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Hombre restaurado: El diseño de Dios para el hombre
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Hombre restaurado: El diseño de Dios para el hombre
Libro electrónico265 páginas4 horas

Hombre restaurado: El diseño de Dios para el hombre

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La crisis terrenal de la hombría seguirá su curso hasta que Jesús regrese. Sin embargo, en Cristo, el evangelio se señala a los hombres como la visión para renovarse. ¡Sé hombre!, en palabras de la nueva y apasionante voz pastoral de Eric Mason, combina una profundidad teológica con percepciones prácticas, para poner a los hombres en armonía con una hombría centrada en el evangelio y que enriquecerá cada aspecto de sus vidas.
Mason comienza abordando el alcance de la hombría. Así examina primeramente la razón porque Dios creó al hombre, las divinas diferencias entre el hombre y la mujer y lo que debe impulsar el propósito de un hombre durante su vida terrenal.
Una sección dedicada a los problemas de la hombría analiza los iconos falsos que conducen a las caricaturas culturales de los hombres —el hombre de negocios, el matón, el mujeriego, el atleta, etc. Luego Mason establece una asociación con la crisis intercultural de la paternidad, examinando así las cosas que hacen los hombres para llenar el vacío cuando no tienen una relación personal con su papá o Dios.
Por último, la redención de la hombría revela a Jesús como la verdadera norma de hombría bíblica, al observar su perfecto ejemplo para redimir y restaurar la vida de un hombre en las áreas de la sexualidad, el hogar y el trabajo.

The earthly crisis within manhood will be there until Jesus returns, but in Christ men are pointed toward the gospel as the vision for renewal. Manhood Restored by exciting new pastoral voice Eric Mason combines theological depth with practical insights, putting men in step with a gospel-centered manhood that will enrich every facet of their lives.
Mason begins with The Scope of Manhood -- looking first at why God created man, at the divine differences between man and woman, and what should drive the purpose of a man during his time on earth.
A section on The Problems in Manhood analyzes the false icons that lead to cultural caricatures of men -- the businessman, the thug, the playboy, the athlete, etc. Mason then makes a connection to the cross-cultural fatherhood crisis, looking at the things men do to fill the void when their relationship with dad or God is not there.
Finally, The Redemption of Manhood sets Jesus as the true standard of biblical manhood, looking to his perfect example to redeem and restore a man's life in the areas of sexuality, home, and work.
 
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 abr 2016
ISBN9781433689413
Hombre restaurado: El diseño de Dios para el hombre
Autor

Eric Mason

Eric Mason (DMin, Gordon-Conwell Theological Seminary) is the founder and lead pastor of Epiphany Fellowship in Philadelphia, as well as the founder and president of Thriving, an urban resource organization committed to developing leaders for ministry in the urban context. He has authored four books: Manhood Restored, Beat God to the Punch, Unleashed, and Woke Church.

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    Espectacular libro. Muy edificante. Especial para todos en la Iglesia

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Hombre restaurado - Eric Mason

restaurada.

CAPÍTULO 1

La vida y la muerte de la hombría

En una entrevista con Bryan «Baby» Williams, líder de la banda musical Young Money Cash Money Billionaires, se le preguntó acerca del término bling, bling. Es un coloquialismo usado primero en la cultura hip hop para hablar de la acumulación masiva de riqueza material. En esa cultura, cada vez que hay un logro que lleva a ganar más riqueza, se anuncia «bling, bling» como una manera de decir que se ha acumulado más riqueza. Con respecto a ese término, Baby declaró: «Me gustaría haber registrado esa frase como marca, porque nosotros fuimos los que la originamos. La gente tendría que pagarnos cada vez que la usa, y eso la llevaría de nuevo hasta nosotros» [paráfrasis].

Así es cómo funciona el registro de marcas. Es un reclamo sobre algo original, algo único, que establece la propiedad sobre ello. Muchos pueden basarse o agregar algo al original, pero el registro de marcas establece el origen primero y absoluto de algo. Es importante en los negocios, pero es más importante en la creación.

Dios tiene la marca registrada de la creación. Más específicamente, Dios tiene la marca registrada de la hombría. Toda la creación de Dios fue hecha con un sentido de cuidado y amor, pero cuando Él creó al hombre, no habló para que existiera como lo hizo con las estrellas, el agua, la tierra y los animales. En cambio, Dios innovó con una técnica. Dios formó al hombre. Este término es rico en profundidad y significado: Dios hizo a mano al hombre, esculpiéndolo de lo que Él ya había creado.

