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Diamante
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Libro electrónico263 páginas3 horas

Diamante

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Diamante. Caminos que se cruzan es una novela de ficción ambientada en un mundo medieval tardío, donde los personajes tendrán que enfrentarse a varios peligros y a las desigualdades socio-culturales existentes entre plebeyos y nobles. Estos últimos, quienes poseen habilidades mágicas por el uso de los diamantes, caracterizándose por la peculiaridad del color de ojos en cada familia.
Dániel, Laurie y algunos más se encontrarán y se enfrentarán a enemigos siniestros y a sus propios fantasmas queriendo o no; revelando misterios y a consecuencia de ello, abriendo heridas en la historia que nunca cicatrizaron, más bien solo se habían ocultado.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 may 2019
ISBN9788417965303
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    Diamante - Ángela R. Duarte

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Ángela R Duarte

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    ISBN: 978-84-17965-30-3

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Dedicatoria

    Este libro es una dedicatoria a aquellas figuras reales de mi vida que, con sus personalidades y acciones, sirvieron para impregnar su magia en la historia de mi vida. Tomaría, para expresarme de manera un poco más cercana, la frase de The Washington Post que encontré en una buena lectura: «La gente que aparece en este libro es tan real, sus triunfos y derrotas son tan fieles a la verdad de la existencia humana, que vemos el mundo en miniatura. Es precisamente esa la tarea de la ficción».

    De manera especial está dedicada a los que me sirvieron de apoyo, se tomaron su tiempo en leer y creer primero en ella: mi maestra, Mariela Raquel Zena Giménez, y mi mejor amigo, Roberto Carlos Mereles Díaz. Dios guarde sus prodigiosos caminos, desde el fondo de mi corazón mi más grande estima a ellos.

    Introducción del autor

    Dicen que las grandes aventuras comienzan con un primer «encuentro», pero no en un encuentro común, pues bien, esto es así: «Nada sucede por acaso».

    Esta es una historia real que no existió. Es totalmente incongruente, me dirán; sin embargo, real porque suele pasar… Suele pasar, no está muy alejada de la realidad en contextos sociales, y que no existió porque tanta magia no está permitida a simples mortales. Demasiado realismo es aburrido, este relato es de mucha magia.

    Iré narrando las hazañas de genios, caballeros, vengadores, y, lo más interesante, de tontos, tontos que le pondrán la cereza al pastel.

    Aparecen dos cosas significativas para entender la historia, dos obras literarias que no nacieron de mi imaginación, pero sí me sirvieron de inspiración. La primera es la canción Ay, linda amiga, una canción medieval de autor anónimo, la canción favorita de alguien trascendental en la trama, y el poema a la luna, que está llena de secretos, hace parte del ser de un personaje que se aflige por el destino desdichado de muchos, ya que conoce profundas historias. Las otras obras que aparecerán pertenecen a mi autoría.

    Esta historia, lector, me la contó ese sueño, sueño de luna llena que observaba aquella noche no muy fría que empezaba, era como si yo estuviera en esa historia, conociera el mundo y conociera todos los pensamientos de allí; comienza con él, un joven viajero.

    Noche con mi luna I

    Veo las aflicciones de tu corazón, mientras el mío se quiebra contigo.

    Veo tu confusión, pero solo se me permite ser testigo.

    Mira la luna, ella te cuida, en tu siempre huida.

    Correr es lo mejor, no exponer en público tu dolor.

    ¡Ay! ¿Acaso hay dolor más grande?

    Si pudiera llorar en tus brazos, por un rato, sentir tu abrazo.

    Tu presencia se siente cálida, la sueño en cada salida.

    Al observar la luna, ella me guía a ti, y a veces se equivoca.

    Tú la seduces y luego la engañas, es por los impulsos humanos que te salen.

    ¡Ay! ¿Acaso hay dolor más grande?

    Tu condena es tonta y más porque tú la llevas al pie de la letra.

    No es tu culpa la sanción, el sufrirla y que yo sea tu testigo.

    Te amo con el más puro amor y otra es la que te consuela ahora.

    Encontrar tu verdad te dará tu libertad.

    ¡Ay! ¿Acaso hay dolor más grande?

    Poema al joven viajero de parte de un gran amor.

    (Fecha de creación, abril 2018)

    Noche con mi luna II

    Niña traviesa y coqueta, no le gusta ser discreta.

    Te importa dar lo mejor, pero más tu corazón.

    No te suprimes en tu inspiración, lo lanzas con emoción.

    Con acomodo vas por todo.

    Niña traviesa que a muchos estresas.

    ¿Por dónde vas sino por donde tú quieras?

    ¡Ay, si pudieras! Vas por donde tú quieras.

    En tus ojos no se refleja color neutro.

    Corres por lo que piensas, consideras vuestro.

