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La Esposa Entregada
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Libro electrónico329 páginas5 horas

La Esposa Entregada

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Información de este libro electrónico

La Esposa Entregada es una ingeniosa aproximación al matrimonio, que ha transformando miles de relaciones al brindarles a las mujeres el romance, la
armonía y la intimidad que tanto anhelaban.

Con respecto a su libro, Laura Doyle dice:

"Entregarte en lo que respecta a la relación con tu marido no significa volver a los años cincuenta ni renegar del feminismo.

"Este libro no te propone bajar tus estándares intelectuales ni volverte rígida.

"En lo absoluto te propone la sumisión.

"Es un libro que te sugiere algunos principos básicos que te ayudarán a cambiar ciertos hábitos y actitudes para recuperar la intimidad en tu matrimonio. Aquí hablaremos sobre la manera de construir una relación que les permita a ambos dar lo mejor de sí mismos y crecer juntos como seres espirituales. Entregarse es gratificante y aterrador al mismo tiempo. Sin embargo, el resultado es garantizado: Paz, felicidad y una sensación de satisfacción, alegría, respeto a ti misma y a tu matrimonio".

"La Esposa Entregada es una práctica e invaluable herramienta para las mujeres que quieren recuperar la intimidad en su matrimonio."
- John Gray, autor de Los Hombres son de Marte, Las Mujeres son de Venus

IdiomaEspañol
EditorialLaura Doyle
Fecha de lanzamiento22 jun 2016
ISBN9780967305851
La Esposa Entregada
Autor

Laura Doyle

Laura Doyle is the author of the controversial bestsellers The Surrendered Wife and The Surrendered Single. A popular speaker on relationship issues, she teaches workshops based on her books. She lives in Costa Mesa, California, with her husband.

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    La Esposa Entregada - Laura Doyle

    Introducción

    Enamorarse es fácil; incluso mantenerse enamorado no es tan difícil: la soledad humana basta para eso. Sin embargo, vale la pena emprender la difícil tarea de encontrar un compañero a través de cuya presencia constante uno pueda irse convirtiendo en la persona que desea ser.

    Anna Louise Strong

    ¿Por qué debería entregarse una mujer?

    A mis veintidós años, siendo una mujer recién casada, ni remotamente sospechaba que algún día me llamaría a mí misma una esposa entregada. A esa edad, la sola idea me habría parecido espantosa. Sabía que el matrimonio podía ser peligroso, pues había sido testigo del brutal divorcio de mis padres. Sin embargo, guardaba la esperanza de tener mejor suerte. Me asombraba que mi esposo pudiera amarme tanto y pensaba que lograríamos hacer que nuestro matrimonio funcionara simplemente porque estaba fundado en tanta bondad.

    Al principio, nuestro matrimonio fue una dicha absoluta. Luego, empecé a ver más claramente las imperfecciones de John y comencé a corregirlo. Era mi forma de ayudarlo a mejorar. A mi modo de ver, si él fuera más ambicioso en el trabajo, más romántico en la casa y cuidara más de su presentación personal, todo sería mejor. Y se lo hice saber.

    John no respondió muy bien, lo cual no era de extrañar. En realidad, lo que yo estaba tratando de hacer era controlarlo. Cuanto más lo intentaba yo, más se resistía él y más crecía en ambos la irritación y la frustración. Aunque mis intenciones eran buenas, era evidente que estaba sentando las bases de un matrimonio infernal. No tardé mucho en sentirme agotada tratando de manejar mi vida y la de mi marido. Peor aún: empezaba a sentirme distante de este hombre que antes me había hecho tan feliz. Nuestro matrimonio pasaba por una etapa crítica y tan solo llevábamos cuatro años de casados.

    Era tan aguda mi soledad que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por remediarla. Empecé a ir a terapia y allí me di cuenta de que yo solía usar el control como un arma defensiva. Leí el libro de John Gray, Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, que me ayudó a entender las diferencias en las maneras de comunicarse y de ver la vida entre hombres y mujeres. Hablé con otras mujeres para saber qué hacían ellas en su matrimonio.

    Una amiga me contó que ella había dejado el manejo de la economía del hogar en manos de su marido y que eso le había significado un gran alivio. Otra amiga me contó que ella trataba de no criticar jamás a su marido, aunque hubiera motivos más que suficientes. Decidí seguir los mismos pasos de estas mujeres a manera de experimento en mi matrimonio. Quería salvar la relación a cualquier precio, y también quería recuperar el respeto por mí misma, que disminuía con cada uno de mis episodios de rabia y frustración contra John.

