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Ten un nuevo esposo para el viernes: Cambia su actitud, su conducta y la comunicación entre ambos, en cinco días
Ten un nuevo esposo para el viernes: Cambia su actitud, su conducta y la comunicación entre ambos, en cinco días
Ten un nuevo esposo para el viernes: Cambia su actitud, su conducta y la comunicación entre ambos, en cinco días
Libro electrónico255 páginas4 horas

Ten un nuevo esposo para el viernes: Cambia su actitud, su conducta y la comunicación entre ambos, en cinco días

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Información de este libro electrónico

Have a new husband by Friday? Is that even possible? Dr. Kevin Leman says it is. The New York Times bestselling author and self-help guru shows even the most frustrated wife how she can have a new husband by Friday. Even better, there's no need for her to trade her man in for a newer model; all he needs is a little tune-up. Readers will learn how they can change their husband's attitude, behavior, and communication in just 5 days. Now available in a Spanish-language edition.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 mar 2011
ISBN9781441237422
Ten un nuevo esposo para el viernes: Cambia su actitud, su conducta y la comunicación entre ambos, en cinco días
Autor

Dr. Kevin Leman

Dr. Kevin Leman is an internationally known psychologist, radio and television personality, and speaker. Cohost of the extremely popular Have a New Kid by Friday podcast, he has made house calls through hundreds of radio and television programs, such as FOX & Friends, The View, FOX's The Morning Show, Today, Morning in America, The 700 Club, CBS's The Early Show, Janet Parshall, CNN, and Focus on the Family, and has served as a contributing family psychologist to Good Morning America. A bestselling and award-winning author, Dr. Leman has written more than 60 books, including The Birth Order Book and Have a New Kid by Friday. He is the founder of Leman Academy of Excellence, an award-winning group of classical charter schools located throughout Arizona and Colorado. Dr. Leman and his wife, Sande, live in Tucson, Arizona. They have five children and four grandchildren.

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Ten un nuevo esposo para el viernes - Dr. Kevin Leman

Lunes

Secretos revelados

Sí, son especies diferentes, pero pueden funcionar armónicamente.

—Oye, amor ¿dónde está la mostaza Weber? —pregunté, de pie en la cocina con la puerta del refrigerador abierta.

—En el refrigerador —dijo mi esposa, que estaba a dos habitaciones de distancia.

Intenté meter mi torso en el refrigerador para encontrar lo que buscaba. Luego, me enderecé de vuelta:

—No. No está.

—Sí que está —insistió Sande—. A la derecha.

Miré de nuevo, sin esperanzas de encontrar nada. Me encogí de hombros y dije otra vez:

—No. No está.

No podía verla desde aquí, pero la imaginaba poniendo los ojos en blanco, en cámara lenta. Después de todo, era una escena repetida millones de veces durante nuestros años de matrimonio.

Sande entró a la cocina, fue hasta el refrigerador, abrió la puerta que yo había cerrado ya resignado, y tomó lo que yo buscaba:

—¿Será esto lo que buscabas? —dijo la señora Uppington con una expresión que parecía decir cuán estúpido era yo. Después volvió a lo que estaba haciendo antes, meneando la cabeza.

¿Por qué será que las mujeres siempre ganan en esto de encontrar cosas perdidas?

Hace poco, la compañera de cuarto de universidad de mi hija Hannah se comprometió. Me enteré cuando hablaba por teléfono con Hannah. Le pregunté, como solemos preguntar los hombres:

—Y bien, amor ¿qué hay de nuevo?

—Oh, Becca, mi compañera de cuarto, se comprometió.

—Qué bien —dije.

Nada más. Fin del tema. Pasemos a otra cosa.

Al día siguiente íbamos Sande y yo en el auto y Hannah llamó por teléfono a su madre. Evidentemente, le dio la misma noticia porque Sande dijo con mucho entusiasmo: «Oh, ¡qué buena noticia! Es maravilloso. Becca debe estar tan feliz, ¡tan entusiasmada!»

Y con eso comenzó la larga conversación. Te digo qué preguntas oí:

¿Dónde le dio el anillo?