Formó significa «fabricó, dio forma, o forjó, usualmente con un plano o diseño».¹ El término implica una intencionalidad; formar no es casual. Formar es idear, preparar, por ejemplo, pensar en futuras acciones con un plan de acción particular como una extensión de formar un objeto según un esmerado diseño artístico.² Dios no es un científico loco que experimenta inconscientemente con la creación para ver qué inventa. Él es un artista considerado, cuidadoso, amoroso, que sabe exactamente lo que quiere en el proceso de la creación. Eso significa que Dios no creó al hombre por casualidad, sino con pleno conocimiento de Sus expectativas y deseos para con Su creación, aun antes de comenzar.

Génesis 1:26-28 se considera como una declaración resumida de la creación, tanto del hombre como de la mujer. En ese resumen, sin embargo, encontramos una declaración de propósito junto con la mera descripción. La clave está en la palabra imagen. Esas seis letras están llenas de la verdad teológica fundamental que nos da luz, no solo del intento original de Dios en la creación humana, sino también de Su continuo propósito para nosotros en el mundo. En la Biblia NET, la nota sobre los términos semejanza e imagen nos ayuda a comprender esto mejor:

La palabra demút («semejanza») es un sustantivo abstracto; su raíz verbal significa «ser como; parecerse». En el libro de Génesis los dos términos describen a seres humanos quienes, en alguna medida, reflejan la forma y la función de Su creador. La forma tiene probablemente un énfasis mayor en lo espiritual que en lo físico. La «imagen de Dios» sería la capacidad mental y espiritual que permite a la gente relacionarse con Dios y servirle al gobernar sobre el orden creado como Sus corregentes terrenales.

A nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Un lenguaje similar se usa en las instrucciones para la construcción del tabernáculo. Se le dijo a Moisés que lo hiciera «conforme al diseño» que se le había mostrado en el monte (Ex. 25:9-10). ¿Se le mostró una figura, una réplica del santuario espiritual de los lugares celestiales? De cualquier manera, lo que se produjo en la tierra funcionaba como el santuario celestial, pero con limitaciones.³

El hombre fue hecho para funcionar como un espejo: algo que reflejara la imagen de Dios en la creación. La humanidad, hecha a la imagen de Dios, fue creada para ser una representación terrenal de quien Dios es. En el dominio y gobierno sobre la creación dados por Dios al hombre, este debía exhibir el gobierno definitivo de Dios en su dominio limitado.

El hombre como portador de la imagen de Dios

Representatividad y responsabilidad

Como portador de la imagen de Dios, el hombre debía reflejar el reino celestial de Dios sobre la tierra. En otras palabras, el hombre representa a Dios por la virtud de ser hecho a Su imagen. En esa representatividad de Dios, el hombre debía glorificar al Dios que lo creó.

Esta es una responsabilidad increíble. Tanto Génesis 1:28 como 2:15 describen este encargo como el acto de dominar y cuidar la creación. El significado general del verbo en esos pasajes aparece como «traer bajo el control de uno para el propio beneficio». En el acto de dominar la creación, al hombre se le da la habilidad de usarla para su beneficio personal, de acuerdo a los términos impuestos por Dios. A la luz de eso, el mandato de Génesis 1:28 podría parafrasearse así: «Empleen su potencial y usen sus recursos para su beneficio».⁴ Ya que luego Dios crearía a la mujer para que acompañara al hombre en esta tarea, se entiende que ellos juntos comprenderían y abrazarían sus roles y pasarían este entendimiento a sus hijos.

La palabra cuidara en Génesis 2:15 conlleva un sentido similar. El hombre es llamado para «cultivar y cuidar» el jardín. En esencia, esta responsabilidad era su trabajo. Grudem declara:

Inmediatamente después de crearlo en Génesis 2, Dios pone al hombre a trabajar, administrando y gobernando el mundo que es la propia creación de Dios. Al hombre se le da la responsabilidad de cultivar el jardín y se le pide que les ponga nombre a los animales. Entonces, mientras que el jardín en el cual el hombre habita es de Dios, Él le da el encargo de administrarlo. Y, lo que es más importante, aun cuando los animales son de Dios, Él le da al hombre el derecho y la responsabilidad de darles nombre (nota especialmente la declaración en Gén. 2:19 que dice que «como el hombre llamó a cada ser viviente, ese fue su nombre»).