    Lejos estaba de imaginar que aquellos eran los primeros pasos de un proceso que me llevaría a entregarme, y que dicha entrega contribuiría a renovar nuestra tranquilidad marital y mi respeto propio. Cuando dejé de hacer esfuerzos por controlar la forma como John hacía cualquier cosa y empecé a confiar en él, comenzó a surgir el matrimonio con el que siempre había soñado. A ti te ocurrirá lo mismo si sigues los principios de este libro.

    Ninguna esposa se siente particularmente orgullosa de sí misma cuando critica, da cantinela o controla. Nada más ese tono chillón de regañina me bastaba para sentirme mal conmigo misma. Al dejar de controlar, encontrarás el valor para no volver a caer en esos comportamientos desagradables y reemplazarlos por unos más dignos.

    También tendrás más tiempo y energía para concentrarte en las cosas importantes para ti. Ya sea que desees tener una familia más armoniosa, gerenciar una corporación o ambas cosas a la vez, cada vez te sentirás más orgullosa de ti misma pues verás que alcanzas tus metas más rápido que antes. La entrega es un proceso que nos permite sacar lo mejor de nosotras mismas, ya sea como individuos o como esposas, y por eso vale la pena intentarlo.

    ¿Qué tan íntimo es tu matrimonio?

    Responde a las siguientes preguntas Raravez, A vices o Con frequencia:

    ¿Te sientes superior a tu esposo?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Le das cantinela a tu esposo?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te quejas de tu esposo con otras mujeres?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te suena conocido aquello de: Yo le dije a mi esposo que hiciera...?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Crees que todo sería mejor si tu esposo hiciera lo que le dijiste?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Oyes a escondidas las conversaciones de tu esposo?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Sientes que eres la única persona adulta de la familia?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te sientes sobrecargada con el trabajo de educar a los hijos?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Le haces a tu marido cosas que él mismo puede hacer?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Con frecuencia te sientes angustiada y deprimida?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te sientes agotada?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Sientes que alguno de los dos ha perdido interés en el sexo?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Sientes envidia de las victorias que tu esposo ha tenido en la vida?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Rechazas o criticas sus regalos?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Piensas mucho en el divorcio o en vivir con un hombre que realmente sea la horma de tu zapato?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Ya no cuentan las razones por las cuales escogiste a tu esposo en un principio?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Ya no tienes fe en tu matrimonio, pues desde hace mucho tiempo tus necesidades no han sido satisfechas?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te cuesta trabajo confiar en tu marido, incluso en las cosas más insignificantes?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te has visto tratando de controlar a tu marido?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    ¿Te enfureces con tu marido cuando toma una decisión desacertada?

    Rara vez A Vices Con frequemcia

    Puntaje: ¿Qué tan íntimo es tu matrimonio?

    Para totalizar el puntaje, anótate:

    • 5 puntos por cada rara vez

    • 3 puntos por cada a veces

    • 1 punto por cada con frecuencia

    • Suma el puntaje de las tres columnas para obtener el resulta-

    do final (entre 20 y 100)

    Si tu puntaje es de 35 o menos:

    ¿Intimidad? ¿Cuál intimidad?

    Quizás te preguntes qué diablos le viste a este tipo. No te preocupes... es probable que la ternura que buscas aún esté ahí, latente. Si puedes recordar las razones que te llevaron a casarte con él y empiezas a respetarlo por esas razones, todavía te será posible tener ese matrimonio con el que siempre has soñado. Reúne el coraje para dejar de controlar a tu marido. No lo lamentarás. Si empiezas desde ahora podrás transformar tu matrimonio.

    Si tu puntaje es de 36 a 60:

    Estás agotada y nadie te lo agradece.

    Es difícil notarlo, porque tú lo haces parecer muy sencillo, pero la verdad es que estás trabajando demasiado y necesitas un descanso. Empieza a cuidar mejor de ti misma y pide ayuda con más frecuencia. Tu vulnerabilidad se verá recompensada si tu esposo se siente respetado. Agradécele a tu cónyuge sus contribuciones y verás cómo se enciende la pasión y se mejora la intimidad.

    Si tu puntaje es superior a 61:

    ¡Felicitaciones!

    En tu matrimonio hay mucha intimidad y pasión. Encontraste a un hombre a quien respetas y ambos ejercen un impacto positivo sobre el otro. Esta unión es una sana mezcla de individualidad y cercanía. Cuidas bien de ti misma, no tardas en pedir excusas y tu marido te adora por eso.

    De nuevo el hombre que tanto me atrajo

    "Nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos

    son los hilos con los que tejemos la red que arrojamos

    a nuestro alrededor"

    .