¿Cuándo se casarán?

¿Fue sorpresa para ella?

¿Dónde será la boda?

¿A los padres de ella les gusta él?

¿Van a hacer fiesta de compromiso?

¿Cómo es el anillo?

¿Te gusta?

¿Qué te parece el compromiso de Becca?

Y etc., etc., etc., con pausas en medio para la parte de Hannah en esta conversación.

Solo pude sonreír. Definitivamente, hay una diferencia entre la forma en que nos comunicamos los hombres y las mujeres. Hannah y yo tenemos una relación excelente. Nos llamamos a menudo. Pero con su madre, ella habla de manera diferente.

También está ese pequeño encuentro que pude observar ayer. Estaba sentado en un restaurante de Elmira, Nueva York, y en la mesa de al lado había dos parejas de treinta y pico. Las mujeres hablaban como dos pájaros locos. Todo el tiempo hablaban, se expresaban, se miraban, estaban bien cerca la una de la otra, durante los cuarenta y cinco minutos que estuve allí. ¿Y los esposos? Su conducta era la típica en los varones:

Con mi amigo Moonhead ¿pasamos el tiempo hablando desde el corazón? No. Vamos a pescar. Vemos partidos.Nos basta intercambiar sonidos guturales y gritar: «¡Vamos!» Pero, ¿qué pasa con nuestras esposas?Ellas «comparten y se ocupan» y además, cada tanto, se abrazan.

—Lindo día ¿no?

—Sí.

—La sopa está rica.

Un gesto de asentimiento, nada más.

Ya no pude evitarlo. Con un gesto al que tenía al lado, dije:

—¿Ves a esas mujeres? Hacen lo que mejor saben hacer. Comparten y charlan. . . .

Sonrió.

Los dos miramos mientras las mujeres dejaban la mesa y luego hablaban sobre cuándo iban a reunirse otra vez:

—Bueno, el martes podría para el desayuno, pero el miércoles, para el almuerzo. Pero los jueves, el restaurante sirve una sopa buenísima ¿te parece bien el jueves?

Hablaban como en catarata, mientras sus esposos, ya sin palabras, las seguían detrás.

Me sentí identificado. Como hombre, me considero afortunado al tener un amigo realmente bueno con quien hemos andado juntos desde que teníamos tres años. Pero, ¿pasamos él y yo el tiempo que estamos juntos «compartiendo intensamente» lo que hay en nuestros corazones? No. Vamos de pesca, o a ver un partido. Nos basta con intercambiar gruñidos guturales y gritar: «¡Vamos!"

Pero, ¿qué hay de nuestras esposas? Ellas suelen «compartir y ocuparse », además de los abrazos ocasionales, claro está.

Además está el hecho de que cuando yo cocino la cena, entre plato y plato, hay pausas de diez minutos. «¡Choclo!», grito yo, y todos vienen a la mesa a comer choclo. Diez minutos más tarde, grito: «¡Las papas!», y veinte minutos después, «Bueno, ya está lista la carne».

Comparemos eso con mi adorable novia y esposa, que pone la mesa con elegancia y lo más sorprendente es ¡que tiene toda la comida lista al mismo tiempo! (Oye, hasta tengo que bajar el volumen de la radio en el auto si estoy buscando algo, porque no soy multifuncional. Ese no es mi fuerte.)

Reglas para la vida

Él es tu esposo, no tu amigo

No piensa como tú. Nunca lo hará.

Es tu igual. Pero no es igual a ti.

No hay duda. Los hombres y las mujeres son diferentes. Si no crees que sea verdad, mejor será que dejes este libro. Porque no vas a entender lo que estoy diciendo.

En la sociedad de hoy hay una idea errada en cuanto a que ser un «igual» significa «ser iguales». Sí, los hombres y las mujeres son iguales en cuanto a que son pares. Pero no son iguales porque son distintos. La igualdad aquí no supone que sean idénticos.