    Niña traviesa, muy risueña, confías mucho en lo que sueñas.

    Luchas para que te puedan oír a riesgo de morir.

    Reduces la razón, sin importar esfuerzo en la acción.

    Se preguntan confusos dónde está tu inteligencia.

    Pues en tu trabajo con todo no hay negligencia.

    Niña traviesa que con lealtad a todos sueñas dar libertad.

    La libertad nadie la obtiene completa.

    Y menos en esta tierra, mientras estamos en ella.

    Te burlas de ella, juegas al oírla y danzas al sentirla.

    Poema para Laurie

    (Fecha de creación, abril 2018)

    Capítulo I. Despedidas sin retornos

    El encuentro. Primera parte

    A orillas del río, sentado frente al peculiar monumento se veía su silueta. Una capucha lo cubría de la cabeza a los pies, no era un plebeyo, ni noble, era solo un hombre, para él eso bastaba. El sol se ponía en esa tarde de invierno, los guardias que andaban por ahí lo ignoraban por el momento hasta ver si entraba al fatigoso pueblo, dejando pasar el tiempo, sin actuar de manera deliberada antes de saber de qué descendencia era.

    A la madrugada se veía en la niebla presto a entrar, parado firme, no apuraba el paso, se tomaba su tiempo.

    En el corazón del pueblo, un poco más tarde, se encontraba caminando con su primo soñador una señorita de mal carácter que escapaba de sus obligaciones por un rato. Observaba de forma lenta el camino, mientras su primo le hablaba, ella no prestaba atención a sus alegatos insistentes:

    —Laurie, yo que tú aceptaría una propuesta de tus muchos pretendientes y olvidaba el espíritu inquieto que tienes, pues ahorrarías muchos esfuerzos. En estos momentos sería avispado, dispones mucho que ganar con el noble que anda tras de ti, él es capaz de dejar de ser noble por ti.

    —Vosotros no entendéis, Alfonso, ya fui sincera con todos, no me interesan, es su problema si insisten —afirmaba con una sonrisa muy liviana.

    .

    —Estás demente, prima —sentenció en medio de una sonrisa.

    Ella era una chica de cabellos negros, flecos, ojos de color claro, medio amarronados, sin nada que llamase la atención de modo especial. Su primo le mencionaba que poseía un carácter serio, de mandona, con una resistencia enorme. Él era alto, algo esbelto, de cabellos negros, corte normal de plebeyo y ojos marrones; era propio en él un temperamento serio y centrado:

    —Piensa con cuidado, amas la flauta y solo tocas para quien te agrada; sin embargo, debes cambiar un poco ese carácter complicado —decía mientras se rascaba la cabeza.

    La joven tenía una cantidad notable de pretendientes, pues claro, el que más sobresalía era el noble. Viendo que su primo se mantuvo callado, soltó un comentario:

    —Quiero salvar a mi abuelo. —Lo miró con firmeza.

    —¿Qué? ¿Estás loca? —Alfonso se detuvo—. Ningún caballero te ayudaría con eso, la vez que pediste ayuda no lo lograste, además dijiste que les pagarías y no cuentas con dinero, a no ser que te cases con el noble aquel —volvía a insistir, tratando de llamar a la razón.

    —Les dije que les pagaría, no cuándo ni cómo ¡Y no quiero casarme aún! —Alfonso retomó el paso sorprendido por la impertinencia de ella, ya estaban casi llegando a la puerta principal cuando tenían esta conversación.

    —¡Niña bruta! Para eso sales ahora, ¿no es así? ¡Nadie lo haría aun si le pagaras! —Repentinamente Laurie se detuvo, a consecuencia su primo se estrelló levemente contra ella.

    —¿Qué te pasa? —replicó el joven por el golpe, pero luego mantuvo silencio igual que Laurie al ver la escena frente a ellos.

    —Los guardias amanecieron con ganas de liquidar a alguien —musitó la joven manteniendo una cara seria y fría.

    Alfonso cambió su expresión y pensaba: «Le harán las preguntas comunes que hace la guardia, en realidad nadie es bienvenido en el pueblo, salvo si es de una buena familia noble o si posee guardias amigos en la región. Aunque si eres plebeyo y tienes parientes, podrías conseguir amparo; en estos tiempos nadie suele decir nada si los guardias matan a una persona para divertirse, pueden hacerlo con los pobres que no gozan de quien los ampare».

    —No me gusta esa idea —balbuceó Laurie como respondiendo a los pensamientos de su primo, y sonrió levemente; ella no era de esas personas que solo se quedan viendo.

    Mientras tanto se escuchaba a un guardia hacer las preguntas al joven:

    —¿Cuál es tu familia?

    —Ninguna.

    —¿Noble o plebeyo?

    —Ninguno.

    —¿Con parientes o guardias? ¿Qué haces aquí?