Cuando hablamos de esto en nuestra iglesia, las mujeres se ponen como locas. ¡Les encanta escuchar que el hombre tuvo trabajo antes de tener a la mujer! Trabajar era bueno en aquellos días; más que bueno, en realidad. Entonces y ahora, en un sentido redimido, el trabajo es una parte esencial de quiénes somos como hombres.

El varón fue llamado a dominar. Y fue llamado a cuidar. Pero también fue convocado para gobernar, sirviendo como corregidor⁶ de Dios sobre la tierra. Este gobierno no debía hacerse con mano de hierro. Si los seres humanos realmente iban a reflejar la imagen de Dios en su propio gobierno, entonces aceptarían la responsabilidad de velar por el bienestar de aquello puesto bajo su dominio, y el privilegio de usarlo para su beneficio.⁷ El hombre habría conducido este esfuerzo porque fue el primero en ser creado y el primero en recibir estas instrucciones de parte del Señor (1 Tim. 2:13).

Relación

Necesitamos ser cuidadosos con esto para que no perdamos uno de los componentes principales de ser un portador de la imagen de Dios. Como tal, el hombre tiene que dominar. Debe cuidar y trabajar. Y tiene que gobernar. Todos estos componentes son clave, pero lo que falta en este punto es la relación. Tener una relación con Dios es lo que hizo de la portación de imagen algo más que una mera especie de nombramiento político. Dios diseñó a los humanos con una capacidad única para relacionarse porque fue Su intención que esta pieza central de Su creación, hombre y mujer, estuvieran conectados en una relación con Él por la eternidad. Sin relación, ninguno de los otros aspectos de ser un portador de Su imagen tendría importancia. Piensa en esto: Si un padre se relaciona con sus hijos solamente basado en las tareas que deben hacer, ese hijo crecería con un sentido deformado del amor, de los logros y de la autoestima. De manera similar, nuestra relación con Dios tenía la intención de ser mucho más que una obsoleta relación con la deidad, donde Él crea y nos deja las cosas sobre la tierra para que nos hagamos cargo.

Tabla emulsionante:

Como señala el gráfico, nuestra identidad como representantes de Dios, nuestra actividad por causa de las responsabilidades que Él nos ha dado, y nuestra conexión con Él en una relación, son todos aspectos de seres creados a la imagen de Dios. Sin embargo, la identidad y la actividad fluyen de la conexión.

La relación con Dios es tan central respecto al significado de ser un portador de Su imagen, que Jeremías declara que esto es lo único por lo cual el hombre puede sentirse orgulloso:

«Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco –declara el Señor» (Jer. 9:23-24).

La palabra conoce es un término de intimidad. Es la misma palabra usada acerca del conocimiento íntimo que Dios tenía con el profeta en Jeremías 1:5. Cuando Dios restaura al hombre por medio de Jesucristo, la primera cosa enfatizada no es el gobierno o la responsabilidad, sino la relación (Juan 17:3). El punto es que la relación es el factor determinante de lo que significa ser hecho a la imagen de Dios.

Dios dio la primera mujer al primer hombre para ser una ayuda adecuada para él y para acompañarlo como coportadora de la imagen para llevar a cabo la representatividad, la responsabilidad y la relación, no solamente de la manera en que ellos se relacionan con Dios, sino también cómo lo hacen uno con el otro. La forma y la naturaleza del hombre se combinan con las de la mujer, ya que ella es un reflejo de él y lo complementa como una compañera igual, aunque diferente. Ellos se corresponden el uno al otro. En otras palabras, la mujer tiene todo (en esencia y valor) lo que Dios invirtió en el hombre.⁸ Es por eso que ambos tienen una relación con Dios igualitaria, pero cada uno es distinto en la forma en que representa a Dios y vive su responsabilidad hacia Él.

¿Qué mató a la hombría?

Había mucho más implicado en esa fruta del jardín que solo una mala decisión. Con el pecado, siempre es así. Nos inclinamos a pensar que el pecado es simplemente una mala elección; pero no lo es. Es mucho más profundo que eso para nosotros, así como lo fue para Adán. Cuando Adán escogió rebelarse deliberadamente en contra de la ley de Dios, estaba eligiendo renunciar a sus derechos de nacimiento, rechazando su llamado a representar, ser responsable, y disfrutar de su relación con Dios, con su esposa y con el resto de la creación. Este simple acto puso en movimiento la caída inicial y progresiva de la creación y de su orden, cuyos efectos todavía devastan cada faceta del mundo hoy. Podríamos hablar por largo rato sobre todas las cosas que se perdieron: la paz, la armonía, la alegría, el orden. Todo eso fue puesto a un lado para disfrutar del placer pasajero.