Iguales, pero diferentes

Está claro que los hombres y las mujeres son diferentes. Nuestros cerebros lo son, y la química de nuestros cuerpos también. Son diferentes nuestras emociones, por lo que vemos la vida desde ángulos completamente distintos. Por ejemplo, la publicación Cerebral Cortex [Corteza cerebral] informó que la parte del cerebro que controla la capacidad visual-espacial y los conceptos de espacio mental —destrezas necesarias para tareas como la matemática y la arquitectura— es un seis por ciento más grande en los hombres.[1] El cerebro del hombre es más grande, pero el de la mujer contiene más células cerebrales.[2]

Según las investigaciones, los cerebros del hombre y de la mujer funcionan de manera distinta. Cuando un hombre y una mujer realizan tareas idénticas, son diferentes las áreas de operación en sus cerebros.[3] Las mujeres pueden usar ambos hemisferios en tanto que la actividad cerebral del hombre se limita a un solo lado.[4] El investigador L. Cahill y sus colegas descubrieron que la actividad de la memoria del hemisferio izquierdo es mayor en las mujeres, y que en los hombres lo es la actividad del hemisferio derecho.[5]

¿Te has preguntado alguna vez cómo es que tu esposo puede trabajar duro y parejo por tanto tiempo? Los estudios muestran que las mujeres sufren dolor más intenso y perdurable[8] (ya lo sabías, ¿verdad?). Y en promedio, tendrás dolor de cabeza, facial o en la boca, dolor de espalda y otras dolencias con mayor frecuencia e intensidad que tu esposo. Tal vez, eso explique por qué cuando tienes gripe tomas un analgésico y sigues andando (estás acostumbrada a soportar el dolor menor), pero cuando tu esposo sufre lo mismo se vuelve un niñito que necesita sopa de pollo y llama a cada rato pidiendo jugo de naranjas. ¡Es estadística pura! Los hombres no pueden con el dolor como sí pueden las mujeres.

Y aunque hay algunos investigadores que siguen tratando de fingir que los cuerpos del hombre y la mujer son esencialmente iguales, fuera de lo que pudiera considerarse apto para bikini, cada vez hay más médicos y científicos que concuerdan con la doctora Marianne Legato de la Universidad de Columbia, quien dice: «Estamos hablando de diferencias sustantivas e importantes entre hombres y mujeres en cada uno de los sistemas del cuerpo, desde el nervioso central, al digestivo, a la piel y la forma en que metabolizamos las medicinas».[9]

Por tanto, estas diferencias afectan a cada una de las áreas de la vida matrimonial. Por ejemplo, más o menos el treinta y uno por ciento de los hombres tienen dificultades sexuales, comparado con el cuarenta y tres por ciento (casi la mitad) de las mujeres.[10] Un estudio reveló que una de cada tres mujeres dijo que no tenía interés en el sexo mientras que solamente uno de cada seis hombres afirmó lo mismo. Y uno de cada diez hombres informó que el sexo le brinda poco placer, mientras que entre las mujeres, una de cada cinco admitió que ¡el sexo no es divertido para nada![11] Es entendible, si tomamos en cuenta que es extremadamente raro que los hombres no puedan llegar al orgasmo y, sin embargo, hay muchas mujeres que tienen dificultades para ello.

La naturaleza del deseo sexual también es diferente. Tal vez no te sorprenda que los investigadores hayan descubierto que el deseo sexual del hombre «se dispara más fácilmente con estímulos externos» (ya las oigo suspirar. . .) y «más constante a lo largo del ciclo de vida».[12] Es una forma elegante de decir que tu esposo, en promedio, se excitará fácilmente hasta el día en que deje de respirar. El mismo estudio indicó que el deseo sexual de la mujer está mucho más relacionado con el reflejo y la reacción a su compañero, que con la espontaneidad o la iniciativa de ella. En otras palabras, su deseo aumenta en la interacción con su compañero en tanto que el deseo de su esposo aumenta solo con ver a su esposa desnuda o hasta vestida.

Casarse con un hombre es como comprar algo que durante mucho tiempo admiraste en la vidriera. Tal vez te encante cuando llegas a casa, pero no siempre combina con todo lo demás que hay allí.