    Swami Vivekananda

    No aprendí a dejar de ejercer tanto control de un momento para otro. Mi vida fue cambiando poco a poco. Al principio, hice el ejercicio de mantener cerrada la boca (y a veces hasta los ojos) cuando John conducía. Al ver que siempre llegábamos sanos y salvos al lugar de destino, decidí que siempre confiaría en sus capacidades como chofer, por más fuertes que fueran mis ganas de controlar.

    El siguiente paso fue dejar de comprarle la ropa (¡hasta la ropa interior!), aunque me preocupaba que no fuera a comprarse nada (estaba equivocada). A costa de dolorosos errores aprendí qué cosas no debía hacer, como criticar su forma de hacerle el mantenimiento a los autos (me sentía como mi mamá), con lo cual John se ponía a ver televisión durante cuatro horas seguidas para evitarme. Recé para pedir más sabiduría y seguí avanzando poco a poco para dejar de ejercer tanto control sobre mi relación.

    Lentamente, las cosas empezaron a cambiar.

    A medida que dejaba de mandar a mi marido, de decirle qué hacer, de abrumarlo con listas de tareas, de criticar sus ideas y de hacerme cargo de todo, como si él no fuera capaz de nada, algo mágico empezó a ocurrir: empezó a nacer la relación de mis sueños.

    Volví a encontrar al John de antes.

    Recuperamos nuestra intimidad. En lugar de mantener una lista permanente de quejas sobre su irresponsabilidad y su inmadurez, sentí genuino afecto y gratitud hacia John. Estábamos compartiendo nuestras responsabilidades, sin culpas ni resentimientos. En lugar de discutir todo el tiempo, nos tomábamos de la mano, bailábamos en la cocina y gozábamos de una electrizante cercanía que no vivíamos desde hacía años.

    Para nuestro noveno aniversario decidí ponerme el apellido de mi esposo. Ahora que lo conozco un poco mejor, voy a intentarlo, les dije en tono jocoso a mis amigas. En realidad, lo que yo buscaba era crear una intimidad con John como nunca la había tenido. Quería hacer algo que simbolizara el profundo respeto que le tengo y manifestar de manera exterior un cambio interno. Era la consecuencia natural de un camino que había iniciado mucho antes.

    Al principio me sentía incómoda cuando me contenía para no expresar mi opinión sobre lo humano y lo divino. Hacer el esfuerzo de evitar corregir a mi marido era como escribir con la mano izquierda. ¡La vida se me había vuelto difícil!

    Los resultados, sin embargo, fueron positivos. Con el paso del tiempo fui adquiriendo nuevos hábitos. Cuando volvía a mis antiguas maneras de actuar, sacaba un momento para preguntarme: ¿Qué me parece más importante: estar en control de cualquier situación o un matrimonio pleno de intimidad?

    Naturalmente, cosas como la cercanía emocional, la ausencia de tensiones, la dignidad y la posibilidad de estar relajada eran más importantes que lograr realizar toda mi lista de tareas o salirme siempre con la mía. Para recordarme a mí misma esas nuevas prioridades adopté una palabra que me servía de mantra: entrégate, pues era más corta y más precisa que: deja de querer controlarlo todo. Una y otra vez repetía mentalmente entrégate.

    Dar lo mejor de sí misma

    El mejor premio a la virtud es la virtud en sí misma.

    — Silius Italicus

    Entregarte en lo que respecta a tu relación con tu marido no significa volver a los años cincuenta ni renegar del feminismo.

    Este libro no te propone bajar tus estándares intelectuales ni volverte rígida.

    En lo absoluto te propone la sumisión.

    Es un libro que te sugiere algunos principios básicos que te ayudarán a cambiar ciertos hábitos y actitudes para recuperar la intimidad en tu matrimonio. Aquí hablaremos sobre la manera de construir una relación que les permita a ambos dar lo mejor de sí mismos y crecer juntos como seres espirituales. Entregarse es gratificante y aterrador al mismo tiempo. Sin embargo, el resultado es garantizado: paz, felicidad y una sensación de satisfacción, alegría, respecto a ti misma y a tu matrimonio.

    Los principio básicos de una esposa entregada son:

    • Abandonar todo control inadecuado de su marido

    • Respetar la forma de pensar de su marido

    • Recibir con gusto los regalos de su marido y manifestar

    gratitud

    • Expresarle a su marido lo que ella quiere sin tratar de controlarlo

    • Contar con su marido en la economía del hogar

    • Centrarse en su propio cuidado y realización

    Una esposa entregada:

    • Es vulnerable cuando antes daba cantinela

    • Confía cuando antes solía controlar

    • Es respetuosa cuando antes se degradaba

    • Es agradecida cuando antes se mostraba insatisfecha

    • Tiene fe cuando antes dudaba

    Una esposa entregada goza de abundancia cuando antes padecía escasez, cuenta con mayores ingresos y disfruta de unas relaciones sexuales más satisfactorias e íntimas que las que tenía antes de entregarse.

