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Tecnología y educación (2da edición): Experiencias y miradas para la implementación de las nuevas tecnologías en el aula
Tecnología y educación (2da edición): Experiencias y miradas para la implementación de las nuevas tecnologías en el aula
Tecnología y educación (2da edición): Experiencias y miradas para la implementación de las nuevas tecnologías en el aula
Libro electrónico251 páginas3 horas

Tecnología y educación (2da edición): Experiencias y miradas para la implementación de las nuevas tecnologías en el aula

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Información de este libro electrónico

Propuestas para repensar la enseñanza a partir de experiencias disparadoras adaptables a las disciplinas que conviven en las escuelas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 ago 2020
ISBN9789878321615
Tecnología y educación (2da edición): Experiencias y miradas para la implementación de las nuevas tecnologías en el aula
Autor

Javier Gullo

Javier Gullo es profesor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y docente en actividad. Realizó diversos cursos de posgrado sobre educación, tecnología y pedagogías alternativas. Dicta capacitaciones y talleres de formación en escuelas sobre varios de los temas abordados en este libro.

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    Vista previa del libro

    Tecnología y educación (2da edición) - Javier Gullo

    Bibliografía

    Presentación

    Este libro tiene varias lecturas posibles. De estas, queremos destacar dos: una, instrumental, cuyo foco está puesto en la aplicación didáctica de un conjunto de herramientas digitales y está especialmente dirigida a educadores que demandan estrategias concretas y propuestas de trabajo. Los docentes encontrarán diversas exposiciones que les resultarán de utilidad para pensar sus clases y repensarlas a partir de experiencias disparadoras que pueden ajustarse a las distintas disciplinas que conviven en las escuelas. En este aspecto, por un lado, el libro registra y desarrolla secuencias novedosas de diversas fuentes y, por el otro, propone horizontes prácticos inéditos o escasamente explorados que –a nuestro entender– suponen el desafío más riesgoso, pero, al mismo tiempo, el más enriquecedor para la práctica docente. Los aspectos tecnológicos han sido descritos dando detalles sobre requerimientos y, en las oportunidades que lo amerita, se presentan alternativas que atienden la diversidad y disponibilidad de recursos técnicos en las escuelas. No es un dato menor señalar que la mayoría de las propuestas pueden desarrollarse aun en escuelas que no disponen de equipamiento tecnológico propio. Para quienes realicen esta lectura didácticista, las experiencias se cerrarán sobre sí mismas y su valor residirá en constituirse como guía, o inspiración, para el desenvolvimiento de proyectos.

    La otra lectura posible es de orden político-pedagógico. Se sirve de las propuestas didácticas para exponer situaciones que van más allá de la aplicación de las nuevas tecnologías en el aula. En ese plano, consideramos la relación que existe entre tecnología y educación problematizando el escenario general, que sitúa a los jóvenes bajo una doble condición: por un lado, como consumidores y usadores de tecnologías y, por el otro, como reproductores de saberes que les son ajenos. Mientras las grandes corporaciones parecen ser las únicas responsables de determinar la dinámica del cambio tecnológico, los jóvenes (y los ciudadanos en general), cada vez más tecnodependientes, se ven envueltos en un terreno contradictorio en el que la idea de libertad que internet proponía en sus orígenes ha entrado en una etapa de tensión, al tiempo que la aceleración de las innovaciones exige cada vez más consumismo irreflexivo.

    Por otro lado, y al mismo tiempo, esas tecnologías se presentan como foco disruptivo en establecimientos escolares demasiado acostumbrados a evaluar la memoria. Es por ello que el conjunto de experiencias desarrolladas trabaja sobre el objetivo de presentar herramientas para que los jóvenes se corran del lugar de consumidores y usadores de tecnología al tiempo que se los convoca a adoptar un rol activo y creativo frente al conocimiento. Producir antes que repetir y crear antes que copiar. Para esto, es preciso revisar los paradigmas vigentes, asumir una postura crítica frente a la organización escolar y el rol que los educadores desempeñamos en la escuela, además de presentar alternativas. La segunda de las lecturas utiliza las experiencias compartidas como un pretexto para dimensionar la relación dada entre la reproducción escolar y el consumismo irreflexivo.

