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Con el oído en el corazón de Dios: Raúl Feres
Con el oído en el corazón de Dios: Raúl Feres
Con el oído en el corazón de Dios: Raúl Feres
Libro electrónico249 páginas

Con el oído en el corazón de Dios: Raúl Feres

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Información de este libro electrónico

Este libro es una síntesis de los Comentarios Dominicales del Evangelio que el P. Raúl Feres ha publicado en el Diario El Mercurio desde hace cinco años. Una obra que, con un enfoque personal y particular, esta destinada a responder tantas interrogantes y a fortalecer la Fé y la esperanza.

Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.

Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.

De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento20 nov 2015
ISBN9789562465618
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    Con el oído en el corazón de Dios - Raúl Feres

    2010

    I. Actualidad y Sociedad

    1

    DOMINGO 16 DE OCTUBRE DE 2005

    Al César lo que es del César

    Mateo 22, 15-21

    La pregunta de los fariseos a Jesús, si deben pagar impuesto al emperador romano es una pregunta capciosa, que tiene una tremenda actualidad, sobre todo tratándose del poder temporal y de su relación con la Iglesia. Hay una separación bien clara y definida; cada uno tiene su ámbito o esfera de acción, pero siempre lo determinante es el poder de Dios. De él viene toda autoridad, concebida como servicio al bien común, especialmente representado por los sectores pobres y mayoritarios de la sociedad.

    En Chile existe una separación de Iglesia y Estado desde 1925, que coexisten en una relación amistosa y de colaboración. La Iglesia pide y subraya a sus hijos el deber de participación y colaboración con las autoridades, cumpliendo con las obligaciones cívicas o exigencias ligadas al bien del país. El católico no puede evadir sus compromisos en este ámbito.

    ¿Cómo orientarse en esta línea? La palabra de Jesús es decidora: dar a cada uno de los poderes lo que corresponda. También la enseñanza de los pastores ayuda a interpretar esta palabra. A lo largo de los siglos, la Iglesia católica ha ido dando pasos y evolucionando en su pensamiento para ser fiel a Jesucristo. No siempre se pudo cumplir esa palabra, porque se confundían los ámbitos y un poder trataba de someter al otro.

    El Concibo Vaticano II vino a aclararnos estos conceptos al referirse a la relación de la comunidad política y la Iglesia:

    "Es muy importante distinguir lo que los fieles realizan en su propio nombre como ciudadanos y lo que llevan a cabo en nombre de la Iglesia en comunión con sus pastores. La Iglesia, que está por encima de todo sistema político, es la salvaguardia del carácter trascendente de la persona. La comunidad política y la Iglesia, ambas al servicio de las persona, son entre sí independientes. La Iglesia, cuando y donde su misión lo exija, se vale de las cosas temporales; pero no pone sus esperanzas en los privilegios ofrecidos por la autoridad civil, e incluso está dispuesta a renunciar también a estos privilegios legítimos cuando su uso pueda poner en duda la sinceridad de la Iglesia. Pero siempre y en todo caso tiene la Iglesia derecho a predicar la fe y a ejercitar su misión, juzgando también las cosas que se refieren al orden político cuando ello sea exigido por los derechos fundamentales de la persona y por la salvación de las almas". (GS, 76).

    Al acercarse la canonización del P. Alberto Hurtado, hacemos nuestra su pregunta: ¿qué haría Cristo en mi lugar?

    Mateo 22, 15-21

    Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque Tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?»

    Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto».

    Ellos le presentaron un denario. Y Él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?»

    Le respondieron: «Del César».

    Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».

    Palabra del Señor.

    2

    DOMINGO 27 DE NOVIEMBRE DE 2005

    Jesús en medio de las elecciones

    Marcos 13, 33-37 / Domingo I de Adviento

    Iniciamos este tiempo llamado del Adviento, que nos prepara a la Navidad.