¿Sabía Adán todas las implicaciones de su elección? Probablemente no. Pero el pecado es así. Nos ciega a las consecuencias de nuestras acciones. Nos volvemos tan cortos de vista cuando vemos algo que queremos experimentar, que todo el resto se desvanece. Adán eligió dejar de lado su representatividad, su responsabilidad y su relación con Dios, y todas estas cosas se perdieron por causa del precio de su pecado. A pesar de que los hombres y las mujeres son iguales, sus funciones en la caída fueron diferentes. Como hombre, Adán es responsable por el pecado (Rom. 5:12), el cual entró a través de él y se difundió a los hombres y a las mujeres por igual. Cuando Adán pecó, todas las intenciones de Dios para el hombre cayeron con él. Se perdieron la paz y el gozo de Dios y de Su creación. Se canceló la propagación del reino de Dios a través de la tierra. El dominio sobre el mundo se extinguió. Se perdió el desarrollo de la tierra para el Señor. Todo se acabó.

Adán hizo su elección en el más perfecto de los ambientes. No podía ser mejor. Después de la caída de Génesis 3, todos los que nacían carecían de la responsabilidad, la representatividad y la relación de Adán, por lo menos en el sentido que Dios les dio en el comienzo. La definición de ser portador de la imagen de Dios se dañaría en el interior del ser humano por milenios. El hombre batallaría y reemplazaría lo que debía reflejarse como una señal de su relación con Yahvéh, con él mismo y con la creación. Sin una relación con Dios que le ayudara a navegar y a dar valor a la responsabilidad y a la relación, la humanidad daría vueltas fuera de control.

Como consecuencia, la hombría se perdió junto con el resto del diseño original de Dios para la creación. En lugar de responsabilidad, representatividad y relación, cosas como el machismo, la violencia, la pasividad, la inseguridad y la adicción caracterizarían a generación tras generación, de manera continua y creciente.

Las cosas empeoran

Génesis 2:17 registra la solemne advertencia que Dios le hizo a Adán: «Ciertamente morirás» o, literalmente, «muriendo morirás», si él comía del árbol. La muerte descrita ominosamente aquí abarca tanto el sentido espiritual como el físico; aún peor, la muerte espiritual significa la terminación de la relación con Dios. Una vez distanciados de Dios, los hombres continuaron en una espiral descendente a través del tiempo, mientras esa separación se tornaba más y más sustanciosa.

Una de las declaraciones más tristes acerca del estado del hombre se encuentra en Génesis 6:5-6:

«Y el Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal. Y le pesó al Señor haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en su corazón».

Escalofriante. El hombre, la pieza central de la actividad creadora de Dios, Su representante máximo, destinado a ser la cima de la proyección de Su gloria, causó tanto dolor al corazón de Dios que Dios se lamentó de haberlo creado.⁹ Desde Génesis 3, el hombre continuó empeorando, hasta que, en Génesis 6, Dios hizo un inventario del estado de la humanidad. Todo lo que el hombre intentó ser y hacer se estaba usando con intenciones malvadas. La responsabilidad y la representatividad habían caído por motivos egoístas de ganancia personal. El hombre estaba utilizando el poder otorgado por Dios para gobernar, con el fin de dominar y corromper lo que Él había llamado bueno.

Expertos en el pecado

Adelantémonos rápido hasta el presente y veremos que la situación no ha cambiado mucho. Las cosas se están poniendo peor, no mejor. En nuestras ciudades, los hombres se vuelven más y más inventivos en sus actos criminales y violentos. Si Hollywood es un barómetro cultural, y a menudo lo es, podemos ver ejemplo tras ejemplo de nuestra capacidad para el mal. En la película Seven (Los siete pecados capitales), dos oficiales de policía tratan de detener a un asesino serial, quien justifica sus asesinatos posicionándose como un justiciero que crea una obra maestra del crimen contra aquellos que personifican los siete pecados capitales: envidia, avaricia, lujuria, ira, pereza, gula y soberbia. Cada asesinato es una sangrienta –y creativa– representación del pecado particular del culpable. Los culpables son castigados de una forma aún más perversa que sus propios pecados. Al ver la película, tienes una sensación visceral de cuán innovadores somos todos a la hora de

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