    Este libro parte de ciertas premisas. En primer lugar, creemos que se pueden incluir las nuevas tecnologías en el aula y generar, a partir de ellas, procesos educativos de valor agregado. Es decir, incorporar las nuevas tecnologías no como dispositivos que reemplazan a otros obsoletos –pantallas por pizarrones, procesadores de textos por hojas de papel, YouTube por videocaseteras– sino como herramientas que pueden permitirnos trascender los márgenes (de los libros y carpetas, de las aulas y de las formas tradicionales de abordar el conocimiento).

    En segundo lugar, entendemos que la apropiación de las nuevas tecnologías exige que los agentes educativos reconozcan en ellas aspectos fundamentales en los que además de ponerse en juego la enseñanza y el aprendizaje de los contenidos de la currícula, se involucran elementos relativos a la transformación que está atravesando el orden social. En consecuencia, la determinante influencia de la tecnología en nuestra sociedad establece, casi por imposición, la necesidad de construir una nueva agenda en la que la escuela asuma un rol protagónico y crítico para que los estudiantes de nuestras aulas no queden relegados excluidos de las demandas del siglo XXI.

    En tercer lugar, asumimos que las nuevas tecnologías no pueden introducirse en las aulas de modo acrítico ni forzado. Su implementación requiere de un proceso de reflexión que nos devuelva al punto de partida original de cualquier proyecto educativo: ¿qué escuela queremos?, ¿cómo la construimos?, ¿cómo pueden intervenir las nuevas tecnologías en esa construcción?

    En cuarto y último lugar, aunque no menos importante, creemos que la incorporación de las nuevas tecnologías no precisa necesariamente de la contratación de plataformas ni de incurrir en gastos desmesurados. La mayoría de las propuestas que se desarrollan en este libro tienen un costo cuya curva de valor tiende a cero, tanto cuando nos referimos a experiencias vinculadas a entornos de uso popular como el de YouTube como cuando analizamos la factibilidad de aplicar otras tecnologías más complejas.

    El impacto de la crisis que produjo el COVID-19 puso de manifiesto la relevancia que puede tener la tecnología en las actividades educativas. También, profundizó e hizo evidentes las desigualdades sociales: la continuidad pedagógica no se expresó de la misma manera en las diferentes escuelas, regiones y distritos. Además, visibilizó una realidad muchas veces desatendida por ciertos actores que, entre otras cosas, defienden las evaluaciones estandarizadas: no todos gozan de las mismas condiciones para enseñar y aprender; no todos enseñan y aprenden igual.

    Si algo tuvo de positivo la crisis, esto fue el proceso de apropiación de herramientas digitales que se dio entre aquellos educadores y estudiantes que disponían de por lo menos un dispositivo con acceso a internet y que antes de la pandemia nunca antes habían considerado su utilización con fines educativos. Confiamos en que muchos de los aprendizajes realizados durante el aislamiento social serán capitalizados por la escuela. La diversidad de herramientas y plataformas utilizadas durante la continuidad pedagógica digital podrán ser resignificadas para potenciar los procesos de enseñanza y aprendizaje, y consideramos que Tecnología y educación realiza importantes aportes para esa tarea.

    Esta segunda edición del libro presenta variaciones respecto de la primera. Se ha ampliado el capítulo 5, en el que se incorporaron nuevas estrategias vinculadas a los conceptos de gamificación y colaboracionismo. Además, se incluyó un capítulo nuevo que aborda distintas dimensiones referidas a la incorporación de robótica y programación en las escuelas. Se han ampliado las aplicaciones y herramientas de referencia, presentando alternativas que por su flexibilidad son adaptables también a modalidades de educación a distancia mediadas por tecnología.

    Este es un libro para ser leído junto a un smartphone. Hemos utilizado enlaces a páginas web (links) en varios pasajes, que esperamos sirvan para ilustrar y ampliar algunos aspectos desarrollados en la lectura.

    Introducción

    La primera chispa y la tecnología al servicio del poder

    Hace cientos de miles de años, la humanidad descubrió el fuego y eso cambió nuestro destino para siempre. Los primeros fuegos provenían de llamas de origen natural, pero más allá del uso que se le haya dado a esas chispas azarosas creemos que fue infinitamente más importante el momento en que la humanidad consiguió crear y domesticar al fuego. Claro, esto habilitó la posibilidad de generar calor y, en consecuencia, trascender a latitudes más frías.

