educación de las comunidades autónomas no tuvimos un momento de respiro y entre nuestras preocupaciones siempre destacó la de estar preparados para retornar a una situación más favorable, en que pudiésemos retomar la actividad presencial, sin que por ello dejásemos de actuar para permitir el funcionamiento de las instituciones escolares en las circunstancias tan inusuales que vivíamos.
Aunque lo haya hecho más veces, no puedo dejar de reconocer el formidable desafío que afrontaron nuestros centros docentes y toda la comunidad educativa que en ellos se desenvuelve e interactúa, tanto los docentes y otro personal complementario como los estudiantes y sus familias. Vale la pena subrayar que se interrumpió la actividad lectiva presencial, pero no la actividad educativa. Y ello fue posible gracias al esfuerzo denodado de tantas y tantas personas que, desde diferentes niveles de responsabilidad, actuaron con un gran sentido de su deber y un alto compromiso con su tarea. Permítame el lector que, una vez más, reconozca su esfuerzo y les transmita nuestro agradecimiento.
Pues bien, en estos meses de inactividad presencial o de actividad muy limitada, hemos tenido que reinventar la docencia y el aprendizaje, utilizando algunos instrumentos que conocíamos, pero que no formaban parte de nuestro repertorio cotidiano. Es cierto que llevábamos varios años impulsando la digitalización en el ámbito educativo y que habíamos experimentado avances notables, pero también lo es que no disponíamos de un sistema digitalizado capaz de sustituir inmediatamente a la actividad presencial. Y esa vivencia de transformación educativa disruptiva e inesperada merece la pena ser estudiada y analizada con atención.
Los autores lo exponen con claridad en el libro cuando reconocen que aún nos falta perspectiva histórica para valorar completamente el impacto que la COVID-19 haya tenido en nuestros sistemas educativos. Es forzoso estar de acuerdo con ellos, pero lo que me agrada realmente es que, a pesar de ese reconocimiento, no se han detenido a esperar acontecimientos, sino que se han aventurado a explorar el panorama actual y han querido proporcionar claves para interpretarlo. Es un objetivo ambicioso, del que además salen airosos.
En efecto, a lo largo de los ocho capítulos que componen el texto abordan un buen número de cuestiones que se plantea cualquier persona interesada en analizar este reciente fenómeno y su impacto educativo. Entre ellas, y sin ánimo de ahorrar al lector el placer de leer el libro, quiero destacar las páginas dedicadas, por ejemplo, al análisis del estilo de liderazgo que requiere el gobierno de los centros docentes en estas circunstancias inusuales, al papel que juega el trabajo colaborativo del profesorado para organizar unas actividades adaptadas a la nueva situación, a la necesidad de atender por medio de tutorías personalizadas al alumnado más vulnerable o al que está en riesgo de quedarse atrás en esta pandemia, a la exigencia de repensar el currículo y sus componentes fundamentales, a la necesaria apertura de los centros a su entorno social o a la inevitabilidad de reconsiderar las prácticas habituales de evaluación y calificación para ponerlas al servicio del aprendizaje. A cada uno de estos asuntos dedica el libro páginas ciertamente interesantes, llenas de buen juicio pedagógico, basadas en el análisis de la investigación más reciente, pero también de la práctica más destacada desarrollada en este tiempo, y capaces de aportar sugerencias para desarrollar un nuevo estilo de actuación para la enseñanza y el aprendizaje. Por todo ello, merece la pena una valoración positiva.
Pero hay algún asunto, además de los mencionados, que ha merecido una atención especial, no solamente en un capítulo singular, sino con carácter transversal a todo el libro. Es el caso, por ejemplo, de la transformación digital del sistema educativo (por cierto, hacen una interesante distinción entre los fenómenos que denominan de digitización, digitalización y transformación digital, que reviste gran interés). Su análisis huye de los enfoques más habituales cuando tratan estas cuestiones, por ejemplo, cuando lo ponen en conexión con la educación expandida (ligada a la recuperación del espacio exterior al estrictamente escolar), cuando se refiere a la necesidad de construir infraestructuras digitales sólidas, unificadas y seguras para desarrollar las actividades educativas en el nuevo entorno, cuando insiste reiteradamente en la necesidad de asegurar la capacitación digital del profesorado y el alumnado, pero también de las familias, o cuando analiza el valor de la tecnología como oportunidad y no como riesgo. Especialmente sugerente me ha resultado su afirmación de que las puertas del aula virtual difícilmente se pueden cerrar
y las conclusiones que de ahí extraen.
También me ha resultado de gran interés el conjunto de reflexiones, asimismo presentes en varios capítulos, sobre la necesidad de reforzar la autonomía real de los centros, basada en procesos participativos de abajo-arriba, como la decisión más acertada para dar respuesta a esta situación tan incierta y cambiante. Es un asunto que me ha hecho reflexionar, precisamente ahora, cuando se escuchan voces que reclaman unas directrices precisas sobre cómo actuar en cada circunstancia que pueda presentarse. Y es que me temo que responder a esa demanda resulta estrictamente imposible en la situación actual. Nadie puede estar seguro de todo lo que puede suceder ni de cómo van a evolucionar los acontecimientos, ni tampoco podemos tener previsiones para cualquier contingencia. Bueno, matizaré. Podemos y debemos tener previsiones para cualquier circunstancia, pero no podemos tener la seguridad de que las cosas vayan a discurrir como hemos previsto. En estos seis meses últimos ya hemos tenido esa experiencia y todo hace pensar que va a continuar siendo así. Por lo tanto, simpatizo con la apreciación que hacen los autores cuando afirman que la docencia está basada en la planificación, pero el curso 2020-2021 no parece que vaya a ser normal
. Aunque la incertidumbre nos inquiete, tenemos que aprender a convivir con ella, en nuestra vida social, en nuestro sistema sanitario y también obviamente en nuestro sistema educativo. Y los autores lo dejan bien claro en su libro.
No quiero desvelar más asuntos de los que trata el libro. Creo que ya lo he hecho bastante, quizás en mayor medida de lo que debiera.
Pero aún hay tres razones por las que me ha agradado escribir estas páginas. En primer lugar, en el libro se aprecia una inequívoca voluntad de basarse en estudios e investigaciones muy actuales para fundamentar los análisis y las reflexiones que hacen los autores. Tratándose de un equipo con anclaje en la universidad, cabe dar por supuesta esa voluntad, pero bien sabemos que no siempre es el caso, por lo que merece la pena subrayarlo. En segundo lugar, el recurso retórico a la apertura de cada capítulo con la presentación de un caso de buena práctica (aunque no lo denominen así) permite a los autores anclar sus reflexiones en la realidad de los centros educativos y en la práctica de actores muy diversos pero que coinciden en su voluntad innovadora, poniendo así de relieve que las propuestas que presentan son viables. En tercer lugar, plantean al final de cada capítulo unas preguntas de reflexión que cumplen el propósito de estimular la reflexión del lector y que incluso pueden servir de soporte a reflexiones colectivas. A fin de cuentas, lo que plantean es que esta circunstancia no nos obliga solamente a dar una respuesta coyuntural, sino que constituye una oportunidad para replantearse el futuro de nuestra educación. No en vano, en su estudio anteriormente publicado ponían de manifiesto que la experiencia de la