    Por todas partes nos invade la publicidad comercial invitándonos a consumir más. Junto a ella, la profusa propaganda en vísperas de las elecciones. Y, en medio de todo ello, la Iglesia nos invita a vivir un tiempo de espera y recogimiento llamado Adviento, o Advenimiento, que nos recuerda la primera venida de Jesús, pobre y humilde en Belén, y la segunda a la cual nos preparamos, la venida en gloria y majestad de la cual no sabemos ni el día ni la hora. Adviento es un tiempo para despertar y hacernos al camino para buscar otras metas que nos lleven a una mayor paz y felicidad. La palabra característica será el anhelo o deseo de alcanzar una meta más alta, un ideal de vida. La humanidad quiere llegar a esas alturas. Se quiere la paz pero las guerras continúan; se quiere el respeto a la persona, pero fácilmente nos pasamos a llevar La juventud, que es hija del anhelo, se deja llevar muchas veces por la tentación de la violencia, del gozo fácil; los adultos, del ansia de tener y de poder. En el fondo, todos queremos ser felices y vivir en paz. Por eso celebramos con gusto la Navidad. Pero la Navidad no se improvisa. De allí la necesidad de prepararnos, a pesar del ajetreo y agitación del fin del año. Aprovechemos, pues, este tiempo de gracia, estas cuatro semanas de la liturgia para detener un poco la marcha y fortalecer en nosotros el anhelo de la venida de Cristo. Sólo Él puede responder a nuestras grandes inquietudes de paz y de bienestar, de alegría y fraternidad. Con Él podemos caminar en la esperanza. Él nos mantendrá firmes hasta el fin, para que seamos irreprochables en el día de su venida, porque Dios es fiel y Él nos llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. (2a lectura, 1 Cor 1, 3-9) Nuestra gran acompañante en este caminar es la Virgen María. El Adviento coincide con una parte del Mes de María y lo prolonga en la espera de la Navidad. Quién mejor que ella, mujer llena de anhelos, para enseñarnos a desear la venida de Jesús.

    Con María encontramos de nuevo la ruta segura y la fuerza para empinarnos hacia las alturas de Cristo. Su espíritu maternal y su identificación con Cristo, tanto en la Palabra como en su vida concreta, nos motivarán a una mayor fe y esperanza a través de la oración confiada, de la meditación silenciosa y del servicio al Cristo que peregrina en nuestro prójimo. Que el Adviento nos traiga mucha alegría y deseos de superación en vista de la venida del Señor.

    Marcos 13, 33-37

    Jesús dijo a sus discípulos:

    Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.

    Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa: si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!

    Palabra del Señor.

    3

    DOMINGO 29 DE ENERO DE 2006

    Buscar un Padre firme y bondadoso

    Marcos 1, 21-28

    El Papa Paulo VI decía que, hoy día, más que maestros necesitamos testigos, personas capaces no sólo de hablar sino de predicar con el ejemplo, realizando acciones que confirmen o deriven de esa palabra. La admiración surge entre la gente de la Sinagoga cuando ven a Jesús hablar y actuar con fuerza y seguridad. Predicaba como alguien que tiene autoridad y la ejerce. La autoridad proviene de nuestras convicciones y de nuestra sinceridad de actuar. No se trata sólo de la verdad que anunciamos. Cristo no es un débil de carácter ni tampoco un dictador implacable. Sólo propone, sugiere un ideal, anuncia un camino de salvación y de liberación, pero con la fuerza interior de su personalidad anclada en el Padre y cercana a sus hermanos, los hombres. Todos buscamos, consciente o inconscientemente, un guía para nuestra vida, que nos indique el camino seguro y transitable. En el fondo, es la imagen del Padre sabio y bondadoso, pero a la vez firme y decidido. La ausencia de esa figura es notoria en nuestro tiempo, marcado por la desorientación, el pragmatismo y, a veces, el pesimismo.

    Necesitamos figuras proféticas y paternales como lo fueron S.S. Juan Pablo II El Magno o un San Alberto Hurtado en nuestra patria, en el siglo pasado. Líderes cercanos y fuertes que no se amilanan ante las dificultades de la vida y siguen adelante, abriendo caminos y mostrando ideales. Tarea para los padres y educadores enfrentados a un mundo cambiante y necesitado de apoyo y conducción. Hermoso desafío para la Iglesia, llamada a continuar la misión profética de Jesús.