Jean Kerr[13]

No es de extrañar entonces que ese esposo tuyo sea una criatura extraña, un ser raro, un misterio total (y a veces, exasperante). Pero conocer cómo está construido el hombre puede ayudarte muchísimo para lograr que la relación sea más satisfactoria. Hay algo que es cierto: la sociedad no te ayuda mucho en este aspecto.

La moda unisex

Ocasionalmente, en este libro entraré en parte de ese territorio «donde temen entrar los ángeles». Y esta es una de esas ocasiones. Te pido que me oigas antes de sacar conclusiones apresuradas o antes de que tires el libro por la ventana. Si tu meta realmente es tener un esposo nuevo para el viernes, sigue leyendo.

Tengo que ser directo y radical. El movimiento feminista no les hizo ningún favor a las mujeres al promover la filosofía unisex del «somos todos iguales, no somos diferentes» en todo el mundo. Pero francamente, los culpables somos los hombres. Si en realidad fuéramos el tipo de líderes que el Todopoderoso quería que fuésemos, jamás habría habido necesidad de tal cruzada. Tanto los hombres como las mujeres habrían existido en feliz armonía.

Quiero preguntarte algo: si pudieras tener el matrimonio perfecto, ¿cómo sería? Te pintaré una escena, y me dirás qué piensas.

En el matrimonio perfecto el esposo y la esposa tienen una conexión íntima. Toman decisiones conjuntas en cuanto a la vida, hablan antes de tomar esas decisiones, se comunican con amor y respeto a diario y pueden hablar de lo que sea sin tener miedo a las críticas, al desprecio o a que se descarte lo que digan. Tienen una conexión emocional íntima. Podrían estar separados durante semanas por trabajo, por ejemplo, y luego volver a juntarse y seguir la conversación desde el punto en que la dejaron. Su vida sexual es saludable y satisfactoria. El tiempo que pasan juntos es tan placentero y cómodo como cuando se ponen sus pantuflas preferidas en las frías noches de invierno. Se acurrucan y abrazan, sabiendo que son amados, cuidados, respetados, apreciados y escuchados. No hace falta que intercambien palabras todo el tiempo, porque tanto el esposo como la esposa se comprenden mutuamente.

El matrimonio, en su esencia, tiene que ver con el respeto por el otro, y aquí el respeto es de ida y vuelta.

El matrimonio, en su esencia, tiene que ver con el respeto por el otro, y aquí el respeto es de ida y vuelta.

Pero la cultura de hoy disiente con los hombres a cada rato. No obtienen respeto de nadie, y ni hablar de sus esposas. Las series de televisión los muestran como tontos tan ineptos que nunca pueden entender nada, como bufones que piensan con la bragueta. Las actrices anuncian: «Voy a tener un hijo», y no mencionan siquiera si hay un padre, un esposo. Hoy, la sociedad vive con la mentalidad del «¿Para qué hace falta un hombre? ¡No sirven para nada!» Y eso significa que los hombres quedan como colgados en el aire, sintiendo que nadie los respeta ni los necesita. Que no son valiosos.

Acaso esa mentalidad, ¿junta o separa a las parejas? Observa las estadísticas de los divorcios, cada vez más altas, y tendrás una pista para responder a eso. Hoy, uno de cada dos matrimonios acaba en divorcio y el matrimonio promedio solo dura siete años. Y para que no pienses que el tuyo no podría estar en riesgo porque «estamos profundamente enamorados y jamás nos divorciaremos», te digo que eso es exactamente lo que decían otros matrimonios siete años antes de que llamaran a sus abogados por separado para iniciar los trámites del divorcio.

Así que, ¿qué hay de diferente en tu caso? ¿En qué te distinguirás para mantener unido tu matrimonio? ¿Para que tu esposo se quede en tu cama y no se meta en la de nadie más? ¿Para que tu matrimonio sea pleno, excitante, satisfactorio y siga así hasta que la muerte los separe?