    El fuego se convirtió en una tecnología esencial para que nuestros antepasados lograran conquistar gradualmente nuevos pisos ecológicos hasta expandirse por toda la geografía terrestre. La creación del fuego también dio origen a la cocina moderna. Muchos registros establecen una estrecha relación entre la cocción de los alimentos y ciertas transformaciones físicas y sociales que atravesaron las primeras organizaciones humanas. Los alimentos cocidos eran más fáciles de digerir, de manera que fue más factible extraer mayores nutrientes que dieron sostén al aumento del tamaño del cerebro; mientras las dentaduras, antes mejor preparadas para desgarrar carne cruda y fibrosa, fueron cediendo espacio en la cavidad craneal. El tamaño del cerebro no explica por sí solo el desarrollo de las habilidades cognitivas, sin embargo la evolución de la especie estuvo marcada, entre otras cosas, por el aumento del volumen cerebral desde el australopithecus hasta el homo sapiens. Las antiguas pinturas en paredes que datan de alrededor de 35.000 años atrás, como los registros hallados de la cueva de Altamira en Asturias,¹ España, expresan el desarrollo de la sensibilidad estética y, por lo tanto, un incremento en el grado del pensamiento abstracto. Pero además fueron posibles, entre otras cosas, por la disponibilidad de la luz artificial que les proporcionó el fuego.

    A las pinturas de cacerías retratadas en las más antiguas obras artísticas humanas le seguirían otras representaciones y otras producciones más complejas. El fuego facilitó la obtención y manipulación de metales como el cobre, que antes se trabajaban en frío y de acuerdo a su disponibilidad en la naturaleza, y ahora podía extraerse de diversos minerales abundantes. Con el cobre, y posteriormente el bronce, se desarrollaron herramientas de trabajo más efectivas y duraderas. Los metales también aumentaron la capacidad de agresión, acelerando la expansión sobre más especies animales y vegetales. Hay una relación concreta entre el desarrollo de la tecnología del fuego, la conformación de organizaciones políticas estatales y la posibilidad de obtener excedentes productivos que permitieron el surgimiento de sectores sociales que no se dedicaban directamente a la obtención de alimentos. Para entonces, otra tecnología estaba emergiendo: la escritura.

    Tan importante es la escritura que hasta poco tiempo atrás era utilizada como parámetro para dividir la historia de la prehistoria. Durante el siglo XX, esta noción fue debatida y en la actualidad son pocos los investigadores que se animan a clasificar de prehistóricas a sociedades que, aun sin haber producido registros escritos, desarrollaron elevadas formas de organización social, económica y política, además de complejos sistemas de representaciones simbólicas. La elaboración de entramados culturales como los de los antiguos incas –por citar un ejemplo– puso de relieve la necesidad de revisar la linealidad con que se clasificaba a las sociedades y, con ello, en definitiva, las escalas que se utilizaban para medir el desarrollo. Los incas dispusieron de un sistema de contabilidad de una alta precisión que se llevaba a cabo a través de una simbología contenida en quipus (o nudos) de diversas tramas y colores, pero no desarrollaron un sistema de escritura. La capacidad de una sociedad para producir excedentes o la existencia de una autoridad estatal (que se apropiaba de esos excedentes) se presentaron como posibles alternativas para la clasificación, aunque el avance de los estudios y la valoración del relativismo cultural pusieron de relieve la importancia de concebir la singularidad de las sociedades humanas sin que fuera necesario ubicarlas en una supuesta escalera de la evolución. Como quiera que sea, y a pesar de las revisiones a que fue sometida, ningún intelectual de ninguna tradición teórica cuestiona la importancia que los sistemas de escritura tuvieron para el devenir de las organizaciones humanas.

    Se considera que los registros más antiguos corresponden a la escritura cuneiforme, desarrollada hace 5500 años en la antigua Mesopotamia. Ciudades súmeras como las de Ur, Uruk, Nippur y Lagash, o posteriormente la propia Babilonia, se desarrollaron en el entorno geográfico de la llamada medialuna fértil, entre los ríos Tigris y Éufrates (Asia), donde además de registros escritos se identifican actividades económicas sedentarias, estratificación social y la existencia de templos y palacios. Algunos cientos de años después, en los márgenes del río Nilo, la sociedad egipcia produjo sus propios registros escritos: los

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