    Mi hermana, Hanna Childs, compara la filosofía de la esposa entregada con su experiencia como profesora de baile. Dice, en el matrimonio, como en el baile, el uno debe llevar y el otro seguir. Eso no quiere decir que uno de los dos sea menos importante. Es muy raro encontrar mujeres que se aguanten las ganas de marcar el paso.

    Yo hacía todo lo que él hacía dijo en una ocasión Ginger Rogers refiriéndose a Fred Astaire, sólo que en la dirección opuesta y en tacones. Aunque Fred y Ginger eran, ambos, excelentes bailarines, los dos no podían llevar (o dejarse llevar), pues su baile sería un caos. No estarían sincronizados sino que se pisarían los pies y, finalmente, tendrían que separarse. Ginger dejaba que Fred la llevara, confiando en que él la haría lucir bien y no la pondría en peligro. En lugar de dejar que Fred la subvalorara, Ginger le permitía ser el complemento ideal de su talento.

    Yo también quiero que mi marido me haga dar lo mejor de mí misma.

    El origen del control

    Cuando nuestra mente se expande con una idea nueva, jamás vuelve a recuperar sus dimensiones originales.

    Oliver Wendell Holmes

    Mucho antes de enamorarnos y casarnos, las esposas controladoras padecimos desilusiones. En nuestra tierna juventud muchas de nuestras necesidades quedaron insatisfechas. Esto pudo ser el resultado de muchos factores: la muerte súbita de alguno de los padres o las frustraciones producidas por la adicción de algún miembro de la familia. Pudo ser el resultado de cosas relativamente pequeñas, como no haber podido comprar los zapatos de tenis que tanto ansiábamos para estar a tono con las otras chicas del colegio, o habernos tenido que adaptar a una menor cantidad de atención por causa del nacimiento de un nuevo hermano. Fuera cual fuera la causa, finalmente llegamos a la conclusión errada de que nadie cuidaría de nosotras como queríamos.

    Adoptamos la creencia infantil de que las cosas sólo podrían salirnos como deseábamos si asumíamos el control de todo.

    Algunas de nosotras nos acostumbramos de tal manera a vivir con el temor de no obtener lo que necesitábamos que nunca nos percatamos de nuestro pulso acelerado y nuestra respiración a medias. Se nos volvieron normales este nivel de terror y su correspondiente respuesta: asumir el control. Creíamos que cuanto más controláramos a la gente a nuestro alrededor (maridos, hermanos y amigos), mejor.

    Así como los peces son los últimos en enterarse de que están en el océano, las personas que sobrevivimos tratando de controlarlo todo a nuestro alrededor somos las últimas en reconocer nuestro comportamiento. Creemos que nuestra intención es instruir, mejorar o ayudar a los demás, o hacer las cosas de manera eficiente. Jamás admitimos que nos asusta tanto lo impredecible que hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para obtener determinado resultado.

    Yo, por ejemplo, pensaba que haberle dicho a mi marido que pidiera un aumento de sueldo era una simple sugerencia útil. Cierta vez, mientras viajaba en el auto que conducía una amiga, le dije que debía voltear a la derecha y no a la izquierda, a pesar de que ella conocía perfectamente el camino pero me justificaba pensando que estaba tratando de ahorrar tiempo y evitar el tráfico. Cuando traté de convencer a mi hermano de que debía ir a terapia, excusé esa intromisión diciendo que quería estar presente en su vida.

    Todas esas justificaciones eran en realidad una manera de disfrazar mi incapacidad para confiar en los demás. Si hubiera confiado en que mi marido ganaba la cantidad de dinero que podía ganar, no lo habría ofendido dándole a entender que yo pensaba que le faltaba ambición. Si hubiera confiado en que mi amiga llegaría a nuestro lugar de destino en un tiempo razonable, no le habría dado órdenes sobre dónde girar y no habría creado un ambiente tenso en el auto. Si hubiera confiado en que mi hermano tenía su propia forma de abrirse paso en la vida, él se habría sentido más inclinado a continuar compartiendo conmigo sus tropiezos emocionales.

    Confiar tiene un efecto mágico porque la gente suele darnos la talla. Si tu marido tiene muy claro que tú esperas que él meta siempre la pata en el trabajo, dañe el auto o no se cuide la salud, estás estableciendo una expectativa negativa. Por el contrario, si esperas que tenga éxito, es mucho más problable que eso sea lo que suceda.