    —Nada —respondió con un rostro sereno que apenas se distinguía por la vestimenta que lo cubría.

    Aquel hombre, sin que nadie se percatara, estaba a punto de sacar algo de la manga, pero fue detenido por los guardias, y justo en ese momento llegó Laurie con su primo. El tumulto fue enorme mientras los guardias intentaban someter a aquel joven.

    —Es pariente mío —exclamó Laurie sin ninguna vacilación.

    —¿Qué? ¿Estás loca? —le reclamaba su primo en respuesta a esa acción inesperada.

    Aquel joven extraño no cambió su expresión y, aprovechando la confusión, se dispuso a seguir su camino. En cuanto a los guardias, al escuchar las mentiras de Laurie se apaciguaron, y sus planes de divertirse quedaron frustrados por el momento. Pero apenas solucionado el conflicto, aquel joven había desaparecido, ella dejó de interesarse, satisfecha por su buena obra, y dio media vuelta.

    —¿A algún caballero le gustaría una misión? —propuso.

    —Ya es estúpido, ya no lo intentes —le volvió a insistir su primo mientras se decía que los caballeros de la región no estaban dispuestos a ayudar a nadie en peligro o que necesitase de ellos, si no les convenía, pues algunos nobles los tenían como espías o eran los propios verdugos de quienes no se doblegaban a ellos.

    Se escuchaban las voces que rebatían:

    —¡Ya vete a cultivar verduras, campesina! ¡No es un lugar adecuado para una débil mujer! Cumple tu obligación como mujer, o, mejor, cumple conmigo —dijo uno de estos acercándose a ella.

    Laurie, evadiendo el contacto del caballero, le contestó:

    —Ni te atrevas a tocarme, ustedes no son caballeros de verdad, no poseen el derecho a decirme que cumpla con obligaciones, son unos pocos hombres que no se atrevieron a ser más que títeres. ¿En verdad es muy bonito tener una vida así? Estafadores, cómplices de múltiples crímenes de los guardias, no se atreven a tocarme por el noble que me pretende, si no yo ya estaría acabada por cómo me expreso.

    —Sé una buena mujer y aléjate —le sugirió el mismo guardia que interrogó al joven misterioso.

    «Este hombre estará ya fastidiado de Laurie, no es la primera vez que les echa en cara sus verdades», pensaba Alfonso.

    —Siento lástima por tu insistencia y perseverancia —prosiguió el guardia.

    —Yo soy la que siente lástima, no son capaces de tomar decisiones propias, ni por amor —rebatió Laurie, y esto impacientó al guardia.

    —Ya basta. ¿Acaso no razonas que hay cosas que son así y no podrán cambiar?

    —Su nariz se cayó y no se dio cuenta.

    Su primo se tapó la cara con la mano derecha y se dijo: «Respondiendo como siempre, con una incoherencia, pero haciendo referencia a su dignidad perdida y el no darse cuenta de que está frente a él, eso que lo demuestra».

    —¿De dónde saca tantas cosas? —murmuró.

    —¿Qué? —respondió irritado, el guardia.

    —¡No puedo comprender y no creo poder aceptarlo! —replicó ella.

    Los guardias fastidiados la miraban con antipatía hasta que Laurie y su primo se retiraron, debido a que no conseguían respuesta favorable.

    Una vez alejados con lo sucedido en la cabeza, saturada, quería darse un respiro:

    —Ya me hartaron —se quejó entre dientes—. Déjame sola.

    —Está bien, solo cuídate mucho.

    «Sé que odia a la gente cuando quiere estar sola, así que prefiero no contradecirla ya que podría golpearme», analizaba Alfonso. «Vaya carácter, espero que no le pase nada».

    Luego de un rato, caminaba a la orilla del río algo despistada, la misma orilla donde la noche anterior estaba aquel hombre misterioso. En eso, tres guardias llegaron detrás de ella y la tomaron desprevenida.

    Estando Laurie totalmente acorralada, el que la sostenía tomó la palabra:

    —Tenías razón en una cosa, no te tocábamos por el noble aquel, pero aquí no habrá testigos y menos quien te defienda. ¡Empieza a llorar y clamar perdón!

    —¡No lo haré! No cambiaré mis palabras, no las retiraré, y prefiero morir, aunque tenga miedo como ahora.

    —Das pena, estás sola —se burló uno de los guardias.

    —¡Odio esa palabra!

    Laurie abrió los ojos en el momento en que el guardia pronunció la palabra sola, y, como mostrando repulsión a ella, dio una mordida al guardia que la sostenía, provocando así que la soltara, y corrió lejos sin mirar atrás. Los guardias la siguieron, pero encontraron en el camino a aquel joven que salió al paso, al parecer sin planearlo.

    —La diversión no para hoy —soltó entretenido uno de los guardias desenvainando un cuchillo.