    Vengo de vivir, junto a un grupo de familiares, la experiencia de una misión rural en un lugar apartado de nuestra geografía. Personas que podrían estar descansando tranquilamente en su hogar, pero que han preferido salir a llevar la Buena Noticia a los hermanos hambrientos por escuchar y recibir la Palabra del Señor. Más que ellos, somos nosotros los llamados a dar gracias, porque recibimos mucho de esta gente humilde y sencilla, algunos con liderazgo natural y generoso, viviendo en pobreza, pero poseídos de un gran amor al Señor y a su Madre María. Fuimos impulsados por la imagen de la Virgen María, madre y maestra, hija predilecta del Padre, mujer profética, quien nos señala un camino de esperanza hacia el corazón de Cristo y de nuestro pueblo. Por eso, confiando a su poderosa intercesión, podemos exclamar: Aseméjanos a ti y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste.

    Marcos 1, 21-28

    Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

    Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios».

    Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.

    Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!»

    Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

    Palabra del Señor.

    4

    DOMINGO 12 DE MARZO DE 2006

    Maestro, ¡qué bien estamos aquí!

    Marcos 9, 2-10 / Domingo II de Cuaresma

    Hemos comenzado el tiempo de Cuaresma, marcado por la cruz y el sacrificio, como camino indispensable del crecimiento y maduración en la vida del cristiano, que desemboca en la Resurrección, augurio de un nuevo amanecer.

    En el día de ayer, por primera vez asumió el Gobierno de nuestro país una mujer. Todo cambio despierta anhelos y deseos de un país que sea más próspero y de bienestar para todos sus habitantes. Como creyentes, confiamos primeramente a Dios esa preocupación. Por eso, el Te Deum ecuménico, en la catedral de Santiago, quiere ser un signo de gratitud y petición expresa por las autoridades que encabeza la Sra. Michelle Bachelet, para que, con su trabajo y esfuerzo, contribuyan al progreso y a la unidad de todos los chilenos.

    Ciertamente no es casualidad que nos encontremos en la celebración de hoy, con el Evangelio de la Transfiguración, en el que vemos a Cristo mostrando lo que es un presagio de su Resurrección. Él quiere animar a sus apóstoles, quienes estaban desconcertados y no entendían el sentido profundo de los anuncios de su pasión y muerte. Por eso, su rostro y su cuerpo entero se iluminan y transforman en un instante y de tal manera que los hace sentir tan bien que Pedro dice: Quedémonos aquí y hagamos tres carpas. Es la misma sensación de aquel que escala una montaña para ver el amanecer sonriente del sol y dejarse iluminar por él.

    En medio del sufrimiento y del dolor está la presencia de Cristo, compañero y hermano fiel en la ruta de la vida, dispuesto a animarnos y alentar el esfuerzo y el trabajo diario, transformándolo en ofrenda agradable al Padre. Por la fe, sabemos que detrás de cada acontecimiento, por doloroso que sea, está la mano providente de Dios, Padre misericordioso y dador de vida, que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. (2a lectura, Rom. 8, 31-34). Abraham entendió esto y se disponía a sacrificar a su propio hijo Isaac, pero Dios detuvo su mano al ver que no le negaba ni siquiera lo que más amaba.

    El monte Tabor quiere ser un llamado expreso a la oración y al encuentro personal con Jesús, donde encontramos la verdadera paz y el gozo de sentirnos amados por Dios. Multipliquemos esos encuentros abandonando la planicie de nuestras diarias preocupaciones y aventurándonos a la cima del monte, donde nos espera el rostro resplandeciente, amable y cercano del Señor Jesús.

    También, unamos a ello la voluntad de conversión, lo cual se expresa en la transformación de nuestra mente y de nuestro corazón, según la imagen de Cristo resucitado.

    Marcos 9, 2-10

    Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elias y Moisés, conversando con Jesús.

    Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elias». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

    Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo».

    De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

    Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría

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