No puedo contar la cantidad de veces que me ha dicho alguna mujer: «Pero doctor Leman, yo no quiero perderme a mí misma en el matrimonio. Digo. . . sigo siendo quien soy. Solo es que me casé. No quiero perder mi identidad». Eso es lo que llamo «estilo de vida tipo matrimonio de soltera ». Estás casada, pero ni te enterarías si no fuera por ese papel que dice que ahora tú y tu esposo pueden tener relaciones sexuales dentro de la ley. Pero no tienes una conexión íntima, no tienes vulnerabilidad emocional, ni transparencia relacional, porque estás demasiado preocupada por «no perderte a ti misma».

Es interesante que estas mujeres lleguen a mi consultorio porque sus matrimonios están en problemas. Presentan sus conflictos y luego dicen: «Quiero que mi esposo me aprecie por lo que soy, por mi intelecto, mi creatividad, etc., y no solo por mi cuerpo o por lo que puedo hacer por él». Y cuando hablamos un poco más, y sugiero formas en que podrían interactuar de manera distinta con sus esposos en casa, invariablemente me responden: «Usted bromea. ¿Que agrade a mi esposo? ¿Por qué querría yo hacer algo así?»

Mi respuesta es: «Bueno, entonces ¿por qué querría él agradarte a ti?»

Ya ves cómo opera esto, ¿verdad? En una sociedad democrática tienes derecho a descalificarme; entonces yo tengo el mismo derecho para contigo. Si no quieres agradarme, entonces yo tampoco tengo que hacerlo.

Esa es la receta del desastre matrimonial. Si eres una persona de fe, no creas que eres inmune. Irónicamente, el porcentaje de divorcios es todavía mayor entre la gente de fe, según la organización Barna.[14]

Muchas parejas en nuestros días viven matrimonios tipo él y ella. Como esas toallas que lucen tan bonitas en el baño, podrán funcionar durante un tiempo. Pero con los años, las toallas van quedando viejas y gastadas. Se deshilachan. Lo mismo pasa con los matrimonios tipo él y ella. Las parejas acostumbradas a hacerlo todo cada uno por su lado, empiezan a preguntarse: Oye, ¿para qué me molesto? Puedo hacerlo sin él (o sin ella). Ya no necesito este matrimonio.

Según un artículo publicado en USA Today, el cuarenta y dos por ciento de los matrimonios de menos de treinta años no se consultan en absoluto cuando se trata de comprar algo grande (y eso incluye los autos). Si el esposo lo quiere, lo obtiene. Si la esposa lo desea, lo consigue. (Es interesante observar que un tercio de quienes tienen sesenta y cinco años o más dicen que las decisiones son compartidas, en todo lo que sea grande.)[15] Por eso no me extraña que haya tantos matrimonios en graves problemas financieros.

¿Adivina quién suele mandar? Sin duda, ¡ustedes, las mujeres!Y lo sorprendente, es que los hombres no presenten batalla.

Pero en medio de toda esa lucha de poder en una sociedad unisex, ¿adivina quién suele mandar? Sin duda, ¡ustedes, las mujeres! Y lo sorprendente, es que los hombres no presenten batalla. Las mujeres mandan en casa, dice otro artículo de USA Today:

De 1.260 personas encuestadas en cuanto a cuatro áreas de decisiones en la familia tipo en Estados Unidos, en el cuarenta y tres por ciento de los matrimonios son las mujeres las que tienen la última palabra, casi el doble del porcentaje de los hombres. . .

Megan Murphy, directora del programa de terapia matrimonial y familiar de la Universidad Ames del Estado de Iowa. . . [dice]: «Hay un mito acerca de que los hombres son los jefes de familia y que toman las decisiones y que así es en verdad, pero en la vida real no es así, por lo que yo veo». [16]

En realidad, ¿quieres ser «igual» a tu esposo? ¿O quieres un tipo que te vea como a una compañera, de igual a igual en la vida, no idéntica a él pero sí como un tesoro por la forma en que las diferencias entre ambos funcionan tan bien, de manera tan emocionante? Él será el tipo de esposo que te busque por tu inteligencia y te pregunte qué piensas, porque no tiene miedo de que lo critiques. Será el tipo de esposo que lo hará todo por ti. Sacará la basura (sin que se le pida). Cuidará a los niños para que puedas salir una noche

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