    En cuanto a Laurie, se quedó sin aire y se detuvo. Ya un poco lejos, adentrada en el bosque, estaba recuperando fuerzas cuando vio una figura, y tomando una rama medianamente pequeña y pesada para su convicción, se abalanzó para golpearlo, pero el hombre la esquivó y ella cayó al suelo.

    —No busquéis problema conmigo, pues yo no los busco con nadie —escuchó decir al joven que tenía una voz grave. Era el joven misterioso. Laurie se levantó del suelo y le preguntó:

    —¿Qué haces por este lugar?

    —Nada.

    —A todo respondes nada o ninguno. —Lo observó, luego volteó a mirar el cielo. Pensó en irse, pero él la detuvo con un comentario.

    —Espera, es interesante. Posees un vidrio melado (vidrio de color miel). Debe de tener un valor oculto, ¿verdad? No deberías estar en un nivel de campesina.

    —Lo dice el hombre que oculta su diamante de manera más celosa y dice ser nadie —se expresó fresca.

    —También eres del tipo sensorial, eres muy bocona, niña, no sabes hablar en código, puedes perder la vida si sigues con esa actitud.

    El diamante que ella portaba estaba muy bien oculto y su interlocutor también ocultaba el suyo.

    —No necesito hablar con trajes, creo que deben ser trasparentes todas las conversaciones —exclamó Laurie sacudiéndose.

    —En este mundo existen personas perversas, no seas imprudente —le respondió desenvainando su espada.

    —De acuerdo, el vidrio melado al que te refieres viene de una familia extinta y no funciona si no es de una descendencia pura. —Lo interesante es que lo mencionaba de manera muy calma, ella no sentía intimidación por la espada.

    —A nadie le agradan los mestizos —comentó el joven.

    —No eres como yo, el tuyo funciona y muy bien, así que sigue con el tuyo y déjame con el mío.

    —No seas estúpida, no pretendo lo que no me pertenece.

    —¿Entonces?

    Él la ignoró fijando de nuevo la vista en el camino del pueblo.

    —¿No sería imprudente que volvieras por ese camino?

    —Tengo asuntos pendientes con un señor feudal que llegará, debo regresar al pueblo; sé inteligente y ya no pongas atención en mí. —Mientras decía esto ya estaba de espaldas a Laurie.

    —Es raro, ¿quién se preocupa por ti? —insinuó levantando la ceja en señal de duda.

    —Está bien, sería molestoso ser tu pariente.

    Laurie casi se mantuvo callada a la respuesta de aquel joven, sin embargo, añadió:

    —Solo que no me gustan las injusticias y, si quieres, puedes hacer lo que bien te plazca. —En su interior se quedó analizando la manera peculiar de accionar del joven misterioso: «Es grosero, dispone de un mal carácter, yo creo que se hace el interesante, se esconde tras una capucha que lo cubre todo, no muestra el rostro, quizás es un noble renegado o un simple rebelde. Pero más bien creo que está afligido».

    El joven, viendo que ella no se movía, le ordenó:

    —No pienses demasiado, ya vete. —Lo que dijo la despertó de su análisis. Laurie movió la cabeza levemente en señal afirmativa, cuando dio media vuelta llevó su mano al mentón imitando al pensador.

    —No sé qué es peor, arriesgarme a que los guardias me encuentren yendo sola o arriesgarme a llegar con él. Aunque realmente no creo que quiera acompañarme. ¿Qué haré? ¿A quién engaño? Yo soy la única imprudente aquí —murmuraba recordándose de que estaba huyendo de algunos guardias, perdiéndose en sus pensamientos y cuando por fin iba decir algo en voz alta... —Espera, no sería bueno…

    —¡Largo! No necesito a nadie cerca, ya no me interesa seguir sabiendo nada más. —De forma tajante, pero serena a la vez, le cortó la frase.

    Lo único que él realmente buscaba era información, y al ver que ella no poseía, quiso apartarla enseguida. El viento sopló entre las ramas que refractaban la vista al cielo, cantando con un ligero silbido. En ese momento un hombre apareció, estaba montando un caballo muy bien cuidado, en el pecho portaba un diamante brillante y deslumbrante:

    —Ahí estás.

    —Tú… ¿Qué haces aquí? —preguntó Laurie al ver al hombre de ojos azules con rostro rectangular y cabellos oscuros bien cortados a los lados, dejando elevado la parte de arriba.

    —Te perdiste mucho tiempo de tu primo mi dama bonita, flor pura.

    Era el noble que puso su interés en Laurie

    —No seas cursi —replicó.

    Este, dando una carcajada, se bajó del caballo, se acercó y le besó la mano.

    —Tú, buen hombre, me alegra que su pariente la esté cuidando bien, ha corrido rápido la información. —El noble miraba fijamente al hombre misterioso, aunque no podía ver su rostro por lo que lo cubría.

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