    Confiar significa creer en la capacidad del otro, como el personaje de Robert Redford en la película The Horse Whisperer (El señor de los caballos), cuando le confió a un adolescente el volante de su camión y se sentó en el puesto del copiloto, con los ojos tapados por un sombrero. Confiar en alguien significa esperar el mejor resultado posible _y no el peor_, cuando el otro asume el control de la situación. Cuando confías no tienes que verificar con tus propios ojos, ni hacer planes de contingencia, ni estar pendiente, pues no esperas ningún peligro. No tienes que dormir con un ojo abierto, pues sabes que todo va a salir bien.

    Vale la pena repetirlo: cuando confías en alguien, esperas el mejor resultado posible.

    Las personas a quienes nos cuesta trabajo confiar en los demás, aun cuando haya indicios razonables de que no hay ningún peligro a la vista, reaccionamos ante nuestro propio temor. Tal vez nos da miedo no obtener lo que necesitamos, o quizás pensamos que lo obtendremos muy tarde. Quizás nos asusta pensar que gastaremos demasiado dinero, o que tendremos que hacer demasiado trabajo adicional. Muchas veces tememos a la soledad, al aburrimiento o a la incomodidad. Si eres como yo y tiendes a corregir, a criticar y a dominar a tu compañero es porque estás reaccionando atus temores. Sea cual sea la situación, si dejas de reaccionar a tu miedo ante el resultado, no tendrás que dominar, manipular ni controlar.

    En el fondo mis miedos eran una respuesta condicionada y desarrollada a lo largo de muchos años para ocultar mi propia vulnerabilidad, esa fragilidad que me expone, al mismo tiempo, al mayor dolor y al mayor placer. Hacía todo lo posible por esconder mi suavidad, pues la encontraba poco atractiva. Lo irónico es que la gente que me parecía más simpática y con la que me resultaba más fácil entrar en contacto tenía la capacidad de dejar al descubierto sus temores, sus dichas, sus culpas, sus necesidades y sus tristezas. Su calidez y su apertura me encantaban. Me parecían personas fascinantes.

    Cuando optaba por controlar en lugar de mostrar mi vulnerabilidad, lo hacía a expensas de la intimidad. Ahora comprendo que el control y la intimidad son dos polos opuestos. Si quiero el uno, no puedo tener el otro. Si no soy vulnerable, no puedo tener intimidad. Sin intimidad no puede haber romance ni cercanía emocional. Cuando soy vulnerable ante mi marido, la intimidad, la pasión y la dedicación fluyen naturalmente.

    Ahora trato de renunciar al control lo más que puedo y me permito ser vulnerable. Infortunadamente, todavía no lo hago a la perfección, pero eso no importa. Haber hecho de la intimidad una prioridad por encima del control y haber llevado a la práctica los principios descritos en este libro ha hecho de mi matrimonio una unión romántica y apasionada.

    Siempre tenía las maletas hechas

    Si no puedes decir algo agradable, mejor no digas nada.

    Mamá

    Una amiga decía que durante su matrimonio, vivía mentalmente con las maletas hechas y los zapatos tenis puestos, de tal forma que pudiera salir corriendo en cuestión de minutos. Siempre estaba preparada para llevar una vida en la cual pudiera cubrir sus propias necesidades, sin la ayuda de su marido.

    Mi terapeuta me recordó que, en las primeras sesiones, yo era igual. Muchas veces sentía que lo mejor era divorciarme o encontrar un hombre más considerado y más meticuloso con la limpieza. Con ese esposo imaginario yo no tendría que planear, organizar, arreglar y revisar todo. M actitud negativa estaba saboteando la relación. Siempre estaba irritable y hasta el menor problema me parecía una razón suficiente para terminar este matrimonio y esperar que el siguiente fuera mejor. En esa época me sentía tan dolida y tan orgullosa de mí misma que respetar mi compromiso matrimonial me parecía poca cosa. Hoy en día mis amigas se ríen cuando les cuento esto, pues parece ridículo que yo hubiera pensado en deshacerme de este marido maravilloso que tengo.

    Por qué este libro no se llama El esposo entregado

    "Algunas personas buscan fallas como quien busca

    tesoros escondidos".

    Francis O'Walsh

    Si eres una esposa que se siente abrumada, sola y responsable de todo, este libro es para ti. Si puedes reconocer que a veces o con frecuencia ejerces control, das cantinela o criticas a tu marido, entonces debes saber que tú eres la única que puede emprender las acciones descritas aquí para recuperar la intimidad de tu matrimonio, así

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